Fuentes y palmeras: judíos y gentiles y su rol en la

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Bamidbar (Números) 33:1-36:13
Haftara: Yirmeyahu (Jeremías) 2:2-28; 3:4.
Fuentes y palmeras: judíos y gentiles y su rol en la redención.
En esta semana arribamos a la última parasha del libro de Bamidbar, generalmente esta parasha
es leída junto a la parasha Mattot. En un año judío que tiene doble mes de Adar, es leída
individualmente. En ella leemos un recuento de las jornadas de los hijos de Israel, instrucciones
sobre la entrada a la tierra y los limites, las ciudades que se darían a los levitas, ciudades de
refugio y la reglamentación sobre el matrimonio de mujeres herederas de tierra, como las hijas de
Zelofehad.
Dentro del recuentro de las salidas, algunas estaciones de los hijos de Israel son recordadas con
comentarios breves de Moshe, mientras que otras son simplemente mencionadas. Una de estas
estaciones es Elim, tal como está escrito:
“Salieron de Mara y vinieron a Elim, donde había doce fuentes de aguas, y setenta palmeras; y
acamparon allí.” (Bamidbar [Números] 33:9).
En Elim había doce fuentes de agua (‘Enot Mayim) y setenta palmeras (Temarim). Frecuentemente
se entiende que esto es una alusión a las doce tribus de Israel y las setenta naciones. Como hemos
mencionado anteriormente, en el judaísmo decir “setenta naciones” es equivalente a “toda la
humanidad”; esto debido a que en Génesis 10 se contabilizan a 70 naciones sin contar a Shem y
Heber, ancestros de Israel.
El cuadro descrito en Elim provee una hermosa analogía del ideal de Hashem para Israel y las
naciones: Israel es la nación escogida para traer al mundo su palabra y al Mesías. Espiritualmente
las doce tribus de Israel son doce fuentes de aguas que traen al mundo entero lo necesario como
un canal de bendición. Las naciones se benefician de la nación sacerdotal y obtienen ricas
bendiciones de Israel.
Esto no es nuevo, desde el inicio Hashem dijo a Abraham: “Y haré de ti una nación grande, y te
bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a
los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” (Bereshit
[Génesis] 12:2-3).
Hashem dice que haría de Abraham “una gran nación” (Israel) y que en él, serían benditas todas
las familias de la tierra (la humanidad). Este fue el ideal de Hashem en los albores de este mundo y
algo trascendental a la hora de comprender su programa redentor. En síntesis, Israel es la nación
sacerdotal para bendecir al mundo, su elección no es la exclusión del mundo, sino el medio para
bendecir al mundo.
Esto ha sido a menudo mal interpretado por muchas personas, la distinción sana y sin
discriminación entre judíos y gentiles es objeto de confusión desde el primer siglo hasta este
mismo día. Podemos identificar por lo menos tres etapas de creencias erróneas en torno a esta
división puesta por Hashem:
1. Nomismo de pacto.
En el siglo primero existía una creencia errónea en muchos judíos, la erudición moderna (E. P
Sanders por ejemplo) lo ha llamado “Nomismo de pacto”. ¿Qué es esto? Es la creencia de
salvación por ser judío o convertirse en judío. Es decir, Israel es el pueblo de pacto, para tener
parte en el mundo venidero basta con ser de ese pueblo y tener una adherencia mínima a los
mandamientos para asegurar permanecer en él. Si alguien no es judío, entonces debe de proceder
a circuncidarte, esto es, convertirse legalmente en judío y entrar al pueblo de pacto y permanecer
ahí.
Esto explica el porqué de las palabras de Juan el Bautista: “¡Generación de víboras! ¿Quién os
enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis
decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios
puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.” (Mateo 3:7-9).
Esto también explica porque muchos creyentes en Yeshua insistían en circuncidar a los hermanos
gentiles que se adherían al movimiento de Yeshua. La circuncisión en este contexto significa
conversión al judaísmo. De esto leemos que muchos enseñaban: “Si no os circuncidáis conforme
al rito de Moisés, no podéis ser salvos.” (Hechos 15:1). Para ellos ser judío y mantenerse dentro
del pueblo de pacto por adherencia modesta a los mandamientos, equivalía a un destino eterno
favorable.
Esto explica porque Pablo luchó incansablemente para erradicar esta teología nociva del
movimiento de Yeshua. Pablo claramente percibía que la voluntad del Eterno no es que todos
fueran judíos, las profecías de la era Mesiánica hablan de un Israel restaurado, con el Mesías
reinando en Jerusalén, el tabernáculo caído de la casa de David siendo levantado en el reinado
Mesiánico y gentiles viniendo a Jerusalén y aprendiendo del Mesías. Decenas de profecías de la
era Mesiánica incluyen a Israel y las naciones. Si todo el mundo se convierte al judaísmo,
perdiendo su nacionalidad y pasando a ser parte de Israel, ¡no habría más naciones!
Pablo entendió esto, al igual que Jacobo en Hechos 15 y luchó por el derecho de los creyentes
gentiles a permanecer siendo gentiles. Al grupo de gentiles que abandonan la idolatría, viven
según las leyes universales de la Torah y adoran al Dios de Israel, se les llama en la teología judía
“Temerosos de Dios” (Yire Elohim), este título es conocido desde antaño y también mencionado
por Pablo (Ver Salmo 135: 19-20, Salmo 118:1-4, Hechos 13: 16).
E. P Sanders en su libro Paul and Palestinian Judaism presenta evidencia sobre la existencia de
“Nomismo de pacto” en los primeros siglos, y como Pablo no estaba de acuerdo con esto.
En síntesis la creencia errónea del primer siglo, ahora conocida como “Nomismo de pacto”
empañaba y hasta borraba la diferencia entre judío y gentil, al decirle al gentil que debía hacerse
judío.
2. Teología del reemplazo o “Supersesionismo”.
Después del error de la primera parte del siglo, otra creencia errónea y peligrosa surgió ahora del
lado gentil. Ignacio y Justino Mártir fueron los dos máximos y principales promotores de esta
visión. La teología del reemplazo, conocida también como “Superssesionism” entre los
anglosajones, es la creencia que indica que Dios ha desechado al pueblo judío y lo ha reemplazado
con la iglesia. El pueblo judío no tiene más derechos de pacto con El Eterno y ahora deben
convertirse en cristianos para ser parte del pueblo de Dios. La mayoría de formas de esta teología
también niegan el derecho del pueblo judío de la tierra de Israel.
Los libros de los padres de la iglesia están empapados de esta manera de pensar en su gran
mayoría. La forma más ruda y violenta de esta, se encuentra quizás en los escritos de Agustín y de
Crisóstomo. Este ultimo llamando al pueblo judío “los asesinos de Dios” y diciendo “Dios odia a los
judíos y yo también los odio”.
La teología del reemplazo aún subsiste sutilmente en círculos protestantes y católicos. En la edad
media, una “prueba” de conversión para un judío que había pasado a ser cristiano, era comer
cerdo u otra cosa que significaba una clara violación de la Tora. Con esto, la iglesia presentaba a
cada judío converso como un trofeo y como símbolo de su superioridad sobre el pueblo de Israel.
La teología del reemplazo socava y elimina la diferencia entre judío y gentil, al decirle al judío que
debe de volverse gentil para ser aceptado por Dios. A esto se le ha llamado “Galatanismo inverso”
ya que promueve lo contrario de los oponentes de Pablo en Galacia: El judío debe de hacerse
gentil para ser aceptado por Dios.
3. “Una Sola ley” (One law theology)
La teología “Una sola ley” es una creencia muy popular entre círculos de gentiles mesiánicos. Su
auge es reciente relativamente hablando; la mayoría de adherentes a esta teología son gentiles
mesiánicos que previamente formaban parte del protestantismo clásico pero lo abandonaron en
malos términos por sus errores en torno a la Torah y al pueblo judío (ciertos caraítas son una
excepción a esta regla, al creer una forma de esta postura).
Esta teología declara que no hay diferencia de aplicación en los mandamientos de Dios. Tanto
judíos como gentiles deben de guardar toda la Torah de igual manera, el “cuento” de las siete
leyes de Noé, o de mandamientos que aplican únicamente al pueblo judío y no a los gentiles, es
concebido como “mito rabínico”.
Esta creencia surge de un énfasis desmedido a ciertos versos de la torah en donde se menciona la
frase “una sola ley”; los versos más comunes son Shemot (Exodo) 12:49 y Bemidbar (Números)
15:15-16. Veamos esos versos:
"Mas si algún extranjero morare contigo, y quisiere celebrar la pascua para El Eterno, séale
circuncidado todo varón, y entonces la celebrará, y será como uno de vuestra nación; pero
ningún incircunciso comerá de ella. La misma ley será para el natural, y para el extranjero que
habitare entre vosotros."(Exodo 12:48-49).
"Un mismo estatuto tendréis vosotros de la congregación y el extranjero que con vosotros mora;
será estatuto perpetuo por vuestras generaciones; como vosotros, así será el extranjero delante
de El Eterno. Una misma ley y un mismo decreto tendréis, vosotros y el extranjero que con
vosotros mora." (Números 15:15-16).
Al examinar el contexto de Exodo 12:48-49 y de Números 15:15-16 nos damos cuenta que ambos
hablan de aspectos particulares y específicos y que no buscan ser la generalidad. Exodo nos habla
de la celebración de la Pesaj (traducida como "Pascua") y Números nos habla de las ofrendas
traídas al tabernáculo y luego al Templo. Si (y solo si) un extranjero quería participar de dichas
cosas, debía de hacerlo con las mismas reglas de un hijo de Israel. Si quería comer la Pesaj, debía
de tener el mismo requisito que un hijo de Israel: ser circuncidado; de igual manera, si quería traer
una ofrenda, debía hacerlo con las mismas reglas.
El simple hecho que tenga que especificarse que para esas circunstancias, debía haber una sola
ley, prueba que para otras no había la misma obligación. Por ejemplo, un no judío no tenía que
utilizar tzitzit (borlas) en sus vestidos (Números 15:37-41); tampoco está obligado a poner Mezuza
en su casa (Deuteronomio 6:9), ni tampoco estaba obligado a guardar todos los mandamientos de
identidad israelita, que cada judío debe hacer. Dichos versos, no pueden usarse para implicar el
hecho de una misma obligatoriedad ante la Torah.
En la Torah encontramos leyes para toda la humanidad, leyes adicionales para el pueblo judío,
leyes adicionales para levitas, sacerdotes, el sumo sacerdote, el Rey de Israel, etc. Nadie es
culpable por transgredir un mandamiento que no es obligante para él, sino para otro grupo (Para
más información ver nuestro articulo “¿Una sola ley?” que puede encontrarse en
http://mikdashmeat.com/archivos/benei%20noaj/una%20sola%20ley.html)
En círculos mesiánicos que se adhieren a la teología “Una sola ley”, parece haber un mal
entendido de identidad en todo su andamiaje. La razón por la que muchos quieren ser
reconocidos en el pueblo físico del Eterno (Israel), o quieren ser llamados “judíos”, es porque no
entienden que ser gentil también incluye un rol profético asombroso.
Al haber descubierto la rica savia del olivo, Israel y la hermosura de la torah, el creyente de origen
gentil puede pensar que no hay un llamado profético para alguien de las naciones, a no ser que se
haga judío por lo menos en la práctica. Al considerar tantas profecías de restauración de Israel, el
fin del exilio, la reunificación de los exiliados, el reino de Israel, la vuelta de las tribus a su tierra, el
creyente gentil se siente fuertemente impactado y sea como sea, debe de buscar compartir ese
destino.
Lo que a menudo no es enseñado entre estos círculos es una verdad muy importante: Hay un rol
profético de Elohim para el judío, y también hay un rol profético para un no judío. Ambos son
importantes en el plan del Eterno, ambos tienen un llamado, ambos tienen que cumplir un
propósito permaneciendo siendo lo que son. El creyente gentil atraído por las raíces hebreas de su
fe, debe de saber que incluso ¡hay profecías del plan de Hashem que solo un no judío puede
cumplir!
¿Cuáles son estas profecías? Echemos un vistazo a una de ellas:
“Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno,
las misericordias firmes a David. He aquí que yo lo di por testigo a los pueblos, por jefe y por
maestro a las naciones. He aquí, llamarás a gente que no conociste, y gentes que no te
conocieron correrán a ti, por causa de El Eterno tu Dios, y del Santo de Israel que te ha
honrado.” (Isaías 55:3-5).
Al inicio de la profecía, Hashem habla a Israel diciendo que hará un “pacto eterno” (alusión al
“nuevo pacto” hecho con Israel en Jeremías 31:31). Luego dice que el Mesías, poéticamente
llamado “David”, sería puesto como testigo a los pueblos y Maestro a las naciones. Gente que no
conoció de Hashem, de Israel y de Jerusalén, correrán a aprender los caminos de Hashem para su
vida.
¿Quién puede ser el cumplimiento de esta profecía sino un no judío? Gente que no conoció, será
atraída a Hashem por su Mesías, quien sería el “Maestro de las naciones”. El Mesías vendrá a
restaurar a Israel y también a ser luz de las naciones y Maestro de las mismas. AMBAS COSAS SON
CIERTAS.
Un no judío creyente en Yeshua, es el más capacitado para influir en su propia cultura y hacer que
el reino de los cielos sea establecido en todo su esplendor. Un gentil creyente debe de ser el
máximo baluarte contra el antisemitismo en su país (Un judío no porque se puede decir: ¡Claro es
judío, como no se va a defender!).
Un gentil creyente es el cumplimiento de un cumulo de profecías. En Hechos 15, Jacobo ve como
Amos profetizó que el tabernáculo caído de David estaba siendo levantado en Yeshua El Mesías.
Esto es acompañado por gentiles que invocan el nombre del Eterno (Hechos 15: 14-18). Si Yeshua
es el Mesías, se debe esperar que se cumpla esto; entorpecer esto, es poner un tropiezo al reino
de los cielos. Pablo lo sabía, Jacobo lo sabía, Pedro o sabía ¡Lástima que muchos no parecen
saberlo!
Tan es así, que Pablo nos dice cual era la regla general que él daba a judíos y gentiles:
“Pero cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga; esto ordeno
en todas las congregaciones: ¿Fue llamado alguno siendo circunciso? No quite las marcas de la
circuncisión. ¿Fue llamado alguno siendo incircunciso? No se circuncide.” (1 Corintios 7:17-18).
Esto era lo que Pablo estableció EN TODAS LAS CONGREGACIONES, cada uno debe permanecer en
el estado en el que fue llamado. El judío “no debe de borrar las marcas de la circuncisión”, esto es,
debe de seguir siendo judío observando toda la Torah, incluyendo los mandamientos de señal de
pacto que son los distintivos de todo hijo de Israel, y que lo diferencian de las naciones (esto ha
sido obscurecido por la traducción “Quédese circunciso”). El no judío no debe de convertirse en
judío. Cada uno permanece en el estado en el que fue llamado.
Esto no quiere decir que el judío es superior o vale más delante de Dios. En el cuerpo del Mesías
hay distinción entre judíos y gentiles, hombre y mujer, pero no hay discriminación. Unidad e
igualdad no es similar-idad.
Esto tampoco quiere decir, que no hay posibilidad de conversión al judaísmo en el cuerpo del
Mesías. La regla general de Pablo y del judaísmo en sí, puede tener excepciones en donde un
gentil puede convertirse en judío. Sin embargo esta es la excepción a la norma, y no la norma
misma. El solo hecho de que únicamente encontramos una excepción en todos los escritos
apostólicos debe de hacernos ver la clara norma general y la rareza de la excepción (Si
consideramos que Timoteo no era “tan gentil que digamos”, pues su madre era judía, la excepción
es más marcada. Ver Hechos 16:1-4).
Finalmente, esto tampoco implica que un gentil está excluido de la mayoría de aspectos de la
Torah. A pesar que un gentil creyente únicamente está obligado a los mandamientos universales
(No matar, no idolatría, no comer sangre, no robar, etc.) esto no significa que está excluido de
guardar más, si es su deseo y si se hace correctamente.
Autoridades como Shelomo Bar Ron y Chaim Kanievsky, establecen que un no judío puede guardar
incluso algunos mandamientos que son únicamente obligantes para el judío (tefilin, Tzitzit,
Mezuza) si es su decisión, siempre y cuando se haga correctamente evitando dar la idea de que
son judíos (Por ejemplo, poniendo Mezuza dentro de su casa y no afuera).
Conclusión.
Tanto judíos como gentiles tenemos un papel importante y trascendental en el programa de
redención de Hashem. El pueblo judío debe de seguir cumpliendo con toda la Torah y con la halaja
en el sentido estricto del concepto y los creyentes gentiles, deben de andar en justicia
ordenadamente. No hay espacio para los sentimientos de inferioridad o superioridad cuando
entendemos esto.
Como bien lo expresara la judía creyente en Yeshua, Jordan Levy: “los gentiles tienen una igual
porción y llamado con los judíos para reparar el mundo y traer el reino de Dios” (Messiah
Journal 112, “the crowning jewels of the Nations”, Jordan Gale Levy, First Fruits of Zion,
800.775.4807, www.ffoz.org. Traducción libre).
Que El Eterno haga que más y más personas entiendan el llamado divino para sus vidas, sepamos
construir Shalom, y hagamos que su Ungido Yeshua de Nazaret se aproxime
¡Amen Ken Yehi Ratzon!
‫שבת שלום‬
¡Shabbat Shalom!
Yitzjak
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