TEMA 4-Las aguas españolas y su papel en el territorio

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Departamento de
Ciencias Sociales.
Curso 2008/09.
IES Dolmen de Soto
C/ Sevilla nº 4
Trigueros- Huelva.
TEMA 4.
1
LAS AGUAS ESPAÑOLAS Y SU PAPEL EN EL TERRITORIO.
Indice:
4.1 Los ríos de España.
4.2 Los lagos españoles.
4.3 Los acuíferos.
4.4 Los mares y las aguas marinas
------------O------------.
Tanto el incremento demográfico como el desarrollo del Estado del Bienestar y el consecuente
aumento del nivel de vida han conducido a un extraordinario aumento en el consumo de los
recursos hídricos. Dicho consumo, unido a la desigual distribución de las precipitaciones a nivel
nacional ha generado un considerable desequilibrio entre las diferentes regiones españolas.
Conocer con profundidad las características de nuestra red hidrográfica significa apostar por una
distribución racional de los recursos existentes, significa tomar una postura firme de
conservación de los medios existentes y es apuesta de futuro para generaciones venideras.
4.1. Los ríos de España.
4.1.1. Características generales.
Los ríos españoles poseen unos rasgos definidos, pudiendo resumirse en :
a) Una clara disimetría de las vertientes: El entorno peninsular está dividido en dos
grandes vertientes hidrológicas, la cántabro-atlántica y la mediterránea, separadas
ambas por la línea montañosa de la Iberia alpina. El basculamiento de la Meseta durante
la orogenia Alpina hizo que se generara tal disimetría, vertiéndose al Atlántico el 70%
del agua recogida, mientras que el 30% drena en la zona mediterránea. La vertiente
atlántica posee los ríos de mayor longitud, discurriendo por una superficie de escasa o
nula pendiente, mientras que los ríos cantábricos son ríos caudalosos y regulares,
estando encajados en el relieve. La vertiente mediterránea posee ríos cortos e
irregulares, con escaso caudal y marcado déficit hídrico.
b) Adecuación al relieve. Se manifiesta en la gran longitud de los ríos que discurren por las
llanuras y depresiones, que oscilan en torno a los 1000 kilómetros, y el corto recorrido
de los ríos de montaña que no suelen pasar del centenar de kilómetros. Los ríos de la
Meseta destacan por su escasa pendiente y lentitud de las aguas, mientras que los de los
rebordes montañosos unen a su escasa longitud una elevada pendiente y rapidez de sus
aguas, teniendo como consecuencia un aumento de su capacidad erosiva.
c) Paralelismo entre los grandes ríos, a excepción del Ebro, discurriendo todos ellos
paralelos y equidistantes entre si.
d) Alternancia entre cursos de agua y sistemas montañosos. Los grandes ríos peninsulares
se sitúan entre dos sistemas montañosos y el curso fluvial es más o menos paralelo a los
ejes de las cordilleras, desde los cuales descienden sus afluentes de manera transversal,
lo cual explica que ríos ubicados en zonas de escasas precipitaciones tengan siempre un
caudal abundante.
e) Intensa relación con la ocupación del territorio. Desde épocas remotas el ser humano
se ha asentado junto a los cauces de los ríos (Córdoba, Mérida, Zaragoza… ) o cerca de
los valles fluviales por sus excelentes condiciones para las prácticas agrícolas.
f) Irregularidad en las aportaciones de lluvia y nieve.
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4.1.2. El régimen fluvial. Factores condicionantes
Dependiendo de la época del año, los ríos presentan un mayor o menor caudal. El concepto hace
referencia a las fluctuaciones del volumen de agua en un río. En cualquier estudio de un río se
deben tener en cuenta los siguientes elementos:
a) El caudal. O lo que es lo mismo “el volumen de agua que fluye por su cauce”. La
cantidad depende de manera directa de dos factores, del ritmo y de la cantidad de
precipitaciones de su curso. Dos conceptos básicos relacionados con el caudal son:
-Caudal absoluto: es el volumen de agua que corre por el río en un momento
determinado, midiéndose en m3/s.
-Caudal relativo: es la cantidad de agua recogida en relación con la superficie de
la cuenca hidrográfica, midiéndose en litros/km2.
b) La irregularidad. Dependiendo de las precipitaciones o de la época del año, los ríos
llevan un caudal u otro. Por esta razón, los ríos cántabros y gallegos son los más
regulares, mientras que los mediterráneos presentan mayor irregularidad, con bruscas
crecidas y largos estiajes.
c) El arrastre de sedimentos. Cada río tiene una capacidad determinada de arrastre de
sedimentos, bien sea por suspensión o por arrastre (rodamiento). La capacidad de
arrastre depende de la cubierta vegetal, la naturaleza del suelo y la pendiente.
Entre los factores que influyen en el régimen de un río destacan tanto los de índole física como
humana. Entre los primeros destacan el clima, la topografía, la naturaleza del suelo o la
existencia o no de cobertera vegetal; entre los segundos, los derivados de las obras de regulación
efectuadas por el ser humano para evitar inundaciones o para aprovechamiento hidrológico
a) El relieve. En las zonas montañosas (por la pendiente) con mayor aporte de
precipitaciones, el agua fluye con más fuerza. La naturaleza del suelo y las
características litológicas son también determinantes, ya que no es lo mismo que un río
discurra por un suelo permeable que impermeable.
b) El clima. Es el factor más influyente. El ritmo y cantidad de precipitaciones marcan el
régimen de los ríos. Además la insolación y la evaporación también influyen de manera
decisiva.
c) La vegetación. Actúa como elemento fijador del suelo, por lo que su presencia evita que
la escorrentía arrastre mucho material.
d) En lo referente a los factores humanos, ha de entenderse que su interferencia en los
regímenes fluviales deriva de una doble necesidad: la de regular las cuencas
hidrográficas para disminuir los riesgos de inundaciones y los efectos de las crecidas, y
la de almacenar agua para el consumo humano y usos agrícolas e industriales
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En cuanto a los principales tipos de régimen fluvial tenemos, basándonos en el tipo y cantidad
de precipitaciones recibidas, los siguientes:
a) Régimen nival. Se localiza en las zonas altas de los Pirineos central, durante gran parte
del año las precipitaciones son en forma de nieve. Ello hace que los ríos presenten un
mínimo caudal en invierno y un máximo a finales de primavera, debido al deshielo. No
son ríos muy caudalosos y presentan escasa irregularidad interanual, destacando el
Segre y el Caldarés.
b) Régimen nivo-pluvial. Similar al anterior, pero con un máximo secundario en otoño. Las
precipitaciones en forma de nieve superan al agua de lluvia. El Gállego y el Ter
representan dos ríos típicos.
c) Régimen pluvio-nival. El volumen de precipitaciones líquidas es superior a la nival. El
máximo se produce en primavera y el mínimo de invierno es inapreciable. Este régimen
se da en los principales ríos con afluentes provenientes de las altas montañas.
d) Régimen pluvial. Los aportes proceden exclusivamente de precipitaciones líquidas.
Tipos:
-Pluvial oceánico. Afecta a los ríos cantábricos y gallegos. Al ser las
precipitaciones abundantes, los ríos son regulares y presentan caudal abundante.
-Pluvial mediterráneo. El déficit de precipitaciones hace que los ríos sean
irregulares, de escaso caudal y marcado estiaje. Es el régimen típico de los ríos
mediterráneos, caso del Júcar, el Segura y el Turia.
-Pluvial subtropical. Es una variante del modelo anterior, pero con una sequía
estival más acusada. Es el régimen típico de los ríos del interior de la Meseta y
del sudeste peninsular.
4.1.3. Las vertientes peninsulares.
La disimetría existente entre las diferentes cuencas hace que debamos distinguir tres grandes
vertientes:
a) Vertiente atlántica. En este grupo se alojan los principales ríos peninsulares, excepto el
río Ebro. Son ríos que reciben numerosos aportes de sus afluentes en su recorrido por la
Meseta. Suelen tener un aprovechamiento agrícola e hidroeléctrico, destacándose como
principales ríos el Miño, el Duero, el Tajo, el Guadiana y el Guadalquivir.
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1. Miño. Es el río más importante de Galicia. Nace en las montañas
septentrionales de Lugo, mostrando un recorrido de norte a sur hasta
confluir con su principal afluente, el Sil, ya próximo a Ourense. Desemboca
en Tuy, tras recorrer 340 kilómetros, siendo uno de los ríos más caudalosos
de España.
2. Duero. Es el río de la submeseta septentrional. Su cuenca hidrográfica es la
mayor de España (100000 km2). Nace en los Picos de Urbión (Sistema
Ibérico) y desemboca en Oporto tras recorrer 913 kilómetros. Su caudal es
de 660 m/s. Pasa por Soria, Aranda de Duero, Toro y Zamora. Tiene una
tupida red de afluentes que recoge aguas de la cordillera Cantábrica, el
Sistema Ibérico, el Sistema Central, etc. Sus afluentes más importantes son
el Pisuerga, el Esla por el norte y el Adaja y el Tormes por el sur.
3. Tajo. Con 1202 kilómetros, es el río más largo de la Península. Nace en la
sierra de Albarracín (Teruel) y discurre entre el Sistema Central y los
Montes de Toledo, pasando por Aranjuez, Toledo, Talavera de la Reina y
Alcántara. Desemboca cerca de Lisboa, en el mar de la Paja, formando el
estuario del mismo nombre. Sus principales afluentes son el Jarama, el
Guadarrama, el Alberche, el Tiétar y el Alagón.
4. Guadiana. Con una longitud de 840 kilómetros, nace próximo a las Lagunas
de Ruidera. Pasa por Mérida y Badajoz y desemboca en Ayamonte. Sus
principales afluentes por la derecha son el Záncara y el Cigüela y por la
izquierda el Jabalón y el Zújar. Entre las intervenciones humanas realizadas
en él destaca la construcción de grandes embalses caso de La Serena.
5. Guadalquivir. Nace en la sierra de Cazorla (Jaén) y desemboca en Sanlúcar
de Barrameda tras recorrer 560 kilómetros por las tierras béticas. Pasa por
Andujar, Córdoba y Sevilla. Recoge aguas de Sierra Morena a través de los
afluentes de su margen derecha, que son bastante cortos, destacando entre
otros el Guadalimar, Jándula, Bembézar y Víar. Por su margen izquierda
recibe al Guadiana Menor y al Genil, que nace en Sierra Nevada.
b) Vertiente cantábrica. Se definen por ser cortos, debiendo salvar fuertes desniveles por
la orografía y por su elevado caudal. Son ríos regulares mantenidos por la regularidad
de las precipitaciones. Como consecuencia de la pendiente suelen tener un alto
potencial erosivo, figurando entre otros el Bidasoa, el Nervión, el Pas, el Nansa, el
Cares, el Sella, el Nalón, el Navia y el Ulla.
c) Vertiente mediterránea. Sus ríos se caracterizan por su déficit hídrico en función de
las escasas precipitaciones y la elevada evaporación de la zona. Son ríos poco
caudalosos e irregulares. Un tipo de formación propia de esta zona es la rambla, río que
permanece la mayor parte del año seco y que crece de manera considerable durante la
etapa húmeda. Entre los principales ríos destacan el Ebro (la única excepción a lo
comentado), el Mijares, el Turia, el Júcar, el Vinalopó, el Segura y el Guadalhorce.
1. Ebro. Es el más importante de los ríos exteriores a la Meseta. Nace en
las cercanías a Reinosa (Cantabria), pasando por Haro, Logroño y
Zaragoza y desembocando en Tortosa en forma de delta. Tiene una
longitud superior a los 900 kilómetros y presenta la paradoja de ser una
arteria muy caudalosa sobre una zona muy seca. Entre sus principales
afluentes destacan el Aragón, el Gállego y el Segre, así como el Jalón y
el Jiloca.
2. Segura, Júcar y Turia. Son exponentes claros de ríos mediterráneos.
Cortos y de escaso caudal, se encuentran condicionados por las
precipitaciones al no contar con afluentes lo suficientemente fuertes.
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4.1.4. Regulación y recursos hídricos.
En un país como España, la regulación de los ríos y restantes recursos hídricos pasa por ser
fundamental, no sólo para prevenir los problemas de las crecidas, sino también para el
aseguramiento del abastecimiento a la población.
Se estima que el volumen medio de precipitaciones en el territorio español es de 346000 hm3,
de los cuales dos tercios son devueltos a la atmósfera por medio de la evapotranspiración,
quedando el tercio restante en la red fluvial.
Con objeto de aprovechar el agua que fluye por los ríos, en España se ha construido un gran
número de embalses, sobre todo durante el período de mayor crecimiento económico de los
años sesenta. Con posterioridad a los sesenta se continuaron construyendo embalses para
atender la ampliación de regadíos y para completar el abastecimiento de las poblaciones.
4.2 Los lagos españoles.
Los lagos son masas de agua dulce o salada acumuladas en zonas deprimidas que alcanzan
cierta profundidad. Las lagunas suelen tener un tamaño algo menor. En la actualidad se
contabilizan en suelo peninsular un total de 2474 lagos de diferente importancia y casi siempre
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sujetos a la climatología reinante. De manera general se pueden distinguir dos grandes tipos de
lagos: endógenos y exógenos.
a) Los lagos endógenos están provocados por fuerzas o fenómenos del interior de la
Tierra. El agua se acumula en terrenos hundidos por la acción de pliegues o fallas, así
como, en raras ocasiones, por volcanes apagados. En España, el mejor ejemplo de lago
tectónico es La Janda, siendo de gran extensión aunque de escasa profundidad. En lo
que se refiere a lagos de origen volcánico, el único ejemplo destacable es la laguna de
Fuentillejo, sobre un cráter volcánico del Campo de Calatrava, en la provincia de
Ciudad Real.
b) Los lagos exógenos se originan por fuerzas externas, principalmente por el hielo, el
agua o el viento. En esta situación se encuentran:
- Los lagos glaciares se han formado a partir del circo excavado por el glaciar o el
valle glaciar, cuyo desagüe quedó obturado por las morrenas. Los primeros son
circulares, los segundos alargados y muy profundos. Se ubican en las partes altas
ocupadas durante las glaciaciones por hielo. Así, en los Pirineos hay cerca de 400, en la
Sierra de Urbión varias, entre las cuales destaca la Laguna Negra. También hay lagos
glaciares en el Sistema Central , Sierra de Grados, Peñalara y hasya en Sierra Nevada.
-Los cársticos (formados en las cubetas creadas por la disolución de la caliza o del
yeso). Destaca el conjunto de Lagunas de Ruidera así como la laguna de Gallocanta
(entre Zaragoza y Teruel), la de Fuente Piedra (Málaga), etc.
-Los lagos arreicos son el tipo más extendido en España, localizándose en regiones
llanas, áridas o semiáridas. Aquí, las escasas aguas no tienen fuerzas para llegar al mar y
se acumulan en zonas deprimidas hasta que terminan por evaporarse (lagunas de La
Mancha, Tablas de Daimiel...)
-Las lagunas eólicas se producen por la acción del viento sobre materiales blandos.
Por último las lagunas litorales o albuferas se crean en zonas costeras que dan lugar a
marismas o lagunas litorales (zonas del bajo Guadalquivir, deltas del Ebro y Llobregat).
4.3. Los acuíferos.
Los acuíferos se forman cuando las aguas de precipitación se infiltran hasta encontrar un estrato
impermeable; una vez que llegan a este punto se embolsan. Las rocas calizas facilitan su
formación en zonas deprimidas o en cuencas de tipo sedimentario.
Los acuíferos pueden descargar sus aguas a través de ríos y manantiales, o directamente sobre el
mar. Se suelen ubicar principalmente en las depresiones terciarias (Duero, Tajo y Guadiana), en
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las proximidades de los ríos (terrazas fluviales, riberas y llanos) y en las cabeceras montañosas
húmedas de los principales ríos.
En Baleares y Canarias, la mayor parte de los recursos hídricos procede de los acuíferos.
4.4. Los mares y las aguas marinas
La Península Ibérica está rodeada por el océano Atlántico y por el mar Mediterráneo. La
condición peninsular justifica la longitud de nuestro litoral, así como la importancia de los
mares en la geografía española.
Ambos mares tienen características muy diferentes, siendo también distintas sus influencias y
significado geográfico sobre la Península. El mar Mediterráneo es un mar cerrado, dispuesto
horizontalmente sobre el globo, uniforme y de aguas tranquilas; el Atlántico, por su condición
océana, es un gran mar abierto, de aguas agitadas y perfectamente comunicado.
Los distintos caracteres de los mares confieren a sus aguas propiedades igualmente diferentes:
Las aguas mediterráneas son templadas; y sus temperaturas coinciden con las del aire.
La causa está en la lentitud, en la elevada insolación y en la disposición del mar, cuyo eje
coincide con los paralelos geográficos. Esta circunstancia permite que la radiación solar sea
uniforme en toda la masa y quede almacenada en el agua debido a su carácter de mar cerrado.
Las aguas atlánticas tienen menor temperatura y salinidad. Su extensión propicia la
formación de grandes mareas, así como de corrientes marinas, cuya reiterada acción sobre la
costa es evidente en los rasgos morfológicos que presenta su litoral
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