NOTAS BIBLIOGRÁFICAS desarrollo capaz de transformar la economía francesa de su estado ''competiclonado"' actual en una estructura económica completamente competitiva. Este es un libro que aijre nuevas ru- 191 tas de análisis, investigación y planificación niacroeconómica. CAMILO DAGUM Universidad de Otiawa y GERCE LEMER, Stagjlatwn and thc Bastará Keynesians, University of Waterloo Press, Canadá, 1976, 210 pp. JOHN H. HOTSON, HAMID HABIBACAHI Las notas que siguen han sido el producto de la reflexión al leer el libro de Hotson, especialmente los capítulos primero, Toward a more general theory of inflation y, segundo, Income distribution, money^ debí and the pnce level. En efecto, el lil)ro de referencia contribuye en forma importante a ilustrar sobre la teoría de la política macroeconómica a partir de la continua falla de las políticas de los "keynesianos bastardos" para controlar la inflación. El autor refleja las ])reocupaciones existentes por la declinación de la teoría de la ])olítíca económica del mundo real de la economía de Keynes hacia la corriente de los "kejTiesianos bastardos" v su última degeneración en el "'monetarismo". Hotson describe cómo la "'síntesis neoclásica" de Samuelson es un intento ilegítimo; analiza los efectos adversos desde el lado de la oferta en virtud de impuestos más altos y políticas monetarias restrictivas y concluye que las políticas contraccionistas son actualmente están flacionarias ( capítulos tercero y cuarto) Los últimos capítulos conducen al lee tor a la siguiente conclusión general sólo la combinación adecuada de las po líticas monetaria, fiscal, de ingresos \ de inversiones puede reconciliar el em ])leo ¡lleno v la estabilidad de precios. Los últimos años han sido bastante malos ]iara el prestigio de muchos de los héroes de la década de los años sesenta, entre los que se encuentran los economistas keynesianos. Cuando la inflación se convirtió en un serio problema al final de esa década, la política económica se echó en reversa. Después de algunas tardanzas en la toma de decisiones, aumentaron los impuestos y las tasas de interés disminuyeron el crecimiento de la oferta monetaria. ;(.uk\ fue el error? ¿Se sobreslimó al |)úblico y se modificaron sus expectativas con el ¡ine tuning, más de lo que se ¡)udo mejorar? La culpa del problema no está en las expectativas del público, ni tampoco en las malas actuaciones de Nixon, Ford, Trudeau. \\ ilson y otros funcionarios De hecho, nuestra incapacidad de déte ner la inflación viene de la mala con cepción de la teoría del nivel de precios Keynes agrupó a todos los economis tas ingleses, bautizándolos como "clási eos" y los atacó señalando los siguientes errores teóricos: 1) Aceptaban la Ley de Say, que establece que la oferta crea su propia demanda y que el equililirio y el pleno empleo son sinónimos. 2) .Subestimaban la importancia del dinero en una economía monetaria, pensando sólo en un medio de cambio, sosteniendo la teoría cuantitativa de los jirecios. 3) Mantenían la tasa de interés de tal manera que se igualaba el ahorro y la inversión a empleo pleno, liaciendo. por tanto, válida la Lev de Say. 4) El desempleo era causado por EL TRIMESTRE ECONÓMICO 192 una irracionalidad en la oferta de trabajo, que demandaba salarios reales más altos que los de equilibrio; y 5) Evaluaban la teoría económica en términos de la teoría del valor o micro; es decir, la teoría de los precios relativos. Y la economía monetaria o macro; es decir, la teoría del nivel general de precios. ¿Cuáles son las distinciones entre los "bastardos" keynesianos y los hijos legítimos de Keynes? Las distinciones son: 1) En el nivel de teoría pura se le concede validez a la Ley de Say y a la de Walras. Más bien dicho, serían válidas a no ser por ciertas fricciones, tales como salarios inflexibles, tasas irracionales de interés y precios administrados. Esto es, hacen a la Teoría general un caso especial de la teoría clásica. 2) Al nivel de política, los "bastardos" keynesianos dicen que crean desempleo disminuyendo el exceso de demanda agregada. 3) La mala distribución del ingreso, la riqueza y los recursos, pueden ser, finalmente, la justificación de cualquier falla en política económica. 4) Finalmente, ignoran por completo el análisis keynesiano, con su oferta agregada y su teoría de costos salariales en el nivel de precios, de tal manera que se eliminan los excesos de demanda, las transacciones de la curva de Phillips y una refinada teoría cuantitativa. Estos análisis no hacen más que regresar a la dicotomía clásica, entre los aspectos reales y monetarios de la economía. II El punto de partida de las desviaciones keynesianas está en su origen neoclásico y el punto de arranque de éste es el abandono de las teorías del salario prevalecientes hasta entonces, que se apoyaban en la observación empírica, que mostra- ba la elasticidad ilimitada de la mano de obra a un nivel de salarios, que sufragara las necesidades de subsistencia y reproducción de la clase obrera. La base del modelo neoclásico es una función de producción que admite cualquier combinación de los factores. Esa construcción abstracta y tan alejada de la realidad de un mundo de desocupados, como era el del siglo xix, surgió ante los economistas neoclásicos como la verdad científica más irrefutable. Desaparecía totalmente la incómoda idea de los clásicos, en el sentido de que la remuneración del trabajo y la del capital eran de distinta índole. De esta nueva teoría surgía una perspectiva optimista para la clase asalariada: siempre y cuando las existencias de capital crecieran más rápidamente que la población, la productividad marginal del trabajo también crecía, arrastrando los salarios reales. La condición sine qua non para que se cumpliera tal promesa residía en la creación de condiciones favorables al incremento del ahorro. Este esquema constituye un simple instrumento de análisis correspondiendo el concepto del equilibrio general a un modelo abstracto, que ayuda a comprender una realidad necesariamente mucho más compleja. La diferencia básica entre el pensamiento neoclásico y el de los clásicos reside en la teoría del valor, contraponiéndose el punto de vista "psicológico", de los adeptos a la teoría de la utilidad marginal, al "objetivo" de los discípulos de la teoría del valor trabajo. Podría decirse que una diferencia entre ambos enfoques reside en que la actitud mental de los clásicos era innovadora y hasta cierto punto revolucionaria, mientras que los neoclásicos se armaban con una ideología defensiva y hasta cierto punto reaccionaria. La actitud revolu- NOTAS BIBLIOGRÁFICAS cionaria de los clásicos es evidente en su lucha contra la supervivencia de las instituciones feudales. El pensamiento neoclásico reflejó desde sus inicios una ideología defensiva: la necesidad de salvar los escollos creados por los condiscípulos socialistas de los clásicos y el deseo implícito de justificar el orden social existente, considerándolo como el que permitía el uso más racional de los recursos disponibles. Más que marginalista, el pensamiento neoclásico debe ser calificado como maximizador. Lo específico en él es la idea de que todos los agentes económicos tienden a "maximizar" u "optimizar" su posición. Este sentido apologético inherente al pensamiento neoclásico se manifestó en toda su plenitud en la llamada economía del bienestar, cuya crítica y liquidación se prolongan hasta el presente. III El modelo neoclásico no ofrece explicación al problema microeconómico más importante de nuestro tiempo, que consiste en explicar por qué se da un desarrollo tan desigual entre las industrias que pueden influir grandemente en el mercado, frente a aquellas que no pueden hacerlo, desafiando así toda doctrina y es obvio que las primeras son las favorecidas. El fracaso macroeconómico ha sido mucho más embarazoso. Salvo en la manifestación estrictamente mística en una rama de la teoría monetaria, la política macroeconómica depende del mercado neoclásico para su validez y viabilidad. Se sostiene que el mercado —sea competitivo, oligopólico o monopólico— es la instrucción última y más autorizada a que responde la empresa. Tal es la base aceptada de la política macroeconómica v ella se deriva fiel- 193 mente del mercado neoclásico. Las consecuencias prácticas de su implementación no requieren mayor comentario, puesto que dicha política ha sido intentada en todos los países desarrollados a lo largo de los últimos años. Y el resultado común ha sido un desempleo inaceptable políticamente, una inflación persistente y socialmente dañina y, más a menudo, una combinación de ambas cosas. A treinta y cinco años de la Teoría general se vio claro que la política neokeynesiana descansa fundamentalmente en el destacado papel que ella confiere al mercado. Muchos economistas se empeñan todavía en reconciliar los controles con el mercado neoclásico. Esta actitud ha im¡dicado una ingrata combinación de economía y arqueología, sazonada con una buena dosis de excelente intención. Como resultado se sostiene que se generó una presión inflacionaria hacia fines de los años sesenta, como consecuencia de financiar —o subfinanciar— la guerra de Vietnam, y que las expectativas de inflación se introdujeron en los cálculos de empresarios y sindicatos, persistiendo hasta hoy. IV La economía keynesiana, cuando se reformula a la luz de la exjjeriencia actual, es mucho menos optimista de lo que parecía ser en sus inicios, en 1936. Esta teoría no puede decirle más al estadista Fays ce que vouldras, tú estarás bien en lo que deseas hacer, si esto te hace ganar popularidad. La empresa es mucho más difícil que eso. Se debería insistir, sin embargo, que la versión revisada que se ha tratado desciende de la idea original de Keyncs: no es posible entender bien los problemas actuales, sin utilizar el legado keynesiano. El Ke^Ties reformu- 19i EL TRIMESTRE ECONÓMICO lado es mucho más que el mismo Keynes; es algo así como las formas más toscas de la doctrina "neoclásica". El Keynes reformulado debe incluir algunas ideas de sus contemporáneos, como Pigou y Robertson, de los que se separó en 1936. Para la conciencia que ellos tenían, aquella mera extensión sin el control de las fluctuaciones es insuficiente y es uno de los aspectos por recobrar. Los precios tienen una función social, al igual que una función asignativa; el haber aclarado esta última es uno de los grandes logros de la economía. No se implora por el abandono de todo lo que se ha aprendido. Se debe conservar también. Se debe apreciar que está muy lejos el mundo en el que se alcance la óptima eficiencia a través del uso irrestricto del sistema de precios. Sin embargo, esa no es una razón para que se abandone el sistema como una forma práctica de mejorar la eficiencia económica; la suboptimización, se le llama con frecuencia. Esta, como la anterior, es una de las grandes tareas actuales. La idea que ofrece la Teoría general es más radical que el mundo de "pleno empleo sin inflación". Es nada menos que la idea de que la inflación no importa. La posición extrema que toma Keynes en la Teoría general es fácilmente explicable por las circunstancias de su tiempo. La inflación de 1936 estaba lejos de significar un peligro; los rasgos más importantes por destacar eran los efectos nocivos de la depresión. En estos tiempos no podemos arreglárnoslas sin alguna teoría (o por lo menos alguna idea) acerca de los cambios en los salarios nominales. Parecen existir tres opciones: 1) ha. presión de los salarios se distinguen del tirón de la demanda, como ahora tiene que ser; sólo que las causas de la presión de los salarios son exógenas; es más, no son económicas. 2) La oposición entre los dos estados, el de pleno empleo y el de desempleo es muy cortante. Algo ha sido pasado por alto; el hecho obvio de la especialización del trabajo. Son fáciles de cubrir las escaseces particulares de mano de obra en el proceso de expansión, cuando en el total hay aún un considerable desempleo. Por tanto, los salarios empezarán a elevarse mucho antes del "pleno empleo". Esta alza se atribuye al tirón de la demanda; pero comienza a aparecer mientras todavía hay desempleo. 3) Se debe observar, más de cerca la naturaleza del mercado de trabajo, distinguiendo entre empleo casual y empleo regular. La mayoría de los mercados de trabajo y, sobre todo, los más importantes, son regulares. Es necesario por cuestiones de eficiencia que en los empleos regulares el patrón y los trabajadores busquen que su relación sea lo más duradera posible. Aun si hay plena movilidad del trabajador (y si no la hay se trata de un régimen de semiesclavitud), no puede haber tal confianza a menos que exista satisfacción para ambas partes. Por consiguiente, es necesario para la eficiencia que el contrato sea justo para ambas partes, especialmente para el trabajador. ¿Pero qué es "justicia"? No necesitamos un juez, una tercera parte o un arbitro que determine el "salario justo". Lo que necesitamos es que tanto el trabajador como el empresario sientan que la paga es justa. La flexibilidad de los salarios era comúnmente preconizada antes de la "revolución keynesiana". Algunas veces esto significaba que el mercado de trabajo NOTAS BIBLIOGRÁFICAS se comportaba como un mercado de precios fijos: los salarios no necesariamente caían cuando había desempleo, y tampoco subían necesariamente cuando había escasez de mano de obra. En la época de la Teoría general los salarios (al menos en Inglaterra) eran flexibles, y por esta razón la obra de Keynes fue aceptada tal cual. Pero posteriormente, en las décadas de los años cincuenta y sesenta, cuando la economía keynesiana fue puesta en práctica, los salarios ya no eran flexibles, ¿por qué? Ello fue porque las dos guerr£is mundiales trastornaron la estructura salarial. Después de la primera, la flexibilidad de los salarios fue reasumida, pero no así después de la segunda. Una de las razones más importantes era que el segundo trastorno tuvo más largo alcance y no fue sino hasta después de 1952, después de la guerra de Corea, que hubo una oportunidad como la ocurrida en 1920, seis años después de 1914. Esto nada más hizo la reasunción más difícil. La razón principal fue un cambio en las prioridades de los años veinte habían dado un gran valor a la estabilidad de precios y salarios y prestado poca atención al mantenimiento del empleo. Tenía que existir una reacción, y en esa reacción la teoría de Keynes tuvo una parte. En la década de los años cincuenta se otorgó al nivel de empleo una prioridad importantísima (aunque esa era la intención no siempre se tuvo éxito) y la estabilidad parecía un asunto secundario. VI Deben distinguirse, por consiguiente, dos etapas en la historia de los últimos veinte años. No les podemos fijar fechas, ya que el paso de una primera etapa a la segunda es gradual y en algunos países se da antes que en otros. Todo lo que 195 podemos decir es que para el final de los años sesenta había ya un movimiento generalizado hacia la segunda etapa. Primera etapa: La inflación es causada por la demanda, siguiendo básicamente el esquema de Phillips. La inversión privada continúa fluctuando en su forma cíclica tradicional, ya que no se han modificado las causas reales del ciclo industrial. Pero se sobreimpone al ciclo una serie de políticas fiscales y monetarias "keynesianas" que tienen más éxito al elevar el nivel general de actividad, del ciclo como un todo, que en disminuir las fluctuaciones. Entonces hay menos desempleo en la depresión que en las antiguas crisis, pero en el boom actual la inflación es mayor. Como en los viejos tiempos, los salarios que suben en esta etapa son los de industrias particulares —aquellas altamente sensibles a los cambios cíclicos. Pero en el pasado aquellos salarios que subían, bajaban en la depresión; ahora suben con el boom, pero no bajan con la depresión (si ésta es moderada). Cuando los altos salarios inducidos por la escasez empiezan a ser más permanentes, existe mayor presión por parte de los trabajadores de otras industrias para aumentar sus salarios. La presión puede tomar la forma de huelga; pero no es ésta la única forma de presión. Cualquier arbitro estará de acuerdo que el alza de los salarios es "justa". Y estará claro también para los patrones que el aumento de salarios favorecerá las buenas relaciones industriales. Segunda etapa: Esta presión "social" para el alza de salarios se ha vuelto dominante. La principal causa para el alza de salarios ya no es más la escasez de trabajo, y así los salarios suben tanto o casi tanto en las depresiones como en los booms. ¿IVo es esta inflación el es- EL TRIMESTRE ECONÓMICO 196 tancamiento con inflación que experimentamos en 1970-1971? Es útil, para entender mejor esta condición, revisar el teorema de los salarios: cuando hay un alza general en los nominales, el efecto "normal" es que los precios suban en la misma proporción sólo si se incrementa la oferta monetaria en la misma proporción (y si las tasas de interés permanecen constantes). Tal y como se anuncia frecuentemente, el teorema de los salarios no es más que un pedazo de estática comparativa. Empieza de un "equilibrio" a un nivel dado de salarios nominales. Se observa entonces que el sistema puede estar también en equilibrio, a un nivel de los salarios y con la oferta monetaria ajustada en el monto necesario para financiar el incremento en el valor de la producción Éste, en términos monetarios, puede ser aumentado; pero los salarios reales y todas las razones de precios "reales" permanecerán constantes. Expresado de esta manera, el teorema de los salarios es idéntico a la teoría cuantitativa del dinero. La diferencia entre ambos es el camino que se toma entre un equilibrio y el siguiente. VII Finalmente, puede decirse que la economía actual está en crisis. Esto se debe a que los dos paradigmas de la ciencia económica, el neoclásico y el marxista, ya no son universalmente aceptados como tales. Existe desde luego un tercer paradigma, el estructuralista, que, a pesar de tener más de 30 años de planteado, no parece aún mejor que sus competidores para tomar el lugar de alguno de los dos o de ambos. Parece obvia entonces la necesidad de un nuevo paradigma, que quizá pueda ser una síntesis de los dos existentes o algo nuevo. Pero, entonces, ¿cuál es la mejor posición del economista que hace "ciencia normal" para observar los dos paradigmas en crisis y el tercero no observado y que quiere, además, hacer algo? Esta posición puede ser la del economista práctico, aquel del que dependen las decisiones de política económica, o del que está en algún centro de estudios profundizando en alguno de los abstractos temas de la economía. También puede ser, regresando a la síntesis hegeliana, la de aquel que está en la trinchera repasando sus libros de estrategia. O nuevo paradigma tiene que cumplir con las características de una revolución científica; es decir, tiene que ser un episodio de desarrollo no acumulativo, en que un antiguo paradigma es remplazado completamente, o en parte, por otro nuevo e incompatible. El economista que pueda desarrollar estos desiderata tiene que estar en el justo medio aristotélico, entre la vida pública y la académica. Para él, es necesario que conozca profundamente el paradigma que está en crisis, de tal manera que mediante el máximo conocimiento de la realidad pueda desarrollar un nuevo paradigma. Es necesario, además, que tenga el máximo grado de independencia, ya que al pertenecer a alguna comunidad, académica o de servicio profesional —público o privado—, lo limita en su pensamiento y acción. El objeto de la total independencia (aunque esto no parezca factible) es para tener las mínimas "externalidades" negativas, expresadas en la forma de prefiones políticas o sociales. El trabajo del nuevo paradigma debe ser original (y original significa diferente) ; además debe resolver alguna o al- NOTAS BIBLIOGRÁFICAS gunas de las cuestiones que hasta la fecha han sido persistentes y generales. Estas son las desigualdades entre el crecimiento de las diferentes economías y el problema de la distribución del ingreso y la inflación, entre otros. Finalmente, parece que la solución del nuevo paradigma no está solamente en la economía, sino que debe apoyarse en las 197 demás ciencias sociales. Se trata de ver y entender al hombre como zoon politíkon y no como homo economicus. Lo dicho por KejTies es útil en este caso: "el que sólo sabe de economía, ¡qué poco ;-abe de economía!" JORGE ESPINOSA DE LOS REYES DáVILA y JUDITH SOESAN, Applied Vroductivity Analysis for Industry, Pergamon International Library, Londres, 1977, 151 pp. SAMUEL EILON, BELA GOLD Los tres autores de este muy importante libro sobre los problemas de la productividad industrial son catedráticos del Departamento de Ciencias Administrativas en el Colegio Imperial de Inglaterra, con sede en Londres. Los problemas de la productividad se lian vuelto una preocupación de creciente importancia en todos los países del orbe, llámense desarrollados, en desarrollo o socialistas. Es un tema que cada vez se comenta con nuevos acervos estadísticos comparativos y para cuya solución los gobiernos intentan todo tipo de medidas y toda clase de modos de persuasión de la opinión pública nacional. En todos los países del mundo existen hoy los llamados "Centros o Institutos de Productividad" o instituciones que bajo otros nombres similares o parecidos realizan los mismos estudios, imparten cursos similares de capacitación, publican libros y revistas en que se tratan los problemas de la productividad nacional, desde todos los punto? de vista posibles V en donde se debaten y discuten las soluciones y metodologías para su medición. La obra que comentamos es de sumo interés. En primer lugar, porque se hace un bien razonado comentario y buena crítica del concepto de la productividad, su aplicación a las varias actividades económicas, su medición a través de una serie de números índices y de criterios que los autores de esta obra analizan y que, en la mayoría de los casos estudiados, destruyen su validez o le dan una validez parcial. Hay una muy extensa bibliografía, no sólo inglesa, sino también norteamericana, francesa, alemana y japonesa. El libro es de especial interés para los gerentes y presidentes de empresas industriales porque los autores hacen algunas sugerencias prácticas para resolver los problemas de la productividad, aun para empresas que tienen o que producen una multitud de productos y que utilizan una gran variedad de insumes. Los autores han dividido su obra en tres partes. La primera, que titulan "Definiciones, conceptos y mediciones", contiene tres capítulos. La segunda parte se titula "Aplicaciones" y se compone igualmente de tres capítulos. La tercera parte se titula "Otras consideraciones", y contiene un "apéndice" en donde se explican las abreviaciones utilizadas en la obra. Creemos que sería interesante asomarse a algimos de los capítulos de la obra que comentamos para que el lector tenga una mejor idea del tema tratado. En el "prefacio" se dice que los principales objetivos o propósitos que se fijaron los