Septiembre 2005 Los pacientes como objeto de aprendizaje Dr. Juan Pablo Beca Infante Para la enseñanza de las profesiones de la salud es necesario que los estudiantes de las diferentes carreras adquieran conocimientos teóricos y prácticos. Estos últimos se logran mediante prácticas clínicas que se realizan en hospitales universitarios u otros a través de convenios con Facultades de Medicina. Estas instituciones, conocidas como campos clínicos o como hospitales docentes, asumen así un rol social educativo que se agrega a su misión asistencial, y en sus salas de hospitalización o centros de atención ambulatoria trabajan los docentes junto a un número elevado de estudiantes de medicina, enfermería, obstetricia y otras profesiones de la salud. Los enfermos que se atienden en los campos clínicos son entonces atendidos por profesionales asistenciales, por docentes, por residentes en formación, y por alumnos de pregrado con diversos grados de participación. La relación médico-paciente o profesional-paciente se ve por lo tanto modificada y transformada de una relación bipersonal en una relación múltiple entre el enfermo y un grupo de profesionales con alumnos o residentes en formación. De esta manera la persona enferma es ahora no sólo un paciente necesitado de atención sino además un objeto de aprendizaje. El paciente en la medicina contemporánea ya no establece relaciones con un médico tratante sino con una cantidad variable de médicos y otros profesionales, lo cual ha llevado a que hoy es más adecuado hablar de “relación clínica” que de “relación médico-paciente”. A esta compleja relación se agrega, en el caso del hospital docente, una relación especial entre enfermos y estudiantes, lo cual se ha estudiado escasamente. Para avanzar en la comprensión del tema el Centro de Bioética de la Facultad de Medicina Clínica Alemana Universidad del Desarrollo está desarrollando una línea de investigación en el tema de la relación estudiante-enfermo. Los resultados preliminares muestran, en un primer proyecto de investigación, que los enfermos tienen en general una buena disposición a ser atendidos por estudiantes, y hacen notar que los alumnos aportan alegría y les apoyan dedicándole más tiempo y cercanía que los médicos tratantes. Sin embargo, indican que prefieren que los estudiantes se limiten a hacer la historia clínica y el examen físico, por cuanto tienen dificultades para aceptar que realicen o participen en procedimientos diagnósticos o terapéuticos. En el caso de pacientes en una institución privada la disponibilidad también es favorable pero los enfermos opinan que prefieren sólo un estudiante y no un grupo de ellos con un docente, y que sean alumnos con alguna experiencia previa. Un aspecto relevante en esta relación es la voluntariedad del paciente para ser objeto de aprendizaje. Aunque la disponibilidad de nuestros pacientes es favorable hacia los estudiantes, y probablemente por esta razón, en general a los enfermos de instituciones públicas o universitarias no se les pide su autorización. Se actúa asumiendo que el hecho de estar hospitalizado o de ser atendido en instituciones docentes implica la conformidad con el hecho de ser observado y examinado por estudiantes, y que ello es de hecho irrenunciable. Es excepcional que a los enfermos se les pida su consentimiento y que se les otorgue la posibilidad de negarse a ser atendido por estudiantes o profesionales en formación. Los pacientes en general lo aceptan pasivamente y los reclamos son muy escasos, pero ya hemos conocido algunos en la prensa. Y justamente por temor a reclamos se evita hacer docencia en instituciones privadas de salud, y en los pocos casos en los que esto ocurre se informa y se solicita la autorización previa de los pacientes. La relación clínica en hospitales docentes y campos clínicos necesita ser de excelencia, por respeto a la dignidad y privacidad de los enfermos, y también por el aprendizaje que de esta relación harán los estudiantes. Así una persona que se atiende en estos centros debería recibir la mejor de las atenciones, y ser objeto de aprendizaje sólo si acepta voluntariamente serlo. No se puede actuar como que por el hecho de ser atendido en un centro docente el paciente está obligado o ya ha aceptado implícitamente la participación de estudiantes. La mejor relación y el mayor respeto al enfermo será informarle adecuadamente y luego solicitar su autorización al ingreso y después ante cada nuevo procedimiento que será presenciado o realizado por alumnos. Los docentes tienen esta responsabilidad y los estudiantes deberán ser capacitados para actuar con el mayor respeto a los enfermos que aceptan colaborar con su aprendizaje. Si se siguen estos criterios los enfermos tendrán la satisfacción de haber sido respetados por docentes y estudiantes y, consecuentemente, el rechazo o los reclamos por la participación de estudiantes o de profesionales en formación serán excepcionales.