KANT Y LA MATEMÁTICA (Raúl Meléndez – Universidad Nacional de Colombia) I. Introducción: matemática y metafísica en el pensamiento de Kant. El propósito central de esta sesión del curso es aclarar y examinar la respuesta que da Kant a la pregunta ¿Cómo es posible el conocimiento sintético a priori en la matemática? Para comprender bien la pregunta misma es necesario tener claras las distinciones entre analítico/sintético y a priori / a posteriori, que se emplean en su formulación. Un conocimiento a priori es un conocimiento que no se funda en la experiencia y puede, entonces justificarse sin recurrir a ella. El conocimiento a posteriori se basa en la experiencia y no podemos validarlo independientemente de ella. En cuanto a la distinción entre juicios analíticos y sintéticos, Kant la caracteriza de la siguiente manera: En todos los juicios en los que se piensa la relación entre un sujeto y un predicado (...), tal relación puede tener dos formas: o bien el predicado B pertenece al sujeto A como algo que está (implícitamente) contenido en el concepto A, o bien B se halla completamente fuera del concepto A, aunque guarde con él alguna conexión. En el primer caso llamo al juicio analítico; en el segundo sintético. (CRP, Introducción, B 10) Se ha objetado a esta caracterización de la distinción que no es del todo clara por que se hace en términos demasiado metafóricos. ¿Qué quiere decir, más precisamente, que un predicado “está contenido” en el concepto del sujeto, o que está “fuera de él”? No obstante, como veremos más adelante, Kant usa un criterio para determinar si un juicio es analítico o no, en el que no se emplean estas metáforas (ver CRP, B 190): si un juicio puede justificarse mediante un mero análisis lógico de los conceptos que se emplean en su formulación, si su verdad puede ser establecida empleando solamente razones lógicas (Kant se refiere explícitamente al principio de contradicción), entonces es analítico; en caso contrario es sintético. Baste esto, por ahora, para aclarar nuestra pregunta central. Antes de dedicarnos a cumplir con el propósito central de esta exposición, haremos algunas observaciones preliminares, cuyo objeto es permitirnos relacionarlo con los problemas centrales de la Crítica de la razón pura y, en general, de la filosofía teórica de Kant. La pregunta por las condiciones que hacen posible un conocimiento matemático puro, que sea expresable en juicios sintéticos a priori, puede verse como un caso particular de una cuestión más amplia que en el prólogo a la primera edición de la Crítica de la razón pura se plantea como el problema fundamental de esta obra: “¿Qué y cuánto pueden conocer el entendimiento y la razón con independencia de toda experiencia?” (CRP, Prólogo a la primera edición, A XVII). [Recordemos que en la pregunta ¿Cómo es posible el conocimiento? se expresa uno de los dos sentidos en que el profesor Luis Eduardo Hoyos interpretó en su conferencia una de las cuatro preguntas centrales de la filosofía kantiana, a saber: ¿Qué puedo saber? (resolver esta pregunta es la tarea principal de la filosofía teórica de Kant).El otro sentido en que puede entenderse esta cuestión es: ¿Cuáles son los límites del conocimiento?] Es significativo que Kant se pregunte por las fuentes, los alcances y los límites del conocimiento a priori, y no de todo el conocimiento empírico. Este interés específico en lo que podemos conocer a priori, a diferencia de lo que podemos conocer apoyándonos en la experiencia, se comprende si se lo relaciona con el propósito, que motivó y orientó casi todo el pensamiento de Kant, de criticar las pretensiones de la metafísica tradicional. En ella se buscaba alcanzar, precisamente, un conocimiento a priori, ya sea del ser en general o de “seres especiales”, tales como el alma o Dios. Kant se propone, pues, juzgar acerca de estas pretensiones e indagar acerca de la posibilidad misma de la metafísica haciendo una crítica de la razón pura, cuya tarea fundamental es trazar (¿o hallar?) los límites de lo que podemos conocer sin apoyarnos en la experiencia. Pero la crítica de la razón pura debe permitir no solamente rechazar las “arrogancias infundadas” de las que, según Kant, está plagada la metafísica tradicional. Ella también ha de cumplir una función positiva que consiste en mostrar cómo la metafísica puede dejar de andar a tientas, dando palos de ciego, y encarrilarse, por fin, en la segura vía de la ciencia, por la que ya han venido andando firmemente la matemática y la ciencia de la naturaleza. La posibilidad de conocer algo a priori, que Kant ve como una pretensión muy problemática de la metafísica tradicional, la acepta él como ya actualizada, y de manera ejemplar, en el caso de la matemática y la física puras. En estas dos ciencias ya bien establecidas, a diferencia de la metafísica, la cuestión que se plantea no es si es posible conocer algo a priori, sino cómo ello ya ha sido posible; y la respuesta a esta segunda cuestión puede contribuir a aclarar el problema general de la posibilidad del conocimiento a priori, de la posibilidad de los juicios sintéticos a priori. La solución a este problema general debe permitir, a su vez, hacer explícitas las condiciones que han de cumplirse para que sea posible la metafísica como ciencia. En el prólogo a la segunda edición de la CRP, Kant subraya que tanto la matemática como la física puras han tomado el camino seguro de la ciencia (esto puede interpretarse como que han llegado a un genuino conocimiento sintético a priori) gracias a dos importantes revoluciones del pensamiento. En el caso de la matemática tal revolución es descrita así: Una nueva luz se abrió al primero (llámese Tales o como se quiera) que demostró el triángulo equilátero. En efecto advirtió que no debía indagar lo que veía en la figura o en el mero concepto de ella y, por así decirlo, leer, a partir de ahí, sus propiedades, sino extraer éstas a priori por medio de lo que él mismo pensaba y exponía (por construcción) en conceptos. Advirtió también que, para saber a priori algo con certeza, no debía añadir a la cosa sino lo que necesariamente se seguía de lo que él mismo, con arreglo a su concepto, había puesto en ella. (CRP, Prólogo a la segunda edición, B XI-XII) En este pasaje se expresa ya, de manera condensada, la tesis básica de la filosofía kantiana de la matemática, según la cual ella constituye un conocimiento que no es empírico o a posteriori, es decir, no se funda en la intuición visual, empírica de objetos (en este caso: lo que se ve en las figuras geométricas), pero tampoco es meramente conceptual o analítico, es decir, no se funda exclusivamente en el análisis lógico de conceptos (lo que “se ve” en el mero concepto). Posteriormente aclararemos la idea de que el conocimiento matemático se funda en la intuición, y no en la mera lógica, pero no en la intuición sensible o empírica, sino en las intuiciones puras (que son, para Kant, el tiempo y el espacio). También en este pasaje está expresada la idea clave para comprender cómo explica Kant la posibilidad de un conocimiento a priori de objetos de la experiencia: de ellos podemos conocer a priori solamente lo que nuestra razón ha puesto en ellos para darles forma, ordenarlos. Sin esta forma, sin este orden aportados por nuestra razón no podríamos tener experiencia de ellos, ni podríamos pensarlos. La razón pone condiciones para que sea posible la experiencia y el pensamiento y es de estas condiciones que podemos tener un conocimiento a priori. Esta misma idea es la que está enfatizada por Kant en su descripción de la revolución que convirtió a la física en una ciencia: Entendieron [Galileo, Torricelli, Stahl] que la razón sólo reconoce lo que ella misma produce según su bosquejo, que la razón tiene que anticiparse con los principios de sus juicios de acuerdo con leyes constantes y que tiene que obligar a la naturaleza a responder sus preguntas, pero sin dejarse conducir con andaderas, por así decirlo. (...) De modo que incluso la física sólo debe tan provechosa revolución de su método a una idea , la de buscar (no fingir) en la naturaleza lo que la misma razón pone en ella, lo uqe debe aprender de ella, de lo cual no sabría nada por sí sola. (CRP, B XIIIXIV) En esta última frase está muy fugazmente sugerido uno de los errores fundamentales de la metafísica tradicional que le habrían impedido convertirse en una ciencia genuina: fingir que es parte intrínseca de la realidad lo que la razón ha puesto en ella (por ejemplo espacio y tiempo, causalidad). La razón proyecta sobre la realidad, que ella percibe y conoce, sus propias condiciones y es como si olvidara que ellas provienen de sí misma, como si fueran parte de esa realidad y existieran independientemente de ella. Para que la metafísica tome el camino de la ciencia se hace necesaria, según Kant, una revolución análoga a las que se han dado en la matemática y la física, una revolución que él se ve en la tarea de realizar y que no es otra que su crítica de la razón pura: Intentemos, pues, por una vez, si no adelantaremos más en las tareas de la metafísica suponiendo que los objetos deben conformarse a nuestro conocimiento, cosa que concuerda ya mejor con la deseada posibilidad de un conocimiento a priori de dichos objetos, un conocimiento que pretende establecer algo sobre éstos antes de que nos sean dados. (CRP, BXVI) En la Crítica de la razón pura la metafísica se convierte en una investigación sobre la posibilidad, las fuentes y los límites del conocimiento a priori. Esta investigación conduce a un resultado negativo acerca de la metafísica tradicional, al mostrar que nuestro conocimiento a priori no puede traspasar los límites de los fenómenos, de la experiencia posible. Hay sin embargo una función positiva que cumple tal crítica. Por medio de ella se despeja el terreno para el uso práctico o moral de la razón, en el que ella se ve obligada a ir más allá de tales límites, pues con ella se evita que la razón pura se apropie de tareas que sólo pueden ser competencia de la razón práctica. La labor crítica pone a cada uso de la razón, el teórico y el práctico en su lugar, de modo que el primero no usurpe tareas que no le son propias. El hecho de que Kant hable aún de un uso de la razón que puede aventurarse, como lo pretendía ilegítimamente la metafísica tradicional, a ir más allá de toda experiencia posible, ha llevado, principalmente a quienes no aceptan una fundamentación racional de lo moral y lo estético, a sospechar que Kant quiso saltar, también ilegítimamente, los límites que él mismo había trazado a la razón. No discutiremos esta cuestión, pues no queremos aventurarnos a ir más allá de los límites que nos hemos trazado en esta exposición. Vistas las anteriores conexiones entre el propósito central de esta charla y las tareas centrales de la filosofía teórica de Kant, nos dedicaremos en lo que sigue a perseguir nuestro objetivo, que es examinar la explicación que él ofrece de la posibilidad de la matemática, concebida ésta como un conocimiento sintético a priori, y de las fuentes de las que surge. II. La matemática como conocimiento sintético a priori. El “hecho”, cuya explicación por parte de Kant queremos examinar, a saber, que las verdades de la matemática son sintéticas a priori, está lejos de ser una obviedad aceptada unánimemente. De acuerdo con la concepción kantiana de la matemática, en ella se amplía nuestro conocimiento y esta ampliación se hace sin recurrir a la experiencia, independientemente de ella. Esta concepción se opone a la de quienes piensan que la matemática no constituye sino un mero análisis lógico que hace explícitas las implicaciones de verdades que ya poseemos, y que no aumenta nuestro conocimiento. ¿Con qué razones defiende Kant su punto de vista sobre el carácter sintético a priori de la matemática? Para justificar que las proposiciones de la matemática valen a priori (lo cual, de hecho, no ha sido tan discutido como su carácter sintético), Kant emplea los criterios de necesidad y universalidad. Lo que se afirma en una proposición necesaria no es solamente cierto, sino que tiene que ser así, no puede ser de otro modo. Si una proposición vale a posteriori, si está fundada en el darse de ciertos hechos de la experiencia, no puede ser, entonces, necesaria, ya que lo que ocurre de hecho, pudo haber ocurrido de otro modo. Si los hechos son contingentes, en este sentido, las verdades necesarias no pueden fundarse en ellos y tienen, por lo tanto, que valer a priori. Para Kant, las verdades de la matemática son necesarias, ellas no nos dicen sólo que algo es el caso, sino también que no puede ser de otra manera. Según el criterio anterior, las verdades de la matemática deben ser también verdades a priori, es decir, independientes de los hechos contingentes, de los que tenemos noticia a través de la experiencia. Las verdades de la matemática también cumplirían con el criterio de universalidad. Si se afirma, por ejemplo que la suma de los ángulos internos de un triángulo es igual a dos rectos, esto se afirma para todos los triángulos posibles, y no solamente para aquellos que hayamos tenido la oportunidad de examinar visualmente para confirmar empíricamente la proposición. La evidencia empírica o inductiva no permite alcanzar la universalidad estricta de un juicio matemático. Si hemos verificado empíricamente, mediante la percepción sensible, que para muchos triángulos vale la proposición, ¿cómo podríamos saber que también se cumple para los demás. La universalidad que se obtiene por medio de una generalización empírica (por ejemplo: “todos los jugadores profesionales activos de fútbol tienen menos de 55 años”) no es la universalidad estricta de los juicios matemáticos, a la cual se ha de llegar por medio de una demostración rigurosa. Kant, seguramente influido por Hume en este punto, sostiene que la argumentación inductiva con la que se pretende justificar la universalidad de una generalización empírica es una “extensión arbitraria de la validez” (ver CRP, B 4). La verdad de los juicios matemáticos y su universalidad estricta no puede tener su fuente en la experiencia, en la evidencia empírica; dicha fuente ha de ser a priori, como lo son los juicios matemáticos. La afirmación según la cual los juicios matemáticos son sintéticos es mucho más polémica y problemática. El carácter necesario de las proposiciones matemáticas parece no ser compatible con su carácter sintético. Se piensa, en efecto, que la necesidad de las matemáticas estaría estrechamente relacionada con su carácter lógico, analítico. La necesidad matemática no sería diferente, según este punto de vista, de la necesidad lógica: lo que afirma un juicio matemático tiene que ser así y no de otro modo, porque es impensable o ininteligible que sea de otro modo. Negar una proposición matemática necesaria implicaría caer en una inconsistencia lógica, contravenir las leyes lógicas que han de cumplirse para que podamos pensar algo. Pero, en tal caso, las verdades matemáticas se fundarían solamente en la lógica y no podrían ser sintéticas, ni ampliar nuestro conocimiento. Si Kant concede necesidad a las proposiciones matemáticas, y se apoya en ello para justificar su validez a priori, ¿no lo obliga ello a afirmar el carácter analítico, lógico de las mismas? Cabe aquí observar que desarrollos en la geometría posteriores a Kant, han llevado a pensar que las proposiciones matemáticas no expresan verdades analíticas y necesarias (o por lo menos no todas). En las geometrías no euclidianas se pueden demostrar como teoremas proposiciones que niegan algunos de los teoremas de la geometría euclidiana. Es, entonces, lógicamente posible negar una proposición geométrica lo cual llevaría a rechazar que se trata de una verdad necesaria (que lo que ella afirma no puede ser de otro modo). Curiosamente, lo anterior se ha usado tanto para objetar la concepción de Kant, como para vindicarla. Se le puede objetar que él afirmaba el carácter necesario de los axiomas y teoremas de la geometría euclidiana, que en su concepción de la geometría no pueden admitirse como posibles geometrías diferentes a la euclidiana y que la historia posterior de esta disciplina lo ha refutado. Pero, por otra parte, se alega, a favor de Kant, que el desarrollo de geometrías no euclidianas no lo refuta, sino que, por el contrario, corrobora su idea de que las proposiciones de la geometría son sintéticas. Si fuesen analíticas, se arguye, no podrían negarse sin incurrir en contradicción lógica y no serían posibles sistemas no euclidianos, lógicamente consistentes. El problema es que, al parecer, Kant está preso en un dilema problemático: o bien concede necesidad a la matemática, pero entonces no puede afirmar que ella constituya un conocimiento sintético, o bien afirma el carácter sintético de la misma, pero entonces no puede otorgarle necesidad. Una aclaración del sentido en que Kant habría afirmado el carácter necesario de la matemática y de la distinción entre posibilidad lógica y posibilidad real permite mostrar que tal dilema es falso y que ni una refutación ni una vindicación de Kant siguiendo las anteriores sugerencias serían correctas. La necesidad que Kant atribuye a las proposiciones de la matemática no es mera necesidad lógica y no implica que si ellas se niegan se infrinjan principios lógicos como el de no-contradicción. Si Kant concediera que las proposiciones matemáticas son necesarias en este sentido, entonces el fundamento de su verdad sería la lógica y ellas no serían sintéticas. La posibilidad lógica se diferencia de la real en que algo es posible, en el primer sentido, si cumple las condiciones exigidas por las leyes lógicas del pensar, y algo es posible, en el sentido real, si cumple no sólo las condiciones del pensar, sino también las de la intuición, las que permiten que podamos tener experiencia de objetos reales. La negación de una proposición matemática, por ejemplo del quinto postulado de los Elementos de Euclides, sería posible lógicamente, como lo muestran las geometrías no euclidianas, pero no sería una posibilidad real, pues al negarla estaríamos dejando de cumplir condiciones que deben valer para que los objetos nos sean dados en la experiencia. Estas condiciones son exigidas a priori y constituyen lo que Kant llama intuiciones puras o formas puras de la sensibilidad. Kant tiene clara conciencia de que su afirmación del carácter sintético de las matemáticas genera fuertes resistencias: Al advertirse que todas las conclusiones de los matemáticos se desarrollaban de acuerdo con el principio de contradicción (cosa exigida por el carácter de toda certeza apodíctica), se supuso que las proposiciones básicas se conocían igualmente a partir de dicho principio. Pero se equivocaron, ya que una proposición sintética puede ser entendida, efectivamente, de acuerdo con el principio de contradicción, pero no por sí misma, sino sólo en la medida en que se presupone otra proposición sintética de la cual pueda derivarse. (CRP, Introducción, B14) Este pasaje ha llevado a interpretar que, según Kant, las demostraciones matemáticas son puramente lógicas y que la intuición jugaría un papel esencial solamente el la justificación de los axiomas. Más adelante (en la última parte de esta exposición) veremos que la intuición juega un papel esencial en las demostraciones constructivas de la geometría euclidiana, del que la concepción kantiana da razón. Por otro lado, para Kant la aritmética, así como la geometría euclidiana, también se funda en la intuición pura, pese a que él no la concibe como una disciplina axiomática. Al afirmar Kant que las conclusiones matemáticas se desarrollan según el principio de contradicción no debe entenderse que son puramente lógicas1 y al referirse a las proposiciones sintéticas de las cuales tendría que derivarse una proposición sintética, puede estar refiriéndose no a los axiomas, sino quizá también a proposiciones que expresan otros supuestos usados en la demostración, por ejemplo, en la construcción de figuras. En los siguientes pasajes encontramos razones que da Kant para defender su concepción de los juicios de la matemática como sintéticos: Se podría pensar de entrada que la proposición 7+5=12 es una simple proposición analítica, que se sigue, de acuerdo con el principio de contradicción, del concepto de suma de siete y cinco. Pero, si se observa más de cerca, se advierte que el concepto de suma de siete y cinco no contiene otra cosa que la unión de ambos números en uno solo, con lo cual no se piensa en absoluto cuál sea ese número único que sintetiza los dos. El concepto de doce no está todavía pensado en modo alguno al pensar yo simplemente dicha unión de siete y cinco. Puedo analizar mi concepto de esa posible suma el tiempo que quiera, pero no encontraré en tal concepto el doce. Hay que ir más allá de esos conceptos y acudir a la intuición correspondiente a uno de los dos, los cinco dedos de nuestra mano, por ejemplo, o bien (como hace Segner en su aritmética) cinco puntos, e ir añadiendo sucesivamente al concepto de siete las unidades del cinco dado en la intuición. (CRP, B 15) De la misma forma ningún principio de la geometría pura es analítico. ‘la línea recta es la más corta entre dos puntos’ es una proposición sintética. En efecto, mi concepto de recto no contiene ninguna magnitud, sino sólo cualidad. El concepto ‘la 1 Ver Friedman, Michael, p. 82 ss. más corta’ es, pues, añadido enteramente desde fuera. Ningún análisis puede extraerlo del concepto de línea recta. Hay que acudir, pues, a la intuición, único factor por medio del cual es posible la síntesis. ¿Qué criterio está empleando aquí Kant para argumentar que las proposiciones de la aritmética y de la geometría son sintéticas? Kant argumenta en ambos casos que lo que se predica del sujeto en el juicio no puede derivarse de un análisis lógico del concepto al que se hace referencia en el sujeto. Pero no queda del todo claro que quiere decir aquí “derivarse de un análisis lógico” o “analizar mi concepto de esa posible suma el tiempo que quiera”. Podemos interpretar esto como deducir lógicamente el juicio en el que se atribuye al sujeto el predicado de la definición del concepto que aparece en el sujeto. Pero puede preguntarse ahora por la noción de deducción lógica que ha de emplearse aquí. ¿Qué reglas de inferencia es lícito usar en ella? ¿A qué principios lógicos podemos recurrir en una deducción lógica? ¿En qué lenguaje se ha de formular? Puede hacerse una interpretación de la distinción kantiana entre analítico y sintético, que él caracteriza, como vimos antes, en términos muy metafóricos, en términos del criterio que él emplea aquí y que menciona explícitamente en CRP, B 190: un juicio es analítico si su verdad puede demostrarse de manera puramente lógica a partir de la definición de los conceptos que aparecen en el juicio y de principios puramente lógicos; de lo contrario se trata de un juicio sintético. Pero esta interpretación no elimina todas las vaguedades de la distinción, si no se aclara suficientemente qué se ha de entender por ‘demostrar de manera puramente lógica’ y qué principios o supuestos han de contar como puramente lógicos. La distinción entre analítico y sintético es, pues, relativa a la concepción que se tenga de la lógica; y la concepción que tenía Kant de la lógica es muy diferente de la que surge a raíz del desarrollo de la llamada ‘nueva lógica matemática’. Esto hace muy difícil juzgar quién tiene la razón en la controversia acerca de si la matemática es sintética o analítica, si Kant o los logicistas que se han opuesto a su concepción (como Frege, Russell o los positivistas lógicos influidos, en este punto por ellos). Dadas las concepciones diferentes de la lógica que tienen el primero y sus opositores, no parece que estén hablando de lo mismo, pues no comparten la misma noción de analiticidad. Al examinar la idea de Kant de que la mera lógica no es suficiente para fundamentar la verdad de los juicios matemáticos y se requiere para ello la intuición, es, en todo caso, importante tener muy en cuenta que para él la lógica es, fundamentalmente, la lógica aristotélica (ver CRP, B VIII). En la tercera y última parte de esta exposición haremos énfasis en que, en efecto, de esta lógica no se puede derivar la geometría euclidiana ni la aritmética y discutiremos el papel de la intuición y la construcción en las demostraciones de la geometría euclidiana y en la aritmética. Antes de ello, expondremos brevemente la concepción de Kant del espacio y el tiempo como intuiciones puras que constituyen la fuente del conocimiento sintético a priori de la matemática. III. Lógica, intuición y construcción en la matemática. En la Introducción ya hemos dado con la idea clave para explicar cómo es posible ampliar nuestro conocimiento sin apoyarnos para ello en la experiencia: la razón sólo puede conocer a priori lo que ella misma pone como condiciones para que podamos tener experiencia y podamos pensar los objetos de conocimiento. En el caso particular de la matemática, se alcanza, según Kant un conocimiento de las condiciones formales de la sensibilidad, que han de cumplirse para poder intuir los objetos a través de los sentidos. Estas condiciones formales de la sensibilidad son las intuiciones puras: espacio y tiempo. Espacio y tiempo son anteriores a la experiencia, pues todas las experiencias de objetos exteriores han de ser ya espaciales (han de estar ya ordenadas en el espacio) y todas las experiencias de objetos exteriores o interiores han de ser ya temporales (han de estar ya ordenadas en el tiempo. El espacio y el tiempo son condiciones de posibilidad de toda experiencia posible y por ello son a priori. [Analogía con la fábrica de hielo, en la que una condición para que un pedazo de hielo sea producido en ella es que haya sido congelado en recipientes con moldes de forma cúbica y de cierto tamaño. Estas condiciones prmiten afirmar ciertas cosas a priori de los pedazos de hielo producidos en la fábrica] Kant argumenta también que espacio y tiempo son intuiciones y no conceptos discursivos o, más bien, que sólo podemos tener conceptos de espacio y tiempo si hay el espacio y el tiempo como intuiciones puras. Si hablamos de espacios o tiempos en plural, que pueden valer como instancias particulares que caen bajo conceptos generales de espacio y tiempo, ellos sólo son representables como partes del espacio y del tiempo singulares e infinitos. Tales conceptos presuponen, entonces, el espacio y el tiempo únicos, infinitos y omni-comprensivos de los cuales tendríamos una representación intuitiva, a priori. En la exposición trascendental del espacio y el tiempo (en la Estética Trascendental) Kant explica cómo ellos constituyen los fundamentos que hacen posible la síntesis a priori en las matemáticas y a la vez justifica la tesis de que espacio y tiempo son intuiciones puras: La geometría es una ciencia que establece las propiedades del espacio sintéticamente y, no obstante, a priori. ¿Cuál ha de ser, pues, la representación del espacio para que sea posible semejante conocimiento del mismo? Tiene que ser originariamente una intuición, ya que de un simple concepto no pueden extraerse proposiciones que vayan más allá del concepto, cosa que sin embargo ocurre en la geometría. Esa intuición tiene que hallarse en nosotros a priori, es decir, previamente a toda percepción de objetos, y, consiguientemente, ha de ser una intuición pura, no empírica. En efecto, las proposiciones de la geometría son todas apodícticas, es decir, van acompañadas de la conciencia de su necesidad, como, por ejemplo, la que afirma que el espacio tiene sólo tres dimensiones. Tales proposiciones no pueden ser juicios empíricos o de experiencia, como tampoco ser deducidas de ellos. (CRP, Estética trascendental, B 40-41) Aclarar la estructura del argumento trascendental: La única explicación del hecho. Sólo si condiciones trascendentales es posible hecho a explicar. Como el hecho se da, las condiciones tienen que darse también: si no se dieran no hubiera podido darse ese hecho. Examinemos a continuación, a la luz de algunos ejemplos de la geometría euclidiana, el papel que juegan la lógica, la intuición y la construcción en las demostraciones geométricas. Un ejemplo que da el propio Kant es el de la demostración euclídea de que la suma de los ángulos internos de un triángulo es igual a dos rectos: Demos al filósofo el concepto de triángulo y dejémosle que halle a su manera la relación existente entre la suma de sus ángulos y un ángulo recto. No cuenta más que con el concepto de una figura cerrada por tres líneas rectas y con el concepto de otros tantos ángulos. Por mucho tiempo que reflexione sobre este concepto no sacará ninguna conclusión nueva. Puede analizar y clarificar el concepto de línea recta, el de ángulo o el del número tres, pero no llegar a propiedades no contenidas en estos conceptos. Dejemos que sea ahora el geómetra el que se ocupe de esta cuestión. Comienza por construir en seguida un triángulo. Como sabe que la suma de dos ángulos rectos equivale a la de todos los ángulos adyacentes que pueden trazarse desde un punto sobre una línea recta, prolonga un lado del triángulo y obtiene dos ángulos adyacentes que, sumados, valen dos rectos. De estos dos ángulos divide el externo trazando una paralela al lado opuesto del triángulo y ve que surge de este modo un ángulo adyacente externo igual a uno interno; y así sucesivamente. A través de una cadena de inferencias y guiado siempre por la intuición, el geómetra consigue así una solución evidente y, ala vez, universal del problema. (CRP, B 716) ¿Qué papel juega la intuición, y de qué tipo de intuición se trata, en esta demostración? Hay varios pasos en la construcción que parecen sólo poder justificarse por medio de la intuición: ¿Cómo saber que un lado del triángulo puede prolongarse, que hay, por así decirlo, espacio para ello? ¿acaso porque vemos que hay espacio? ¿Y cómo lo vemos? Lo que vemos es una parte blanca del telón donde proyectamos la imagen del triángulo o del papel donde lo estamos dibujando que necesariamente está localizada espacialmente, pero, ¿vemos el espacio? Y, ¿Qué pasaría si el triángulo no estuviese construido en la parte del espacio en que lo está sino al borde, en los límites finales del espacio? El espacio es ilimitado e infinito, diríamos. Pero cómo saberlo? No puede saberse esto por medio de la intuición visual, empírica, ya que con ella nunca podremos abarcar lo infinito ¿Lo sabemos por medio de la lógica? La infinitud del espacio, que justificaría poder prolongar cualquier segmento de recta, como se establece en el postulado 2 de los Elementos, sería una de sus propiedades que podemos conocer, según Kant, apoyándonos en la intuición pura, es decir, en las condiciones que pone la razón para poder percibir y ordenar fenómenos sensibles. La siguiente analogía puede arrojar luz sobre este punto: supongamos que en una fábrica se producen pedazos de hielo y que una condición necesaria para que sea posible producirlos es que ellos sean congelados en moldes o recipientes que dan una forma cúbica y un cierto tamaño a los pedazos de hielo. Entonces podemos afirmar a priori, es decir, sin necesitar examinar empíricamente ningún pedazo de hielo que haya sido producido de hecho en la fábrica, que tales pedazos de hielo serán cúbicos y que su volumen no excederá cierto límite. Esto es así porque nosotros mismos hemos puesto condiciones, los pedazos de hielo sólo se congelan en ciertos moldes, que necesariamente han de darse para que ellos puedan ser producidos. Entonces, argumentando trascendentalmente, podemos decir que si un pedazo de hielo fue producido, necesariamente se dieron ciertas condiciones que hacen que él tenga cierta forma y tamaño. De manera análoga, si el espacio y el tiempo son condiciones de posibilidad de los fenómenos, podemos conocer de ellos a priori lo que resulta como consecuencia de estas condiciones; un ejemplo podría ser la infinitud del espacio y la posibilidad de prolongar indefinidamente cualquier segmento de recta. Si algunas de las propiedades básicas que se siguen de las condiciones formales de la sensibilidad, se formulan como axiomas podríamos deducir lógicamente de ellas los demás teoremas de la geometría. Las intuiciones puras o formas a priori de la sensibilidad, jugarían, entonces, un papel en la formulación y justificación de los axiomas, pero no en las demostraciones, que serían puramente lógicas. Esto no ocurre, sin embargo, en la geometría euclidiana, como lo mostraremos en el siguiente ejemplo. [Construcción del triángulo equilátero.] Se ha observado repetidamente que en esta construcción se emplea un supuesto que no se sigue lógicamente de los principios básicos, no demostrados del sistema axiomático euclidiano: la existencia del punto de intersección C entre los dos círculos trazados. ¿Cómo saber que los círculos son continuos y no tienen huecos, por ejemplo allí donde presuntamente se intersecan? Es la continuidad del círculo (también de las rectas) , la cual no se puede demostrar de modo puramente lógico a partir de los axiomas, una propiedad que percibimos sensiblemente, mediante la intuición visual, empírica? ¿Es nuestra intuición visual los suficientemente fina y perfecta como para determinar si un círculo es continuo o no? ¿Y si nos ayuda en el caso de estos círculos que hemos construido, nos ayuda también en el caso de todos los círculos que podamos construir, muchos de los cuales no hemos examinado, ni podemos examinar visualmente? La continuidad de las figuras construidas sería una propiedad que no se justifica de manera exclusivamente lógica y que, sin embargo, predicamos de ellas de manera a priori y necesaria. De acuerdo con la concepción kantiana, sólo podemos conocer algo a priori y de modo no puramente lógico o analítico, gracias a la intuición pura. La continuidad sólo podría validarse como una consecuencia de las condiciones puras de la sensibilidad. Otro ejemplo de una propiedad geométrica que no se sigue lógicamente de los axiomas de la geometría euclidiana, sino que se validaría por medio de construcciones basadas, según Kant, en la intuición pura, es la divisibilidad infinita de un segmento de recta. En la geometría euclidiana esta propiedad de los segmentos de recta se justifica no lógicamente, sino recurriendo a la repetibilidad indefinida de una construcción, la cula se apoyaría no sólo en la intuición pura del espacio sino también en la del tiempo. El que las construcciones y la intuición jueguen un papel imprescindible, esencial, en las demostraciones euclidianas, se ha visto como un defecto de la axiomatización euclidiana, que ya ha sido remediado en modernas axiomatizaciones formales y rigurosas, como la de Hilbert. En ellas se hacen explícitos todos los supuestos que se requieren para deducir de modo puramente lógico los teoremas; no se dejan lagunas que deben ser llenadas apelando a la intuición. Hay axiomas, pues, que permiten justificar lógicamente lo que en las demostraciones euclidianas se validaba recurriendo a las construcciones, que sólo serían posibles gracias a la intuición. Sin embargo, estos axiomas no pueden formularse con los medios de la lógica aristotélica. En ellos se usan recursos de la nueva lógica matemática, como las cuantificaciones que dependen de otras cuantificaciones, que no estaban disponibles en la lógica aristotélica. Si se tiene en cuenta lo que Kant concebía como lógica y las limitaciones de ésta, se comprenden mejor las razones que lo llevaron a afirmar que los juicios de la matemática no son analíticos. Por otra parte, si bien la nueva lógica permite desterrar la intuición de las demostraciones, con ello no se resuelve la cuestión de si los axiomas de un sistema geométrico completamente formalizado son analíticos, si ellos pueden deducirse de principios puramente lógicos. Para finalizar haremos algunas breves observaciones sobre el papel de la intuición en la aritmética. Los números naturales sólo pueden representarse por medio de construcciones en las que se añaden sucesivamente unidades homogéneas. Tales construcciones presuponen la intuición pura del tiempo. La definición fregeana de número no presupone la noción de tiempo. Pero para formularla se requieren las herramientas técnicas de la nueva lógica matemática.