TEMA 10. EL ESPACIO RURAL Y LOS CONDICIONANTES DE LA ACTIVIDAD AGRARIA EN ESPAÑA. CONDICIONANTES DE LA ACTIVIDAD AGRARIA EN ESPAÑA. Las actividades y el espacio agrarios están influidos por factores naturales y humanos. Los condicionantes naturales Entre los condicionantes naturales destacan: 1. El relieve. La topografía facilita o dificulta la práctica agrícola, por ello se aprecia una relación entre el mapa de aprovechamientos agrarios y el mapa de relieve. La altitud. Modifica las condiciones de humedad y temperatura. En España sólo el 11% de la superficie se halla a menos de 200 metros de altitud; una gran proporción corresponde ala Meseta, cuya elevación sobre el nivel del mar realza la continentalidad y sus efectos agrarios. Las pendientes y desniveles. Afectan a la formación y al grado de estabilidad de los suelos, a las condiciones y formas de laboreo, a la vulnerabilidad ante la erosión, a la circulación del agua, a las posibilidades de mecanización de las faenas agrícolas. Hay que añadir la importancia del relieve y del roquedo en el origen y evolución de los suelos, que son el soporte y la base de nutrición de los cultivos y aprovechamientos agrarios. 2. El clima Condiciona los tipos de paisajes agrarios. Está presente a través de las temperaturas, precipitaciones y demás elementos climáticos (vientos, nubosidad,…) El régimen climático de influencia más intensa es el mediterráneo. Su larga sequía estival y elevadas temperaturas, exigen adaptación a las plantas y cultivos que ha tenido como consecuencia la adopción de la trilogía de cultivos mediterráneos (cereales, vid y olivo) y la implantación del regadío para contrarrestar los efectos de la aridez estival. Los climas españoles, sobre todo el mediterráneo, presentan mucha irregularidad de unos años a otros, siendo frecuentes las heladas, las olas de calor, las sequías,…que influyen negativamente sobre la agricultura y la ganadería. 3. Los suelos. Condiciona la agricultura por su distinta naturaleza, estructura, composición, ubicación,..tal cantidad de factores explican que los paisajes agrarios no puedan clasificarse sin recurrir al mapa de suelos. 4. La vegetación En ocasiones se ha eliminado para lograr la total ocupación agrícola; otras veces se conserva con grandes rasgos de pureza, constituyendo la base de los aprovechamientos forestales. Algunas veces se ha conservado el sustrato herbáceo, no el arbóreo, para ser aprovechado por la ganadería; o se hace un aprovechamiento conjunto e integrado de suelo, pastos y arbolado dando lugar a paisajes de dehesa. Los condicionantes humanos Estos condicionantes son los responsables de la ordenación y usos del espacio agrario, así como de la expresión de las condiciones sociales, económicas, técnicas, políticas, etc, en las que la actividad se desenvuelve. El espacio agrario también acusa la influencia de los factores del pasado sobre los que se han formado y pervivido las estructuras agrarias. Condicionantes históricos. Roma hace la primera ordenación agraria del territorio peninsular. Sus sistemas agrarios se basan en la trilogía mediterránea y la gran explotación. Posteriormente, los musulmanes reordenan el espacio agrario dando gran importancia al regadío y producción de frutas y hortalizas para la alimentación humana. Reconquista y repoblación cristianas dan lugar a dos procesos de claras repercusiones en el agro español: 1. uso y ordenación de la tierra basado aprovechamientos cerealista y ganaderos en coexistencia de 2. sistema de posesión de la tierra que será el responsable de grandes desigualdades de sociedades pasadas y base de la consideración de la tierra como problema. Este sistema estará vigente hasta mediados del siglo XIX. Condicionantes sociales y económicos. Hasta después de mediados del siglo XX, la sociedad española ha sido rural por cultura y por el lugar de residencia de la población. Ha sido una sociedad agraria por la importancia que tenía la producción agropecuaria en la economía nacional y en el autoabastecimiento de las poblaciones. Durante siglos se mantuvo una autarquía local y comarcal, que se romperá con la llegada del ferrocarril, en la segunda mitad del siglo XIX, y terminó con el desarrollo de nuevos sistemas de transporte y la instauración de una sociedad plenamente urbana. En el último tercio del siglo XX la actividad agraria ha tomado una orientación hacia el mercado, hacia la producción especializada y a gran escala en el seno de una economía integrada en los mercados internacionales, particularmente de la Unión Europea. Innovaciones técnicas. El sector agrario ha experimentado grandes innovaciones técnicas, entre las que destacan la mecanización del campo, la generalización del uso de abonos y fertilizantes, el empleo de semillas y razas selectas,….en el seno de una sociedad moderna y cada vez más desarrollada. El ingreso de España en la U.E. El ingreso de nuestro país en la Unión Europea ha influido en la actividad y espacio agrario, pues ha supuesto la ampliación de los mercados agrarios, la participación en las políticas comunitarias y nuevas condiciones de financiación de la producción agraria. Las nuevas condiciones posproductivas. Han aparecido a finales del siglo XX, generadas por la preocupación ambiental, por el consumo excesivo de insumos en la agricultura, por la superproducción y los excedentes agrarios…Ello ha permitido plantear alternativas ecológicas en la producción agraria y el surgimiento de espacios rurales plurifuncionales ( ocio, segundas residencias, servicios,…), frente a la exclusivamente agraria que tuvieron antaño. USOS Y APROVECHAMIENTOS AGRARIOS. El espacio agrario son las áreas geográficas acondicionadas por el hombre para la producción agraria, ganadera o forestal. Se confunde, esta noción, con la de espacio rural; la primera alude a un espacio y unas actividades netamente agrarias, la segunda a un ámbito ( el campo) en el que se desarrollan actividades relacionadas con la industria, el ocio, la residencia o el turismo rural. En definitiva, dos términos que derivan de los antiguos vocablos latinos ager y rus. El espacio agrario refleja los caracteres del medio físico y el sentido de la actuación humana, que se concretan en paisajes agrarios, muy diversos por su carácter peninsular e insular y sus influencias atlánticas y mediterráneas y de la ocupación humana del territorio. La superficie agraria española es de 50,5 millones de hectáreas distribuidas en: tierras de cultivo, prados y pastos, y terrenos forestales. La superficie de cultivo ocupa 17,5 millones de hectáreas, el 35% de la superficie geográfica. Supone un porcentaje medio en relación con Europa y en los últimos treinta años ha retrocedido. Los prados y pastizales ocupan siete millones de hectáreas. Tienen una fuerte relación con el clima, que favorece o no el desarrollo de de la pradera. Proporciona alimento para la ganadería. Los terrenos forestales se corresponden con los terrenos de montaña y tierras sin posibilidades para la agricultura. Supone la tercera parte de la geografía peninsular. Presenta mucha variedad por nuestra diversidad biogeográfica. Se aprovechan para aprovechamiento maderero, cinegético y es el soporte de la red de espacios naturales protegidos. Existen diferencias regionales, pues las tierras de cultivo tienen altos valores en Andalucía, Castilla-La Mancha o Murcia; Asturias y Cantabria se distinguen por sus prados y Extremadura, por sus pastizales. Los terrenos forestales abundan en las comunidades atlántico-cantábricas, Cataluña y Comunidad valenciana. Existe una relación intensa entre los mapas de cultivo y aprovechamiento con los componentes del medio geográfico, especialmente clima y relieve. Sobre los grupos de aprovechamientos existe coincidencia entre: o Espacios forestales y áreas de montaña. Se debe a que las montañas no son aptas para la agricultura, al abandono de los usos agrícolas tradicionales y a la repoblación forestal. o Praderas y pastizales se extienden por zonas de montaña media, de topografía menos accidentada, y por las penillanuras del oeste peninsular. Es la Iberia silícea. Sobre ella se asienta la ganadería tradicional que aprovecha los pastos húmedos de las praderas atlánticas y los estacionales de la España interior, donde ha ido unido al régimen de dehesa. o Las tierras cultivadas se encuentran en tres grandes conjuntos agrícolas: las cuencas interiores de la Meseta, las depresiones exteriores y el litoral mediterráneo. Las dos submesetas tienen un intenso uso agrario (cuenca del Duero en la Norte y área de La-Mancha en la Sur). La depresión del Ebro y Guadalquivir son de gran aptitud agrícola, siendo la tierra bética la que presenta mejores suelos y mayores porcentajes de superficie labrada. Las zonas del litoral mediterráneo se caracterizan por la intensidad del laboreo sobre una estrecha franja que presenta su mayor extensión en el golfo de Valencia. En los espacios de aprovechamiento agrícola destacan las zonas de regadío, que son hoy los principales soportes económicos de la agricultura española. Junto a ellos, destacan los espacios ocupados por cultivos forzados (enarenados, bajo plásticos) y subtropicales, modelo de aprovechamiento de las potencialidades que ofrece el clima y un claro exponente del dinamismo de la agricultura española. En cuanto a los usos y aprovechamientos del suelo diremos que los cultivos han sido el fundamento de la actividad agraria y principal elemento de valoración de la tierra. En los cultivos españoles distinguimos entre los de la España atlántica y los de la España mediterránea y, dentro de éstos, entre los de secano y regadío. Los de más implantación son los conocidos como trilogía mediterránea que incluyen los cereales (trigo y cebada), el olivo y la vid, extraordinariamente adaptados las condiciones ecológicas, económicas y sociales del espacio agrario bajo el clima mediterráneo. La geografía agrícola presenta hoy nuevos rasgos: la reducción de la superficie labrada, incremento de la producción y ruptura del equilibrio tradicional entre los distintos cultivos. Los cereales ocupan 6,3 millones de ha, siendo los cultivos más extendidos. Antes se dedicaban a alimentación humana; hoy, ocupando menos superficie, se ha triplicado la producción y se dedica también a alimentación ganadera. Entre ellos destacan el trigo y la cebada. El primero se dedicó a la panificación y tuvo su máximo apogeo en la sociedad rural y al amparo de una política proteccionista del periodo autárquico. Fue perdiendo importancia hasta el presente, en que se siembra menos de la mitad de antaño, aunque la producción sea mayor, pues han aumentado los rendimientos por unidad de superficie. La cebada se ha extendido por las tierras que antes eran de trigo, por la demanda para fabricar piensos y cerveza. Ocupa el doble de superficie de trigo, aunque con idénticos rendimientos por hectárea. La avena ha recuperado superficie de cultivo en las dos últimas décadas. El centeno ha retrocedido mucho; el arroz y el maíz han alcanzado superficies desconocidas en los últimos años. El arroz, que requiere condiciones de temperatura y humedad, se ha extendido desde su enclave tradicional de la albufera valenciana, al delta del Ebro y marismas del Guadalquivir. El maíz se extiende en la España húmeda. Galicia tiene un tercio de la superficie de cultivo. En el resto de España varía de unas provincias a otras, dependiente siempre de su necesidad de humedad que lo confina a lugares que tienen regadío. Las hortalizas han pasado de los enclaves de huerta a amplios espacios de cultivo. Los frutales se han beneficiado de la expansión del regadío y del acceso de las frutas a los mercados europeos. El grupo más destacado son los cítricos, con tradición valenciana pero que se han diversificado en las últimas décadas por la prolongación a las provincias litorales y occidentales de Andalucía. El olivar es cultivo emblemático del sur de España, ocupando dos millones y medio de ha, de las que 400 000 son regadíos. Originan paisajes inconfundibles y peculiares. Adquiere carácter de monocultivo en muchas comarcas donde es fundamento de su economía y su sociedad. En los años noventa y siguientes avanzó estimulado por las subvenciones comunitarias. El viñedo se concentra en La Mancha, con la mitad de la superficie cultivada. Se orienta a producir vino y poca extensión para uva de mesa. Retrocede al incorporarnos a la U.E. por la competencia con los europeos, más implantados internacionalmente. Los cultivos industriales (girasol, remolacha, colza, algodón, tabaco,…) progresaron mucho en los sesenta por reducción de los barbechos y la demanda de la nueva sociedad. El más extendido es el girasol que alcanza sus mayores valores en Cuenca y Sevilla. La remolacha azucarera se concentra en la cuenca del Duero, en Cádiz, Sevilla. El algodón exige veranos cálidos, por lo que se concentra en Andalucía. El tabaco se cultiva en Cáceres y Granada. Los cultivos forrajeros se dedican a alimento para ganado. Se extiende por zonas de clima húmedo. Más abundantes en provincias que disponen de agua abundante. En la agricultura andaluza predomina la trilogía mediterránea de cereales, vid y olivo. Los cereales tienen mayor implantación en provincias del valle y campiña del Guadalquivir. Las de más superficie cerealística son Sevilla, Córdoba y Cádiz, seguidas de Granada. El trigo ocupa una superficie cuatro veces mayor a la cebada. A finales de los años setenta ganaron superficie; a finales de siglo, buena parte de la tierra calma se planta de olivar. El arroz ocupa 30 000 ha. Es un cultivo reciente en Andalucía y se expande al acondicionar las marismas del Guadalquivir. Su mayor implantación corresponde a Sevilla y Cádiz. Los cultivos hortícolas, se distribuyen por todas las provincias andaluzas, teniendo hoy sus mayores superficies de cultivo en Almería y Granada, donde se encuentran la mayor concentración de invernaderos. Los cultivos industriales se dan en las provincias de la depresión bética: Sevilla, Cádiz y Córdoba al beneficiarse de la reducción de la superficie de cultivo cerealista y acortamiento de los periodos de barbecho. Destacan el girasol y la remolacha. Los frutales ocupan gran extensión. Las provincias con más superficie plantada son Almería y Granada; en las demás provincias se distribuyen según la disponibilidad de riego, predominando los cítricos en provincias occidentales. El viñedo no ocupa mucha extensión. El dedicado a la producción de uva para vino se ubica en Cádiz, Córdoba y Huelva, base productiva de denominaciones de origen de afamados vinos. El olivar, emblema andaluz, ocupa un millón y medio de ha. Aunque presente en todas las provincias, está más implantado en la provincia de Jaén, Córdoba y Sevilla. Ocupa tierras adyacentes a la depresión del Guadalquivir. En tierras jienenses adquiere carácter de monocultivo, dando lugar a un paisaje de uniforme espectacularidad. Los cultivos citados anteriormente son de regadío o secano. El regadío ocupa solo la cuarta parte de la superficie cultivada; tienen distinta naturaleza y significado en cada ámbito y más implantación en las tierras del Guadalquivir, aprovechando el agua de los embalses situados en las montañas adyacentes. En cuanto a los usos del suelo en Andalucía diremos que las 7 millones de ha se reparten de la siguiente manera. Tierras de cultivo. Las 3 664 832 ha, hacen que Andalucía sea la segunda comunidad en extensión cultivable. Lo realmente significativo es que el porcentaje de tierras de cultivo (42%) está por encima de la media española, dando idea del potencial y producción agraria de nuestra comunidad. Sevilla, Córdoba y Jaén, con sus tierras de la depresión Bética, son las provincias con más extensión de cultivo. Los prados y pastizales. Supone el 13,2% de la superficie geográfica, similar al porcentaje general de España, aunque la inmensa mayoría está compuesta de pastizales, lo que se explica por los condicionantes climáticos. Las mayores superficies están en Cádiz y Granada Terrenos forestales. Ocupa el 29,2% de la superficie, inferior a la media nacional, por razones climáticas y menor grado de presencia de montaña. Huelva, Córdoba, Málaga y Jaén, son las provincias con más terreno forestal. La distribución de los usos del suelo y aprovechamientos se debe a los condicionantes naturales: su altitud (a menos de 600 m y bastante parte a menos de 200 m), las condiciones topográficas, con abundantes terrenos llanos y suelos fértiles, al clima, al que se ha adaptado la trilogía mediterránea. En el litoral se permiten cultivos subtropicales y permite la implantación de invernaderos. Otros condicionantes históricos y humanos también fueron conformando las estructuras agrarias que descansan sobre la dualidad latifundio y minifundio y que hoy han perdido parte del significado que tuvieron en la evolución de la sociedad y de la actividad agraria. LOS NUEVOS USOS Y FUNCIONES DEL ESPACIO RURAL. A partir de los años 60 el campo sufre fuertes transformaciones debido a varios factores: el éxodo migratorio, la mecanización del campo, la ampliación del regadío y la aparición de una nueva sociedad rural. El éxodo migratorio supone el traslado de población del interior de España hacia las áreas urbanas. Esto acaba con unas relaciones sociales basadas en la existencia de una mano de obra abundante y barata, y de una ordenación y usos del espacio agrario sustentados en las prácticas extensivas. El éxodo migratorio, la evolución de la sociedad y la necesidad de incrementar la producción agraria son causa y consecuencia del las innovaciones en el campo: semillas, abonos…además de la difusión de cultivos industriales, reducción del barbecho e incremento de la productividad. La mecanización del campo fue clave en el desarrollo del sector. Paralela a la mecanización fue la motorización del medio rural, que supone abandonar el campo como lugar de residencia y de la explotación agraria, quedando reducido a lugar donde trabajo donde se acudía a diario. La ampliación de los regadíos. Al comenzar el s. XX había en España 1 250 000 hectáreas de regadío. En 1902 se aprueba el plan de Obras públicas, Plan Gasset, que tuvo logros modestos. En 1933 ( plena República) se aprueba el Plan Nacional de Obras Hidráulicas de Manuel Lorenzo Pardo que pretende crear la infraestructura necesaria para ampliar los regadíos aprovechando los recursos hídricos, la construcción de embalses, trasvases entre cuencas, etc. Los conflictos producidos en el campo durante la República y la posterior Guerra Civil paralizan el Plan, que se retomará en época de Franco. Se construye entonces una red de embalses que permite elevar la superficie de regadío hasta 3 840 225 hectáreas, el 6.6% de la superficie geográfica y casi el 20% de las tierras de cultivo. La producción agroganadera recae sobre esta vasta extensión a costa de un desmesurado consumo de agua. Consecuencia de lo expuesto es que el espacio agrario español ha tomado una orientación productiva, se han roto los vínculos entre agricultura, ganadería y explotación forestal y ha surgido una disociación muy grande entre el mundo rural y el urbano. Además de la influencia de las políticas comunitarias como factor de modernización del campo. Con frecuencia percibimos el espacio rural como opuesto a espacio urbano, al tiempo que lo asociamos a espacio agrario, es decir lugar donde se realizan actividades agrarias o ganaderas. Todos los cambios expuestos anteriormente han alterado el concepto y el uso del espacio rural apreciándose que la influencia que sobre él ejerce lo urbano, ha atenuado el contraste campo-ciudad al superponerse sobre un mismo espacio diversos usos del suelo como apreciamos en las áreas periurbanas. Si hace años el espacio rural tenía una función productiva, hoy ha adquirido el valor de espacio de uso, acoge segundas viviendas de residentes en la ciudad, industrias, talleres, naves de almacenamiento, etc., que están al servicio de necesidades urbanas. También acoge usos relacionados con el ocio, turismo rural o de naturaleza, ejemplo de ello son las áreas protegidas. El espacio rural es hoy multifuncional y polivalente debido a las nuevas demandas y perspectivas de futuro que se ofrece al mundo rural en las sociedades desarrolladas. Es por ello que el mundo rural acusa la presión del mundo moderno (vías de comunicación…) y hace necesario adoptar prácticas agrarias que favorezcan la preservación del entorno y la conservación de la naturaleza. También se hace necesario diversificar la economía, propiciar nuevos usos y actividades que generen empleos duraderos fuera del sector agrario y desarrollar programas integrados de desarrollo rural sobre la base del potencial endógeno. Las políticas europeas procuran mantener a la población en su ámbito, apoyar la sociedades locales, conservar el medio natural y el patrimonio cultural como una baza para la generación de ingresos externos, como los que aporta el turismo. España es uno de los grandes productores agrarios europeos. La renta agraria española asciende a 36.000 millones de euros, perteneciendo el 60% a la producción agraria. En cuanto a productos agrícolas, tanto por superficie sembrada como por producción obtenida destacan los cereales, cultivos forrajeros, hortalizas, cítricos, viñedo y olivar. Por el valor de la producción destacan las hortalizas. Nuestra producción es muy variada, por la propia diversidad geográfica del territorio y las distintas condiciones agroambientales de nuestras regiones. La producción ganadera también alcanza grandes proporciones en su dimensión cárnica y láctea. También es digna de consideración la producción de miel que supera los 30 millones de kilogramos al año, siendo España uno de los primeros productores del mundo. Por cifras de producción, España ocupa un nivel destacado en el seno de la Unión Europea, a la que aporta el 13% de la producción final agraria. Junto con Francia, España se sitúa al nivel de Alemania e Italia; estos cuatro países generan el 60% de la producción final agraria de la Europa comunitaria. Dentro de ella, el sector agrario, tiene un significado cuantitativo y cualitativo grande, por tratarse de una producción basada en componentes de tipo mediterráneo y adquiere un carácter complementario en el abastecimiento europeo, aportando a la Europa central y septentrional, los productos de los que ellos carecen. Nuestro sector agrario se integra en la economía comunitaria mediante un circuito comercial por el cual exportamos arroz, hortalizas, cítricos, frutas, aceite, productos cárnicos, pienso para animales y leche. La importación de cereales para alimentación animal es debido a las posibilidades y déficits de nuestro espacio agrícola, que tiene limitaciones y también a ala generalización de modelos ganaderos de signo productivista muy dependientes del aprovisionamiento exterior y desintegrados de nuestro contexto agrario. Agricultores y ganaderos necesitan productos para la explotación agraria, semillas, fertilizantes, piensos, productos sanitarios,..por lo que invierten unos 15 000 millones de euros, disminuyendo los beneficios de la empresa agraria española y produce insatisfacción pues la subida de precios de los productos que hay que comprar no se corresponden con el de venta de los productos agropecuarios. El sector agrario español participa de Política Agraria Común (PAC) y ha cambiado mucho desde su ingreso en la UE. Han sido importantes las ayudas y subvenciones para mantener las producciones y las rentas de los agricultores y ganaderos, que ascienden a 6 500 millones de euros. Con vistas al futuro, las reformas de la PAC toman en consideración las nuevas pautas para el desarrollo rural, conscientes de que la evolución del sector agrario comunitario y nacional está relacionado con el desarrollo equilibrado y sostenible de los espacios rurales. Por esto se han concretado tres objetivos: 1. el fomento de la competitividad de la agricultura 2. la preservación ambiental, con especial atención a la biodiversidad, al fomento de los sistemas con grandes valores ambientales, al agua y al cambio climático 3. la diversificación y mejora de las condiciones del medio rural. DOMINIOS Y PAISAJES AGRARIOS La diversidad de los componentes naturales, los diferentes usos del suelo y el distinto modo de ordenación del espacio originan dominios y paisajes agrarios específicos. El dominio atlántico La España atlántica se caracteriza por su relieve montañoso y por la existencia de un clima húmedo con temperaturas suaves que favorecen el desarrollo de la vegetación natural. Por ello, la España atlántica es el dominio de los bosques y de los pardos, que son el soporte de unos paisajes agrarios basados en la especialización ganadera y forestal. La producción ganadera aporta la principal contribución a la producción final agraria, aunque el significado de lo agrario en el conjunto de la sociedad y de la economía varía desde un máximo en Galicia hasta un mínimo en el País Vasco. Los paisajes agrarios atlánticos presentan una acusada fragmentación parcelaria con multitud de terrenos de íntimo tamaño. Predomina la pequeña propiedad y los regímenes de explotación directa, y constituye el ámbito de mayor implantación del hábitat disperso, del que forman parte multitud de aldeas y caseríos. Los aprovechamientos agrarios son variados, destacan los dedicados a la alimentación humana (patatas, hortalizas) y animal (maíz), y los forestales. Su verdadera especialización es la ganadería vacuna, desarrollada al amparo de la producción de hierbas y forrajes. La cabaña autóctona se ha mejorado son la introducción de razas extranjeras para incrementar la producción de leche, base de una potente industria. El dominio mediterráneo interior El interior peninsular ofrece gran diversidad paisajística sobre el denominador común de la influencia del clima mediterráneo. Los aprovechamientos agrícolas están dominados por los cultivos de secano, a pesar de que en los últimos lustros, ha ganado mucha extensión el regadío. La cuenca del Duero es asiento de pequeña y mediana propiedad sobre un parcelario muy fragmentando que fue objeto de la concentración en el franquismo. Su orientación tradicional ha sido hacia la explotación loscerealista (trigo y cebada) y hacia la ganadería ovina. La superficie de pastos y de barbechos ha disminuido de forma progresiva, lo que ha repercutido en la ganadería, que se ha visto confinada a los espacios de menos aptitud agrícola o ha sido objeto de estabulación. La explotación cerealista ha alcanzado un elevado grado de mecanización, al tiempo que se han extendido cultivos de regadío, como la remolacha, el maíz o la alfalfa. El área castellano-manchega ofrece rasgos como distintivos el aumento del tamaño de las explotaciones agrarias, así como un notable grado de concentración del hábitat. Sobre la amplitud de las llanuras manchegas destacan tres grandes grupos de aprovechamientos : - La ganadería ovina, base de la producción lanera y quesera tradicional. - La cerealicultura, que está en retroceso ante el avance del girasol. - El viñedo, que confiere su fisonomía agraria a La Mancha. El oeste peninsular toma buena parte de sus caracteres agrarios de su pertenecía a la Iberia silícea. Los suelos silíceos son poco fértiles y producen cosechas moderadas, incluso tras un largo período de descanso; por esta razón, se han constituido sobre ellos las explotaciones agrarias de dehesa, que integran, bajo un régimen extensivo, los aprovechamientos agrícolas y ganaderos a partir de los beneficios que rinde la encina. Predomina la gran propiedad, herencia de la historia, que ha convertido al oeste peninsular en uno de los grandes enclaves del latifundismo español. En las zonas de los suelos más ricos aparecen los cultivos cerealistas y de plantas industriales. En las extensas áreas convertidas en regadío tras la construcción de los embalses (Plan Badajoz), surgieron numerosos cultivos nuevos, como las hortalizas, el arroz, el tabaco, etc. El valle del Ebro comparte rasgos agrarios con la España interior, aunque ofrece unos caracteres especiales, que resultan visibles en una doble gradación de paisajes: en altura, desde las montañas hasta el fondo de la depresión, en longitud, desde el nacimiento del Ebro hasta su desembocadura, de donde resulta una mezcla de influencias y diversidad de paisajes mediterráneos. En la cuenca alta alternan los caracteres propios de la España atlántica húmeda y de la mediterránea seca, coexistiendo espacios agrícolas, ganaderos y forestales. En las áreas de regadío se aprecia un gran aprovechamiento agrícola, con cultivos de huerta para el consumo y para la industria, así como amplias áreas dedicadas a la vid, que producen los afamados vinos de Rioja. La depresión del Ebro y sus laderas estuvieron integradas funcionalmente por la trashumancia ganadera. Hoy son espacios yuxtapuestos, de manera que la montaña es ganadera y la depresión, agrícola. En el sistema extensivo predomina la cebada sobre suelos de calidad mediocre y en el intensivo, los cultivos de regadío, de gran tradición y antigüedad. En cuanto a propiedad, coexisten diversos tamaños. Abundan los cultivos de remolacha, forrajes y hortalizas y, en algunas comarcas, una importante intensificación de frutales y de ganadería. El dominio mediterráneo litoral Tiene como elementos definidores la baja altitud sobre el nivel del mar y un régimen térmico de veranos calurosos e inviernos templados y modelados, aunque siempre con escasas precipitaciones. Es una franja litoral entre el mar y las montañas, y solo se adentra hacia el interior a través de las depresiones del Guadalquivir y del Ebro. Caracterizado en su conjunto por el dinamismo del espacio agrario, por la coexistencia de actividades no agrarias sobre el espacio rural y por el alto grado de intensidad de sus aprovechamientos, ofrece diferencias considerables en toda su longitud. Cataluña tiene un terrazgo de reducida extensión y sus paisajes agrarios son muy intensivos, especializados y de clara orientación hacia el mercado. En general, ha habido un fuerte retroceso de los cultivos de secano y un notable desarrollo de la ganadería estabulada e industrial, de los cultivos hortofrutícolas y de la vid. El Levante acoge un regadío de elevados rendimientos y es el asiento de la huerta tradicional, pieza clave de la ordenación del espacio rural. Junto a las producciones hortícolas, destacan los cítricos, los frutales y el arroz. En estos espacios en continua mutación, se aprecia la competencia del turismo y la industria en disputa por el suelo, de modo que la agricultura está cediendo sus suelos tradicionales para otros usos y desplazándose hacia tierras de peor calidad, pues los gastos de acondicionamiento de las nuevas explotaciones son menores que las plusvalías obtenidas por la venta de las antiguas parcelas como suelo urbanizable. En Andalucía, compartiendo rasgos con el litoral mediterráneo, distinguimos los siguientes paisajes orientados en franjas desde Sierra Morena hasta el mar: 1) Cinegético-forestal de las montañas, particularmente en Sierra Morena, que perdió su tradicional utilidad ganadera a partir de los años 60 y quedó configurada como un espacio de cotos al amparo de la repoblación forestal y del régimen del espacio protegido del que goza. 2) Las campiñas béticas son el espacio cerealista por antonomasia. Hoy acogen amplias superficies de girasol y otras plantas industriales. Intensamente humanizadas, son asiento de grandes cortijos, denominación que se refiere tanto a la explotación como al hábitat. 3) El paisaje del olivar conforma una franja continuada sobre todo el subbético, presentándose con caracteres de exclusividad sobre el espacio. 4) Las hoyas y las depresiones interiores son significativos enclaves agrarios entre montañas, espacios de antigua ocupación humana que acogen el regadío y un policultivo muy variado en el que están presentes cultivos tradicionales, como los cereales, y las plantas industriales, como el tabaco y la remolacha. 5) El litoral alberga, desde los cultivos subtropicales hasta los enarenados bajo el gigantesco mar de plástico que se interpone entre el Mediterráneo y las cordilleras Canarias El archipiélago canario tiene una superficie agraria muy reducida por la naturaleza volcánica de las islas. Apenas alcanza el 20% de la superficie geográfica y se sitúa preferentemente en las zonas bajas, así como en las laderas, donde, gracias al esfuerzo humano, se han construido terrazas. Muy condicionadas por la falta de agua y favorecidas por el régimen térmico, las islas Canarias desarrollaron una agricultura de exportación basada en el plátano, la patata y el tomate, que acusa la competencia de la producción peninsular y la disputa del suelo por parte de la promoción inmobiliaria y del turismo. Tradicionalmente, la agricultura insular ha coexistido con una notable cabaña de ganado caprino.