Memoria Lienzo Cristo de los Barqueros

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RESTAURACIÓN DEL LIENZO “CRISTO DE LOS BARQUEROS o
MILAGROS DE LA VIRGEN DE LA CARIDAD”
IGLESIA DE SAN JORGE, SANLÚCAR DE BARRAMEDA
María Luisa Millán Salgado
Lcda. en Bellas Artes
Conservadora-Restauradora
Juan José García Rodríguez
Lcdo. en Historia del arte
Catedrático de Dibujo en Enseñanza Media
“CRISTO DE LOS BARQUEROS O MILAGROS DE LA VIRGEN DE LA CARIDAD”
ESTUDIO HISTÓRICO-ARTÍSTICO
IDENTIFICACIÓN DEL BIEN CULTURAL
TITULO: Cristo de los Barqueros o Milagros de la Virgen de la Caridad.
TIPOLOGIA: Pintura sobre lienzo.
LOCALIZACIÓN:
Inmueble: Iglesia de San Jorge, Sanlúcar de Barrameda
Propietario: Iglesia Católica Inglesa.
IDENTIFICACIÓN ICONOGRAFICA:
Cristo Crucificado con la Virgen de la Caridad, en primer plano, junto a Don Alonso
de Guzmán y Don Pedro Rivera Sarmiento.
IDENTIFICACIÓN FÍSICA:
Materiales y técnica: Óleo sobre lienzo.
Dimensiones: 138 x 107cm (h x a)
DATOS HISTORICOS.
Autor: Desconocido
Cronología: S. XVII.
Estilo: Barroco.
María Luisa Millán Salgado y Juan García Rodríguez : Conservadora- Restauradora de Bienes
Culturales
Juan José García Rodríguez: Licenciado en Historia del Arte
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“CRISTO DE LOS BARQUEROS O MILAGROS DE LA VIRGEN DE LA CARIDAD”
HISTORIA DEL BIEN CULTURAL
Título: El Cristo de los Barqueros o Milagros de la Virgen de la Caridad
1.- INTRODUCCIÓN Y CONTENIDO FORMAL
La temática de nuestra pintura al óleo,
obedece a una representación compleja, pero
a su vez muy extendida en la pintura al
servicio de una religiosidad popular. Se trata
de la suma de imágenes en un mismo marco,
de
acontecimientos
que
tuvieron
lugar
separados en el tiempo. Abarcando la mayor
superficie de un rectángulo de 138x107 cm,
se yergue un Cristo crucificado. Antepuestos a
él,
a
manera
personajes
de
friso,
retratados,
se
en
colocan
dos
actitudes
fervorosas, y, separados por la imagen de una
Virgen. Estas figuras han sido identificadas a través de los atributos con los cuales,
nuestro anónimo pintor, los ha dotado y se detallan en nuestro apartado de
iconografía. También forma parte del lienzo una arquitectura concretada por un
arco y un pebetero que cuelga con cadenas suspendidas en una ménsula de forja,
en la parte superior derecha del lienzo. El significado que le atribuimos tiene que
ver de forma directa con la narración total de la obra.
Las funciones de estas pinturas son las que van a dar nombre a este género
pictórico: exvoto o votivas, ya que se trata de un testimonio trabajado de forma
artística y que tiene como finalidad la de ser llevada como ofrenda sobrenatural en
cumplimiento de una promesa, agradeciendo un favor o favores otorgados a los
donantes. En nuestro caso, el agradecimiento es por partida doble, como veremos.
2.- ESTUDIO HISTÓRICO Y TEMÁTICO DE LA OBRA
Para descifrar el tema de esta pintura hemos de remontarnos a la primera
década del siglo XVII, y conocer a un personaje clave en los aconteceres que se
suceden en la ciudad de Sanlúcar de Barrameda, durante el primer semestre de
1608. El personaje en cuestión es el alférez don Pedro Rivera Sarmiento, hombre
nacido en Málaga, residente en Cartagena de Indias, que dedicó su vida a la milicia
y, de paso, al comercio con las Américas, concretamente con Nueva Granada.
Estando en Sanlúcar esperando embarque, de nuevo, para su destino al otro lado
del Atlántico, sucede el acontecimiento que sería trascendental para él y para la
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devoción mariana de esta ciudad a la imagen de la Virgen de la Caridad, con el
tiempo patrona de la villa. Don Pedro tenía el encargo de llevar a su mujer una
imagen de la virgen de la Caridad de Illescas (Toledo). En esta ciudad mandó tomar
medidas y forma de la Virgen. A su paso por Sevilla encargó la talla de esta imagen
y con la misma llegó a nuestra ciudad en marzo de 1608, donde se aposentó en
espera de encontrar plaza para surcar de nuevo el Atlántico en su viaje de vuelta.
Entretanto, un accidente, cambió el curso de su vida. Sucedió que estando
paseando por ambientes marineros, medió para poner paz en una confrontación a
espadas de dos desconocidos, con tan mala fortuna que una espada le entró por la
sien derecha y salió por el ojo del mismo lado. Aunque la herida era mortal, don
Pedro sanó al haberse “encomendado a la virgen de la Caridad”, aquella talla de
encargo que guardaba en la posada de su tránsito por Sanlúcar.
Estos hechos, como los que referiremos más adelante, están recogidos en el
pleito que se inicia ocho meses después de estos sucesos, por don Alonso, VII
duque de Medina Sidonia y el Cardenal Niño de Guevara para elevar a la categoría
de milagros de la Virgen de la Caridad, la sanación del alférez Rivera, hecho
prodigioso, así como otros catorce que se hacen constar. De dicho documento, hoy
a recaudo del Archivo Ducal de Medina Sidonia, insertamos a continuación lo que
sigue:
…“Pedro de Rivera, en reconocimiento y hazimiento de gracias de esta
merced, había puesto la dicha Imagen en un Tabernáculo de madera,
pintado de oro y azul, en la pared de la casa de Alberto Lumel, en la
esquina de la Aduana Vieja, con una lámpara delante de hechura de farol,
y que el susodicho había propuesto de dejar el dinero que fuere menester
a Juana Luisa, que vive en las dichas casas, para que tuviese cuidado de
encender todas las noches la dicha lámpara, la cual, sin faltar ninguna
noche, lo había hecho desde una ventana de reja que tenía en su casa,
ayudándole de parte de abajo un hijo suyo con una escalera, y de esta
suerte había estado sin faltar noche ninguna de encenderse”…“la noche
del 6 de Junio de 1608, que fue viernes, un día después de la fiesta del
Corpus Christi, que había fiesta de toros de la Plaza de Arriba, hubo de ir
a verlos Juana Luisa con su marido, sin quedarse persona en su casa,
dejándola cerrada con llave, desde la una del día que se fue a ver las
dichas fiesta, y cuando ya estaba para anochecer fueron muy aprisa a
decirle que bajase del tablado donde estaba, y fuese a abrir la puerta de
su casa, y vería un gran milagro que la Imagen de nuestra Señora, que
estaba en la pared de ella, había hecho, encendiéndose la lámpara sin
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que nadie tocase a ella y rebosando y vertiendo mucho aceite del que
estaba en el vaso”.
Estos
acontecimientos
tuvieron
un
eco
muy
importante
entre
los
sanluqueños, creció la devoción hacia la Virgen de la Caridad hasta tal punto que
los señores duques, unidos al sentir popular, pensaron que el lugar no era el
adecuado para esta virgen milagrosa:
… “lo bastante decente para albergue de tan Celestial Señora, por estar
encima de la pared de unos bodegones y tendezuelas que con el humo de
lo que en ella se guisaba la ahumaba”.
La Virgen, elevada a la categoría de patrona posteriormente, tuvo su templo,
hoy Basílica Menor Nuestra Señora de la Caridad, y para el lugar que entonces
ocupaba fue destinado, en fecha sin determinar, esta pintura votiva al óleo del
Cristo de los Barqueros con la Virgen de la Caridad, el alférez don Pedro (con la
espada atravesada) y a la izquierda, el duque don Alfonso, beneficiado igualmente
por otro milagro de la Virgen, a quien aquejado de una grave enfermedad, sanaría.
3.- ESTUDIO ICONOGRÁFICO
3.1.- Iconografía de la crucifixión.
Nos encontramos ante el tema de mayor
producción pictórica en Occidente. La cruz como
símbolo,
es
adoptado
ya
por
los
primeros
movimientos cristianos catecúmenos. El inventario de Cristo crucificado sería
interminable. El artista anónimo de El Cristo de los Barqueros, pinta a un hombre
exhausto por el dolor, que, ya muerto, su cabeza
cuelga hacia el lado derecho. La iconografía cristiana
cataloga a los crucificados según el momento:
antes, durante (expiración) y después de muerto
(mostrando la llaga del costal derecho). La presencia
de un crucificado y/o calvario, es cuestión obligada
en la formación de cualquier altar a partir de las
normas emanadas del Concilio de Trento (1545).
Realizado un trabajo de campo entre los
crucificados de la ciudad, llegamos a la conclusión
que para nuestra pintura, el modelo de referencia
que tuvo presente el pintor de esta tela, fue la talla
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del Cristo con este mismo nombre, crucificado que se custodia y venera en la
misma Iglesia de San Jorge, en un altar del presbiterio, lado del Evangelio contiguo
a la ubicación actual del óleo. Se observa una evolución más barroquizante en la
pintura, frente a una anatomía con rasgo manieristas en la talla. Al igual que el
tratamiento de pliegues en el paño de pureza, más movido y resuelto con
tratamientos de la escuela sevillana en nuestra pintura. Como detalle anecdótico, o
quizás capricho manierista, señalamos el hecho, un tanto irregular por la
infrecuencia del mismo, y es que en la talla del Cristo de los Barqueros, la atadura
de la tela del paño de pureza aparece en su lado izquierdo.
3.1.1.- Fisonomía de Cristo.
Obedece a los atributos que a través del tiempo le ha otorgado el arte
cristiano de occidente: hombre maduro de tez morena, cuerpo apolíneo con melena
y barba. Aparece con la corona de espinas, halo místico y tres potencias
iridiscentes.
3.1.2.- La cruz.
El tipo de cruz de El Cristo de los Barqueros es el más aceptado y más
representado, es el que llamamos cruz latina, cuando el travesaño se ajusta al palo
vertical dejando claramente una “cabeza”, un trozo para albergar a una tablilla (en
nuestro caso, filacteria) donde, según la costumbre romana se escribía el nombre
del condenado y la causa de la ejecución. Aparece las siglas INRI, de I[esus],
N[azareno], R[ex], I[udaeorum]. El apelativo de Rey se hace en el mismo tono
irónico en que se ha desarrollado el encuentro de Pilatos, al igual que la corona de
espinas.
3.1.3.- Los clavos.
Los textos sagrados que hablan de la crucifixión y momentos posteriores
dejan claro que fueron dos los clavos para las manos. Igualmente, existe
unanimidad sobre la herida mortal de la lanzada. Sin embargo, un tema
ampliamente tratado por teóricos del arte, e incluso por la Medicina, es la polémica
en torno a si Cristo fue suspendido por tres o cuatro clavos. Del mismo modo, es un
tema debatido el de si Cristo apoyó, o no, sus pies en supedáneo. En cambio, los
textos sagrados no precisan el número de clavos utilizados para los pies. En el
evangelio de san Juan, Tomás no cree que el resucitado sea Jesús “si no veo en sus
manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no
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meto mi mano en su costado, no creeré”. Luego dice a Tomás: “acerca aquí tu dedo
y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino
creyente”. Hasta el siglo XIV los artistas habían representado al crucificado con
cuatro clavos, con o sin subpedaneo, lo que otorgaba siempre un carácter de Cristo
triunfante en la cruz. La evolución de los artistas del Renacimiento y las
recomendaciones tridentinas nos llevarán a un crucificado que sufre y padece (tres
clavos). Posteriormente Francisco Pacheco, en su tratado Arte de la pintura, su
antigüedad y grandezas, publicado en Sevilla en 1649, volvería a defender la
utilización de cuatro clavos. Pintores de la escuela sevillana de su entorno como
Zurbarán, Murillo, o el mismo Velázquez seguirían sus instrucciones.
A El Cristo de los Barqueros, obra sujeto a este estudio, no le vemos los pies
por estar solapado con la imagen de la Virgen; no obstante, el giro que se observa
de la pierna derecha superponiéndose a la otra, nos hace pensar en la utilización de
tres clavos en el caso presente, como tal sucede en la talla que hemos supuesto
como referente.
La quinta llaga es la que le produce Longinos con su lanza en el costal
derecho. De ella manó sangre y agua, un reguero aparece tras la limpieza actual,
de trazado no del todo, ajustado a la anatomía. Los Evangelios sinópticos (Mateo,
27:54; Marcos, 15:39; Lucas, 23:47) mencionan el testimonio de un centurión,
quien convertido por la muerte de Cristo, habría exclamado: Vere Filius Dei erat
iste (Verdaderamente, éste era Hijo de Dios). Hay que acotar que el nombre de
Longinos le viene otorgado al centurión posteriormente, pues no figura con este
nombre en los evangelios canónicos. Su nombre podría tener un origen griego,
dado que en esta lengua “lanza” se dice longke. Longinos sólo sería la lanza
personificada.
3.1.4.- El paño de pureza
Ha sido otra de las
sorpresas
que
nos
han
deparados los trabajos de
restitución
a
la
pintura
original. Partíamos de un
paño de pureza excesivo y
mal
configurado en
sus
pliegues. El que ahora presenta obedece a la tradición barroca de dejar
prácticamente
desnudo
todo
el
lateral
derecho
del
hombre
crucificado,
desembocando en una contemplación más naturalista de su anatomía. La misma
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que, bajo una visión púdica, trató de ocultar con un plan de repintes torpes y
extraños.
3.2.- Iconografía Virgen de la Caridad
Ocupa la parte inferior central. Es una
imagen de la talla de esta Virgen que ahora
cumple 400 años en la ciudad, y es protagonista
en
el
presente
exvoto,
como
ya
se
ha
mencionado. Su tocado sólo deja ver un rostro
ovalado,
con
ojos
almendrados
y
expresión
serena. La escultura, que preside el altar mayor
en su Basílica Menor, es una talla de candelero,
realizada en roble, en Sevilla por un autor
coetáneo a Martínez Montañés, hasta la fecha sin determinar y la policromía es de
Baltasar Bracamonte. Otra corriente sin embargo de estudiosos, se la atribuye a la
gubia del escultor sevillano Gaspar del Águila. En la pintura aparece con una de las
sayas y mantos con los que fue obsequiada por Don Alonso, el VII Duque. Se
representa con un vestido de época color rojizo, forma acampanada y bocamangas
muy espaciosas que se adorna con dos lirios. Esta forma de vestir a la virgen
responde a una moda de la época, aun en vigor, sobre todo en las que procesionan,
con ropas de gusto manierista, como concierne a la usanza de la realeza de los
Austrias Mayores.
Existe un par de tablas, pintadas y rotuladas
en 1701, expuestas en la sacristía de la Basílica
Menor de esta ciudad, con la función de recoger y
recordar las misas mayores a lo largo de un año,
donde en ambas aparecen encabezadas por una
imagen de la Virgen de la Caridad. Destacamos la
similitud de la misma en rasgos y detalles, como la
frontalidad, la corona, forma oval de su cara y
adornos que la enmarca, tonalidad del vestido y
corte del mismo. Igualmente apreciamos el detalle
de no estar pisando la Luna. Sabemos de la pasión inmaculadista suscitada en el
Barroco en Andalucía. Ello llevó consigo por parte de pintores de la época, y hasta
la inclusión de la media luna o luna en cuarto creciente a los píes de la Virgen,
moda que se acentúa en las pinturas marianistas a raíz de la Batalla de Lepanto.
Este podría ser un dato a tener en cuenta en la datación de la pintura. Otras
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vírgenes de la Caridad, como la originaria de Illescas (Toledo), y, Caridad del Cobre
en Santiago de Cuba, también procesionan pisando a la Luna, simbología
concepcionista.
3.3.- Don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno,
VII Duque de Medina Sidonia y Señor de
Sanlúcar
El
personaje
representado
de
forma
frontal, de tres cuartos, en el lado izquierdo del
espectador, viste de una forma confusa. Su
bigote, cuidado y recortado, ya nos habla de
que no se trata de un personaje cualquiera o
vulgar.
Sus
ropajes
y
tocado
se
pueden
confundir entre una vestimenta que va, de la
clásica
romana,
hasta
aires
orientalizantes.
Creemos que la separación en el tiempo de los
hechos y esta pintura votiva, han tenido que
obrar
en
esta
cuestión.
El
retratado,
sin
documentación que lo avale es, el VII Duque Don Alonso. El pintor debió estar
siguiendo la tablilla votiva primigenia, pero el paso de los años pudo tergiversar la
interpretación de lo que veía. Estamos pensando en la tradición fijada, a través del
manual para caballeros cristianos, que pretendió Erasmos para el pensamiento
humanista de su época: la encarnación de su miles christianus. Es el modelo noble
seguido por pintores renacentistas que, como hace Tizianao (1490-1576), en su
pintura Carlos V en la Batalla de Mühlberg, lo dota de una armadura y casco, cuyo
diseño se inspira en el mundo clásico del Imperio Romano. Podríamos citar otros
muchos ejemplos seguidos a través de las artes plásticas donde, se observa con
frecuencia ese aparente anacronismo del vestir correspondiente al Renacimiento y
posterior Manierismo, en retratos de personajes nobles.
El Duque es sujeto actor también en la pintura de El Cristo de los Barqueros,
por más de un motivo. Interviene en la elevación documental al organismo eclesial
de los hechos prodigiosos, que, culminaron con la aceptación oficial de los milagros,
la veneración de la Virgen de la Caridad en Sanlúcar, su patronazgo y, por ser él
mismo, beneficiario con uno de los catorce milagros referidos en el documento.
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3.4.- Alférez Don Pedro Rivera Sarmiento
Un señor de buena posición social, como
queda reafirmado por su ropaje, y también
por
su
perfilado
encarnado y capa
asomar
en
el
bigote.
azul
frontal
Viste
jubón
aguas que deja
como
apresto
de
caballero, con gola en cuello y blondas que
asoman por las bocamangas. Se trata de un
traje de distinción a partir de cierta fecha en
la Historia de España, conocida como moda a
la española, en la que Felipe II impuso el
paño negro entre la nobleza a raíz del luto
que manda guardar tras la muerte de su cuarta esposa. Por citar un ejemplo de la
pintura del manierismo español, citamos a “El Caballero de la mano en el pecho” de
El Greco (1541-1614). La espada que atraviesa su faz de ojo a ojo, hace alusión al
accidente narrado y es el atributo para su reconocimiento. No obstante el lienzo no
recoge de manera literal la trayectoria de la espada, tal vez por el paso del tiempo
que media entre la plasmación en pintura y el hecho mismo. Resulta evidente, tras
los
trabajos
restauradora,
llevados
a
cabo
que
lo
que
por
la
había
trascendido como un arrepentimiento del
artista, no era tal, sino que se trataba de
un
repinte
que
modificaba
de
forma
notable la posición de esta espada, en un
busto, que ahora ladea su cabeza de
forma amorosa hacia su Cristo.
Es una teoría que aportamos en este estudio: las figuras de los donantes
fueron trasladadas a este lienzo a partir de unas tablillas votivas que debieron
existir al pie de la virgen de la Caridad, una vez ubicada en su templo.
3.5.- Elementos no figurativos
Salvando la cruz de madera y el pedestal que eleva a la Virgen, en el cuadro
aparecen dos elementos que debemos explicar en el estudio iconográfico, ya que
estos no han sido incluidos de forma causal por el pintor. Se trata en primer lugar
de un elemento arquitectónico, un arco carpanel deprimido, apoyado sobre capitel
no clásico. El mismo hace alusión a la hornacina retablo que albergó en principio a
la talla de madera de la Virgen de la Caridad en la Plaza de la Ribera, esquina a la
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calle de la Aduana (actual plaza del Cabildo con calle Bolsa). Mismo lugar que vino
a ocupar el presente óleo, donde hoy, un retablo cerámico recuerda los hechos
ocurridos hace exactamente cuatrocientos años.
El segundo elemento que queremos explicar es la
inclusión de un pebetero repujado en plata que colgado
por tiros de cadenas, está sustentado por un soporte de
forja. Una cuerda que pasa por una roldana, es el
mecanismo para hacer bajar el conjunto de la lámpara.
Es indudable que hace alusión al primer milagro de la
Patrona de Sanlúcar y que hemos incorporado al presente
estudio, desde el documento que mandó redactar el
Duque. La lámpara permaneció encendida e incluso
rebosó su aceite, aunque por olvido constatado, nadie
repuso el necesario combustible. Todos estos elementos,
antes no vistos al estar ocultos por las capas de barnices
oxidados, se han podido recuperar gracias a los precisos
trabajos de restauración, que incluso llegan a revelarnos el desborde del aceite,
como agente narrativo de los milagros de la Virgen.
4.- ANÁLISIS ICONOLÓGICO
La Crucifixión es la aceptación por Jesús de una muerte horrible para la
salvación de los hombres, es la idea central de la fe cristiana. En nuestro caso el
artista quiere referirse más al significado espiritual que al sufrimiento de la
crucifixión. Ello se deduce de la expresión de la cara de Jesús, que a pesar de estar
clavado en un madero, no tiene un carácter de terribilitat por un dolor extremo de
una muerte cruenta. Más bien transmite serenidad.
Basando nuestro estudio en hechos históricamente probados, la crucifixión
de Jesús el Nazareno, es el hecho mejor corroborado ya desde el siglo XV. Según
escribía Alfred Loisy, se trata de la ejecución de una sentencia de Poncio Pilatos en
virtud de una causa de agitación mesiánica. (Revue Hist. Et Litt. 1922).
Remontándonos a la época, como blasfemo (cargo que se le atribuía al Nazareno),
según la ley judía, debió morir lapidado. De haber tenido la ciudadanía romana, su
condena hubiera sido la decapitación. Pero al no ser ni una cosa ni otra, se le
condenó a lo que correspondía a un esclavo fugitivo o en rebelión contra su amo: la
crucifixión.
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“… Él subió a lo alto de la cruz, abrió Su costado y derramó sangre y agua
para nuestra redención y nuestra vida eterna”
(Malachaverría, I.: Bestiario medieval, Madrid, Siruela, 1989, pág. 52)
Nada de lo expuesto por el pintor sobre la superficie de este lienzo es
cuestión
baladí.
Todos
los
elementos
de
figuraciones
humanas,
así
como
arquitecturas, textiles y objetos muebles obedecen a una intencionalidad. De la
misma damos cuenta en este trabajo. Es importante subrayar en esta obra por su
valor iconológico, además de los dos retratos votivos, la presencia de la imagen de
la Virgen de la Caridad, el arco arquitectónico y el pebetero que soporta al vaso de
aceite, rebose del mismo, la mecha encendida, así como la cuerda que permitía
bajar la lámpara para la reposición del aceite. Todos elementos necesarios para
explicar los milagros obrados ya citados
5.- FUNCIÓN DE LA OBRA
Obra votiva de encargo para perpetuar y recordar unos hechos milagrosos
acontecidos y relacionados con el lugar en el que el cuadro estuvo expuesto. La
presencia en el lienzo de El Cristo de los Barqueros, muy venerado por la
importante población marinera de la Sanlúcar que, hacía funciones de puente con el
Nuevo Mundo de los siglos XVI y XVII. Tal consideración lo corrobora la existencia,
ya anterior al óleo, de una talla reverenciada como Cristo de los Barqueros con
rango y reconocimiento de Hermandad. El lugar donde se ubicó estaba rodeado por
aposentos y tascas que servían a gentes de la mar. Pensamos que las inclusiones
votivas en el friso inferior son copiadas de tablillas que rodeaban a la virgen en su
templo, con estos hechos sobrenaturales. No es baladí nuestra apreciación, sino
que la sustentamos en el hecho de que esta práctica de pintar tablillas con
acontecimientos milagrosos no sólo era y es habitual en la religiosidad popular, sino
que en nuestro caso, existe el documento que expresamente lo recomendaba:
“Y para que haya memoria de los milagros que Dios ha sido servido de
obrar por intercesión de esta Bendita Imagen y de los que adelante
esperamos que hará, damos licencia y facultad para que en su Sagrado
templo, y alrededor del altar donde ahora está o adelante estuviere, se
puedan poner y colgar tablillas en que se pinte y escriba lo que los dichos
milagros son y contienen y se pueda, asimismo, colgar cirios, velas,
bultos de plata y cera, muletas y las demás cosas e insignias de los
dichos milagros que cada uno por su devoción quisiere poner, con que se
cuelguen los vea y apruebe nuestro Vicario que de presente es, y por
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tiempo fuere, para que nos se ponga cosa indecente y que pueda causar
algún escándalo…”
El espacio de tiempo transcurrido entre las pinturas de esas tablillas votivas
y la realización del óleo que estudiamos, estimamos que pueden ser más del medio
siglo, razón que obraría en una interpretación menos real de los hechos que se
cuentan. Tal es así, que la vestimenta del duque ha sufrido una reinterpretación
que la aleja en origen de, lo que sería un atuendo con regusto al mundo clásico
renacentista. Del mismo modo, no se ajusta a la descripción del milagro, como se
dijo más arriba, la posición de la estocada que atraviesa de ojo la cara del alférez
don Pedro de Rivera.
6.- RECORRIDO DE LA OBRA
Hasta principio del siglo XIX la pintura de El
Cristo de los Barqueros, estuvo ubicada en el
lugar para el cual fue pensada. La hornacinaretablo donde fue depositada la talla de la
Virgen
de
la
Caridad,
por
su
dueño
el
nombrado don Pedro de Rivera Sarmiento.
Tras la retirada de esta imagen, posiblemente
el fervor popular no dejaría nunca de venerar
el lugar, próximo donde ocurrió el suceso
desgraciado
de
los
espadachines
y,
posteriormente, el milagro del encendido de
la lámpara y rebosado del aceite. Algún exvoto
ocuparía este lugar hasta el encargo de nuestra
pintura y su colocación, naturalmente protegida
por un retablo-hornacina.
El paso del tiempo tuvo que influir en que
la obra se deteriorara por la acción atmosférica,
sobre todo en su tercio inferior, menos protegida
del intemperie, como lo demuestran la mayor
acumulación de repintes. Este hecho, y la lejanía
en el tiempo de los acontecimientos, hicieron que
la pintura fuera retirada a lugar más seguro: la
iglesia de San Jorge, sita en la calle del mismo
nombre, hoy conocida también por iglesia de la
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Hermandad de la Virgen del Rocío. Gracias a la intersección de esta Hermandad, la
iglesia vuelve a tener culto, lo que va a favorecer el mantenimiento y conservación
de la obra arquitectónica y sus enseres. Entre ellos esta pintura de El Cristo de los
Barqueros, en la que vuelcan su interés para sus actuales trabajos de limpieza y
restitución de la pintura original. Acabada la Guerra Civil, esta pintura, junto con
otros enseres litúrgicos fueron trasladados al Convento de Madre de Dios para una
vigilancia más directa, ya que, como es sabido el edificio de calle San Jorge,
perteneciente a la Iglesia Anglicana, estaba cerrada al culto, y por tanto, sin
protección. A esta edificación religiosa, volvería tras la reclamación de sus bienes
que hacen desde la Iglesia Católica Inglesa.
Doña María Luisa Millán, directora de esta restauración, asegura que la
impronta de los repintes, son similares al de otras pinturas (sobre tablas), que ella
misma tuvo la ocasión de trabajar en ese mismo convento de Madre de Dios. Por
tanto, se presupone que podría ser la misma mano la que obro estos repintes en El
Cristo de los Barqueros.
7.- VALORACIÓN TÉCNICO-ARTÍSTICA
La composición, muy correcta, responde a una simetría axial, donde el eje
vertical viene a coincidir con los temas principales de la pintura: Cristo y la Virgen
de la Caridad. Las dos figuras en tres cuartos, frontal, de tamaño inferior al Cristo,
como es preceptivo en este tipo de expresiones, ladean el gesto de sus miradas y
cabezas, hacia el eje compositivo. El artista se ha servido de un fondo neutro y
oscuro para hacer emerger la figura del crucificado, que al aislarlo refleja la soledad
del Hombre en sus últimos momentos. Tras una estudiada y laboriosa eliminación
de antiguos barnices y repintes, aparece un arco arquitectónico y soportes, no
clásicos, de éste, que contribuyen a enmarcar el tema y producen la ilusión de
profundidad espacial.
El fuerte contraste entre los ocres oscuros del trasfondo y el nacarado de la
anatomía, más el blanco del paño de pureza, añaden efecto de patetismo, a todas
luces buscado por el artista. En cambio, la expresión reflejada en su cara nos
parece dulce, ausente de sufrimiento.
Un paño de pureza, escueto y anudado sobre el costal derecho, muy movido,
así como unas líneas compositivas del Cristo que, se retuercen por el hecho de que
las piernas se superponen, nos sitúa esta pintura en el Barroco.
Para modelar las figuras, sobre todo en el Cristo, el artista se sirve de una
iluminación no natural, muy contrastada, que incide con un cierto ángulo, desde el
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lado izquierdo del observador, consiguiendo con ello, valores de claroscuros muy en
la corriente del gusto barroco del momento. El pintor recurre a la utilización de un
halo luminoso circular y tres haces de rayos que simbolizan las potencias, para
dotar a este crucificado de su poder sobrenatural, es lo que lo distingue como
encarnación de Dios hecho hombre.
Aunque se trata de una pintura que pretende el realismo como forma
expresiva, falla la anatomía de manos, más notoria sobre todo en el Cristo, que son
cortas para las proporciones del cuerpo y un tanto inexpresivas. Esto nos habla de
dificultades técnicas no superadas por nuestro anónimo pintor. La datación hemos
de ubicarla, a la vista del estilo pictórico y acontecimientos narrados de una época
anterior a la ejecución en el lienzo. La pintura, realizada por encargo para ocupar el
retablo-hornacina al aire libre en el que estuvo la Virgen de la Caridad, no puede
ser anterior de mediado el siglo XVII y, la entidad de un barroquismo que se lee en
el movimiento de telas e iconografía comparativa del crucificado, sitúan a éste, en
un espacio de tiempo que oscila de finales del siglo XVII y principios del siguiente.
La ausencia de documentos y la imposibilidad de recurrir a análisis pictográficos, no
nos permite acotar más estrechamente su datación.
En la primera lectura de la obra, anterior incluso, a los trabajos de
restitución de la pintura primitiva, avanzamos la teoría de que en la obra habían
intervenido más de una mano. Tras el cambio radical mostrado en el lienzo por una
cuidadosa eliminación de repintes, se descubren dos cosas: que la pintura es de
mayor calidad que la estimada en principio, y en segundo lugar, que existe una
uniformidad en los trazados e impronta de las pinceladas, que nos hablan de una
autoría anónima y única.
8.- RECOMENDACIONES PARA SU FUTURA EXPOSICIÓN
Siguiendo el precepto de que la mejor conservación es aquella que no dé
lugar con el paso del tiempo a una restauración, invitamos a los responsables en la
custodia de este bien cultural, seguir las siguientes recomendaciones:
No permitir bajo ningún concepto, que la obra sea tocada o rosada por
persona u objeto. Su manipulación para su ubicación definitiva debe estar
supervisada por el profesional correspondiente y personal necesario que dé
garantías de suficiencia.
Deberá ser colgada y soportada, de manera segura, en pared vertical con
fijación desde los largueros laterales, a un tercio desde el borde superior. Proteger
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la aproximación a la misma de personas que, por acumulación de personal y/o
caída accidental, puedan dar lugar a impactos con el lienzo de forma involuntaria.
Mantener el lugar en atmósfera aireada, seca, exenta de polvo y alejada de
temperaturas extremas. Estudios especializados recomiendan que la humedad
relativa deberá mantenerse en un margen que va del 40 al 55%, con fluctuaciones
máximas de +/- 3%. La temperatura recomendad para la exposiciones de obras, se
encuentra en torno a los 20º.
La iluminación, siempre filtrada, debe oscilar alrededor de los 200 lux. No
iluminar con velas, mariposas de aceites, ni iluminación artificial de fuerte impacto,
como flashes y antorchas de alto voltaje. Cualquier impresión de la obra con
cámara fotográfica, deberá ser autorizada, siempre con una iluminación indirecta de
bajo voltaje, ya que los pigmentos de pinturas al óleo son sensibles a una luz
inadecuada.
Juan José García Rodríguez, es Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de
Sevilla. Catedrático de Dibujo en Enseñanzas Medias.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
Barbadillo Delgado, Pedro. Historia de la Ciudad de Sanlúcar de Barrameda. Ediciones
Gemisa, S.L. Sevilla, 1989.
Breuille, Jean-Philippe. Diccionario de Pintura. Larousse Planeta, S.A. Barcelona, 1996.
Cruz Isidoro, Fernando. El Santuario de Ntra. Sra. de la Caridad, de Sanlúcar de
Barrameda. Estudio histórico-artístico. Caja Sur Publicaciones. Córdoba, 1997.
Fatás, Guillermo y Borrás, Gonzalo. Diccionario de términos de Arte y elementos de
Arqueología, Heráldica y Numimástica. Alianza Editorial. Madrid, 2002.
Guillamas y Galiano, Fernando. Historia de Sanlúcar de Barrameda. A.S.E.H.A.
Sanlúcar, 1990.
Paule Bol, Marie. Enciclopedia de la Biblia. Afrodisio Aguado, Editores. Madrid, 1968.
Velázquez Gaztelu, Juan Pedro. Catálogo de todas las personas ilustres y notables de
esta cyudad de San Lúcar de Barrameda… ASEHA. Sanlúcar de Barrameda, 1996.
Zambrano, Alejandro. La Virgen de la Caridad. Patrona de Sanlúcar de Barrameda.
Tipografía M. Martín. Jerez de la Frontera, 1990.
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ESTADO DE CONSERVACIÓN DE LA OBRA
MARCO
El marco que presenta no es el original de la pintura sobre lienzo, de fabrica
muy reciente. Realizado en madera de
haya, éste presenta ataque de insectos
xilófagos y quemaduras en la parte
superior ocasionadas por velas. Junto
con numerosas pérdidas tanto de los
estratos de preparación como de la capa
del dorado.
El oro aplicado en el marco no
era de buena calidad, y tras perder la
capa
de
protección
afectado
por
aplicada,
los
cambios
y
ser
de
temperatura y humedad el dorado se ha
oxidado perdiendo el brillo característico
del oro, tornándose de color negro en
distintas zonas.
F.1 Estado inicial de la pintura sobre lienzo
antes de la intervención
PINTURA SOBRE LIENZO
BASTIDOR:
El lienzo montado sobre un bastidor de
madera de pino, de 138 x 107cm, y formato
vertical, con un travesaño central dispuesto en
horizontal formando dos cuadrantes. Presenta
ensambles fijos en los ángulos y sus cantos no
se encuentran biselados.
Alteraciones:
El bastidor presenta poca estabilidad,
debido a las características del mismo, y,
ataque de insectos xilófagos. Por ello, se decide
la sustitución del mismo.
F.2 Reverso de la pintura sobre lienzo
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SOPORTE PICTÓRICO:
El soporte pictórico de fibra de lino, original y compuesto por tres piezas,
está sujeto al bastidor por medio de tachuelas de tapicero de hierro. El tipo de
ligamento es de tafetán, los hilos
tanto de la trama como de la
urdimbre son de distinto grosor.
Las
dimensiones
del
soporte
pictórico no corresponden con el
formato
original
de
la
representación pictórica, ya que
ésta ha sido recortada en tres de
sus lados, conservándose original
el borde superior. Las dimensiones
de la superficie pictórica actual son
143 x 112cm, compuesta por las
tres piezas mencionadas: una de
ellas formada por dos fragmentos
de 30 x 7,5cm y de 113 x 7,5cm y
otra de 143 x 104,5cm.
F.3 Marcas de las costuras de las piezas de lino que
forman el soporte y daños en el mismo: como
desgarros y agujeros.
Alteraciones:
Las costuras de las piezas que forman el soporte
aparecen marcadas en el anverso, provocando daños en
los
estratos
superiores
(capa
de
preparación
y
policromía).
La tela presenta dos desgarros, ocasionados por
golpes, que han provocado roturas de gran tamaño en el
soporte, además se observan varios cortes de menor
tamaño en la tela.
El soporte de lino aparece destensado en su parte
superior, provocando fisuras en la tela, y su consiguiente
daño en los estratos superiores.
F.4 Detalle de las costuras del soporte
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El soporte presenta un mal estado de conservación debido a los numerosos
impactos que ha recibido, lo que hace necesario un reentelado.
Intervenciones anteriores:
Por el reverso presenta varios parches de tela muy fina, de distinto tamaño,
adheridos con cola animal, en la zona de los desgarros mencionados anteriormente.
PREPARACIÓN Y/O IMPRIMACIÓN
La preparación realizada a base de sulfato cálcico y
cola animal, aplicada a brocha y presente por toda la
superficie.
Alteraciones:
Los
cambios
de
temperatura
y
humedad
provocan
dilataciones y contracciones de la tela, que influyen en la
capa de preparación y la película pictórica, produciendo en
ambos estratos el cuarteado o craquelado, que varía en
tamaño y forma según el pigmento utilizado y el grosor
tanto de la preparación como de la pincelada de color.
F.5 Daños originados por los movimientos de la costura del lienzo
Se han producido numerosas pérdidas, principalmente sobre la costura de
las tres piezas que forman el soporte, debido a los distintos movimientos de cada
una de los fragmentos y allí donde el lienzo ha recibido golpes. Así como pequeños
puntos dispersos por toda la superficie del lienzo.
PELÍCULA PICTÓRICA Y ESTRATO SUPERFICIAL
La técnica de ejecución utilizada óleo, por el brillo, textura y transparencia
que presenta el pigmento aglutinado con aceite, aplicado mediante pinceladas.
Se puede observar la dirección de las pinceladas en distintas zonas de la
superficie pictórica, del mismo modo se observa también la pincelada repetida y
poco suelta, que confiere una aspecto de pintura relamida en algunas zonas de la
obra.
Alteraciones:
No se aprecian defectos de cohesión ni de adhesión de manera generalizada.
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En la superficie pictórica se distingue un cuarteado, con levantamiento de los
estratos, principalmente sobre la zona de la costura.
Se encuentran numerosas pérdidas de los estratos de preparación y pictórico
por levantamiento y desprendimiento de los estratos, localizados principalmente en
la unión de las tres piezas.
Se observa una alteración
cromática generalizada por toda la
superficie de la obra debido a la
oxidación del barniz de protección.
Esta
capa
de
barniz
es
muy
gruesa. La oxidación, unida a la
acumulación de polvo y suciedad
generalizada,
impide
ver
el
colorido real de la obra.
F.6 Pérdidas de la capa de preparación y capa pictórica, y fisuras en la policromía indicadas
con las flechas.
Intervenciones anteriores:
Se aprecian repintes en el lateral izquierdo sobre la zona del cosido de las
tres piezas, que forman el
soporte, y en
la parte
superior del ala de la cruz.
La
película
protección
irregularmente,
de
distribuida
aparece
amarillenta y oscurecida,
presentando
concentraciones
grandes
de
barniz.
F.7 Lagunas o pérdidas de las
capas de preparación y pictórica.
TRATAMIENTOS DE CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓN
La metodología y los criterios de intervención realizados fueron previamente
estudiados y aplicados en cada fase, según las características de la obra y del
estado de conservación que ésta presentaba.
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Toda intervención conservativa tiende principalmente a frenar los procesos de
deterioro. Debe limitarse a las necesidades reales que demanda la obra y buscar el
más alto nivel de reversibilidad en los tratamientos propuestos. Las operaciones que
se relacionan en este apartado se adecuan en lo posible a los principios
fundamentales de la restauración: reversibilidad, diferenciación y respeto por el
original.
PINTURA SOBRE LIENZO.
BASTIDOR
Dado el mal estado de conservación del soporte se ha realizado un bastidor
nuevo, en madera de pino pinaster, que presenta ensamble a horquilla, sistema de
expansión y cuñas, al que se le aplicó una capa de protección.
Las dimensiones del nuevo bastidor corresponden a las del sustituido, pero
se le ha dado mayor resistencia físico-mecánica, realizándose los travesaños
verticales y horizontales con una anchura de 5,2cm y un
grosor de 1,8cm y el travesaño central con la misma anchura
y un grosor de 1,4cm. Los bordes internos del bastidor se han
canteado para evitar que se marquen en la pintura sobre
lienzo.
SOPORTE PICTÓRICO.
Las distintas roturas y desgarros presentes en
el soporte se “cosieron”, por el anverso, con grapas
de papel japonés adheridas con coletta, este sistema
de
cosido
se
realiza
para
unir
y
enderezar
adecuadamente los puntos de unión de la rotura.
Protegida
la
película
pictórica
con
papel
japonés y coleta, se desmontó la tela del bastidor y
se comenzó los tratamientos del soporte pictórico.
F.8 y 9 Desgarro y cosido con grapas de papel.
Por el reverso, se retiraron los parches de tela y los residuos de cola animal
se eliminaron mediante humedad controlada y bisturí. En el resto del soporte, se
realizó una limpieza en seco de la tela de lino, para prepararla para el posterior
reentelado. En primer lugar, se limpió con ayuda de la aspiradora para eliminar los
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depósitos superficiales, después se continuó mediante procedimientos mecánicos y
con la ayuda del bisturí.
En las lagunas de soporte así como en los desgarros y costuras del soporte
se colocaron parches de crenolina, los bordes de los mismos se desflecaron para
evitar se marcaran en el anverso. Antes de colocar los parches sobre las costuras,
se les eliminó a éstas la tela sobrante y el cosido se lijó suavemente, para evitar se
marcasen demasiado con el posterior reentelado.
F.10 Reverso del lienzo con los parches colocados sobre las costuras del soporte.
Se inicia el proceso para el nuevo reentelado, la nueva tela fue tratada
previamente para envejecerla. Tanto a la tela original como a la tela nueva del
reentelado se le aplicó cola animal.
Para el reentelado se utilizó un lino hervido, de 15 x 15 hilos/cm, que se
montó en un telar de metálico, se mojó y tensó tres veces, se después se le aplicó
agua-cola. El reentelado se realizó a la gacha, según el método tradicional,
aplicándola en ambas telas y facilitando la adhesión mediante presión y calor.
Una vez eliminados los papeles de protección de la película pictórica, el
lienzo se tensó en el nuevo bastidor, para lo cual se emplearon grapas de acero
inoxidable.
PREPARACIÓN Y/O IMPRIMACIÓN
La preparación se consolidó y fijó al soporte pictórico mediante el proceso de
reentelado. Una vez eliminado el barniz y los repintes que cubrían la superficie
pictórica original, se procedió a estucar las lagunas visibles. El estucado se realizó
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con materiales semejantes al original, sulfato cálcico a saturación en cola animal,
posteriormente se han nivelado con la película pictórica original.
CAPA PICTÓRICA.
La capa pictórica se protegió con coleta y papel
japonés, para realizar posteriormente el reentelado. El
nuevo reentelado permitió la consolidación de todo el
conjunto estratigráfico.
Una vez reentelada la obra se eliminaron los
papeles de protección, ésta se tensó en su nuevo
bastidor para continuar con la eliminación de los
barnices.
F. 11 Eliminación del barniz en la figura de Cristo Crucificado.
Para retirar la gruesa capa de
barniz
y
eliminar
los
repintes
presentes en el estrato pictórico, se
realizó un test de disolventes que
determinó
los
disolvente
más
adecuados, según la naturaleza de
los
mismos.
distintas
Siendo
mezclas
de
necesario
disolventes
según el estrato a eliminar; barniz o
repinte pictórico.
F. 12 Eliminación de los repintes sobre la arquitectura presente en la obra.
F. 13 y 14 Catas de limpieza donde se han eliminado los repintes.
F.15 Detalle bajo la figura de D. Pedro Rivera Sarmiento, aquí se observa con claridad que el
repinte no ha cubierto la superficie policroma en su totalidad.
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Tras la eliminación de los barnices oxidados se observaba con mayor
claridad los repintes mencionados con anterioridad, y otros que se descubrieron en
el momento del desmontaje de la pintura sobre lienzo del marco, dichos repintes
cubrían prácticamente la totalidad de la obra salvo los dobleces de la tela de lino
para sujetar ésta al bastidor. Por ello se
realizaron numerosas catas de limpiezas,
donde se eliminaron los repintes, tras las
cuales descubrimos unas policromías de
mejor calidad que las presentes en la obra
antes de la intervención. Después de las
distintas pruebas de limpieza realizadas se
decide eliminar la totalidad de los repintes.
F. 16 Catas de eliminación de repintes en la
figura de Cristo.
F.17 Detalle durante el proceso de
eliminación de repintes, en la figura de Don
Pedro Rivera Sarmiento; observándose con
claridad la posición de la cabeza, inclinada
en la policromía original y totalmente
vertical en la capa superpuesta de repinte.
Del
mismo
modo,
existían
algunas zonas donde los repintes se debían eliminar mecánicamente con bisturí,
por lo que el proceso de limpieza ha sido muy delicado y lento.
F. 18 Cata de limpieza donde aparece una de las tres potencias, distinta a las anteriores.
F. 19 Eliminación del repinte en la mitad de la cara de la Virgen, tras la cual se observa un
rostrillo diferente.
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La capa pictórica original muy debilitada, ya que la obra
pictórica había estado expuesta al exterior durante un periodo
de tiempo, debilitando y alterando tanto este estrato como los
anteriores, de ahí probablemente el hecho, quizás exagerado,
de la intervención anterior a la que fue sometido el lienzo.
F. 20 Testigo del repinte.
Concluida la limpieza, se procedió a
estucar y nivelar las lagunas de preparación
con sulfato cálcico a saturación en cola
animal.
En aquellas zonas en las que se había
perdido
pintura
se
procedió
a
una
reintegración cromática mediante la técnica
de rigattino, que permite establecer una
diferenciación
tonal
entre
la
aplicación
original y los retoques. Esta aplicación del
color se realizó con acuarelas, la superficie
pictórica se barnizó, a brocha, con barniz de
retoques.
Concluyendo
la
reintegración
cromática con pigmentos al barniz.
F. 21 La pintura sobre lienzo durante el proceso de estucado.
F. 22 Imagen finalizada la reintegración
cromática
CAPA DE PROTECCIÓN.
La capa de protección final se
realizó con barniz satinado pulverizado
para matizar brillos.
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MONTAJE DE LIENZO EN MARCO
Dadas las características del marco no original que presentaba la obra y la
calidad del mismo, se decidió realizar un marco de mayores dimensiones, en
madera de pino tratada y barnizado satinado, que ayudaría a realzar las
características de la pintura original recuperada
En el rebajo del marco para
montar la pintura sobre lienzo, se han
colocado unas tiras de goma espumada,
para ajustar el bastidor al hueco y,
además, evitar el contacto directo de la
pintura con la madera.
El lienzo permanece sujeto al
marco mediante una serie de muelles
sujeta lienzos reforzados distribuidos
por todo el perímetro, cogido al marco
con tornillos de acero inoxidable.
F. 23 Reverso de la obra tras su montaje
en el nuevo marco, para cuya sujeción se
han
utilizados
muelles
sujetalienzos
reforzados.
CONCLUSIONES
Las labores de recuperación de la policromía original han sido muy delicadas
y un proceso bastante lento, ya que antes de eliminar la pintura que observábamos
en origen, su eliminación se ha estudiado con detenimiento.
El resultado de la intervención ha sido satisfactorio ya que estilísticamente la
pintura ha mejorado, aunque al visualizar la obra existan ciertos puntos que nos
llamen la atención. Como por ejemplo, el cuarteado de los estratos sobre la costura
de las piezas del soporte y lo marcado que aparece ésta, deterioros que están
subsanados pero que visualmente no pueden corregirse.
Del mismo modo, tras la eliminación de los repintes hemos descubierto una
pintura muy dañada debido a las condiciones adversas a las que se vio sometida
con anterioridad, tras estar expuestas al exterior, daños que quedaban ocultos bajo
los repintes. Por ello, ahora se divisa con claridad por el anverso de la pintura, la
trama y la urdimbre del lienzo que debía quedar oculta bajo la capa de preparación
y la película pictórica.
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Aún así, la obra forma parte de la historia del pueblo de Sanlúcar y con ella
se ha recuperado parte de los escritos conocidos.
F.24 Estado final de la obra tras la restauración.
Noviembre de 2008
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