Universidad San Martin de Porres From the SelectedWorks of Edgar Carpio Marcos 2005 Inconstitucionalidad y derogacion Edgar Carpio Marcos, Universidad San Martin de Porres Available at: http://works.bepress.com/edgar_carpio_marcos/4/ INCONSTITUCIONALIDAD Y DEROGACIÓN (*) Edgar Carpio Marcos (**) La reciente expedición de la Sentencia del Tribunal Constitucional (TC) sobre la Ley “Wolfenson”, ha generado –y seguramente lo seguirá haciendo– un intenso debate. Uno de los aspectos que más ha llamado la atención, tiene que ver con la pertinencia, o no, de que se declare la inconstitucionalidad de una ley derogada. A juicio de muchos, el TC estaría impedido. ¿Es esto así? Veamos. De acuerdo con el inciso 4 del artículo 200 de la Constitución, las normas que pueden impugnarse en el proceso de inconstitucionalidad son las que tienen rango de ley, es decir, las leyes, decretos legislativos, decretos de urgencia, tratados, el Reglamento del Congreso, normas regionales de carácter general y las ordenanzas municipales. Si bien la Constitución no enuncia cuáles son las características que deben tener las normas que se pueden impugnar en el proceso de inconstitucionalidad, lo cierto es que detrás de la enunciación del inciso 4 del artículo 200 de la Constitución subyacen algunos criterios. En primer término, deben tratarse de normas que en el ordenamiento peruano tienen el mismo rango de la ley. Por lo tanto, se encuentran excluidas del control aquellas que se ubican en un plano inferior, empezando por los decretos supremos y normas de carácter general, cuyo control de legalidad y constitucionalidad, por cierto, se realiza en el proceso denominado “Acción Popular”. En segundo lugar, se trata de un enjuiciamiento de validez sobre normas “existentes”, es decir, que pertenecen o forman parte del ordenamiento jurídico. En ese sentido, se encuentran excluidos del control de constitucionalidad, por ejemplo, los proyectos de ley. En efecto, mientras estos no hayan sido promulgados y publicados en el diario oficial El Peruano, simplemente no pertenecen al ordenamiento jurídico. Sin embargo, que el control de constitucionalidad recaiga sobre normas que pertenecen al ordenamiento jurídico, no quiere decir que queden excluidas las normas derogadas, pues, la derogación no supone que esta desaparezca del ordenamiento jurídico o que deje de pertenecer a él, pues esta solo tiene la propiedad de limitar su vigencia en el tiempo. Así, derogada una norma, esta ya no podrá seguir regulando los actos y situaciones jurídicas creadas con posterioridad a ella, pero sí de aquellos que se iniciaron durante su vigencia (ultractividad). Precisamente, porque la norma derogada es capaz de seguir regulando los actos y situaciones jurídicas surgidas a su amparo, es decir, tiene la propiedad de seguir siendo aplicada pese a su derogación, una de las condiciones que debe satisfacer para que sea aplicable ulteriormente, es que se trate de una norma conforme con la Constitución, esto es, que sea una norma válida. Se dice que una norma es válida si es que esta ha observado las condiciones formales y materiales que una norma superior (en este caso, la Constitución) prevé. La afirmación de que una norma es válida supone un juicio, una valoración por parte del órgano competente. Entre tanto no se realice dicho enjuiciamiento, todas las normas gozan de una presunción de validez constitucional y deben ser aplicadas. La competencia para determinar si una ley es válida y, por lo tanto, si puede ser aplicada, es una tarea que la Constitución ha confiado a los órganos de naturaleza jurisdiccional. A los jueces del Poder Judicial, cuando resuelven los casos que los justiciables le han confiado su solución (artículo 138). También al TC, tanto cuando, como los jueces conocen de amparos, hábeas corpus, hábeas data, etc., como cuando con carácter abstracto, se le solicita determinarlo a través de una demanda de inconstitucionalidad (artículo 200). El TC enjuicia la validez de las normas con rango de ley y no su vigencia. Ello se deriva expresamente del inciso 4 del artículo 200 de la Constitución, que lo autoriza a declarar la inconstitucionalidad (o sea, un supuesto de invalidez) de las normas con rango de ley, ya sea porque estas adolezcan de vicios de forma o de fondo. Un vicio de forma es la constatación, por el TC, de que la ley enjuiciada no respetó el procedimiento de elaboración que la Constitución ha previsto. Un vicio de fondo, en cambio, es la constatación de que aun habiéndose respetado dicho procedimiento legislativo, el contenido (la materia regulada) es contrario a la Constitución. Una ley derogada puede ser objeto de un juicio de validez por el TC, pues su derogación solo ha puesto fin a su vigencia a partir de un momento dado, pero no a su aplicabilidad. Como afirma Luis María Díez-Picazo, “...en la medida en que las leyes derogadas continúen desplegando efectos, no hay motivo alguno por el que esos efectos deban resultar indisponibles para el legislador, o puedan vulnerar impunemente preceptos constitucionales. Los efectos normativos de las leyes derogadas no gozan, por la simple circunstancia de proceder de una fuente esterilizada de inmunidad alguna”. De ahí que cuando el TC advierte que una ley es inválida, por tener un vicio de forma o de fondo, declare su inconstitucionalidad. Y la Constitución atribuya, ex artículo 204, que al día siguiente de publicada la sentencia, “dicha norma queda sin efecto”, es decir, sin aplicabilidad futura, pues la sentencia que declara la inconstitucionalidad no tiene efecto retroactivo. En este contexto, “dejar sin efecto” una norma, significa que no puede ser aplicada en lo sucesivo, por ser inválida. Tanto a los hechos iniciados antes de que se declarara su inconstitucionalidad (que no hayan quedado agotados), como a los acaecidos con posterioridad a tal pronunciamiento. Esta última consecuencia, además, es un efecto adicional que el artículo 103 (y no el 204) de la Constitución otorga a las sentencias que declaran la inconstitucionalidad de una ley: la cesación de su vigencia en el ordenamiento jurídico, en modo análogo a un acto legislativo derogatorio. En suma, el principal efecto que se origina tras la expedición de una sentencia que declara la inconstitucionalidad de una ley es su declaración de invalidez constitucional. En tanto que la cesación de su vigencia es una añadidura que opera solo en aquellos casos en los que el control se haya efectuado sobre una norma vigente. El único límite para que el TC controle la validez constitucional de una ley derogada es que esta ya no siga siendo aplicable, es decir, que sus efectos se hayan agotado irreversiblemente. En todos los demás casos, su enjuiciamiento de constitucionalidad no es un capricho del TC, sino una exigencia de una Constitución concebida como Ley Suprema del Estado, a la que por cierto ningún Tribunal Constitucional en el mundo ha podido rehuir. (*) Artículo publicado en Legal Express, Nº 56, agosto de 2005, de Gaceta Jurídica; en donde podrá encontrar, además, otros artículos de interés. (**) Profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Lima y en la Universidad de San Martín de Porres.