¿Qué le espera al Atún Aleta Amarilla?

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¿Qué le espera al Atún Aleta Amarilla?
Shirin Svenia Costa*
(shirin_costa@hotmail.com)
José Rubén Ocampo Orozco*
(joseru_ocampo@hotmail.com)
*Especialidad en Gestión Ambiental, Universidad Autónoma de Baja California, Facultad de
Ciencias Marinas.
Estoy sentada en el puerto de Ensenada, en Baja California. Frente a mí,
pequeñas embarcaciones turísticas y pesqueras realizan sus labores cotidianas,
un enorme crucero atraca mientas que a lo lejos las grúas portuarias descargan
los contenedores de un barco proveniente de Asia. Sin lugar a dudas, estoy
observando un puerto con diversas y variadas actividades, sin embargo, no
siempre fue así. Si nos remontamos a los años 80’s, me encontraría frente a la
mayor flota atunera del Pacifico Oriental.
El panorama era, en ese entonces, completamente distinto. Las capturas de
atún aleta amarilla habían cambiado no solo al puerto, sino también a la ciudad
entera. Empacadoras y compañías refrigeradoras florecían junto con la economía
de la región, México era el principal exportador de atún congelado en el continente
americano.
¿Cómo es posible que en tan solo 30 años la situación haya cambiado tan
drásticamente? Para poder entender los que sucedió con esta importante
pesquería hay que comenzar por el principio, hay que entender al organismo en el
que se sustenta.
El atún aleta amarilla, conocido científicamente como Thunnus albacares es
un pez que puede alcanzar 2.4 m de largo y casi 200 kg de peso. Su cuerpo es
azul oscuro, metálico, sin embargo su aleta dorsal y su aleta anal son amarillas, lo
que da origen a su nombre común (Figura 1).
Estos grandes peces se distribuyen en aguas abiertas de mares tropicales y
subtropicales y son excelentes nadadores de crucero. Su cuerpo es fusiforme, le
permite recorrer grandes distancias y alcanzar altas velocidades, hasta 70 km por
hora. Son organismos migratorios que se distribuyen en los primeros 100 metros
de la columna de agua, aunque los ejemplares adultos tienen la capacidad de
alcanzar profundidades de hasta 400 metros.
Figura 1.- Atún aleta amarilla
El atún aleta amarilla se alimenta de peces más pequeños, crustáceos y
calamares. Estos organismos alcanzan su madurez sexual entre los dos y tres
años de edad, con una longitud de 90 cm. Durante las épocas reproductivas, en
los meses de primavera y verano, los atunes se reúnen en la superficie del mar.
Las hembras expulsan al agua alrededor de 100 mil huevos por cada kg de peso,
que inmediatamente son fecundados por los machos. Sin embargo su índice de
mortalidad es elevado. Los huevos miden alrededor de un milímetro y están
cubiertos por una gota de aceite que les permite flotar. Los juveniles nadan cerca
de la costa por diversos años, al alcanzar su estado adulto se dirigen a aguas más
profundas.
Esta especie se encuentra generalmente en cardúmenes de tres diferentes
tipos. Los ejemplares juveniles se reúnen alrededor de objetos que flotan en el
mar, troncos y palos provenientes de los grandes ríos tropicales. Se cree que
estos objetos flotantes les proveen a los organismos cierta protección hasta que
alcancen un tamaño mayor. Frecuentemente estos cardúmenes se presentan en
las zonas ecuatoriales costeras.
Otros atunes se reúnen en cardúmenes conocidos como brisas, son atunes
libres y no cuentan con una asociación, son generalmente costeros. Finalmente,
existen los asociados a delfines, se cree que su relación es del tipo alimenticia, los
delfines comparten parcialmente los mismos hábitos alimenticios de los atunes y a
la vez, permiten a los barcos atuneros localizarlos. Estos cardúmenes se
distribuyen al norte del Ecuador, y están conformados por organismos adultos en
su mayoría.
La captura de estos peces se remonta a principios de del siglo XX y los
métodos y artes de pesca han cambiado con el tiempo. Sin embargo, fue a partir
de 1950, precisamente en Ensenada, que esta pesquería comienza a ganar
importancia para el país y se realizó la primera captura de esta especie con red de
cerco.
Fue así, que desde esa primera captura de atún con redes de cerco para
sardinas, la flota creció hasta ser la mayor del Pacifico Oriental. Los barcos
atuneros se equiparon con las más novedosas tecnologías, la pesca del recurso
comenzaba con la detección del mismo con ayuda de helicópteros, avionetas o
simples binoculares. Una vez localizado el cardumen comenzaba la maniobra en
la cual el barco atunero lo cercaba con ayuda de una embarcación pequeña con
mucha potencia que sujetaba un extremo de la red, conocida como pangón; y
lanchas rápidas que confinaban a los organismos. Finalmente la red se cerraba y
era recuperada. Los recursos atuneros eran abundantes, grandes volúmenes
periódicamente arribaban al Puerto y eran procesados.
Fue durante esta época de auge pesquero que llegó el primero de dos
embargos para el atún por parte de Estados Unidos. En junio de 1980, México
prohibió a embarcaciones extranjeras la pesca en su Zona Económica Exclusiva,
que recientemente se había extendido a 200 millas náuticas. La flota atunera
estadunidense se vio directamente afectada por esta decisión, por lo que anunció
el cierre del mercado para el atún mexicano.
La relación atún-delfín fue el origen del segundo de estos embargos por
parte de Estados Unidos. Naturalmente los delfines se asocian a los cardúmenes
de atún aleta amarilla, por consiguiente, la pesca de esta especie ocasionaba una
gran mortalidad incidental de estos mamíferos marinos. En todo el mundo las
poblaciones de delfines se vieron negativamente afectadas, disminuyendo
críticamente.
Las normas de protección a los delfines y al resto de los mamíferos marinos
comenzaron a surgir en Estados Unidos a partir de los años 70´s con la creación
de Ley de Protección de los Mamíferos Marinos, pero fue solo a partir de 1989
que se obligó a los países exportadores de atún aleta amarilla, que operaban en el
Océano Pacífico Oriental, a informar al Gobierno de Estados Unidos de sus
programas y reglas de protección de delfines como requisito para ingresar al
mercado estadounidense. Los atuneros mexicanos no contaban con estrictas
normativas de protección a los delfines, por lo que el mercado les fue cerrado una
vez más.
Fue a partir de estos hechos que surgieron las normas mexicanas en la
pesca del atún. Todas las embarcaciones están ahora obligadas a realizar una
maniobra de liberación de delfines antes de recuperar la red. Se adaptó el uso del
llamado “Paño Medina”, tela que cierra las mallas y evita que los delfines queden
en la red. En cuanto a la flota atunera se le obligó a practicar la maniobra de
retroceso, estrategia que consiste en dar marcha atrás después de lanzar la red
para formar un canal por el cual los pescadores, desde una lancha sin motor,
hacen salir los delfines incidentalmente capturados. Actualmente la mortalidad de
delfines ha sido significativamente reducida a niveles que no ponen en riesgo sus
poblaciones.
Durante ambos embargos los atuneros mexicanos fomentaron el consumo
nacional de esta especie, así como buscaron nuevos mercados en Europa y en el
Oriente. Con el tiempo, Ensenada dejó de ser el principal puerto atunero del país,
convirtiéndose Mazatlán en la cede la flota.
A finales de los 90´s, se levantó finalmente este segundo embargo, pero,
¿qué sucede actualmente con esta pesquería?
Definitivamente la flota atunera mexicana ya no es la misma, pero ese no es
el único problema. Una gráfica de las capturas de atún aleta amarilla a nivel
mundial nos puede dar una idea de la situación en la que se encuentra este
recurso. Cada vez existen más países interesados en él y con mejores tecnologías
de explotación, se capturan grandes volúmenes de organismos cada vez más
pequeños. Las flotas atuneras capturan un mayor porcentaje de juveniles, por lo
que no se permite la reproducción de estos peces. Las poblaciones de atún aleta
amarilla han disminuido de manera significativa, por lo que medidas de manejo
para este recurso han sido adoptadas en todo el mundo. En el caso del Océano
Pacífico Oriental, se han establecido vedas temporales para la captura de estos
organismos.
¿Hacia dónde va entonces esta pesquería? ¿Los atunes desaparecerán de
los mares y por consiguiente de nuestros platos también?
La mayoría de las especies explotadas de nuestros océanos tiene su propia
historia. Algunas fueron pescadas hasta casi desaparecer, otras, se encuentran
justo en el equilibrio que les permite mantener su población y satisfacer nuestras
demandas. La acuacultura ha surgido, en muchos casos, como una nueva opción.
Algunas especies sobreexplotadas ahora se cultivan, protegiendo de algún modo
a las poblaciones naturales y permitiendo su recuperación.
Países como Japón y Panamá han logrado cerrar el ciclo de vida del atún
aleta amarilla. Existe ahora la posibilidad de cultivar a estos organismos sin
impactar a las poblaciones silvestres. Sin embargo existen algunas desventajas.
Los costos de estos cultivos son muy elevados, los peces no alcanzan las tallas
naturales y los volúmenes producidos son considerablemente menores. Por el
momento esta nueva opción no puede sustituir a la pesquería, sin embargo
representa un importante avance y una posible solución.
En México aun no se cultiva esta especie, aunque los ranchos de engorda
de otra especie de atún, el aleta azul, han ganado importancia en Ensenada. Los
organismos son capturados en el océano y se encierran con el fin de aumentar su
peso. La gran mayoría está destinada a satisfacer las demandas del mercado
japonés de atún fresco, sin embargo estos semi-cultivos no solucionan los
problemas a los que se enfrentan las poblaciones naturales.
Entonces, ¿qué pasará con el atún aleta amarilla? Las opiniones están
divididas. Los grupos ecológicos aseguran que si seguimos pescando de la misma
forma, las poblaciones de esta especie colapsarán. El sector pesquero mundial no
accede fácilmente a reducir sus capturas, los diversos países implicados en esta
pesquería no están dispuestos a pescar menos, muchos argumentan que las
poblaciones están siendo explotadas de manera sustentable.
Decido preguntarle a un experto. Me siento frente al Dr. Michael Dreyfus,
responsable de la investigación de atún en México y comisionado del país en la
Comisión Interamericana del Atún Tropical. Sé que ha trabajado por más de 20
años con esta pesquería, y ha sido testigo de sus transformaciones a lo largo del
tiempo. Así formulo una vez más mi pregunta, ¿Qué le espera al atún aleta
amarilla?
Su respuesta me hace se sentir más tranquila, después de una larga plática
me asegura que el país está explotando a estos organismos de manera casi
sustentable. Sin embargo nuestra conversación cambia completamente mi
panorama: “-.Es un recurso compartido.-” afirma.
Por primera vez me doy cuenta que el atún representa un recurso común,
manejarlo y regularlo es mucha más difícil de lo que aparenta. Al igual que el resto
de los bienes comunes, no pertenece a nadie, cada parte lo explota con el fin de
obtener su máximo beneficio. Estos recursos, de acuerdo a Garret Hardin (1968),
están sujetos a lo que se conoce como “Tragedia de los Comunes”. El atún no es
distinto a los pastizales donde los pastores medievales llevaban su ganado,
descritos por este autor, y al igual que estos pastores, los pescadores tienden a
sobreexplotar el recurso hasta hacerlo colapsar.
En el caso de la pesquería de este organismo, la situación es un poco más
compleja. No solo México explota este recurso, sino otros países también
dependen de él. La sustentabilidad del mismo depende de la cooperación de todas
las partes.
Pienso en mi conversación con el Dr. Dreyfus. “México explota a esta
especie de atún de manera casi sustentable”. Definitivamente aprovechar los
recursos de manera ideal es casi imposible. Países como Ecuador fundamentan
su pesquería en ejemplares juveniles, lo que afecta directamente al tamaño de las
poblaciones, sin embargo es irreal que renuncien a su actividad pesquera, lo que
resulta indiscutiblemente lógico.
Definitivamente la respuesta a mis preguntas se encuentra en el término
“recurso compartido”. El futuro del atún aleta amarilla depende del manejo
internacional de la pesquería. Su explotación sustentable esta en las manos de los
acuerdos que se toman entre los distintos países que dependen de él. Sin
embargo, la flota atunera mundial crece día a día, por lo que llegar a acuerdos que
satisfagan todas las partes es cada vez más difícil y la presión sobre el recurso
cada vez más grande.
Por última vez me pregunto, ¿qué le espera al atún aleta amarilla? A fin me
doy cuenta que no existe una respuesta definitiva. Actualmente el atún se
encuentra estable, sin embargo su futuro es incierto, puede tomar dos distintos
caminos.
Con un buen manejo y decisiones que favorezcan a todas las partes, a esta
especie le espera una explotación sustentable y el mantenimiento de sus
poblaciones. Por otro lado, su futuro puede ser menos prometedor. La falta de
acuerdos y de cooperación entre países, puede llevarlo al triste destino de muchos
recursos comunes, la sobreexplotación y su consiguiente desaparición.
Agradecemos al Dr. Michel Dreyfus León por sus atinados comentarios.
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