CAPITULO II EN EL OCCIDENTE CRISTIANO 1. La política exterior de Guido El golpe que desplazó a Frondizi tuvo escasas repercusiones en el plano de las relaciones internacionales. Si bien es cierto que no se interrumpía la continuidad nadie se llamaba a engaño de su dudosa legitimidad. Sin embargo, no hubo grandes gestos, más allá de alguna preocupación periodística acerca del futuro inmediato de los aportes de la Alianza para el Progreso que Kennedy ya había autorizado para la Argentina y la aplicación de la que se llamaría Doctrina Betancourt. En efecto, el canciller venezolano Falcón Briceño declaró que su país no reconocería a Guido por cuanto Venezuela no reconocía gobiernos americanos surgidos de golpes de estado. "Esto se aplica — dijo— al movimiento militar que derribó a Frondizi." (Castello, La democracia inestable 1962-1966). Además de retirar el personal de la embajada y ofrecer asilo a Frondizi, Betancourt emitió un enérgico comunicado. Buscar en Guido la definición y las proyecciones de una política exterior sería desconocer la índole de su naturaleza. Un presidente que no quiso serlo difícilmente haya pensado hacia qué dirección conducir las relaciones exteriores. Sin embargo, las difíciles circunstancias vividas a partir de la llamada crisis de los misiles lo enfrentarían dramáticamente con la realidad. De todos modos, como la crisis tenía que ver con lo militar, no hubo que diseñar difíciles estrategias diplomáticas. 2. La crisis de octubre A mediados de octubre algunos de los vaticinios de quienes se oponían a la exclusión de Cuba del Sistema Interamericano cobraban realidad. En efecto, la exclusión había concluido por alinear la isla en el bloque soviético. Ya era una pieza en el tablero de la guerra fría y los cubanos poco pesarían en las decisiones. Aviones espías norteamericanos detectaron el emplazamiento de bases de lanzamiento de misiles de alcance medio, de procedencia soviética y de dudosa propiedad cubana. Kennedy, en su dramático discurso del 22, dice: "Las características de estos nuevos emplazamientos de misiles indican dos tipos de instalaciones. Varias de ellas están dotadas de proyectiles dirigidos de 16 www.elbibliote.com alcance medio, capaces de transportar una espoleta nuclear a una distancia superior a las mil millas marinas..." Podían alcanzar Washington, el canal de Panamá, México y toda el área del Caribe, es decir en el patio trasero de los Estados Unidos. El asunto era sumamente grave y la crisis puso al mundo al borde del holocausto. La diplomacia norteamericana se movió con rapidez y eficacia. Kennedy enunció las medidas adoptadas: 1. La estricta "cuarentena" —bloqueo— a todo equipo militar que fuera enviado por vía marítima a Cuba. Esta medida ya se había puesto en práctica al momento del discurso del Presidente. 2. Que continuaba la creciente vigilancia sobre la isla de Cuba y de la construcción y emplazamiento de su aparato militar. Si continuaban esos preparativos militares ofensivos, dijo Kennedy, "quedará justificada toda acción ulterior por nuestra parte". 3. Sería política de los Estados Unidos considerar "cualquier misil nuclear lanzado desde Cuba contra cualquier país del hemisferio occidental como ataque directo de la Unión Soviética a los Estados Unidos". 4. Refuerzo de la Base de Guantánamo. 5. Pedir la convocatoria de una Reunión del Órgano de Consulta de la Organización de los Estados Americanos invocando los artículo 6° y 8° del TIAR. 6. Convocar esa misma noche a una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas invocando una amenaza a la paz mundial. 7. Finalmente dijo el Presidente de los Estados Unidos: "emplazo al señor Kruschev para que detenga y suprima esta amenaza clandestina y provocativa al mundo de la paz y estabilice las relaciones entre nuestras dos naciones." (A. Lanús, op. cit.). La respuesta de la OEA fue inmediata y confirió a los Estados Unidos un apoyo mayor que el que hasta entonces le había otorgado. El Consejo —no hubo tiempo de reunir al Órgano de Consulta— aprobó una resolución que exigía el inmediato retiro de los cohetes, autorizando el empleo de la fuerza para lograrlo. Brasil, México y Bolivia se abstuvieron de votar el uso de la "fuerza", que suponía autorizar la invasión a Cuba. Según Connell Smith, el apoyo obtenido por los Estados Unidos de parte de América latina se circunscribía a la crisis inmediata, pero no a la política general de los Estados Unidos con respecto a Cuba. En definitiva, la crisis se superó por negociaciones bilaterales entre las dos potencias, sin que se tuviera en cuenta ni la opinión de los cubanos ni la opinión de la O.E.A. 3. La intervención argentina El mismo día 22, el presidente norteamericano solicitó la colaboración argentina. Todo fue una diligente aceptación y alineamiento. El momento era propicio para ganar la carrera de la obsecuencia, pues como dice Castello (op. cit.): "el diálogo con los Estados Unidos no era muy fluido”. Se impartieron instrucciones a los representantes en la O.E.A. y por la noche, como era de rigor, se analizó el tema en reunión de mandos, los que aprobaron satisfechos lo actuado por el gobierno civil. 17 www.elbibliote.com Al conocerse el establecimiento del bloqueo, la Argentina comunicó al Consejo de la O.E.A. su resolución de intervenir con la Marina de Guerra en "defensa del continente". El 28 de octubre se anunciaba la partida desde Puerto Belgrano de los destructores Espora y Rosales. También la Aeronáutica participaría —si fuere necesario— en tareas de salvataje. Como era de suponer, hubo debates por la decisión adoptada. Se barajaron muchas consideraciones, entre ellas, las que indicaban que la Argentina obtendría inversiones y créditos, e incluso hubo quienes pensaron que serviría para unirnos. "¡Bonito precio se pagaría para lograrlo...!" (Castello, op. cit.). De todas maneras, la Argentina opaca de Guido transgredía el sagrado y tradicional principio de la no intervención. 4. El protocolo adicional de 1963. En el mes de julio de 1963, Guido autorizaba a nuestro embajador en Washington a firmar un Protocolo Adicional al Acuerdo de Garantías sobre inversiones extranjeras (norteamericanas) que ya había firmado Frondizi. Méndez Delfino, ministro de Economía, impulsaba la aprobación de la medida, pero encontró resistencias en la cancillería por cuanto podía existir lesión a nuestra soberanía. Rattenbach se encargó de allanar las dificultades y el gabinete la aprobó. En efecto, en caso de existir conflicto entre los inversores norteamericanos y el gobierno argentino, el Estado norteamericano subrogaba en el juicio a los particulares. Concretamente los sustituía en el reclamo por los fondos retenidos. La Argentina se comprometía a reconocer la transferencia de tales fondos, de los cuales los Estados Unidos podrían disponer libremente para todos los gastos. También reconocía la representación norteamericana en los derechos y obligaciones de los particulares. Anota Martorell (op. cit.) que la significación del Protocolo en lo jurídico hacía "... más difícil cuestionar los derechos y obligaciones del gobierno estadounidense que los derechos y obligaciones de sus compañías inversoras, por más grandes que éstas sean". 18 www.elbibliote.com 19 www.elbibliote.com 20 www.elbibliote.com 21 www.elbibliote.com 22 www.elbibliote.com