Cartujas zaragozanas

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Las cartujas zaragozanas
ELENA BARLÉS BÁGUENA
1. Cartuja de Nuestra Señora de Aula Dei
El Monasterio de Nuestra Señora de Aula Dei debe su
nacimiento a las particulares circunstancias que rodearon
los primeros años de existencia de otra cartuja, también
aragonesa, llamada de Nuestra Señora de las Fuentes.
Fundada en 1507 en un apartado lugar cerca de la
población de Lanaja (Huesca), la pobreza económica y
las adversas condiciones de subsistencia de este cenobio
monegrino dieron lugar a que sus monjes se vieran
obligados a abandonar su monasterio para buscar un
sitio más adecuado que permitiera el desarrollo de su
observancia. El nuevo lugar elegido fue una torre, propiedad de don Juan de
Alagón, llamada “Torre de María Cariñena”, sita a orillas del río Gallego, a unos 12
km de la ciudad de Zaragoza, en las cercanías de Peñaflor. El emplazamiento era
inmejorable no sólo por ser sano y agradable sino también por poseer abundancia
de agua y buenos materiales para la construcción del futuro monasterio. Allí se
trasladó la comunidad de Nuestra Señora las Fuentes el 14 de agosto de 1563, fecha
en la que tuvo su nacimiento la cartuja de Nuestra Señora de Aula Dei.
Fue figura clave tanto en la fundación como en el posterior desarrollo de Aula
Dei, el Arzobispo de Zaragoza, don Hernando de Aragón (1498-1575). De noble
cuna, nieto de Fernando el Católico y, por lo tanto, primo de Carlos V y tío de
Felipe II, fue un hombre inteligente, culto y de profunda religiosidad, que destacó
tanto en el terreno eclesiástico, como en el terreno político. Fue precisamente la
sensibilidad de don Hernando la que condicionó que aquel mismo año de 1563
se decidiera por apoyar firmemente a la nueva fundación cartujana. Conociendo
los acontecimientos políticos que, por aquellas fechas, llevaron al saqueo y
casi destrucción de la Gran Cartuja (casa madre de la Orden) y profundamente
disgustado por ellos, resolvió construir en Zaragoza una cartuja “magnífica, suntuosa
y cumplida” que respondiera perfectamente a las necesidades del singular modo
de vida de sus moradores. Y efectivamente así fue; la documentación que se ha
encontrado sobre el tema da pruebas fehacientes del gran interés mostrado por el
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Vista aérea de la cartuja de Aula Dei, junto al azud de la acequia de Urdán, en el Gállego
Arzobispo de Zaragoza en todos los puntos concernientes al proceso de erección
de la fundación y a la edificación de su monasterio y por ello podemos asegurar
que fue su principal responsable y hacedor.
Aula Dei tuvo una vida estable y próspera ya que contó con abundantes recursos
económicos, gracias a las donaciones de don Hernando de Aragón y de otros
particulares, a los legados que le dejaron vía testamentaria diversos bienhechores
o algunos monjes del monasterio que pertenecían a poderosas familias aragonesas
y a la buena gestión de sus priores que procuraron el incremento de su
patrimonio y que administraron con eficacia sus posesiones. Esta fundación llegó
a tener cuantiosos censos, diezmos, rentas variadas, fincas rústicas y urbanas, y
numerosas cabezas de ganado ovino, vacuno y mular. Su situación le permitió
tener un importante peso específico en el seno la Orden, mejorar y enriquecer
las instalaciones de su monasterio, prestar ayuda económica la cartuja de Nuestra
Señora de las Fuentes (que luego se recuperó) y participar activamente en la
fundación la cartuja zaragozana de la Inmaculada Concepción. Además, Aula Dei
destacó por su labor benefactora entre los necesitados de la zona. Existe constancia
de que se repartían grandes cantidades de limosnas en la portería del monasterio.
Asimismo, se convirtió en la casa de profesión o de retiro de monjes eruditos,
literatos e historiadores. Destacados monjes como los poetas Diego de Funes
y Miguel Dicastillo o autores de espiritualidad como Félix Andrés de Uztárroz
vivieron durante el siglo XVII dentro de sus muros.
Como en el caso de otras cartujas españolas, también el siglo XIX condujo a la
desaparición de la vida conventual de Aula Dei. En la época de los “Sitios de
222 Delimitación Comarcal de Zaragoza
Zaragoza” (1808-1809), los monjes se vieron obligados a abandonar su monasterio
porque fue ocupado por las tropas napoleónicas que instalaron en él su cuartel
de Artillería y Caballería. En 1814 los cartujos pudieron volver a su monasterio
hasta que tuvieron que desalojar su morada en 1820 como consecuencia de
los decretos desamortizadores del gobierno, durante el llamado Trienio Liberal
(1820-23). Con el restablecimiento de la autoridad absoluta de Fernando VII, en
1823 se declararon nulos todos los actos y decretos del gobierno constitucional,
con lo cual les fueron restituidas a los religiosos todas sus propiedades. En
verano del 1835, las revueltas revolucionarias se extendieron por Aragón y, en
Zaragoza, se formó una junta de gobierno que, el 10 de agosto, decidió cerrar
los conventos y transformar todas sus propiedades en bienes nacionales. Estas
medidas determinaron que los monjes de Aula Dei tuvieran que abandonar el
monasterio. Poco después, los decretos impulsados Juan Álvarez de Mendizábal
legalizaron lo que, de hecho, se había producido. Desde entonces y hasta
comienzos del siglo XX, las dependencias monásticas de Aula Dei, en manos de
particulares, albergaron una fábrica de tejidos y sufrieron cambios notables. Por
fortuna, en el año 1901, la cartuja fue de nuevo comprada por la Orden y ocupada
por monjes procedentes principalmente de las cartujas francesas de Valbonne y
de Vauclaire. A partir de esa fecha, se inició un proceso de rehabilitación del
conjunto que llevó consigo la restauración material de la mayor parte de los
edificios, la necesaria modificación de la distribución y función de varias de sus
dependencias y la construcción de nuevas estancias.
Actualmente el monasterio es de las pocas cartujas que en España permanecen
habitadas por monjes de San Bruno. En 1998 el presidente de la comunidad autónoma de Aragón y el prior de Aula Dei firmaron, con la venias correspondientes,
un acuerdo por el cual los cartujos accedían a que se programara una serie de
visitas para hombres y mujeres, únicamente a la iglesia de la cartuja, una vez al
mes, en horarios y días acordados. El gobierno aragonés construyó un pasadizo
y habilitó unos accesos especiales a la iglesia de Aula Dei, realizados de tal
manera que el grupo de visitantes no alterase la vida y costumbres de los monjes.
Lamentablemente, y al día de hoy, distintas circunstancias han determinado que
la Orden Cartujana haya decidido que la comunidad de Aula Dei se traslade a un
nuevo monasterio que se construirá en Navarra.
Desde el punto de vista artístico, la cartuja de Aula Dei constituye uno de los conjuntos monásticos más importantes de Aragón, tanto por el enorme interés de su
arquitectura como por el gran valor de las obras de arte que encierran sus muros.
De hecho, desde 1983 es Monumento Nacional y en el año 2001 fue declarada
Bien de Interés Cultural. La traza del monasterio se debe al trabajo de uno de los
más renombrados arquitectos de la Zaragoza del siglo XVI, Martín Miteça, maestro
de obras vinculado a la figura de don Hernando de Aragón, que fue asesorado en
su labor por los padres cartujos Simón Sebastián y Miguel Bernabé. Su construcción
se inició el 29 de febrero de 1564, fecha de la colocación de la primera piedra,
momento a partir del cual las obras se llevaron a cabo con toda rapidez, tarea que
De las Artes 223
se vio favorecida por la buena disponibilidad de materiales y por la generosidad de
don Hernando quien no reparó en ningún gasto. En tan solo tres años los monjes
pudieron habitar el nuevo conjunto, lugar al que se trasladaron el 1 de octubre
de 1567. En aquella fecha las partes fundamentales del monasterio ya estaban
construidas. Desde aquel momento y durante los siglos XVII, XVIII y parte del XIX
(hasta el año 1835) se realizaron importantes mejoras, reparaciones y ampliaciones.
Patio de acceso a la iglesia
Puerta de la iglesia
224 Delimitación Comarcal de Zaragoza
Pasillo
La planta el monasterio de Aula Dei supuso una auténtica novedad en el
contexto de las cartujas levantadas en España hasta la segunda mitad del siglo
XVI. Su originalidad radica en el hecho de que por primera vez en nuestro país
las dependencias del conjunto monástico cartujano se organizaron de acuerdo
con unos criterios de simetría y especialización, conceptos que dieron lugar a
un tipo de monasterio muy funcional, perfectamente adecuado a las necesidades
cartujanas y armonioso y equilibrado desde el punto de vista estético. En este
sentido, destaca la presencia de un eje ordenador del conjunto que coincide con
el eje mayor de la iglesia y del gran claustro que está detrás de cabecera del
templo, así como la existencia de dos claustrillos conventuales simétricos a ambos
lados de la iglesia (no uno como era lo habitual) que constituye una magnifica
solución para organizar toda la serie de dependencias de uso común de los
monjes. En fin, las grandes ventajas de la planta de esta cartuja dieron lugar a
que fuera tomada como modelo por todos monasterios cartujanos que fueron
levantados posteriormente en España, como fue el caso de Ara Christi (Valencia),
la Inmaculada Concepción (Zaragoza), Nuestra Señora de las Fuentes (Huesca) y
Jesús Nazareno de Valldemosa en Mallorca.
Centrándonos en el tema de sus dependencias, merece especial atención el templo,
magnífico ejemplo de la arquitectura aragonesa de la segunda mitad siglo XVI, en
la que se aprecia el peso de la tradición gótica. Presenta planta de cruz latina,
con nave única (como es habitual en la Orden cartujana) y transepto biselado,
cubierta con bóvedas de crucería estrelladas, ornamentadas con espléndidas
claves de madera dorada con las armas del fundador. Detrás del altar aparece una
pequeña capilla de sagrario, tan típica de las cartujas españolas (la primera capilla
del sagrario de grandes dimensiones fue la de Aula Dei), que aparece decorada
con un interesante programa pictórico relativo a la eucaristía y la penitencia,
obra contratada en 1599 por los pintores Jerónimo de Mora y Antonio Galcerán.
Destaca la suntuosa portada ornada por exuberantes yeserías barrocas, de la
segunda mitad del siglo XVIII, realizada por el taller de José y Manuel Ramírez
de Arellano. En el interior, resaltan el retablo mayor barroco con los temas de
la Asunción y Coronación de la Virgen y las imágenes de San Bruno y San Juan
Bautista, entre otras, atribuido a Manuel Ramírez de Arellano, así como las diez
esculturas sobre repisas en los muros de la nave y presbiterio, que representan
distintos santos, todas del citado autor, a excepción de la de San Gregorio. El
actual retablo mayor sustituyó al anterior, realizado hacia 1574-1585 por Jerónimo
Vicente Vallejo Cósida, reconocido pintor, escultor, arquitecto del siglo XVI. En
cuanto a las pinturas del templo, hay que mencionar las de las pechinas, obra de
Francisco Bayeu (segunda mitad del XVIII) y, sobre todo, las bellísimas pinturas
murales al óleo, de rico colorido y suelta pincelada, de Francisco de Goya. El
genial pintor aragonés realizó, hacia 1774, un total de once obras para la cartuja,
de las cuales se han conservado siete: Anunciación a San Joaquín y Santa Ana, El
Nacimiento de María, La Presentación de la Virgen en el templo, Los Esponsales, La
Visitación, La Circuncisión, La Adoración de los Reyes Magos. Las cuatro pinturas
perdidas fueron sustituidas por otras tantas efectuadas en 1903 por los pintores
De las Artes 225
Monumental bodega vinaria
franceses Paul y Amadee Buffet. También deben mencionarse los claustros, tanto
el gran claustro (con un total de 37 celdas en su entorno) como los dos pequeños,
situados simétricamente a ambos lados de la iglesia. De ellos destaca sobre todo
el llamado claustrillo de capillas, lugar donde puede encontrarse las pinturas
sobre la vida de San Bruno, ejecutadas en el siglo XVII por fray Antonio Martínez.
Otras dependencias interesantes son el refectorio, en cuyas paredes se ubican las
magníficas representaciones de los siete sacramentos, pintadas en el siglo XVIII
por Jean Bardin y traídas a Aula Dei por los cartujos de Valbonne, y la espléndida
biblioteca donde se guardan los riquísimos fondos bibliográficos de la cartuja.
2. Cartuja de la Inmaculada Concepción
A unos seis kilómetros de Zaragoza, junto a la carretera de Castellón (N-232), se
halla el barrio de la “Cartuja Baja”, que sin duda es uno de los más singulares y
especiales de la capital aragonesa por haber surgido del seno de la más joven de
las cartujas españolas, conocida con el nombre de la Inmaculada Concepción.
La fundación de cartuja de la Inmaculada Concepción (Zaragoza), se debe a don
Alonso de Funes y Villalpando (+1630), noble caballero zaragozano, Regidor
del Hospital de San Felipe y Santiago y Diputado del Reino, casado con la rica
heredera doña Jerónima Zaporta (+1650), nieta del famoso banquero Gabriel
Zaporta. Hombre profundamente religioso, y gran devoto de la Orden Cartujana,
don Alonso tuvo la iniciativa de fundar una nueva cartuja al establecer en su último
testamento que, a la muerte de su esposa, toda su hacienda debía pasar a los
226 Delimitación Comarcal de Zaragoza
monjes cartujos con el fin de que levantasen, en tierras aragonesas, un monasterio
bajo la invocación de la Inmaculada Concepción. Fue, sin embargo, su esposa, la
temperamental doña Jerónima Zaporta quien se convirtió en la verdadera ejecutora
del proyecto. En efecto, muerto el noble señor en el año 1630, la viuda, sintiéndose
responsable de cumplir los deseos de su marido, decidió poner en marcha y guiar
directamente la empresa, comprometiendo incluso el legado de su propia fortuna
personal. Gracias al empeño de doña Jerónima la redacción de la Capitulación y
Concordia de la fundación de la cartuja tuvo lugar el 20 de agosto de 1634.
Asentadas en este documento las bases del proyecto fundacional, los monjes,
procedieron a la búsqueda de una ubicación adecuada para emplazar el monasterio.
Después de largas reflexiones, los cartujos eligieron un terreno, cercano a la villa
de Alcañiz, llamado “Torre de la Fuente de los Martucos”, lugar donde se instalaron
en 1639. Sin embargo, al cabo de escaso tiempo, la fundación se vio amenazada
por la presencia de tropas francesas que se habían adentrado en Aragón para
prestar apoyo a los catalanes en la Guerra de Secesión (1640-1652), hecho que
obligó a los monjes a huir de su establecimiento, dejando abandonado el cuerpo
de don Alonso allí enterrado. Este episodio y la inseguridad de la zona dieron
lugar a que la viuda exigiera que la fundación se trasladase a otro emplazamiento,
postura que logró imponer con su habitual constancia. Y así fue.
En 1643 los padres visitadores de la provincia decretaron que la comunidad de la
Concepción se instalase en la llamada “Torre de las Vacas” o “de Martín Cabrero”,
propiedad de la fundación, sita en las cercanías de Zaragoza, lugar que, a la
postre, constituiría el definitivo asiento del monasterio. Este terreno, sin embargo,
aunque era del gusto de la fundadora, no terminaba de convencer a los monjes,
fundamentalmente por su falta de agua, esencial para el desarrollo de la vida de
la comunidad. Por esta razón, a pesar de que las instancias superiores de la Orden
dieron su beneplácito a la nueva ubicación, los cartujos de la Concepción fueron
retrasando el inicio de la construcción del conjunto, con la esperanza de encontrar
con el tiempo un terreno más idóneo. Este hecho provocó que la viuda, en el año
1650 y viendo próxima su muerte, añadiera a su testamento una cláusula por la
cual establecía que si en el plazo de un año, a partir de la fecha de su muerte, no se
iniciaba la fábrica del cenobio en la Torre de Martín Cabrero, toda su fortuna pasase
a manos de la Compañía de Jesús. Muerta ese mismo año de 1650, los monjes
cartujos no tuvieron más remedio que comenzar apresuradamente las obras ante la
perspectiva de perder la cuantiosa herencia prometida; y así el 9 de septiembre de
1651, Diego Borbón, albañil y cantero, colocó la primera piedra del monasterio, del
cual, según consta en la documentación, ya se había trazado una planta.
Sin embargo, el auténtico inicio de las obras de la cartuja de la Inmaculada
Concepción tuvo lugar en el periodo de gobierno del prior Antonio Gascón (16611682 y 1686-94). Hombre resolutivo y de férrea voluntad sacó la fundación del
letargo en que se encontraba, creando las bases que permitieron su próspero
y estable futuro. En primer lugar, consiguió que todos aceptaran el definitivo
emplazamiento del monasterio, solucionando el problema de agua mediante la
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construcción de una noria que permitía la traída del líquido elemento hasta la
cartuja. Asimismo mejoró la economía de la fundación y sobre todo puso en
marcha, impulsó y dirigió la construcción del cenobio, que tomó como modelo la
planta de la zaragozana cartuja de Aula Dei.
En 1674 se habían construido las dependencias necesarias para que la comunidad
pudiese habitar el monasterio. En aquella fecha estaban levantadas varias celdas
(entre ellas la prioral), parte de las galerías del gran claustro correspondientes a
dichas celdas y la sala capitular que ejercía provisionalmente las funciones de iglesia conventual. Al final de su segundo priorato (1694) se habían edificado el gran
claustro con sus cuatro galerías, buena parte del encintado o muralla del monasterio
y se había iniciado la construcción de la procura y la portería. Las obras también
progresaron en tiempos de los priores José Sobrepuyuelo (1694-1703) y Miguel Iñigo
(1709-1718 y 1721-1730). Al final de priorato de este último quedaron concluidas la
celda del sacristán y del ayudante del sacristán, el claustrillo de capillas con al menos
siete capillas, el pasillo de comunicación entre dicho claustrillo y el gran claustro,
la procura, las oficinas del horno y criados, la portería y la mayor parte de la iglesia
(con su sacristía, tribuna, capilla del sagrario y torre), tal y como acredita el hecho de
que en 1731 tuviera lugar su consagración. Desde 1731 hasta el 1767 se levantaron
algunas celdas más, la hospedería, el claustrillo del refectorio, el refectorio, la cocina
con sus cuartos anexos y el capítulo de legos. En ese año 1767, los cartujos declararon que solo faltaba para terminar totalmente las obras perfeccionar un total de 9
celdas de las 37 existentes.
Desconocemos los nombres de los principales maestros de obras que proyectaron,
dirigieron y ejecutaron las obras del monasterio. Solo sabemos que en la fábrica
participaron numerosos oficiales, algunos de ellos todavía sin examinar que tuvieron
el permiso de las autoridades de la ciudad de Zaragoza para este efecto, y algunos
albañiles que eran miembros de la comunidad. Con el tiempo los monjes de la
Concepción mejoraron y reformaron algunas de las dependencias del conjunto
monástico, como la celda prioral (1767) y la bodega (1791), obras llevadas a cabo
por el maestro Pedro Ceballos. Pero la reforma más importante fue la renovación
del interior del templo (1780) que fue ejecutada por los cartujos Joaquín Gracián,
maestro de obras, y Ramón Almor, pintor, que ornó las bóvedas de la iglesia con
episodios de la vida de María.
La cartuja de la Inmaculada Concepción fue una fundación con una economía bastante
boyante. Además de las rentas legadas por sus fundadores, con el paso de los años
fue adquiriendo nuevos bienes y propiedades, gracias a las limosnas y donaciones,
el encargo de misas, el trabajo de los hermanos y los beneficios que iba obteniendo
de sus rentas, hasta convertirse en una cartuja con abundantes recursos. Su saneada
economía permitió a los monjes invertir sus ingresos en variados menesteres. Además
del reparto habitual de limosnas a necesitados, la cartuja de la Inmaculada Concepción
contribuyó económicamente en varias empresas de carácter benéfico. Así por ejemplo
en diferentes momentos prestó ayuda económica a la cartuja de Nuestra Señora de la
Fuentes (Huesca); en 1759 ayudó a la construcción de la ermita de Nuestra Señora la
228 Delimitación Comarcal de Zaragoza
Vieja; y en 1779 dio apoyo económico
a los padres Trinitarios Descalzos. No
obstante, su iniciativa más importante
fue la creación de una escuela de niños
y niñas en Burgo de Ebro, tarea que
emprendió, por indicación del Nuncio
de su Santidad en España, a partir del
26 de noviembre de 1786 y que les hizo
granjearse las simpatías de los lugareños.
También contribuyeron con considerables sumas de dinero a la construcción
del Canal Imperial.
Lamentablemente el siglo XIX, cambió
de rumbo la vida de la cartuja. El primer acontecimiento que conmocionó la
sosegada vida de la cartuja de la Concepción fue la Guerra de la Independencia que no sólo obligó a los monjes
a abandonar su convento en 1808, sino
que también causó notables desperfectos en el conjunto monástico. Los monjes volvieron a habitar el conjunto en
1814, pero en 1820 a consecuencia de
los decretos desamortizadores promulgados por el gobierno liberal español
los cartujos tuvieron que dejar de nuevo
su residencia hasta que en el año 1823,
Foto aérea del barrio de la Cartuja Baja en 1927
les fueron restituidas de nuevo todas
(fotoplano Confederación Sindical Hidrográfica
del Ebro H-384,,h-6)
sus propiedades. A partir de esta fecha
se sucedió un periodo de cierta tranquilidad que permitió a la comunidad continuar las reparaciones de su monasterio, en
especial las de su iglesia conventual, que fue finalmente consagrada y bendecida en
1827. No obstante, poco duró esta situación ya que las revueltas anticlericales de
julio de 1835 obligaron al abandono de la cartuja. Estos hechos y la posterior publicación de los decretos desamortizadores de Juan Álvarez de Mendizábal acabaron
de poner fin a la vida monástica de la cartuja de la Inmaculada Concepción. Tras ser
enajenado por el Estado, las propiedades de la fundación fueron subastadas entre
los años 1843 y 1844.
Las diversas porciones en las que fue dividido su patrimonio fueron adquiridas por
diferentes propietarios, quienes, a su vez, alquilaron sus parcelas a colonos dedicados a actividades agrícolas. Estos colonos comenzaron a utilizar el monasterio
como vivienda, ocupando y adecuando sus distintas dependencias a este nuevo
uso y derruyendo sus claustros para convertirlos en calles. Desde un principio se
respetó el templo que, si bien en un principio dependió de la parroquia de San
De las Artes 229
La iglesia desde el claustro mayor
Miguel, pronto se erigió en iglesia
parroquial independiente. De esta
primera agrupación de colonos
surgió el núcleo de población que
pronto tomó la denominación de
Barrio de la Cartuja Baja. Desdichadamente en el transcurso del
tiempo se ha producido el progresivo deterioro y transformación (cuando no su desaparición)
de algunos de los edificios del
monasterio, aunque en la actualidad todavía puede percibirse su
trazado original.
Declarado Conjunto de Interés Cultural (2002), este antiguo monasterio, merece ser
recuperado y de hecho ya fue aprobado el Plan Especial de protección y reforma
interior del conjunto histórico-artístico de la cartuja de la Concepción, que fue
redactado por los arquitectos Juan Carmona y Luis Moreno. Afortunadamente se ha
restaurado recientemente la torre de la iglesia, el refectorio y se está acometiendo
la restauración de la portería. No obstante, el estado de conservación en el que se
encuentran algunas de sus dependencias exige una rápida intervención.
Desde un punto de vista estilístico, las
dependencias que permanecen en pie
se adscriben plenamente dentro del
estilo Barroco, pudiéndose advertir
tres de las tendencias que dentro de
esta corriente estilística se sucedieron
en Aragón desde la segunda mitad del
siglo XVII hasta finales del siglo XVIII.
Un primer Barroco con claros ecos de
la arquitectura contrarreformista, con su
carácter desornamentado, severo, planista, se aprecia en los exteriores de la
portería del monasterio, en la fachada
del templo y la torre de la iglesia. Un
Barroco “churrigueresco” de movida,
densa y exuberante decoración, caracterizada por sus carnosos y jugosos
motivos de festones o colgantes, flores
y frutos, variados temas vegetales, tarjetones, querubines, cabezas de niños,
placas recortadas, etc. se puede contemplar en la portada de entrada a la
iglesia, el retablo mayor y la capilla
230 Delimitación Comarcal de Zaragoza
Cabecera de la iglesia, con los restos del retablo
mayor
del sagrario. Finalmente los alzados interiores del templo se encuadran dentro del
Barroco tardío o clasicista, que se desarrolló en Aragón a partir de las intervenciones
del arquitecto Ventura Rodríguez en la Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza hacia mediados del siglo XVIII. Lamentablemente, muy poco ha quedado del
patrimonio artístico mueble que guardó su interior.
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Innovations et répercussions sur l’architecture cartusienne en Espagne” en AA. VV. (coordinadores:
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Monasticon Cartusiense, Salzburg, Institut für Anglistik und Amerikanistik Universität Salzburg, 2006,
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Clavo en forma de venera de la puerta
de la iglesia de Aula Dei
De las Artes 231
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