PERSPECTIVAS Lo apetecible de las elecciones La enorme cantidad de partidos políticos que han anunciado su participación en el evento electoral confirma la dispersión del fenómeno político, las dificultades para ponerse de acuerdo en la conformación de alianzas, el deseo de aglutinar poder en espacios de confianza, familiares y no compartirlo con nadie más. El escenario apunta a continuar con la dispersión de los actores políticos, elemento que provocará situaciones de difícil gobernabilidad. Los partidos, especialmente los de mayor maquinaria electoral, se preparan a todo vapor para una contienda que se vive en forma distinta, según la importancia de cada uno de los territorios. No todos los distritos electorales tienen la misma importancia aunque los discursos quieran disfrazar esa realidad. Se requieren estrategias diferenciadas por los espacios de poder que están en competencia. Cualquier partido reconoce que, con el afán de utilizar con cierta racionalidad sus recursos humanos, organizativos y financieros, deben acentuar su trabajo en los distritos electorales donde hay mayor opción de capitalizar espacios. El distrito central, y los Departamentos de Guatemala, Huehuetenango, San Marcos, Alta Verapaz y El Quiché son los más apetecibles. Queda por verse si se repetirá la tendencia de los eventos 1999, 2003 y 2007, donde dos o tres partidos ganaron las mayores cantidades de curules y alcaldías, con lo cual ejercieron mayor dominio; dejando a las otras opciones en un plano secundario utilizado para negociaciones temporales, conseguir ciertas ventajas y recursos para chances posteriores. Carteles de la droga nacionales, zetas, contrabandistas, traficantes y toda la gama de redes de la criminalidad seguramente están participando en el proceso electoral bajo diversas fórmulas: financian campañas a través de testaferros; impulsan candidaturas de personajes grises, algunas para competir y otras para disuadir; se aprovechan del momento para modificar o acentuar sus negocios; afianzan sus espacios para controlar instituciones públicas locales y del nivel central en sus territorios y así garantizar la continuidad de sus quehaceres. La reciente captura de capos nacionales recompone estructuras, desplaza financiamientos y favorece nuevos acuerdos con quienes se dejen. Es posible que alguno de los partidos escape a esta realidad? Sus líderes nacionales poco sabrán al respecto o se lavarán las manos, dejando que las estructuras de control interno se encarguen de estos asuntos para quedar bien con todos los implicados y fortalecer sus nichos de poder que más tarde usarán como valor de cambio para negociar mejores espacios y recursos. Renzo Lautaro Rosal rlrosal@yahoo.es