COLOR Tintoreto 13/3/07 09:40 Página 1 Autorretrato (1546-1547). Tintoretto Maestro de la luz y el color Victoria Eugenia Arenal acopo Robusti, llamado El Tintoretto (Venecia 1518-1594), por la profesión de su padre, tintorero de tejidos de seda, residió toda su vida en Venecia. Aunque no viajó fuera de su ciudad, siempre estuvo al día de las innovaciones y modas artísticas y asimiló las nuevas corrientes figurativas toscanas y romanas tras la llegada de Sansovino y Aretino a Venecia. La circulación de grabados y dibujos hizo que se obsesionara con la obra de Miguel Ángel, con esa fuerza interna de su línea sinuosa y sus grandes masas expresivas. Tintoretto dibujará incansablemente las reproducciones en yeso de sus esculturas, que coleccionaba con afán devorador. Su excelsa producción no deja de sorprender, incluso en nuestros días, si tenemos en cuenta que la inmensa mayoría de sus obras iba destinada a lugares concretos de la ciudad, lo que suponía un mayor esfuerzo en su trabajo al tener que adecuar cada obra a su emplazamiento. Vivió agobiado por el trabajo, ansioso por acometer una nueva empresa en cuanto comenzaba un proyecto. “No tiene mucha paciencia… Y es verdad que abarca demasiado”, comentó Francesco Sansovino. Por eso delega en los pintores de su taller y muchas de sus obras adolecen de la calidad que caracteriza su manejo de los pinceles, con resultados a menudo mediocres en el conjunto de su trabajo. J La producción de Tintoretto fue ingente. Pintó cuadros de altar y escenas narrativas para las iglesias de Venecia, conjuntos enormes para sus cofradías, obras votivas e historias para el Palazzo Ducale y otros edificios públicos. Fue un prolífico retratista oficial y privado. Para clientes particulares pintó asuntos religiosos y mitológicos o alegóricos, así como episodios del Antiguo Testamento abordados desde una óptica más profana. Contemporáneo de Tiziano Es un excelente y genial pintor, sobre todo en las obras que decoran interiores de edificios públicos y religiosos, pero tuvo la mala suerte de ser contemporáneo de Tiziano. No pudo evitar la comparación en su época ni se puede evitar en la nuestra. Hay algo en su obra que nos desorienta, nos inquieta y nos hace dudar en la elección. Su producción parece invitarnos a la admiración, es como si el mismo artista nos dijera a gritos, desesperadamente: “Miradme, soy mejor que Tiziano, he conseguido superarle”. Su obsesión por superar a Tiziano se prolonga hasta su última etapa de pintor y se comprueba en la repetición de temas tratados por éste, como por ejemplo El martirio de san Lorenzo, cuadro pintado en 1580 en el que intenta superar a Tiziano a través del color rojizo, efecto del fuego, que invade los rostros y los ropajes, o Dánae de 1585, treinta años después de la creación de Tiziano que trataba el mismo tema. Tal vez sin estos intentos evitaríamos la comparación, sin dudar de la excelencia de ambos y de la cualidad de visionario de Tintoretto. No debemos olvidar que Tiziano, que tenía treinta años más que él y era el pintor más famoso de Venecia, le fue abiertamente hostil. El corto aprendizaje de Tintoretto en su taller, demostrado por Ridolfi en 1648, se interrumpe por la rivalidad que nació rápidamente entre el maestro y un alumno demasiado prometedor. Tiziano propiciará la carrera de Veronés, cuyo estilo clasicista y decorativo era más atractivo para el gusto de muchos. Tras la muerte de Tiziano en 1576, Tintoretto se postuló abiertamente como su sucesor, teniendo sus mismos patronos: los Gonzaga en Italia, los Fugger en Alemania y las cortes de Felipe II en España y el emperador Rodolfo II en Viena. Pero Felipe II, para quien Tiziano era especial, prefirió al Veronés, tal vez siguiendo las recomendaciones y el gusto del mismo Tiziano, y en 1586 Tintoretto todavía procuraba ganar el favor del monarca español regalándole pinturas. Su tormentosa personalidad, la forma en que su imaginería vulneraba las normas establecidas del decoro, le restaron simpatías entre la clientela y la crítica. Tintoretto pintó para todos los estamentos venecianos y procuró, con desigual fortuna, buscar clientela fuera de Venecia. Su contemporáneo Sansovino nos dirá que era “todo brío y prontitud”. Vasari, “extravagante, caprichoso, rápido y resuelto, y el cerebro más extraordinario que jamás haya tenido la pintura”. COLOR Tintoreto 13/3/07 09:40 Página 2 El milagro del esclavo (1548). Dánae (1583-1585). Museo del Prado (hasta el 13 de mayo) El Museo del Prado nos ha demostrado que es asequible a la escala del hombre de hoy. Reune 70 obras que muestran lo prolífico y lo genial del pintor. Que nos hacen apreciar sus aéreos y fantasmales personajes blanquecinos sobre fondos de color indefinido. Y que nos hablan de historias religiosas y mitológicas y de personajes importantes de su época, con cierto toque indecoroso que provoca placer a la mirada. Una exposición que comienza con un autorretrato de 1546, de mirada viva y rebelde, y termina con otro de 1588, con la vista fija en el espectador, preguntándonos por el veredicto de su obra. Miradas del más allá, que son lo más inquietante de la muestra. COLOR Tintoreto 13/3/07 09:40 Página 3 Su técnica pictórica libre y atrevida adolecía de una desagradable falta de acabado, reveladora de unas prisas impropias para muchos de sus contemporáneos. Características que hoy, después del impresionismo y expresionismo, convierten su técnica en virtuosa e intensamente expresiva. Scuola Grande di San Rocco. El bautismo de Cristo (fragmento) (1579-1581). Su estilo y su técnica Las figuras alargadas que tanto impactaron al Greco a su paso por Venecia, la articulación formal dinámica mediante figuras que inician o terminan un movimiento que presagia una acción, el gusto por el arabesco lineal ligado a una plasticidad marcada, expresados en un lenguaje absolutamente personal, un manejo original de la iluminación, una concepción nueva, a la vez física y simbólica del espacio y, finalmente, composiciones en las que el pintor realiza el efecto “espectacular” gracias a ensayos experimentales sobre maquetas y a la puesta en escena por medio de pequeños maniquíes de cera, convergen en cada una de sus obras para dar forma a un estilo personal e inconfundible. Tintoretto siempre adaptará sus medios de expresión al espíritu del sentimiento popular. Las preparaciones de sus lienzos en la primera época, hacia 1540, indican un aprendizaje tradicional pues la imprimación era al gesso blanco, para dotar de luminosidad al color. Los cielos de los paisajes tienen un matiz aturquesado típico de la azurita, material mucho más barato que el azul ultramar. Los tonos naranja, junto a los amarillo oro, característicos de la pintura veneciana, son de una riqueza indescriptible. Y rara vez, por no decir casi nunca, las sombras participaban del color negro. Sus cuadros son una alabanza a la alegría del color que dibuja las formas, con trazos sinuosos y vigorosos tomados de la obra de Miguel Ángel. Trazos que no deben confundirnos en la apreciación de su arte. Tintoretto no improvisaba la composición ni el dibujo, pues se conservan muchos bocetos que estudian las poses utilizadas después en el cuadro. Casi todos los dibujos preliminares están realizados sobre una cuadrícula para que los ayudantes del taller pudieran reproducirlos a grandes tamaños. Aunque es posible que se sirviera de una ventana cuadriculada, como hizo Durero, para conseguir la proporción exacta en escorzos y posturas difíciles. Para esos fondos tan espectaculares y teatrales utilizaba pequeñas maquetas, con figuras modeladas en cera, a las que iluminaba para hacer un estudio detallado de la dirección de la luz y sus reflejos sobre los diferentes tonos de color. Con el tiempo, hacia 1570, Tintoretto cambia la base de gesso por preparaciones oscuras para conseguir una iluminación efectista dentro del cuadro, mezclando tierra parda y pigmentos negros. El oscurantismo de la base llevó al maestro a abordar de distinta manera la composición sobre el lienzo, ya no dibujará con el pincel cargado de negro sino de blanco de plomo, dejando sin pintar zonas de la base oscura, para que las veladuras posteriores unificasen los distintos colores. Tintoretto innovó la técnica pictórica, tan importante en artistas posteriores como El Greco, Rembrandt y Velázquez. El resultado es una pintura inquietante, tradicional pero visionaria, que parece engullirnos desde las grandes paredes de los edificios venecianos. Tintoretto innovó la técnica pictórica, tan importante en artistas posteriores como El Greco, Rembrandt y Velázquez. La Scuola Grande di San Rocco, una obra maestra del arte universal Obsesionado por pintar grandes espacios, le propuso al prior de la Scuola de la Madonna dell´Orto decorar el coro de la capilla, de gigantescos muros, a cambio de que le pagaran los colores y la propina de cien ducados. Cuando esto se supo en los círculos artísticos, le acusaron de degradar el oficio. Empeñado sólo en pintar y dejando la ganancia para otros consiguió el encargo de pintar la Scuola di San Rocco. “Hacia el año 1560 los cofrades de San Roque pensaron pintar alguna parte de sus estancias y pidieron a los mejores pintores de la ciudad que hiciesen un dibujo para un óvalo en medio del techo. Tintoretto se procuró secretamente las medidas exactas de aquel óvalo y mientras los otros hacían bocetos él hizo la pintura y la colocó en el espacio para el que estaba proyectada. Llegado el día de fallar el concurso, los demás pintores llegaron con sus dibujos y cuando preguntaron a Tintoretto por el suyo hizo descorrer la tela que cubría el óvalo y dijo que hacía don de aquella pintura a los cofrades por favores que ya había recibido” (Ridolfi). La pintura sigue en aquel lugar y Tintoretto ganó el concurso. La Scuola de San Roque es una obra maestra del arte universal, un lugar en el que la fuerza de creación humana se manifiesta con tal poder que hace esperar mayores prodigios de realización de visiones sobrehumanas. Tintoretto representó en sus pa- E COLOR Tintoreto 13/3/07 09:40 Página 4 La crucifixión (1565). El bautismo de Cristo (1579-1581). Moisés golpeando la roca (1576-1577). redes todos los episodios bíblicos que sintetizan la historia del hombre, de todos los hombres, con sus tristezas, crímenes y bondades. La luz a veces relampaguea como con trueno; otras, explota con chispazos aislados; otras, es fosforescente, como de fuegos fatuos. A veces se derrama con gravedad atraída por una extraña fuerza, se abren cavernas de luz entre negras y densas tinieblas. La noche y el día comparten una misma escena sin quitarle realidad, no se puede fijar el momento del día, el suceso parece ocurrir en la eternidad. La perspectiva contribuye a la grandiosidad del efecto lumínico, con los puntos de vista elevados o bajos para producir una impresión de tumulto y fluir de la vida humana. El gran cuadro de La crucifixión, de 536 × 1.224 cm, es un bullir de masas enardecidas bajo el Cristo en la cruz que ocupa justo el centro de la composición. Santa María Magdalena es arrebatada por la in- mensidad de la naturaleza. La anunciación parece asustada por la ráfaga de querubines que acompaña al arcángel. Las escenas que ilustran la vida y milagros de san Roque, con perspectivas imposibles de ver en la realidad y personajes etéreos, fantasmales, rondando la vida cotidiana, convierten esta decoración en un nuevo santuario del arte que nada tiene que envidiar a la Capilla Sixtina de Miguel Ángel, artista tan admirado por Tintoretto.J