Las Guerras entre Roma y Cartago por el dominio del Mediterráneo occidental, conocidas como guerras Púnicas, fueron el origen de la ocupación romana de Península Ibérica. De las dos guerras púnicas, la que a nosotros nos interesa es la segunda porque fue en ella en la que Roma puso por primera vez sus pies en la Península. Cartago había sufrido enormemente durante la Primera Guerra Púnica. Había perdido Sicilia, Córcega y Cerdeña y su superioridad naval en el mediterráneo. Ambas cosas en beneficio de los romanos. Además, también tenían que pagar a Roma cuantiosas indemnizaciones de guerra lo que les había llevado a la bancarrota. Ante esta situación, un general cartaginés, Amílcar Barca, apoyado por el pueblo debido a sus éxitos militares decide dirigirse a España para comenzar a recuperar todo lo perdido. Amílcar desembarca en Cádiz y después de varias campañas contra los habitantes de la Península, logró apoderarse de la mayor parte de la península, poniendo por límites de su dominación los ríos Duero y Ebro y fundando una colonia en el territorio. Esta colonia se llamó Barcino (Barcelona). Poco después el general moría en un combate. En su empresa le sucede su yerno Asdrúbal, quien funda la ciudad de Cartago Nova (Cartagena). Éste logra aumentar considerablemente las riquezas de los cartagineses gracias a sus colonias españolas. Los progresos de la dominación cartaginesa en España alarmaron al senado romano, que consiguió imponer un tratado a Cartago, por el cual ésta se comprometía a no pasar en sus conquistas al otro lado del Ebro, y respetar además los pueblos de origen griego y aliados de Roma, entre los cuales estaba Sagunto. Asdrúbal murió asesinado por un esclavo, sucediéndolo Aníbal hijo de Amílcar. Con esta presentación ya tenemos ubicados a los cartaginenses en la Península y podemos hablar de la Segunda Guerra Púnica. CAUSAS DE LA II GUERRA PÚNICA La causa fundamental de las guerras púnicas fue la ambición de Roma y Cartago, y que dado el carácter de las dos repúblicas, la guerra no podía terminar sino cuando una de ellas sucumbiera .Esta causa general, lejos de desaparecer se había aumentado por la primera guerra, cuyos resultados multiplicaron la ambición de Roma, y enconaron más el odio de Cartago, que a toda costa deseaba recuperar su antiguo prestigio. Este odio parecía haberse concentrado en los Barcas, de tal manera que Amílcar al conquistar España sólo pensaba en la guerra futura contra Roma y a fin de que este proyecto no fracasara por su muerte, le hizo jurar a su hijo Aníbal, cuando todavía era niño, odio eterno a los romanos. Con estos antecedentes, y con la preponderancia de los cartagineses en España, y los recelos de Roma, la guerra era inminente, presentándose luego el motivo que la hizo estallar, que fue la toma de Sagunto por Aníbal. ANIBAL Con 25 años, Aníbal sucedió a su cuñado Asdrúbal. Anibal se dirigió contra los pueblos del centro de la Península Ibérica, logrando someter a los Ólcades, los Carpetanos y los vetones. Después, tomando como pretexto para actuar un problema que existía entre los Turboletas (aliados de Cartago) y los Saguntinos (aliados de Roma), decide atacar a estos últimos sitiando la ciudad y exterminando prácticamente a toda la población. Una vez que Sagunto es destruida. Los romanos envían ante Aníbal una embajada para exigirle explicaciones por lo acaecido. Aníbal se niega a dar respuesta a los romanos y éstos deciden declarar la guerra a los cartagineses, iniciándose así la Segunda Guerra Púnica. Una vez declarada la guerra, Aníbal (y al parecer haciendo caso omiso a las recomendaciones del Senado cartaginés) decide llevar la guerra a Italia dejando en la Península a su hermano Asdrúbal. Aníbal partió desde Cartago Nova con un grupo de 60.000 hombres y, atravesando la costa mediterránea llegó hasta los Pirineos. Se adentró en la Galia, donde derrotó a todas las tribus que trataban de impedirle su llegada al río Ródano y llegó a los pies de los Alpes. Atraviesa los Alpes y tras quince días de viaje llega a Italia. Tras este viaje, que fue muy duro, su ejército quedó reducido a 26.000 hombres un número bastante escaso si tenemos en cuenta que Roma podía enviar a combatir contra ellos a 800.000 soldados. Mientras Aníbal se dirigía hacia Italia, los romanos (quienes piensan que aún está en la Península Ibérica) mandan a ella Publio Cornelio Escipión junto con un gran ejército. Publio, antes de llegar a territorio peninsular se entera de que Aníbal ha comenzado la expedición contra Italia y decide ir a cortarle el paso. Hace cálculos y considera que debe encontrarse en torno a Massalia. Por ello desembarca en esta ciudad para impedirle su paso por el río Ródano. Desgraciadamente para él, Aníbal ya lo había atravesado días antes de su llegada. En este punto, Publio, envía a su hermano Cneo Escipión con parte del ejército a la Península Ibérica para hacer allí la guerra contra los cartagineses que quedan en el territorio y él regresa a Italia con el deseo de poder salir al encuentro de Aníbal cuando bajara los Alpes. El ejército de Aníbal, que se había visto aumentado con tropas de los galos cisalpinos se encuentra con los romanos en las orillas del Tesino, afluente por la izquierda del Po, sufriendo éstos una completa derrota, salvándose con dificultad Escipion, que a pesar de haber sido herido en la batalla, repasó el Po con los restos de su ejercito. Como resultado de la batalla del Tesino se declararon por Aníbal los galos de Traspadana, mal avenidos con el yugo romano. En persecución de los romanos, Aníbal pasó el Po, alcanzándoles en las orillas del Trebia junto a Placencia. No habiendo todavía curado de sus heridas, Escipion cedió el mando del ejército a su colega Sempronio, que pierde en la batalla 30.000 hombres. Los galos hasta ahora remisos en declararse por Aníbal, le aclaman libertador de Italia, incorporándose a su ejército, que de esta manera se elevó a 90.000 hombres. El general cartaginés pasó los Apeninos, penetrando en Etruria come libertador. Al atravesar los terrenos pantanosos del Arno con agua hasta la cintura, pereció gran número de soldados, y el mismo Aníbal perdió un ojo; pero poco después alcanzó una completa victoria junto al lago Trasimeno haciendo una horrible carnicería en el ejército romano mandado por el cónsul Flaminio. Después de ésta batalla, Aníbal en vez de dirigirse a Roma, repasó los Apeninos, penetrando en el Piceno, donde se vio constantemente molestado por las estratagemas del cónsul Q. Fabio Cunclator (el Contemporizador). Con este motivo el cartaginés se corrió a Apulia, llegando hasta Canas: Roma en tanto, cansada de la lentitud y escaso resultado de las operaciones de Fabio, levantó un ejército de 90.000 hombres, que puso a las órdenes de los cónsules Paulo Emilio y M. Terencio Varron. Este último, a pesar de las prudentes observaciones de su colega, presentó la batalla junto al río Aufido cerca de Canas, sufriendo tal derrota que más de 70.000 hombres, la mayor parte ciudadanos romanos, quedaron en el campo, contándose entre ellos 80 senadores, 21 tribunos militares, y el cónsul Paulo Emilio. Las consecuencias de la batalla de Canas fueron desastrosas para Roma. Toda Italia meridional pasó al dominio de Aníbal, y con Galia Cisalpina que ya le obedecía desde las batallas del Tesino y del Trebia, quedó reducido el poder de Roma a Italia central. Por otra parte, el Cartaginés hacia alianza con Filipo de Macedonia, que ofrece auxiliarle con 200 naves; y por su iniciativa se sublevan Córcega, Cerdeña y Sicilia. Jamás se había visto Roma en un trance semejante; a cada momento podía esperar ver el enemigo a sus puertas. A pesar de todo, Roma no desistió y Aníbal se vio incluso obligado a levantar su sitio a la ciudad de Nápoles. A continuación, el Senado romano se dispuso a recobrar Sicilia a castigar a Siracusa que se había unido a Aníbal. El encargado de hacerlo fue el general romano Marcelo. Siracusa resistió tres años al asedio gracias a las máquinas que había inventado Arquímides. No obstante Marcelo se apoderó por sorpresa de la ciudad, mientras los siracusanos celebraban una gran fiesta; pereciendo Arquímedes, a quien un soldado atravesó con su espada sin conocerlo; pues Marcelo había dado orden a sus tropas de respetar la vida del célebre matemático. La toma de Siracusa dio por resultado la sumisión de toda Sicilia, que fue declarada provincia romana. Al mismo tiempo, Filipo de Macedonia, antes de haber podido llevar a Italia el auxilio prometido a Aníbal, vio su escuadra derrotada cerca de Apolonia por los romanos, que alentaron además a los pueblos de la Grecia para sublevarse contra la autoridad de Filipo. Mientras los romanos combatían en Sicilia y Macedonia, continuaba la guerra en Italia entre Aníbal y los ejércitos romanos. Estos consiguieron apoderarse de la Campania y pusieron sitio a Capua. Ante la contínua merma de su ejército, Aníbal pidió ayuda a Cartago a su hermano Asdrúbal que combatía en Hispania contra los generales romanos. Cartago, que en ese momento estaba dominada por los enemigos de los Barca ignoró la petición del general pero Asdrúbal equipó a un ejército de africanos de españoles y, dejando a sus generales al mando de la guerra en la Península, se encaminó a ayudar a Aníbal. En Placencia, se detuvo para sitiarla, lo que le hizo perder mucho tiempo. Esta decisión fue fundamental para la derrota cartaginesa posterior. Roma en tanto, advertida de los proyectos de Asdrúbal, levantó dos ejércitos que a las órdenes de los cónsules Levio y Neron, salieron a estorbar la unión de los dos hermanos. Asdrúbal, alcanzado por Levio en las orillas del Metauro, en Umbria, perdió la vida en la batalla, y su ejército quedó completamente destruido. Los romanos anunciaron esta derrota a los cartagineses, cortando la cabeza de Asdrúbal, y arrojándola al campamento de Aníbal. Aníbal, a pesar de todo, aún se mantuvo cinco años en la Italia meridional. LOS ROMANOS EN HISPANIA Cuando Aníbal emprendió su expedición A Italia, Roma envió a España para hacer la guerra a los cartagineses a los hermanos Publio y Cneo Escipión. Publio regresó desde Marsella a Italia para oponerse a Aníbal a la bajada de los Alpes y Cneo, con el título de procónsul, llegó a España, comenzando las hostilidades contra Asdrúbal hermano de Aníbal, y apoderándose de buena parte de la península. Al año siguiente, Publio Escipión después de haber sido derrotado por Aníbal en la batalla del Tesino, vino también a España, y uniendo sus fuerzas a las de su hermano, derrotaron a los cartigeneses en varios encuentros. Mas, separados imprudentemente para combatir a la vez a los celtiberos y a los cartigeneses, perdieron las acciones respectivas en que tomaron parte, muriendo ambos en la pelea. Para sustituir a los Escipiones, Roma nombró a Publio Cornelio Escipión, hijo de Publio y sobrino de Cneo, que a la sazón no contaba más de 24 años. Vino en efecto a España, pero no pudo evitar que Asdrúbal se dirigiera a Italia con su ejército para socorrer a Aníbal. Sin embargo, por su valor, por la habilidad de su política y la dulzura de su carácter, venció a los cartagineses, en varios encuentros, se apoderó de los territorios que ocupaban, tomándoles además la ciudad de Cartago Nova y obligándoles a abandonar a España. Nombrado cónsul por sus victorias contra los cartagineses en España, Escipion propuso al senado llevar la guerra al África, con el propósito de que Cartago llamase en su socorro a Aníbal, que se encontraba en el Abruzo, de donde no habían podido desalojarlo los romanos. El senado, a instancias de Fabio Máximo se negó a su pretensión, pero le concedió permiso para alistar voluntarios en Italia y en Sicilia, reuniendo por este medio en muy poco tiempo hasta 30.000 hombres, con los cuales pasó al África. Salió al encuentro de Escipión el general cartaginés Asdrúbal con un poderoso ejército, ayudado por la caballería de Syfax rey de Numidia, que amigo antes de los romanos, se unió ahora con los cartagineses a instancias de su mujer Sofonisba, hija de Asdrúbal. Escipión consiguió incendiar el campamento de Asdrúbal y el de Syfax, y derrotó las tropas que pudieron escapar de la catástrofe. El númida Masinisa, aliado de Roma, se apoderó de Cirta capital de los Estados de Syfax, cayendo en su poder Sofonisba, que se envenenó para no ser esclava de los romanos. Escipión se apoderó de Túnez, casi a las puertas de Cartago que, como el romano había previsto, tuvo que llamar apresuradamente a Aníbal. Este abandonó con honda pena el territorio de Italia, teatro de sus victorias. Con un poderoso ejército se dirige en busca de Escipión; poco antes de combatir, tuvo una conferencia con el general romano para hacer la paz .Esta fue imposible por las exageradas exigencias de Escipión, y fue necesario dar la batalla; y a pesar del genio de Aníbal y del valor de sus tropas, fueron los cartagineses completamente derrotados por Escipión en Zama. Cartago vencida tuvo que aceptar las duras condiciones que le impuso el vencedor, que fueron renunciar a su dominación en España, Sicilia y las otras islas del Mediterráneo; entregar a Roma su escuadra, pagar una fuerte indemnización, comprometiéndose a no emprender guerra alguna sin el consentimiento de Roma. Así concluyó la segunda guerra púnica, quedando Cartago atada de pies y manos en poder de Roma. Escipion, que fue llamado el Africano, adquirió una gloria imperecedera. Después de la batalla de Zama, y de la paz con Roma, el partido democrático de Cartago dirigido por Aníbal, consiguió sobreponerse a la aristocracia, emprendiendo radicales reformas en el gobierno, en la administración y en el ejército, para devolver a su país la unidad y la fuerza que había perdido. Quizá soñaba Aníbal por estos medios tomar algún día la revancha de Roma. Pera estos proyectos se desvanecieron por la envidia del partido aristocrático, cuyo jefe, Hannon, denunció a Aníbal a los romanos; por lo cual el senado exigió que se lo entregasen, teniendo que huir a la corte de Antisco, rey de Siria, para librarse de sus enemigos. Aníbal en Oriente no desistió de sus propósitos de destruir la República romana; pero sus grandiosos planes no podían tener acogida entre aquellos pueblos corrompidos, y Antioco derrotado en Magnesia por los romanos, prometió a éstos entregarles al general cartaginés, que tuvo que huir, acogiéndose a la corte de Prusias, rey de Bitinia. El odio romano le persiguió basta su último refugio; y no pudiendo conseguir por medio alguno que el rey se lo entregase, el general Flaminio concertó a unos asesinos, que se encargaron de quitarle la vida; Aníbal, por no caer en sus manos, tomó un veneno que puso fin a su existencia.