La agresividad y los niños1. Hendrik Vaneeckhaute La palabra agresividad nos suena negativa por el uso que se le suele dar. Un niño agresivo, un conductor agresivo o una persona agresiva, nos suena mal. Pero en otras circunstancias, cuando hablamos en términos económicos o deportistas competitivos, adquiere un sentido positivo: el ejecutivo, una estrategia de expansión de una multinacional o un conductor de una carrera de coches pueden ser agresivos, incluso por ejemplo los héroes mediáticos. Así tenemos la contradicción de lo que sirve de ejemplo en la vida diaria puede ser agresivo, excepto el mismo ciudadano (o la criatura), que tiene que ser adaptado, dócil para funcionar en su entorno sin molestar. En realidad, la palabra agresividad se suele utilizar de una forma que no corresponde, se suele confundir con la destructividad, el sadismo o con la violencia personal. La agresividad es la energía generada por el instinto de supervivencia para garantizar las necesidades básicas: alimentación, temperatura, abrigo, protección, afectividad, etc. Es la energía que nos hace mover para buscar nuestro bienestar como ser humano. Un niño depende del otro, del adulto para sobrevivir, y su agresividad estará inicialmente dirigida a obtener la satisfacción de sus necesidades a través de este adulto: que sea alimentado, abrigado, tomado en brazos, etc. En otras palabras que sea cuidado por el adulto. La agresividad le hace buscar el pezón, le hace protestar cuando tiene hambre, cuando quiere estar cerca (en brazos), cuando tiene miedo, etc. También le hace defender su espacio, sus juguetes, su relación con la madre cuando viene un hermanit@, etc. La agresividad le hace ir hacia el mundo, buscar interacción, exploración, socialización. En caso que no se logra la satisfacción de una necesidad, la agresividad genera una señala de protesta. Dependiendo de la reacción del entorno a esta señal, pueden haber diferentes reacciones del niño. Ejemplos: - Método Estivil para dormir: suele funcionar porque está enfocado hacia la obtención de la resignación: el adulto no responde a la necesidad ni a las demandas de la criatura, no responde a las señales de protesta, ni a las de desesperación (por ejemplo el vómito está descrito como un ‘truco’ más de niño), y cuando se obtiene la resignación (el niño se duerme sólo, sin protestar) se dice que se ha tenido éxito. - Intolerancia al llanto: Por la reacción negativa de los adultos, un niño aprende a aguantar las lágrimas. Para ello hay una reacción física del niño: tragar, tensión muscular, control respiración, etc. La agresividad hay que verla como un impulso básico que genera una tensión que hace mover a una persona para tomar una determinada acción, destinada a lograr la correspondiente satisfacción. Por ejemplo, cuando un niño tiene hambre, a buscar comida (puede ser pedir teta, pedir algo, etc.). En la medida que la agresividad no es tolerada o no logra sus objetivos, se crean tensiones. El niño aprende a no pedir, a aguantarse, a no defenderse, a no expresar los sentimientos (de rabia, de tristeza, …). El impulso básico por lo tanto crea una tensión, pero no logra satisfacción, por lo tanto, no hay distensión. Cuando la agresividad (el impulso que crea la tensión) sí logra la satisfacción, el placer genera la distensión. En este sentido ser humano (y cualquier ser vivo) es un ser pulsativo de tensión - distensión permanente. Cuando no hay distensión, la tensión se va acumulando y puede buscar salidas alternativas para reducir el nivel de tensión. La destructividad es un acto consecuencia de sobre-tensión. Se ‘destruye’ (a objetos, al otro, a si mismo) sin aparente razón (o puede haber una sobre-reacción). Se crea un desfase entre el impulso básico y el acto consecuencia de ello. Se logra una cierta distensión, aunque no satisfacción placentera, y por lo tanto la destructividad no logra reestablecer el equilibrio placentero. La destructividad puede llegar a formar parte de la forma habitual de comportamiento de la persona, estableciendo un cierto equilibrio (incluso placer) ante el desequilibrio permanente de la frustración (displacer) generada por la represión sufrida. En palabras de Wilhem Reich: “Según la biofísica orgánica, diríamos: la frustración duradera de las necesidades primarias, naturales, conduce a una contracción crónica del biosistema (coraza2 muscular, simpaticotonía, etc.). 1 Bajo licencia Creative Comons Reconocimiento - NoComercial (by-nc): Se permite la generación de obras derivadas siempre que no se haga un uso comercial. Tampoco se puede utilizar la obra original con finalidades comerciales. 2 Reich introdujo el término de la coraza como concepto que funciona como membrana para la interacción con el medio. El carácter (la coraza caracterial) es el conjunto de actitudes y patrones que creamos como mecanismo de defensa contra el mundo exterior y contra nuestros propios impulsos que son moldeados (rechazados o reforzados) según el entorno social y la cultura vigente. La coraza caracterial se manifiesta en el cuerpo como coraza muscular (bloqueo o tensión muscular crónico). Reich afirmó que la coraza caracterial psíquica (los bloqueos emocionales) y la coraza 1 El conflicto entre el impulso primario inhibido y la coraza lleva a la formación de impulsos secundarios, antisociales. Los impulsos biológicos primarios irrumpen a través de la coraza; al hacerlo, se convierten en impulsos sádico-destructivos.” [Tomado de Análisis del carácter, nota añadido en el año 1945.] La destructividad genera violencia, pero no toda violencia es destructividad. La violencia (entre personas) es todo acto que implica que una de las dos partes es puesta o considerada en una posición de inferioridad en una situación de conflicto. [Un conflicto es una situación en la cual dos posiciones no son compatibles.] La violencia, por lo tanto, es más amplia que la destructividad. El termino agresividad se suele confundir con el de violencia o el de destructividad, pero como hemos visto, son conceptos diferentes. Los seres humanos, y por ello también las criaturas, utilizan la violencia (pegan, insultan, se autolesionan, enferman, destruyen, etc.) por tres razones: - Por defensa propia - Por imitación de comportamiento (imitan lo que ven hacer otr@s) - Por desahogo: es una forma de sacar la energía acumulada por situaciones de violencia vividas, situaciones que pueden ser de violencia física o psíquica (desde violencia verbal, no tener cubiertas las necesidades básicas, incluso por estar en ambientes no aptos (por ejemplo, con excesivos límites)) Pero las cosas no son tan simples porque no son tan fácilmente separables. Cuando por ejemplo una criatura pega a otra porque le molesta, podríamos decir que es por defensa propia, pero también podría ser que lo hace de una forma aprendida por imitación (ya que podría reaccionar de otra forma), pero la razón también podría tener frustración acumulada y el molestar de la otra criatura sólo es la excusa para desahogarse. El desahogo en realidad, en cierta forma es por defensa propia, es una válvula de escape utilizada por el organismo para sacar la energía acumulada, para des-tensionarse. Ejemplos concretos: - Un bebe no recibe la atención que necesita, llora, y al final se resigna (acto de violencia hacia si mismo). La energía (la agresividad) es utilizada para crear (mantener) bloqueos, crear coraza, autocontrolar los impulsos naturales rechazados o no atendidos por la madre o el padre. La agresividad puede convertirse en destructividad, por ejemplo morder los pezones de la madre. En el momento de morder, la madre está precisamente satisfaciendo necesidades básicas del bebe y, por lo tanto, no debería aparecer la agresividad. - A un niño de 4 años le pega otro niño de su edad: el agredido puede devolver el golpe (probablemente entrará en una escalada), puede dirigirse (más tarde) hacia otra criatura (más peque) para desahogarse, o puede ‘tragar’ el golpe (no reaccionar, mantener la energía acumulada, creando corazas, sentimientos de inferioridad, etc.). - A una niña de dos años le dejan en una guardería entre otras 20 criaturas. En esta situación es muy difícil (yo diría imposible) que queden satisfechas las necesidades básicas, por lo que se generará un alto nivel de estrés (i.e. agresividad acumulada). Esta agresividad se puede expresar de forma violenta en la misma guardería (pegar, morder, gritar, etc.) lo cual sin duda alguna será reprimido (de otra forma no es posible mantener a 20 criaturas juntas), con lo cual la niña tiene sólo una solución: guardar la agresividad, cosa que muchas criaturas no-violentas en la guardería ya han aprendido hacer. Tarde o temprano esta agresividad tiende a salir como destructividad, hacia terceros, o hacia la misma persona. - una niña de 3 aprende en casa que el más fuerte manda. Los límites se imponen por que sí; cuando se rebela, es rechazada o castigada. Muchas veces las reacciones de los padres son sutiles: una cara de desaprobación ante una actuación no aceptada, unos comentarios irónicos o humillantes, etc. La niña aprende así a resolver los conflictos de forma violenta, sobre la base de la destructividad. - un niño de 3 ve en los dibujitos cómo sus héroes resuelven los conflictos de forma violenta, lo incorpora a sus juegos de imitación, y repite las actuaciones hasta que forman parte de su propia interacción. El niño aprende a resolver los conflictos de forma violenta sobre la base de violencia aprendida. La destructividad es la salida violenta de la agresividad acumulada por no haber encontrado satisfacción/placer. La satisfacción de la necesidad desactiva la agresividad, ya que no está en peligro la supervivencia (y/o el desarrollo). Impedir la salida de la energía acumulada no es ninguna solución, hay que buscar las causas, y a la vez acompañar para que haya salidas menos destructivas. Cosa muy complicada porque la rabia está allí y sale en un determinado momento, muscular somática (los bloqueos musculares) son funcionalmente idénticas, son dos caras de la misma moneda bajo dos puntos de vista: el psíquico y el somático. El origen de la coraza está en las vivencias (traumáticas) infantiles que pueden dar lugar a una coraza flexible o rígida, según el entorno en el cual se desarrolló la criatura. 2 muchas veces en un conflicto puntual con otra criatura. Si paramos el conflicto violento de forma inmediata (para impedir que se hagan daño) y les negamos la expresión del enfado y de la rabia estaremos tapando la salida de la agresividad acumulada. (Una buena estrategia en el caso de dos criaturas que han entrado en una escala violenta puede ser separar a las criaturas para que no se hagan daño, pero dejar que se siguen expresando con energía (rabia) hasta que se tranquilicen. Una vez superado el desahogo, ya pueden entrar otra vez en una comunicación constructiva y buscar solución al conflicto.3) Es complicado porque podría darse el caso de resolución de conflicto de una forma violenta porque así se ha aprendido, o se puede estar en una situación en la cual el conflicto es una mera excusa para sacar agresividad acumulada o incluso, una combinación de varias cosas. Ni la agresividad, ni la destructividad son malas, ninguna de las dos puede ser tapada o redirigida a la fuerza, porque volvemos a incidir en la causa del problema. La agresividad, en entornos saludables, apenas se manifiesta y en la medida que madure la criatura la canaliza de una forma no violenta. La destructividad tiene que ser tratada de una forma coherente e integral para que desaparezca la causa, y a la vez se debe permitir un desahogo que no implique violencia real (hacia personas). [Ver también el apartado ‘pegar a la madre/al padre’.] Es difícil buscar un equilibrio entre la intervención y la autorregulación. Sólo puede ser abordado desde una visión coherente y un trabajo permanente. La única buena solución es la prevención: asegurar que las criaturas tengan entornos adaptados a sus necesidades de desarrollo. Siendo claros, a una niña de 2 años no hay que llevarla a una guardería. Es la única solución buena. A un niño de 6 años, habrá que mostrarle otras formas de resolver conflictos, o enseñarle a expresarse de otra forma que no sea a través de golpes. Podemos facilitarle otros entornos seguros dónde el golpear forma parte de un juego simbólico y así ayuda a descargar. La televisión/el ordenador (todo lo que son películas, dibujitos, juegos) no suelen ser buenas referencias, por no decir perjudícales a todas las edades: para bebes por su inadecuado estímulo, para los que son ya un poco más mayores, por su contenido violento. La intervención, por lo tanto, debería estar enfocada hacia el logro del máximo de desahogo, manteniendo el entorno seguro para todas las criaturas. Y eso sólo es factible cuando hay un trabajo de prevención permanente, y por lo tanto el nivel de desahogo es asumible en el entorno. Lo que puede ser asumible depende del grado de maduración y desarrollo de los niños y de las personas acompañantes (cuidadores, m/padre, etc.). Un factor clave es la capacidad de los acompañantes de manejar las diferentes situaciones. El miedo El miedo es un principio de conservación del ser humano: ante un peligro inminente puede generar la paralización o la huida, según las circunstancias. Es un mecanismo muy potente, que sólo debería activarse para lo que sirve: para los casos de peligro inminente. Utilizar el miedo para fines educativos es muy perjudical porque es una fuente de bloqueos y tensiones profundos. La represión de la agresividad se suele hacer a través de la violencia (desde el castigo hasta el cachete y la paliza) o la amenaza al castigo. Las dos formas se basan en la creación del miedo como mecanismo corrector de la actitud o reacción de la criatura considerada como no adecuada. Y la agresividad que muchas veces acompaña los deseos de la criatura o que surge en momentos puntuales de desahogo, pocas veces es considerada como adecuada. El miedo bloquea el desarrollo del placer y por lo tanto condiciona mucho el desarrollo sano de las personas. [Todos los seres vivos se desarrollan de forma óptima en situaciones de equilibrio, situaciones de placer, desde las plantas que en condiciones de equilibrio de nutrientes – clima – luz se desarrollan más vigorosamente hasta los seres humanos que en un entorno con estímulos adecuados y satisfacción placentera de las necesidades básicas se sentirán plenamente felices.] Pegar a la madre/ al padre Un tema que merece una atención especial es el de pegar a la madre/ al padre por la gran carga emocional que puede conllevar y el mayor efecto en las criaturas de la reacción por parte de la madre o del padre. Hay que distinguir dos temas: - La edad: no es lo mismo un niño de 8-9 años que uno de 3 - 4. - La frecuencia: no es lo mismo una descarga puntual, que un hábito. A una criatura de 8 años, podemos impedir físicamente que llegue a pegar, y explicarle cuando está tranquilo que entendemos que esté enfadada, pero no me gusta que me haga daño, que hable las cosas, etc. Para una criatura de 3 que en una rabieta pega a su madre, mejor sólo intentar amortiguar los golpes. En ese momento sí podemos intentar hablar con ella, decir cosas como entiendo que estás enfadada por tal y tal, etc. Expresarle comprensión 3 El tema de resolución de conflictos se trata en otro texto: ‘Conflictos entre criaturas’ del mismo autor. 3 por su enfado (acompañarle a pesar de la descarga contra la madre o el padre). Y sobre todo, cuando se ha tranquilizado, buscar junto con ella las causas y una solución para el conflicto y la frustración. Una criatura de 4 años que pega o insulta con intención de hacer daño como forma habitual de descarga (destructividad), habrá que cuestionarse profundamente lo que le va mal, buscando las causas, con ayuda profesional. Cuando una criatura de 3-4 años pega puntualmente a su m/padre, no creo que en algún momento le falte al respeto, ni mucho menos quiera hacerle daño de verdad. Es puro desahogo puntual, nada más. Creo que el dolor físico que podemos sentir en un momento puntual de un golpe de una criatura de 3-4 años, no deberíamos considerarlo como un acto de violencia, porque no tiene esa intención. Lo que nos puede doler es lo que nos imaginamos que nos hace daño: que es una falta de respeto, que es una rebelión contra nuestra autoridad, que es algo a lo que tememos que se nos vaya de las manos si no lo paramos en seco, etc. Este miedo del adulto, o este no saber cómo reaccionar, despierta una reacción autoritaria, represora del adulto como mecanismo automático (enseñado) defensivo para no quedar en una posición de inferior. En un conflicto entre dos personas (y ahora estoy hablando en general), como adulto, siempre podemos tener dos actitudes cuando nos sentimos atacados: 1) sentirnos la víctima, y reaccionar desde allí, o 2) tomar distancia y tratar de entender al otro, no ver su agresión como algo personal contra nosotr@s, pero como algún problema del otro que no ha sabido resolver de otra forma. Desde este punto de vista, nos sentiremos mucho más tranquilos para abordar el conflicto. Aquí pasa igual, una criatura de dos años no nos ataca, no nos quiere hacer daño, es una descarga puntual. Cuando una criatura de 2-3 años, en una rabieta pega a su m/padre, lo hace desde la frustración, desde la rabia que le inunda, y lo sano es que lo saque. Lo hace desde la inmadurez emocional, social e intelectual, sin ninguna intención de hacer daño a nadie, y menos a su m/padre. Lo hace desde la búsqueda del ‘placer’ que significa un desahogo natural de la energía generada por la frustración. En la medida que vaya madurando la criatura aprenderá a manejar mejor las emociones, los límites, puede ir entendiendo las explicaciones, etc. Me duele / me has hecho daño. Cuando un niño pega a su madre o padre, o si le hace daño en un juego más activo de forma accidentado, podemos expresar nuestro dolor de una forma ‘realista’, pero sin incluir una carga adicional. No es lo mismo decirle: ‘me duele’, que decir ‘me has hecho daño’. Creo que es importante señalar que tenemos que buscar la causa de la reacción de la criatura y no limitarnos en querer corregir la respuesta considerada inadecuada. Lo más probable es que una criatura pegue a su p/madre (o cuidador(a), en el momento de poner un límite. Si llega a pegar alguna vez, creo que no pasa nada, porque es algo aislado. Si pasa a menudo, y no desaparece al madurar, puede ocurrir por varias razones: - Porque ponemos los límites de una forma poca adecuada - Porque hay un exceso de límites - Porque la criatura utiliza los momentos de fijación de límites, para descargar energía acumulada en otros momentos en los cuales se le ha frustrado. Insistir: ‘no pegues’, ‘no hagas daño’, etc. o no funcionará o funcionará pero se estará tapando una válvula de escape por algo que está yendo mal y puede ser contraproducente. Ninguna criatura pega porque sí, y menos a su p/madre. Algo hay detrás y creo que no se trate de enseñarle un comportamiento más adecuado, sino de buscar lo que hay detrás, en la fuente de ese comportamiento. Y tener claro que esta fuente está en el entorno del niño, él o ella sólo refleja que algo ha pasado o está pasando. La competitividad La competitividad, entendida como querer vencer a costa del otro, no es natural dentro del ser humano, es algo enseñado/aprendido y típico de nuestra sociedad occidental materialista. Se estimula cuando los entornos no están adaptados a las necesidades de las criaturas (luchan por obtener la atención del adulto o por los objetos que más llaman la atención), y principalmente está instrumentado desde la televisión que por todos lados intenta difundir el modelo superior-inferior / bueno-malo / ganador-perdedor. Es algo difícil de evitar por estar tan omnipresente. El manejo de las situaciones en las que surge la competitividad es importante, y sobre todo no estimularlas. Cuando surgen comparaciones podemos destacar cualidades de cada uno (cada uno quiere ser especial), y dejar claro que cada uno es de una forma y que existen muchas formas. Cuando les hablamos de lo guap@s que son nuestr@s hij@s, lo acompañamos con el ‘para mi’: ‘Para mi eres el/la más guapo/guapa’. La lucha como juego entre niñ@s La lucha como juego, cuando las dos criaturas están de acuerdo, es una forma de tomar contacto con el otro cuerpo, buscar los propios límites, y es un juego que forma parte de un proceso de maduración. No necesariamente tiene que ver 4 con la agresividad o la destrucción. Hace falta que haya unas reglas claras y el acompañamiento de un adulto, porque puede pasar que en los momentos de la lucha se destapona frustración acumulada y una de las criaturas no se controla. La lucha con armas es un juego simbólico, con una base claramente violenta que incorpora en el comportamiento de las criaturas conceptos de rivalidad, competitividad, ganador/perdedor, etc., pero sobre todo destrucción4. El placer de una lucha sin armas está en la toma de contacto con el otro cuerpo, en la energía que fluye entre los cuerpos, en la cercanía. Cuando se utilizan armas se toma distancia del cuerpo del otro, y el objetivo es el contrario: destruir al otro, no sentirlo. El arma es el símbolo del poder violento, represivo y no se deberá introducir en el juego (simbólico) como algo sin importancia. El juego simbólico es la forma en la cual las criaturas asimilan comportamientos, hacen suyos conceptos y actuaciones. ¿Queremos que el uso del arma forme parte de la actuación de nuestros hijos e hijas? A veces se compara con la lucha de los cachorros (o de los perros), pero no tiene mucho sentido porque son animales domesticados y funcionan socialmente de una forma completamente distinta al modelo de un animal humano. Los seres humanos son seres sociales, que necesitan un tejido social para poder sobrevivir y vivir de forma sana. Por ello buscan el placer de la colaboración que siempre es mayor que cuando haya ganadores y perdedores. Los seres humanos no establecen jerarquías de forma natural. La lucha con adultos La lucha con el adulto puede tener gran significado para una criatura, sobre todo si el adulto sabe jugar (y perder). Al contrario, si el adulto entra en el juego de lucha como si fuera una competición, y/o lo utiliza para descargar su propia frustración y/o lo utiliza para dejar claro su supuesta superioridad, la lucha no será un juego para la criatura, pero una fuente más de frustración. Saber jugar, significa que respondemos adecuadamente a las diferentes situaciones que surgen durante la lucha, cuidamos que nadie se haga daño, y que el niño o la niña salga content@ y ‘descargad@’ de la lucha. Eso significa seguramente que en el juego nos dejamos vencer, morir, caer herido las veces que haga falta. La lucha con el adulto tiene un gran valor simbólico para la criatura. Siempre tiene que estar claro que estamos jugando, y que jugando todo es posible. Pero, aunque estemos jugando, en el juego pueden surgir de forma inconsciente, muchos sentimientos, deseos, frustraciones, etc, que se visualizan de forma simbólica. Pegar al adulto con objetos blandos, vencer al adulto, matarlo, incluso comerlo es una buena forma de descargar frustraciones de la criatura, de incorporar (de forma simbólica) la fuerza y el poder del adulto, Pero necesita de un adulto suficientemente sano como para saber que está jugando y que no proyecta en el juego sus propios miedos, frustraciones y vivencias inconscientes. Tiene que estar claro en todo momento que el juego es de la criatura. Jugando todo es posible, y por lo tanto se abren las puertas del mundo de la fantasía y del inconsciente. Una sesión de lucha, bien jugada, establece una relación de confianza muy diferente entre la criatura y el adulto. Al contrario a lo que se podría pensar, el adulto no perderá su autoridad natural, ni quedará ridículo por haber sido vencido en un juego de lucha con una criatura. El niño o la niña se saben dependientes de los adultos, y saben distinguir el momento del juego de los otros momentos. Falta de conflictos y límites Un entorno sobreprotector que conlleva una falta de conflictos, puede tener como consecuencia criaturas incapaces de afrontar la realidad de la vida. En estos entornos, la agresividad vital natural es ahogada, edulcorada y en el fondo no es permitida. La vida y la realidad están llenos de límites, de elementos que estorban el equilibrio y la paz, y son justo estos elementos que aseguran que haya estímulos suficientes para una buena interacción de la criatura con la realidad, con la vida, y por lo tanto permiten un desarrollo sano y equilibrado. Una criatura que crece en un entorno donde nunca haya nada que moleste, donde nunca haya conflictos, donde todos los posibles límites son evitados y suavizados para no crear molestias, no tendrá recursos para afrontar la realidad de la vida. No sabrá gestionar ni las propias emociones ni las de los demás. Puede convertirse en una persona extremadamente tímida, que no quiere molestar nunca a nadie, o al contrario, puede convertirse en un tirano. No significa que haya que crear conflictos de forma artificial, pero sí que hay que integrar a las criaturas en la vida, claro está, siempre respetando sus necesidades y su proceso de desarrollo. Los adultos son los guías y llevan a l@s niñ@s pequeñ@s a diferentes sitios, en diferentes momentos. El instinto A veces se habla de los instintos para justificar o explicar los comportamientos violentos o destructivos. Pero sólo se reconocen básicamente dos instintos: la supervivencia (la agresividad) y la sexualidad (la búsqueda del placer). Dependiendo de la escuela psicológica se pueden encontrar denominaciones distintas, o llegar a fundirlas en uno: la agresividad es la energía que acompaña la búsqueda del placer. [Placer entendido como la satisfacción de las necesidades básicas en cada momento y fase del desarrollo del ser humano.] 4 Aquí cabe introducir un matiz: las armas pueden ser utilizadas de muchas formas, una pistola, una flecha puede ser disparada hacia una diana, incluso una lucha con espadas entre dos criaturas puede ser un juego, siempre y cuando las criaturas no lo utilizan como arma destructor del otro. La carga (necesidad de desahogo) que llevan las criaturas puede ser determinante en el uso de las armas. 5 Como hemos argumentado antes, ni la agresividad, ni la destructividad son malas. Un comportamiento destructivo es una señal de que algo va mal, es sólo un síntoma. Tenemos que intervenir a dos niveles: 1) proteger a las víctimas y proteger al que ejerce la violencia porque algo le va mal, y 2) buscar la causa. Reprimir estos comportamientos no es saludable. A veces se utiliza también el egoísmo como raíz natural de la violencia. El bebe al nacer es egocéntrico, para él, todo gira a su alrededor. En la medida que madura ese sentimiento va desapareciendo y la criatura va tomando consciencia de sí misma y del resto del mundo. El egoísmo no es un instinto, sino una patología. Prevención: Entornos adaptados, información y formación. Por entorno entendemos tanto el entorno emocional como físico. El entorno emocional adecuado asegura que los niños, en todo momento, tienen cubiertas sus necesidades emocionales, afectivas, intelectuales y físicas. Este entorno asegura que los niños se sienten amados y aceptados, lo cual permite que no entren en un proceso de sobreactivación de su agresividad como forma de buscar salida a las frustraciones y a las llamadas de atención. Por entorno físico entendemos un espacio seguro, sin peligros activos, con materiales adecuados y suficientemente amplio. En un entorno con demasiados límites, donde no hay suficientes posibilidades de libertad de movimiento o donde los materiales no son adecuados o suficientes, las tensiones suelen crecer rápidamente. El entorno físico adecuado asegura que los niños se sienten con seguridad y autonomía para jugar, experimentar y para dar salida a la curiosidad además del deseo de entender y aprender. Para asegurar un entorno emocional adecuado hace falta que l@s m/padres y/o cuidadores estén san@s, informad@s y formad@s. Una criatura sana, que encuentra entornos respetuosos, se autoregulará y buscará el placer, [y para ningún ser vivo sano, el placer se encuentra en el hacer daño a otro ser vivo] como todos los seres humanos sanos. El problema no está en la criatura, sino en el hecho de que es muy difícil mantener el entorno sano. Nuestra lucha diaria se tiene que orientar a sanear el entorno (incluid@s nosotr@s mism@s), para que la criatura se desarrolle de una forma sana. Tenemos que ir más allá de repetirles mil veces que no peguen o que no hagan daño. No funciona si no les damos ejemplos distintos, entornos distintos, si no nos cuestionemos a nostr@s mism@s constantemente. Repetirles mil veces ‘no pegues/no hagas daño’, no tendrá efecto alguno porque lo que ven en su entorno es todo lo contrario. Pero si vamos más allá, e intentamos entenderlos, intentamos entender porque han pegado, entonces se sentirán entendidas, aceptadas y amadas, y desarrollarán la autoestima suficiente para que no les haga falta utilizar la violencia/destructividad para expresarse. 6