9-LA ADMINISTRACIÓN PROVINCIAL EN LAS HISPANIAS I. PROVINCIAE Y CONVENTVS 1. Planteamiento Hispania pasó, entre el 218 a. C. y el 197 a. C., y como se ha dicho aquí varias veces, de ser tierra de conquista a ser una provincia del Imperio territorial que Roma venía consolidando desde algunos años antes. La omnipresencia de la guerra durante el primer siglo de presencia romana en la Península Ibérica hizo que o bien la administración fuera una administración totalmente “de guerra” o bien, incluso, que ésta revistiera caracteres de irregularidad que Roma trató de empezar a evitar –con la consecuente codificación de la praxis administrativa provincial– a partir del 197 a. C. en que se eligen gobernadores específicos –y no priuati investidos de imperia extraordinaria– para la Vlterior y para la Citerior. En este tema se estudiará como fue evolucionando –al ritmo de la conquista y de la integración del solar peninsular y de los problemas que una y otra labor evidenciaban– la política romana en lo que respecta a la administración provincial y de qué modo quedó esta articulada a finales de la época republicana y modificada, profundamente y con notable eficacia, a partir de las reformas augústeas en el 13 a. C. 2. Esquema de contenidos básicos 1. 2. Algunas cuestiones en torno a la administración provincial a. Improvisación, organización, eficacia b. Imperialismo, control, extorsión c. De prouincia a prouinciae: los ámbitos de poder de los magistrados La evolución de la administración provincial del territorio peninsular a. Los orígenes de la presencia romana: la II Guerra Púnica i. Los priuati cum imperio y la excepcionalidad ii. Las principales prerrogativas de los gobernadores iii. Gobernadores al margen de la oficialidad del magistrado b. La primera territorialización del concepto de prouinciae: el 197 a. C. i. La división en Vlterior y Citerior ii. La prouincia, territorio extraitálico sometido a la autoridad de un magistrado 40 iii. Atribuciones y organización: las leges prouinciae iv. “Limes” provincial c. La verdadera “administración” de las provincias: 133-27 a. C. i. El papel de la colonización y municipalización ii. La relación con las comunidades indígenas iii. Las nuevas tareas de la administración provincial iv. Cuadro general de la administración republicana 1. Praetores, propraetores, consules, proconsules 2. Quaestores 3. Legati, tribuni, praefecti d. La reforma provincial de Augusto (13 a. C.) i. Provincias imperiales y provincias senatoriales ii. Provincias pacatae y provincias militarizadas iii. La nueva reorganización provincial: Vlterior Baetica, Vlterior Lusitania y Citerior iv. El acercamiento y la racionalización de la administración provincial augústea a. Las diocesis b. Las prouinciae extraordinarias c. Los conuentus iuridici d. La ciuitas e. Los noua officia (legati) 3. Cuadro general de las funciones del gobernador (ver 3. 2). 3. Síntesis 3. 1. Histórico-cronológica Como se dijo más arriba, si algo caracterizó –en época republicana, al menos, y, desde luego, hasta la codificación administrativa llevada a cabo por el nouus status augústeo– a la administración provincial romana en general y a la aplicada en la Península Ibérica en particular fue la irregularidad, al menos entre el 218 y el 197 a. C. Durante ese periodo, la verdadera prouincia –como, de hecho, había sucedido en la progresiva “provincialización” del Mediterráneo Occidental– era la guerra contra los cartagineses de modo que los “gobernadores” enviados al solar hispano (P. y Cn. Cornelio Escipión, por ejemplo) eran, sencillamente, priuati cum imperio en función del número de tropas que se les habían otorgado y con una dimensión más militar que civil –aunque también desarrollasen algunas tareas en ese sentido aunque casi todas derivadas de los objetivos de guerra y pacificación– de su poder. 41 Lógicamente, la “perpetuación” del deseo romano de permanecer en la Península y las circunstancias de la política senatorial obligarían al Senado de Roma a, al menos a partir del 197 a. C., oficializar –en forma del envío de praetores, propraetores o proconsules– el sistema administrativo provincial. Fue ese el momento –coincidente, además, con el establecimiento territorial de dos ámbitos de acción separados: el de la Vlterior y el de la Citerior– en que la administración provincial empezó a seguir unos canones claros controlados desde el Senado por más que el contenido esencialmente militar del poder gubernamental dejase de lado la aplicación de otro tipo de medidas más de administración (“el gobernador republicano gobierna pero no administra”, suele decirse) si bien también en ese aspecto estamos condicionados por la naturaleza de las fuentes literarias, siempre más abiertas a hacerse eco de periodos de conflicto, extorsión y guerra que a periodos pacíficos y de organización administrativa. Este panorama parece comenzó a cambiar a partir del 133 a. C., y hasta, al menos, las guerras civiles. En la Península, el final de la resistencia celtibérica en Numancia garantizó la preocupación de los gobernadores por una mejor y más eficaz administración –y hasta reordenamiento– del territorio también muy probablemente motivada por la cada vez más creciente presencia de ciudadanos romanos y latinos en las colonias que Roma había ido instalando, especialmente en la fachada mediterránea y en Andalucía o por extraordinarias concesiones ex uirtute. A partir de ese momento el gobernador empieza, de verdad, a ser la imagen de Roma en provincias desde una perspectiva que excede, con mucho, el ejercicio la representatividad de esa imagen en el ámbito militar (algunos documentos epigráficos extraordinarios de época republicana como el bronce de Lascuta –CIL II, 5041– o la tabula Contrebiensis –AE 1979, 377– así lo evidencian). Esta preocupación por la “administración” en lugar de por la “conquista” tomará aun mayor forma jurídica con las disposiciones de Sila si bien se arruinará con las guerras civiles en las que, con especial protagonismo del ámbito hispano, se producirá, de nuevo, la conversión de las provincias en escenarios de guerra permanente, afán de los gobernadores por el enriquecimiento y la extorsión y cantera para la constitución de ejércitos privados particulares. Será Augusto quien en su afán de equilibrar la legalidad constitucional republicana con el nuevo carácter monárquico del régimen por él impuesto mantendrá –en lo básico (un gobernador, un quaestor y varios subalternos en forma de legati) y en lo organizativo– el sistema gubernamental provincial pero aportando algunas novedades “hijas” de su tiempo y que buscaban la mayor eficacia y 42 racionalización de la administración. Por eso, hacia el 13 a. C., Augusto dividió las dos antiguas provincias en tres a partir de la partición en dos de la Vlterior: Vlterior Baetica, Vlterior Lusitania y Citerior –para cuya administración tuvo que establecer varias “legaturas” para acercar la administración al ciudadano, por expresarlo en términos contemporáneos y tras cuya división estaba la fe augústea en la necesidad de separar del Senado la gestión de las provincias militarizadas–, estableció el sistema de los conuentus iuridici y comenzó a hacer descansar, aun más, si cabe, la administración central en la autonomía municipal. 3. 2. De competencias y atribuciones del gobernador provincial (con especial atención al periodo republicano) [1]. Dimensiones básicas del imperium: 1. Imperium de carácter individual (Cic. Leg. 3, 2-3) que ha de ejercerse con la consabida dignitas (Cic. Verr. 2, 16 y Att. 6, 3, 12) y evitando la perfidia/deslealtad (Cic. Q. Fr. 1, 1, 21). Cfr. virtudes del gobernador: liberalitas (Cic. Fam. 3, 8, 8), humanitas (Cic. Pis, 16, 38) e integritas (Cic. Fam., 13, 65, 1). 2. Dimensión militar: permite disponer de un ejército siendo responsable de él y capaz de administrarlo (Cic. Phil. 5, 45), prerrogativa ésta que –para el caso hispano– fue clave, al menos, hasta las reformas silanas aunque reapareciera, después, con las guerras civiles. 3. Poder asociado a la función jurisdiccional de los magistrados cum imperio (Gai Inst. 4, 105 y Dig. 2, 1, 3; Dig. 4, 6, 26, 2 y Gell. NA. 13, 15). 4. Poder entregado al gobernador provincial en tanto que custos defensorque de su provincia (Cic. Verr. 2, 5, 6) y ejercido a través de la administración y el control militar, por tanto, con prerrogativas militares (cfr. § [2]), fiscales/financieras y jurisdiccionales (cfr. § [3], Dig. 1, 16, 7, 1-2 -De officio proconsulis, de Ulpiano- y Cic. Att. 6, 3, 1-3). [2]. Prerrogativas del imperium militare: entre la iniciativa individual y el control senatorial. 1. Carácter absoluto del poder militar del gobernador (Cic. Q. Fr. 1, 1, 8) y éste como parte fundamental de las responsabilidades de aquél (Cic. Q. Fr. 1, 1, 5-6) algo especialmente presente en las 43 fuentes respecto del caso hispano republicano dada la omnipresencia de la guerra. 2. Principales prerrogativas del gobernador destacadas por las fuentes: a) Dirección de operaciones militares (cfr. § [2], 3). b) Suscripción de acuerdos diplomáticos (Liv. 21, 6, 20 o Zonar. 8, 25, foedera socialia de Escipión con Tarraco y Emporiae -217 a. C.-) y supervisión de su cumplimiento (App. Hisp. 44, episodio de las murallas de Segeda -154 a. C.-). c) Imposición de condiciones militares a los vencidos (Liv. 28, 33 y 34, 21, condiciones de rendición impuestas por parte de Catón a los Bergistanos -206 a. C., y 195 a. C.-) y liderazgo en las negociaciones de guerra (Diod. Sic. 33, 24, diálogo de Graco con una embajada de Celtíberos cerca de Contrebia -179 a. C.-). 3. Límites a su acción por parte del Senado [respecto de § [2], 2 a)-c) este organismo apenas podía hacer sino confirmar o desautorizar, casi siempre a posteriori, las acciones del gobernador]: a) Dependencia económica del gobernador respecto del Senado: coste de la guerra (Polyb. 3, 106, 7 y 10, 19, 2 o Liv. 23, 48, 4 y 33, 21, 4, con peticiones de dinero para la guerra en Hispania -218 a. C.- y en Sicilia -214 a. C.-). b) Control “moral” por parte del Senado para garantizar el adecuado empleo del imperium en la gestión provincial (Liv. 39, 3, destitución de M. Furio, en Galia, por su agresión a los Cenomanos -187 a. C.-; o App. Hisp. 81, 351 y 358, M. Emilio Lépido Porcina, en la Citerior, es desprovisto del imperium por su injustificado y fracasado ataque a los Vacceos -136 a. C.-): futuros procesos de maiestate (lex Cornelia -80 a. C.-). c) Recurso al Senado para solicitar la suspensión voluntaria en el cargo (Liv. 30, 26, 5, Léntulo, gobernador de la Vlterior, pide permiso para dejar el cargo y presentarse a las elecciones consulares del año 201 -en el 203 a. C.-) d) Tutela y supervisión (al final del mandato) por parte del Senado respecto de la equitativa aplicación de las prerrogativas gubernamentales (Liv., 43, 2, 1-11, embajada de indígenas hispanos para protestar por la auaritia superbiaque de los gobernadores del lapso 178-173 a. C. 171 a. C.- y consiguiente designación de patroni y recuperatores entre antiguos gobernadores hispanos, evidencia del recurso constante de las poblaciones 44 indígenas a los gobernadores; Liv., 32, 2, 5, quejas de los Gaditani por el envío de praefecti -199 a. C.-: futuros procesos de repetundis con la lex Calpurnia -149 a. C.-). La falta de moderación de los gobernadores fue empleada también como “arma arrojadiza” en las elecciones consulares (Val. Max. 6, 4, 2, por parte de Escipión Emiliano contra Sulpicio Galba -141 a. C.-). [3]. Prerrogativas civiles del imperium: el gobernador y la humanitas (justicia, costumbres, leyes, obra pública…). Ejercidas, ocasionalmente, en viajes (Cic. Att. 5, 13, 1 o Verr. 2, 4) y a través de la recepción de embajadas (Cic. Verr. 2, 4). ¿Paralelo con la documentación imperial (Plin. Epist.) al respecto? a) En paralelo con § [2], 2 fortalecer el papel de las instituciones romanas y debilitar el de las indígenas adaptándolas a Roma (CIL, II, 5041, decreto de L. Emilio Paulo respecto de los habitantes de la turris Lascutana 190/189 a. C.-, y AE, 1984, 405, deditio de Alcántara y condiciones a los Seano[---] por L. Cesio -104 a. C.-). Velar por la humanidad de las leyes indígenas (Plut. Quaest. Rom. 83, Craso prohíbe los sacrificios humanos -96/95 a. C.-; Cic. Balb. 43, César prohíbe quemar vivos a los criminales ajusticiados). b) Garantizar el cumplimiento de pactos, no sólo cuando se daban entre Roma y los indígenas (cfr. § [2], 2, b)) sino también cuando se trataba de pactos entre ciudades indígenas (AE, 1979, 377, tabula Contrebiensis con mediación de C. Valerio Flaco -87 a. C.-): labor de aculturación política de la elite y ensayo del papel de la autonomía local cuya eclosión llegará en el Principado. c) Velar por las adecuadas finanzas de las ciudades (conseruatio ciuitatium -Cic. Att. 6, 3, 3-). Supervisión de obras públicas realizadas pecunia publica en ellas (CIL, II, 3422 de Carthago Noua, M. Calpurnio Bíbulo construye las puertas de la ciudad -h. 59 a. C.-, uaria loca, acción de M. Sergio y Q. Fabio Labeón, amojonamiento de las vías del NE tras el 133 a. C.). Implicación en el evergetismo (EE, IX, 346 de Carthago Noua, Q. Casio Longino -52 a. C.-, como quaestor o Liv. Per. 53 y CIL, I, 546 de Italica, L. Mummio y su obsequio con estatuas de Corinto a ciudades occidentales -146 a. C.-). 45 d) Fundación y promoción jurídica de comunidades (Saguntum, Carthago Noua, Carteia, Italica, Valentia, Palma, Pollentia, Gracchurris, Pompelo…). 4. Bibliografía complementaria Aunque la Unidad Didáctica plantea una buena síntesis sobre la administración provincial, su Historia en las Hispaniae en función de la propia evolución de la Historia de la presencia romana en la Península y sus principales problemas existen, en un mismo volumen, dos síntesis válidas sobre la organización provincial además de una amplísima bibliografía que, sobre distintas cuestiones, se citará a continuación. Nos referimos a OZCÁRIZ, P.: “Organización administrativa y territorial de las provincias hispanas durante el Alteo Imperio”, y NAVARRO, F. J.: “La organización proivincial de Hispania durante el Imperio Romano (siglos I-III)”, en ANDREU, J., CABRERO, J., y RODÀ, I. (eds.): Hispaniae. Las provincias hispanas en el mundo romano, ICAC, Tarragona, 2009, pp. 323-338 y 345-360 respectivamente, sin duda síntesis muy completas sobre los contenidos de esta lección. Consúltese, en cualquier caso, también, la bibliografía que en ella se recomienda (pp. 388-389) y la que aportan los trabajos de P. OZCÁRIZ y F. J. NAVARRO arriba citados. En relación al tema del imperialismo romano –que, en realidad, está detrás del origen de la “provincialización” del solar peninsular–, siguen siendo claves, entre otros, los trabajos de BADIAN, E.: Foreign Clientelae (264-70 BC), Clarendon Press, Oxford, 1958 y Roman Imperialism in the Late Republic, Cornell University Press, Pretoria, 1967; CARCOPINO, J.: Les étapes de l’impérialisme Romain, Hachette, París, 1961; BRUNT, P. A.: Italian Manpower: 225 BC-AD 14, Clarendon Press, Oxford, 1971; HARRIS, W. V.: War and Imperialism in the Republican Rome (327-70 BC), Clarendon Press, Oxford, 1979; KNAPP, R.: The Roman Provinces of Iberia to 100 BC, University of Pennsylvania Dissertations, Ann Arbor, 1977 o RICHARDSON, J. S.: Hispaniae. Spain and the Development of Roman Imperialism (218-82 BC), Cambridge University Press, Cambridge, 1986 (estos dos últimos principalmente circunscritos a la política hispana). Para una revisión y actualización de todas las posturas y una síntesis del amplio debate generado en torno a ellas son inexcusables los trabajos de E. HERMON, “L’impérialisme romain républicain: approches historiographiques et approche d’analyse (à propos de deux colloques recents sur le sujet)”, Athenaeum, 78, 1989, 46 pp. 407-416 (a complementar con el volumen monográfico dedicado a la cuestión por la revista Ktéma, 8, 1983) y el volumen de ÑACO, T., y ARRAYÁS, I. (eds.): War and Territory in the Roman World. Guerra y territorio en el mundo romano, Archaeopress, Oxford, 2006. Una de las áreas en las que más se ha avanzado en los últimos veinte años respecto de nuestro conocimiento del imperium del gobernador provincial ha sido la relativa a la documentación epigráfica, clave para el seguimiento de la cuestión y responsable de algunas nuevas aproximaciones al fenómeno. Así, resultan útiles los trabajos recogidos en FATÁS, G (dir.): Epigrafía hispánica de época republicana, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1983. Los propósitos de esa reunión tuvieron su continuidad en el igualmente inexcusable volumen de BELTRÁN LLORIS, F. (ed.): Roma y el nacimiento de la cultura epigráfica en Occidente, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1995. También resultan oportunos los presentados en CASTILLO, C. (ed.): Novedades de epigrafía jurídica romana, EUNSA, Pamplona, 1989 y, desde luego –con el mérito de haber puesto toda la documentación, excelentemente bien comentada, a nuestra disposición– el reciente trabajo de DÍAZ, B.: Epigrafía latina republicana de Hispania (ELRH), Instrumenta, Barcelona, 2008 que, además, es muy recomendable en el trazado que hace del contexto histórico de la España republicana. Para el seguimiento de algunas de las cuestiones historiográficas todavía abiertas (especialmente clientelas y derechos cívicos) o sobre las que, en cualquier caso, ha habido notables revisiones en los últimos años, puede verse el trabajo de PINA, F.: “Hispania y su conquista en los avatares de la República tardía”, en ANDREU, J., CABRERO, J., y RODÀ, I. (eds.): Hispaniae. Las provincias hispanas en el mundo romano, ICAC, Tarragona, 2009, pp. 223-236 y el de KREMER, D.: Ius Latinum. Le concept du droit Latin sous la République et l’Empire, Boccard, París, 2006 (con una singular concepción del derecho Latino que hemos revisado en Faventia 29-2, 2007: disponible en red). El enfoque de dos trabajos actualmente en marcha sobre la cuestión y que –es de esperar– nos obsequiarán con una adecuada síntesis sobre las funciones del gobernador provincial puede verse en DÍAZ, A.: “El gobernador provincial en la República romana (227-44 a. C.): ideal y práctica”, ETF(2) 22, 2009, pp. 27-28 (dirigido por F. PINA) y en OLMO, R.: “Las funciones del gobernador provincial romano”, ETF(2) 22, 2009, pp. 44-45 (dirigido por P. LÓPEZ BARJA). Sobre el término imperium, han de consultarse los clásicos trabajos de MOMMSEN, Th.: Römisches Staatsrecht. I3, Beck, Leipzig, 47 1888, esp. pp. 116-136; TOUTAIN, Ch.: “Imperium”, en DAREMBERG, Ch., y SAGLIO, E. (dirs.): Dictionnaire des antiquités grecques et romaines, Hachette, París, 1899, pp. 418-423 (también disponible en red); y ROSENBERG, A.: “Imperium”, en: Paulys Real-Encyclopädie des classischen Altertumswissenschaft, Metzler, Stuttgart, 1916, cols. 1201-1211. Para una aproximación clásica, y de síntesis, al asunto, sigue siendo válido el volumen de NICOLET, C.: Rome et la conquête du monde méditerranéen. 1/Les structures de l’Italie romaine, Nouvelle Clío, París, 1977, esp. pp. 394-395. Sobre los avances y la consolidación progresiva de la administración provincial en época republicana pueden verse los trabajos de BARRANDON, N. y KIRBIHLER, F. (dirs.): Administrer les provinces de la République romaine, Presses Universitaires de Rennes, Rennes, 2010, pp. 213-215 y, para el caso hispano, las excelentes síntesis de SALINAS, M.: El gobierno de las provincias hispanas durante la República romana (218-27 a. C.), Universidad de Salamanca, Salamanca, 1995 o EDMONSON, J.: “Roman Power and the Emergence of Provincial Administration in Lusitania during the Republic”, en HERMON, E. (ed.): Pouvoir et ‘imperium’ (IIIe av JC-Ier ap JC), Jovene, Nápoles, 1996, pp. 163-2017 y las todavía válidas reflexiones de ROLDÁN, J. M.: “Las provincias romanas de Hispania hasta las guerras celtibérico-lusitanas”, en Historia de España Antigua. Tomo II. Hispania Romana, Cátedra, Madrid,1978, pp. 51-77, esp. pp. 57-58 y de GARCÍA MORENO, L. A.: “Presupuestos ideológicos de la actuación de Roma durante el proceso de conquista de Hispania”, Gerión, 5, 1987, pp. 211-244, esp. p. 223. Las primeras han sido recientemente actualizadas en WULFF, F.: “Sociedades, economías, culturas”, en ROLDÁN, J. M., y WULFF, F.: Citerior y Ulterior. Las provincias romanas de Hispania en la era republicana, Itsmo, Madrid, 2001, pp. 468-514 un trabajo que, desde luego, ha de convertirse, ya, en volumen de referencia sobre la Hispania republicana. La acción del Senado supervisando el trabajo de los gobernadores en su ejercicio del imperium militare y poniendo, ocasionalmente, límites al inadecuado ejercicio del mismo ha sido abordada por HARRIS, W. V.: “Roman expansion in the West”, en ASTIN, A. E., WALBANK, F. B. A., FREDERIKSEN, M. W., y OGILVIE, R. M. (eds.): The Cambridge Ancient History. Second Edition. VIII. Rome and the Mediterranean to 133 BC, Cambridge University Press, Cambridge, 1989, pp. 107-162, esp. pp. 128-141 y ECKSTEIN, A. M.: Senate and General. Individual decision making and Roman foreign relations (264194 BC), University of California Press, Berkeley-Los Ángeles-Londres 1987, esp. pp. 231 y 319-328. Sobre el juicio moral de la acción del 48 magistrado en esta material, puede verse CRISTOFORI, A.: “Il giudizio della società provinciale sugli amministratori romani in età republicana: consideración sulla documentazione”, en MOOREN, L. (ed.), Politics, Administration and Society in the Helenistic and Roman World, Peeters, Leuven, 2000, pp. 55-76. De referencia, sobre el ejército y el gobernador y, además, referido al ámbito hispánico: CADIOU, F.: Hibera in terra miles. Les armées romaines et la conquête de l’Hispanie sous la République (218-45 av. JC), Casa de Velázquez, Madrid, 2008. Una perspectiva interesante sobre el gobernador actuando en la supervisión de actividades diplomáticas y velando por el cumplimiento de los tratados puede verse en GARCÍA RIAZA, E.: Celtíberos y lusitanos frente a Roma: diplomacia y derecho de guerra, Anejos de Veleia, Vitoria, 2002. Una de las cuestiones más discutidas en los últimos años en relación al imperium del gobernador provincial ha sido la de su participación en la extensión de privilegios de ciudadanía y, por tanto, su implicación en la promoción jurídica de comunidades. El tema ha encontrado un claro revulsivo en algunos nuevos aportes documentales relativos a nuevas colonias latinas documentadas en el ámbito hispano gracias a RIPOLLÉS, P. P., y VELAZA, J.: “Saguntum, colonia latina”, ZPE, 141, 2002, pp. 285-291 y a ABASCAL, J. M.: “La fecha de la promoción colonial de Carthago Noua y sus repercusiones edilicias”, Mastia, 1, 2002, pp. 21-44. A nuestro juicio –y aunque con perspectivas divergentes– resultan útiles la síntesis de GARCÍA FERNÁNDEZ, E.: “Reflexiones sobre la Latinización de Hispania en época republicana”, en ANDREU, J., CABRERO, J., y RODÀ, I. (eds.): Hispaniae. Las provincias hispanas en el mundo romano, ICAC, Tarragona, 2009, pp. 378-390 (y, antes en El municipio latino. Origen y desarrollo constitucional, Anejos de Gerión, Madrid, 2001, esp. pp. 68-71) y la monografía de KREMER, D.: Ius Latinum. Le concept du droit Latin sous la République et l’Empire, Boccard, París, 2006, esp. pp. 191-196. Para los réditos políticos del imperium provincial en relación a la carrera consular, resulta un adecuado instrumento de trabajo el volumen de ROSENSTEIN, N.: Imperatores Victi. Military defeat and aristocratic competition in the middle and Late Republic, ¿ ?, Los Ángeles 1990 y, sobre todo el de BASTIEN, J.-L. : Le triomphe romain et son utilisation politique à Rome aux trois deniers siècles de la République, L’Ecole Français de Rome, Roma 2007. Con un análisis más ideológico sobre las motivaciones de esos réditos politicos puede verse RICH, J.: “Fear, greed and glory: the causes of Roman War-making in the middle Republic”, en RICH, J., y SHIPLE, G. (eds), War and Society in the Roman World, Routledge, Londres-Nueva York, 1993, pp. 38-68. 49