EN LAS MALAS, MANTENER LAS APARIENCIAS Cubrir, guardar o salvar (o «mantener») las apariencias es, según el Diccionario de la Real Academia Española, “disimular la realidad para evitar habladurías o críticas”. Esta locución verbal no es nueva como tampoco lo es la idea que representa. Puede expresar tanto una intención «suave» en un determinado comportamiento como otra que implica fingir, ocultar o mentir. La primera es socialmente aceptable. Difícilmente se critique a alguien que en una entrevista de trabajo presenta una figura atractiva y demuestra tranquilidad, seguridad y alegría aun cuando no las sienta, tal como lo recomiendan los italianos: fare la bella figura. La segunda es motivo de discusión o de críticas. Hace varios siglos Maquiavelo dijo lo siguiente en El Príncipe: “Un príncipe debería reunir todas las buenas cualidades, pero esto no es posible; por tanto debe aprender a ser bueno y a no serlo, según las circunstancias, pero siempre aprenderá a serlo en apariencia”. Lectores de esta obra clásica, aun sin desconocer que Maquiavelo transmite la realidad tal cual la observara, sentirán rechazo ante una recomendación que implica fingir y engañar... a gran escala. En épocas como la actual, de crisis económica, hipotecas subprime y desempleo existen personas que deciden mantener las apariencias ante una disminución en sus ingresos o la pérdida de sus empleos para ocultar sus problemas económicos y no caer en la consideración social. Un caso extremo, referido a personas que vivían en sus automóviles, fue descripto en un artículo publicado en The New York Times: “Luego de haber tenido que dejar su vivienda, [...] vivió en su automóvil durante cinco meses en Erie, Pennsylvania. Pasaba su tiempo en cafés locales. Siempre ponía sobre la mesa un manojo de llaves y unos cuantos sobres que contenían facturas para dar la impresión de tener un hogar como cualquier otra persona. No le comentó su situación, mientras buscaba trabajo, a su hijo, quien estudiaba con la ayuda de una beca, para no distraerlo. En el caso de quienes vivían en sus automóviles, si bien el orgullo era generalmente lo que motivaba a no contarle nada a la familia o los amigos, también influía el temor al acoso o a infringir la ley”. (I. Urbina, Keeping it Secret as the Family Car Becomes a Home. Nueva York: 2 de abril de 2006) Otros casos se refieren a personas desempleadas que no comentan su situación en sus casas y salen a «trabajar» todas las mañanas a la hora habitual sólo para instalarse en un café y ponerse a leer los avisos del diario y hacer llamadas telefónicas (los expertos aclaran que las personas más cercanas, no así otras más alejadas, no tardarán en darse cuenta de que se está tratando de mantener las apariencias). ¿Son criticables o condenables estas conductas? ¿Significan negar la realidad? ¿O, por el contrario, son recomendables? Hasta hace poco, quien era visto tratando de mantener las apariencias ante una caída era evaluado como una persona débil, incapaz de enfrentar la realidad, o como un simulador que trataba de engañar a su familia y su círculo social. Tal comportamiento, al ser descubierto, era condenable y, a veces, provocaba sarcasmos. 2 Tal evaluación empezó a cambiar como consecuencia de la opinión de psicólogos que no la compartían. “Los psicólogos señalan que guardar las apariencias permite mantener buenos hábitos y reflejar el orgullo de la persona. Esta ‘representación teatral’ puede ser una estrategia social muy efectiva, especialmente en épocas inciertas. Si mostrar orgullo en estas situaciones siempre fue interpretado como una falta de adaptación ¿por qué la gente lo hace en estas situaciones? [...] Recientes hallazgos han demostrado que el orgullo es muy importante no sólo ante la presencia de un peligro físico sino también para progresar, de manera no totalmente obvia, ante circunstancias sociales difíciles. [...]”. (B. Carey, When All You Have Left Is Pride. The New York Times. Nueva York: 7 de abril de 2009). El orgullo vendría a ser la clave en estas situaciones. Según el Diccionario de la Real Academia, orgullo es “arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas”. Una investigación señaló lo siguiente: El orgullo desempeña con frecuencia un papel funcional para mantener y mejorar el estatus social. Es un componente esencial de la capacidad de adaptación de un animal social. Los individuos experimentan orgullo luego de un logro que la sociedad evalúa en forma positiva. Este sentimiento los puede alertar: sus comportamientos (o su persona) son bien valorados por otros, es difícil que el grupo los rechace y posible que se hagan merecedores de un crecimiento en la consideración social. [...] Al mismo tiempo, la expresión del orgullo por medio del lenguaje corporal (una ligera sonrisa, la cabeza ligeramente echada hacia atrás, “sacando pecho” y las manos en la cintura) puede cumplir una función complementaria al alertar a otras personas que el individuo orgulloso merece una mayor aceptación y un mayor estatus. [...] La gente tiende a asociar una expresión de orgullo con un estatus importante. (J. I. Tracy y R. W. Robbins, The Nonverbal Expresión of Pride: Evidence for Cross-Cultural Recognition. Journal of Personality and Social Psychology, 2008, Volumen 94. Nº 3) Como dice uno de los autores arriba mencionados: es mejor el orgullo después que antes de una caída. 1 Y evitar demostraciones de orgullo inmerecido, tal como lo señala el tango : pelandrún que la vas de distinguido / y siempre hablás de la estancia de papá / mientras tu viejo, pa’ ganarse el puchero, / todos los días sale a vender fainá. Guillermo S. Edelberg DBA Profesor Emérito, INCAE Business School www.guillermoedelberg.com.ar 1 Niño bien, 1928. Música: J. A, Collazo. Letra: V. Soliño y R. Fontaina.