Probabilidad e incertidumbre La visión de la naturaleza a través de la mecánica cuántica Richard Feynman Fragmento de la sexta conferencia dictada por el autor en la universidad de Cornell en noviembre de 1964. Transcriptas por la BBC de Londres, fueron publicadas en forma de libro por el MIT. En los orígenes de la observación experimental, o de cualquier otro tipo de observación de carácter científico, era la intuición –que en realidad está basada en la experiencia simple de los objetos cotidianos- la que sugería las explicaciones razonables de los fenómenos. Pero a medida que intentamos abarcar un campo más extenso de hechos y dar explicaciones consistentes de lo que vemos, las explicaciones dejan de ser explicaciones simples para convertirse en lo que denominamos leyes. Una curiosa característica de estas leyes es que a menudo parecería que fueran haciéndose cada vez menos razonables y que cada vez fueran alejándose más de lo intuitivamente obvio. Basta con un ejemplo; en la teoría de la relatividad se afirma que si usted piensa que dos cosas ocurren al mismo tiempo, se trata simplemente de su propia opinión, porque otra persona puede llegar a la conclusión que, de los dos sucesos, uno precedió al otro. Es decir, que la simultaneidad es una mera impresión subjetiva. No hay razón para esperar otra cosa, puesto que los objetos de nuestra experiencia cotidiana o bien están formados por grandes cantidades de partículas, o bien se mueven muy lentamente, u ocurren bajo condiciones muy especiales y representan en realidad un contacto muy limitado con la naturaleza. Mediante nuestra experiencia directa solo entramos en contacto con una porción muy pequeña de los fenómenos naturales. Solamente mediante medidas muy precisas y una cuidadosa experimentación podemos acceder a una visión más amplia. Y entonces descubrimos cosas insospechadas: vemos cosas muy alejadas de lo que hubiésemos podido imaginar, distintas de todo lo sospechado. Nuestra imaginación se estira al máximo, pero, a diferencia de la ficción que imagina cosas que realmente no están ahí, se estira para captar cosas que sí están ahí. Es este tipo de situación la que quiero discutir. Empecemos con la historia de la luz. Al principio se pensó que la luz se comportaba de manera parecida a una lluvia de partículas, de corpúsculos como gotas de agua o como balas de una pistola. Con más investigación quedó claro que esto no era del todo cierto, puesto que la luz se comportaba como lo hacen las ondas, como las ondulaciones del agua, por ejemplo. Posteriormente, ya en el siglo XX, después de más investigación, se llegó de nuevo a la conclusión de que, en muchos aspectos, la luz se comportaba como formada por partículas. En el efecto fotoeléctrico podían incluso contarse estas partículas, que en la actualidad se denominan fotones. Cuando por primera vez fueron descubiertos, los electrones se comportaban simplemente como partículas o balas. Posteriores investigaciones demostraron, a partir por ejemplo de los experimentos de difracción de electrones, que se comportaban como ondas. A medida que pasaba el tiempo iba creciendo la confusión en torno a la manera de comportarse de todas estas cosas -que si partículas, que si ondas-. Todo parecía indicar que se comportaban como las dos cosas. Esta creciente confusión fue resuelta en 1925 ó 1926 con la aparición de las ecuaciones correctas de la mecánica cuántica. Ahora sí que sabemos como se comportan los electrones y la luz. ¿Pero cómo describirlo? Si digo que se comportan como partículas estoy dando una impresión falsa; tan falsa como si digo que se comportan como ondas. Es que se comportan a su manera, que es inimitable, y que técnicamente podría denominarse como de manera mecanocuántica. Se comportan de una forma totalmente distinta a cualquier cosa que hayamos visto antes. Nuestra experiencia con las cosas que hemos visto antes es incompleta. El comportamiento de las cosas a pequeña escala es simplemente distinto. Un átomo no se comporta como un peso colgado de un resorte y oscilando. Ni como una representación en miniatura del sistema solar con pequeños planetas orbitando a su alrededor. Ni como algún tipo de nube rodeando al núcleo. Se comporta como nada que hayamos visto con anterioridad. Sin embargo, por lo menos existe una simplificación. Los electrones se comportan en este aspecto exactamente como los fotones; ambos están locos, pero exactamente de la misma manera. Hace falta mucha imaginación para conocer su comportamiento, puesto que se trata de algo que es completamente distinto a cualquier otra cosa que hayamos conocido. En un sentido quizás sea ésta la conferencia más difícil de todas, en el sentido de que es abstracta, en el sentido que está alejada de la experiencia. Pero es inevitable. Si voy a dar una serie de conferencias sobre el carácter de las leyes físicas, no puedo olvidarme de la descripción del comportamiento real de las partículas a pequeña escala. Va a ser difícil. Pero realmente se trata de una dificultad de carácter psicológico cuyo origen está en el tormento al que se someten ustedes al decirse: “¿Pero cómo puede ser así?”, que no es más que el reflejo de un deseo incontrolado, pero totalmente estéril, de verlo en términos de algo familiar. No voy a describirlo en términos de una analogía con algo familiar; voy simplemente a describirlo. Hubo una época en que los periódicos decían que solo doce hombres en el mundo entendían la teoría de la relatividad. No creo que fuera cierto en ningún momento. Quizá hubo una época en que sólo un hombre la entendía, porque fue el primero en entenderla, antes de escribir su artículo. Pero una vez leído el artículo, mucha gente entendió la teoría de la relatividad, de una manera o de otra.; sin duda muchos más que doce. Por el contrario creo que puedo decir con toda tranquilidad que nadie entiende la mecánica cuántica. De manera que les aconsejo que no se tomen esta conferencia demasiado a pecho ni piensen que realmente tienen que entender lo que aquí se va a decir. Simplemente relájense y disfruten. Les voy a contar como se comporta la naturaleza. Si simplemente aceptan que quizá se comporte de esta manera, les va a parecer fascinante y maravilloso. Pero, si pueden evitarlo, no vayan preguntándose “¿Pero cómo puede ser?”, porque se van a meter en un callejón sin salida del que nadie ha conseguido salir. Nadie sabe “cómo puede ser”.