LA_NATURALEZA_BIOLOGICA_DEL_AMOR

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LA NATURALEZA BIOLÓGICA DEL AMOR
ARTÍCULO 1
Sailor Couple
Hay quienes podrían pensar que las reacciones físicas que se registran en el organismo
como consecuencia del 'enamoramiento', obedecen a un orden espritual y estudiarlos
desde un punto de vista biológico, nos llevaría a perder la 'magia' del amor. Por el
contrario, creo que la espiritualidad es parte de un fenómeno biológico dentro del cual, la
conciencia de nosotros mismos es, en sí misma, el sentido más venerable de la
espritualidad.
Así, reflexionando sobre nuestra propia naturaleza, podemos decir que la esencia
biológica del amor podría hallarse en una red de eventos físicos, químicos, psíquicos,
afectivos y comunicacionales que interactúan influyendo sobre nosotros y nuestro modo
de relacionarnos con el otro deseado.
A menudo se utiliza la expresión 'laquímica del amor' para referir a una complea variedad
de reacciones emocionales en donde pueden identificarse lo 'eléctrico' (a través de
descargas neuronales) y lo químico (por las hormonas que intervienen en el proceso). Los
signos visibles del enamoramiento responden sin duda, a estos fenómenos biológicos. Y
por ello mismo, son en esencia sorprendentes y asombrosos, dignos de nuestro máximo
respeto.
Por cierto, cuando nos enamoramos creemos que hemos inventado el amor y que nadie
podría amar como nosotros. El amor nos hace sentir dichosos, únicos y especiales.
¿Por qué elegimos una pareja y no otra?
La elección de una pareja es un proceso muy complejo. De acuerdo a un estudio del
comportamiento humano de la Universidad de California, se cree que éste proceso
operaría en parte, fuera de nuestra conciencia obedeciendo a en parte a la 'secreta'
química del amor.
Desde el punto de vista conciente, ciertos rasgos físicos parecen interpretarse como
sinónimos de juventud y fertilidad, lo cual en consecuencia, los define como atractivos.
Así, entre las mujeres se destaca una ajustada relación entre la cintura y la cadera, los
labios gruesos y la suavidad de las facciones. En el caso de los hombres, la amplitud de
la espalda, así como la tonicidad muscular y los rasgos faciales, parecen ser indicadores
de potencia sexual y un patrimonio genético de buena calidad. Y en la misma línea,
aparecen también rasgos con un mayor componente socio-cultural como la inteligencia o
la capacidad para ser exitosos en la vida.
Pero existen también elementos menos evidentes. Algunos estudios al respecto parecen
demostrar que en la elección de pareja incide el complejo principal de histocompatibilidad
(ésto es, un conjunto de genes que controlan aspectos de la respuesta inmune,
produciendo antígenos histocompatibles y que están presentes en todas las células del
cuerpo como marcadores para identificarlas como propias ) y términos biológicos, ésto
tendría un papel crucial en nuestra capacidad para combatir las enfermedades.
Cada persona posee un complejo de histocompatibilidad diferente que podría ser
detectado inconscientemente a la hora de elegir pareja. Los resultados de las
investigaciones realizadas al respecto parecen sugerir que las parejas que se encuentra
atractivas entre sí, poseen complejos de histocompatibilidad demasiado diferentes como
para que éstos sean considerados casuales.
La inestabilidad femenina, ¿mito o realidad?
El ciclo femenino es, sin dudas, causante de las fluctuaciones del temperamento femenino
pero podría también ser detectado inconscientemente por el sexo masculino afectando el
vínculo y las relaciones. Por ejemplo, algunas experiencias han observado que los
hombres encuentran los aromas femeninos más atractivos cuando éstas están próximas a
la fase ovultaria, razón por la cual se comportarían más afectivamente hacia ellas durante
ése momento.
Del mismo modo las mujeres parecen preferir rasgos más masculinos durante la
ovulación y otras características menos sexuales y más relacionadas con la contención y
protección durante el resto del ciclo.
Cómo reacciona nuestro cuerpo
Al encontrarnos con una persona deseada, nuestro organIsmo recibe una señal que no
tarda en manifestarse. El hipotálamo, a través del sistema nervioso, emite mensajes que
captados por las glándulas suprarrenales, segregarán un mayor cantidad de adrenalina y
noradrenalina (neurotransmisores que comunican entre sí a las células nerviosas).
Consecuentemente, el corazón comenzará a latir con una mayor velocidad, unas 130
pulsaciones por minuto, aumenta la presión arterial máxima (sistólica), se liberan grasas y
azúcares que aumenta la capacidad muscular y se produce una cantidad de mayor de
glóbulos rojos con el objeto de mejorar el transporte de oxígeno a través del torrente
sanguíneo.
Sobredosis de feniletilamina
La feniletilamina es un compuesto orgánico de la familia de las anfetaminas. Esta
sustancia aparece en el cerebro en tanto responde a secreción de:
1.Dopamina: es un neurotransmisor que genera los mecanismos de refuerzo del cerebro,
ésto es la capacidad de desear algo y de repetir luego el comportamiento que proporciona
placer.
2.Norepinefrina: Neurotransmisor de la familia de la dopamina cuya ausecia parece
generar una disminución del impulso y la motivación, y se puede relacionar con la
depresión.
3.Oxitocina: Esta hormona, además de estimular las contracciones uterinas para el parto y
hacer brotar la leche, parece ser además mensajera químico del deseo sexual.
En efecto, el idilio romántico coincide con stos factores químicos que dan lugar a las
sensación tan especial de 'estar enamorado'. Esta es la razón por la cual, los enamorados
pueden permanecer largas horas conversando, haciendo el amor o simplemente 'estando
juntos' sin sentir cansancio uno del otro. Y en esta misma línea, se ha observado que las
personas que vivieron una desilusión amorosa, buscarían compensar la disminución de
feniletilamina a través del consumo de chocolate (golosina especialmente rica en ésta
sustancia).
¿Qué cambia en la pareja después de haber tenido sexo?
Luego de tener sexo, el cerebro libera oxitocina, lo que brinda un sentimiento de
confianza, ternura y afecto que sienta las bases para la creación de lazos sociales que
facilitan la búsqueda de un hijo.
Al respecto, cabe una reflexión, el sexo casual o por capricho podría estar llevándonos a
involucrarnos con una persona que no es la adecuada para nosotros.
La delicada frontera entre el sexo y el amor
El deseo sexual tiene, con toda seguridad una explicación en las necesidades
reporductivas, pero el sentimento de amor, se extiende sobre un sentido mucho más
complejo y más alla de la atracción intensa que existe entre dos enamorados, reducirlo
todo al plano de lo sexual no parece realmente acertado.
Cuando alguien cree que ha encontrado al 'amor de su vida', está eligiendo a una persona
entre miles de millones. ¿Cuál es la ventaja evolutiva de experimentar este sentimiento
tan intenso y tan típicamente humano? Una hipótesis al respecto sería que estos
sentimientos actuar como inhibidores de la búsqueda de otros compañeros (aunque esto
sea temporalmente), lo cual crearía un espacio propicio para la vida en pareja y la crianza
de los hijos.
La calma tras la tormenta
Generalmente, la fase de la atracción no dura eternamente, se estima un promedio de dos
o tres años para esta fase. En términos generales, cuando la pareja se establece, se
produce un acostumbramiento a la compañía del otro, cediendo la pasión espacio para
otras manifestaciones tales como la ternura, el compañerismo, el afecto y la tolerancia. Se
trata en efecto, de un amor más calmo.
En esta segunda fase, son protagonistas las endorfinas, compuestos químicos de
estructura similar a la morfina y los opiaceos que generan una sensación de seguridad y
apego hacia la persona amada. Por eso sufrimos cuando perdemos o nos distanciamos
de un ser querido, porque extrañamos esa dósis nacotizante que supone su cercanía.
ARTÍCULO 2
Tanto soñar en el amor, vivirlo, escribir sobre él, llevarlo al cine, llorar por él, será difícil
para muchos admitir que tiene menos de irracional de lo que se creía. Pero así es,
aunque no deja de ser fascinante. Es pura magia... bioquímica. Al sentir amor, lo que se
experimenta es una compleja reacción biológica. Aunque el amor lo condicionen
factores psicológicos y sociales, se origina en unos mecanismos que se activan en el
organismo, en que intervienen neurotransmisores cerebrales, hormonas, genes
seguramente…
La ciencia va deconstruyendo el amor para comprender mejor al ser humano. Por qué
María se enamoró de Santi y no de Luis, aunque les conoció a la vez y hasta los dos
hombres guardan cierto parecido. “Hasta ahora, una de las grandes preguntas que no
sabemos responder es esa, por qué uno se enamora de una persona y no de otra”,
reconoce Helen Fisher, profesora en el departamento de Antropología de la Universidad
Rutgers de Nueva York, aunque es más conocida como la antropóloga del amor, por los
años que lleva dedicada a su estudio. Pues bien, Fisher cree que ha dado con alguna
respuesta a esa incógnita.
“Después de descodificar la bioquímica del amor –explica–, hemos constatado que hay
cuatro tipos de sistemas cerebrales, según la sustancia que más se segrega, y que
estarían ligados a personalidades distintas y tendrían un papel en el enamoramiento. Si
una persona produce mucha dopamina, un neurotransmisor cerebral, tiene una
personalidad exploradora, curiosa, energética; si produce mucha serotonina, otro
neurotransmisor, tiene una personalidad que yo llamo de constructor, convencional,
meticulosa; si produce mucha hormona testosterona, es lógica, con gran decisión, de
esas personas que les gustan la ingeniería o las matemáticas, y si produce muchas
hormonas estrógenos u oxitocina, es de personalidad negociadora, imaginativa,
compasiva. Pues hemos observado que las personas que tienen una personalidad curiosa
o una convencional tienden a enamorarse de alguien que sea como ellas; en cambio,
quien tiene una personalidad donde domina la testosterona tiende a sentirse atraído por
quienes expresan mayores niveles de estrógenos y viceversa”. Habría tanta razón en
aquello de que las personas suelen enamorarse de quien se les parece como en que los
extremos se atraen.
Fisher aún trabaja en estos resultados, obtenidos al estudiar a miles de personas
enamoradas con entrevistas y cuestionarios y medir su actividad cerebral mediante
técnicas de neuroimagen (tomografías y resonancias magnéticas funcionales). Por
ejemplo, se ha medido su reacción a un estímulo como ver la foto de la persona amada.
Esta base biológica de la personalidad y su papel en el enamoramiento, campo en el que
Fisher se ha volcado en los últimos tres años, le ha abierto, dice, otra puerta: la genética
del amor, un ámbito en el que apenas se ha profundizado. “Probablemente, hay razones
genéticas, que aún no conocemos –al menos el 50% de lo que somos y hacemos es
genético–, por las que, según cuál sea tu personalidad, eliges a alguien del mismo u otro
tipo de personalidad”, dice la antropóloga. Habría, subraya, una determinación biológica
en enamorarse de una u otra persona, además de los factores que se habían
considerado hasta ahora: aspectos psicológicos, la atracción visual, compartir unos
valores y una cultura o tener un nivel de inteligencia y socioeconómico similar.
El psicólogo social Arthur Aron, de la Universidad de Nueva York-Stony Brook, también
cree que la genética tiene mucho que decir en el amor. Aron y Fisher han colaborado en
los últimos años en diversos estudios, junto a la neurobióloga Lucy Brown y otros
investigadores. En el 2005 firmaron una investigación, publicada por la Sociedad
Americana de Fisiología, que detalló por primera vez qué experimenta una persona en su
cerebro cuando se enamora, es decir, los sistemas cerebrales del enamoramiento. Los
hicieron visibles gracias a la neuroimagen.
“Hay diferentes sistemas cerebrales que se activan, por separado y compartiendo algunas
áreas, para el sexo, el enamoramiento y el amor duradero, y entendemos ya esos
circuitos básicos”, explica Helen Fisher. El deseo sexual se activa por las hormonas
sexuales (testosterona y estrógenos) y sobre todo en regiones del cerebro como
el hipotálamo y la amígdala. Es un mecanismo más primario que el del amor y menos
coincidente con él de lo que se pudiera creer.
En el enamoramiento, el estudio de los investigadores norteamericanos evidenció que se
activa sobre todo una zona cerebral (área ventral tegmental, en la región subcortical) que
segrega dopamina, el neurotransmisor cerebral que rige el placer. Además, las
resonancias magnéticas funcionales mostraron que al ver la persona una foto de su
enamorado, aumentaba mucho la actividad de uno de los sistemas cerebrales que
funcionan con la dopamina, el de recompensa, intencionalidad, motivación para conseguir
algo.
Arthur Aron ya llevaba años trabajando en una teoría que este estudio confirmó: el amor
no seguía los parámetros cerebrales de las emociones (como la euforia), sino el de las
motivaciones o necesidades. Aunque intervengan emociones (esa motivación origina
euforia o ansiedad) y conductas, a nivel neurológico, el amor no es una emoción sino una
motivación, sostiene Aron. Ese mecanismo de gratificación que se activa en el
enamoramiento está por debajo de los sistemas cognitivos y emocionales en el cerebro,
regula comportamientos de supervivencia como los que responden a la necesidad de
comida o los que también se ha visto que actúan en un toxicómano ante el deseo de
consumir cocaína. En el amor, sería un sistema primario de búsqueda de pareja.
Los investigadores observaron actividad en otras áreas cerebrales. Stephanie Ortigue,
profesora de Psicología de la Universidad de Siracusa, contabilizó en el 2010 que al
enamorarse se activan 12 áreas distintas. Entre ellas, las hay más cognitivas, como las de
recuerdo, representación mental o el concepto de imagen corporal, u otras donde se
sopesan los riesgos de pérdidas/beneficios, ante el amor, pero igualmente en cuestiones
económicas.
“El amor es una de las fuerzas que mueven el mundo, por eso decidí estudiarlo –dice
Helen Fisher–. Está en nuestro interior y es universal”. Subraya que no se ha encontrado
una cultura en la que no esté presente. Obedecería, en buena medida, a esos
mecanismos naturales. “Hace 30 años que estudio el amor, y la verdad es que en las
múltiples investigaciones que se han hecho sobre qué pasa en el cuerpo, en el cerebro de
una persona, cuando se enamora, se ve lo mismo sea cual sea su sexo, edad o incluso su
cultura, clase socioeconómica y el lugar donde vive. Es un fenómeno común a todos los
humanos”, corrobora Arthur Aron.
Hay diferencias en el amor, pero más bien parecen culturales (como que en algunas
culturas esté mal vista la pasión), y se han observado diferencias biológicas por sexos,
pero no se sabe hasta qué punto son fruto de años de influencias culturales. Y nunca
alteran los mecanismos básicos.
“A las mujeres y los hombres no les gusta lo mismo, ni actúan igual, aunque cuando se
enamoren funcione el mismo mecanismo cerebral con pocas diferencias –señala Fisher–.
En los hombres, por ejemplo, hemos visto más actividad en zonas del cerebro
relacionadas con lo visual, y en mujeres, con los recuerdos. Si se reflexiona, durante
milenios el hombre miraba a una mujer si le valía como pareja, mientras que la mujer
muchas veces no podía ver a ese hombre; también el hombre es mayor consumidor de
pornografía… Otra diferencia es que parece que las mujeres se enamoran más rápido,
pero el hombre quiere ir a vivir juntos más rápido que la mujer... Hay diferencias a la hora
de la elección de pareja, pero no sabemos cuánto las condicionan los factores
psicosociales.
Fisher sostiene que la razón por la que el amor es universal y sus mecanismos naturales
tienen rasgos comunes en diferentes especies animales es que el amor humano derivó de
un mecanismo primario, el de apareamiento, que desde Darwin se ha observado en
muchas especies de mamíferos y hasta de aves. En su opinión, el amor es un instinto.
“En la evolución hay selección natural y, al mismo tiempo, actúa una selección cultural.
Desde un principio, existía un mecanismo encaminado a favorecer la reproducción y la
continuidad de la especie. En muchas especies, se da el cortejo entre el macho y la
hembra, que no es más que un sistema natural de acercamiento, de test de
complementariedad para el apareamiento. En los homínidos, a partir de un momento
determinado, eso derivó en algo social, cultural (y sometido a evolución): el cortejo o el
apareamiento ya no tienen necesariamente como objetivo la reproducción, y se estipulan
diferentes mecanismos sociales en la relación macho/hembra. Ese sexo social da lugar
al amor, que es un sistema neuroquímico, una producción de sustancias cerebrales que
pasan al torrente sanguíneo, pero que se complementa con una actividad social; hoy el
amor son adquisiciones que se han ido haciendo poco a poco con la evolución”, sostiene
Eudald Carbonell, catedrático de Prehistoria en la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona
y codirector de las excavaciones arqueológicas de Atapuerca.
Carbonell desarrolló esta teoría “porque comprendí que para entender la evolución sexual
había que relacionarla con los cambios sociales”, dice, y la recogió en su libro El sexo
social. Ese salto del apareamiento con fin reproductor al amor social Carbonell lo sitúa
“probablemente hace unos 400.000 o 500.000 años, cuando creemos que aparecieron los
mecanismos de conciencia social (cuando los ancestros empezaron a enterrar a los
muertos, adquirieron estructuras simbólicas…); hasta entonces, seguramente había un
comportamiento biológico, como el que mantienen otras especies”. Las primeras
representaciones de aspectos sexuales y amorosos que se han hallado datan de hace
30.000 o 40.000 años.
Helen Fisher señala que un rasgo de ese mecanismo de apareamiento común en diversas
especies animales es una fuerte y rápida atracción inicial (en algunos estudios se ha visto
que se activan también en animales los circuitos de la dopamina o de un factor de
crecimiento nervioso) que en las personas sería lo que se llama amor a primera vista.
Pero la sofisticación del amor humano es enorme. Siempre se ha discutido, por ejemplo,
si el encendido amor inicial puede durar. La teoría más extendida es que con el tiempo
pierde intensidad y la pareja comparte más un afecto, un acompañamiento, unos
intereses… Se pone a menudo fecha de caducidad a ese amor inicial. Freud consideraba,
incluso, que si perduraba era signo de patología.
Un estudio de Bianca Acevedo, neurocientífica de la Universidad Cornell de Nueva York,
con Aron (de quien fue discípula), Fisher y Brown, desveló en el 2009 el tercer mecanismo
del amor tras el sexual y el enamoramiento: el del amor duradero. Y no dejó de
sorprender porque mostró que el amor inicial puede perdurar. La investigación se hizo con
personas que tenían relaciones de pareja de 10, 15 años o más y que se declaraban muy
enamoradas. La neuroimagen reveló que en su reacción cerebral ante el amado/a seguía
funcionando el mecanismo del amor inicial de dopamina y área de gratificación. Además,
se activaban otras zonas cerebrales distintas (en mayor número incluso que en el
enamoramiento inicial), en las que se producen los péptidos oxitocina y vasopresina, que
regulan los lazos afectivos intensos, la empatía, lo que se relaciona con el apego y el
compromiso. Se segrega también serotonina –neurotransmisor que modula las emociones
y que en el amor inicial tiene una baja actividad– y hay una actividad en el área de
receptores opiáceos que funciona al tomar fármacos contra el dolor o la depresión, lo que
explicaría que estas relaciones largas sean de bienestar y más calmadas.
La oxitocina, llamada hormona del amor, se segrega en gran cantidad en el acto sexual y
en el parto, momentos en los que se establece un lazo intenso con otra persona. Los
mecanismos cerebrales del amor duradero coinciden en parte con los que se activan en el
amor hacia los hijos. Otro de los destacados neurobiólogos que han estudiado el amor,
Semir Zeki, del Colegio Universitario de Londres, comprobó, además, que tanto en el
amor romántico como en el maternal se inhibe la actividad en el área cortical del cerebro
donde radican el juicio y el razonamiento, lo que explica aquella consideración popular de
que a veces el amor es ciego.
Lo que se sabe del amor no resuelve todavía todos sus misterios. Si hay una base
biológica en cómo experimentan los humanos el amor, ¿cómo se explica que a unos les
vaya tan bien y otros sean desgraciados? “Es que en el circuito del amor hay muchos
eslabones que aún no hemos descifrado –indica Fisher–. Y una persona puede
enamorarse de otra que por personalidad, incluso genéticamente, es su media naranja
perfecta y que no funcione la relación. ¿Por qué? Pues, quizás, porque no estaban
preparadas una u otra para el amor. O una pareja puede estar locamente enamorada, se
da el chute bioquímico en el cerebro, se lanzan a la relación, pero después les va mal.
¿Por qué? Pues porque la gente cambia, pueden tener hijos, o uno u otro pueden perder
el trabajo o hacerse adictos al alcohol…, hay factores que pueden estresar una relación,
muchas experiencias que influirán más allá de la biología, y depende de cómo las
gestionen”.
Para entender mejor algunos aspectos, Aron estudia ahora la biología de caras negativas
del amor, como el ansia o los celos (en los que la oxitocina también tiene un papel).
Acevedo ya estudió el amor pasional, más obsesivo (en que parece que se activa menos
el área ventral tegmental básica en el enamoramiento romántico), y concluyó que no suele
durar y resulta menos satisfactorio que el amor duradero. Ahora estudia el amor
compasivo.
Fisher ha analizado el rechazo amoroso, como otra vía para entender el amor. Una
investigación con personas que habían sido dejadas por sus parejas deparó paradojas
como que al mostrarles las fotos de sus ex amados se activaban en su cerebro las
zonas que rigen el cálculo de riesgos, la del dolor, pero asimismo el sistema de
recompensa del amor inicial, como si las personas se esforzaran aún más en conseguir a
quien amaban. La antropóloga concluyó que se acentuaba todavía más la coincidencia
con los mecanismos de las adicciones.
Semir Zeki fue más allá, analizó los circuitos biológicos del odio (que en el córtex y el
subcórtex cerebral comparten actividad con los centros de decisión para actuar o la
agresividad) y comprobó que, aun siendo engranajes diferentes a los del amor, había
actividad común en algunas áreas (como las de los estímulos). Y, curiosamente, la mayor
diferencia que halló es que si bien ya había comprobado que en el amor baja la actividad
en amplias áreas cerebrales ligadas al juicio y al razonamiento crítico, eso no ocurre en el
odio, sino más bien al contrario, se activan.
Si se conoce la fórmula química del amor, cabe pensar si no se comercializará a no tardar
una píldora del amor. Algunos psicólogos y neurobiólogos ya lo han apuntado y, de
hecho, se comercializa una supuesta oxitocina, aunque no están probados sus efectos. Ni
Fisher ni Aron, por ejemplo, creen que se vaya a comercializar una píldora del amor;
aunque fuera posible reproducir artificialmente la fórmula química (igual que hay drogas
que alteran diferentes puntos del cerebro o fármacos para modular la producción de
serotonina o de hormonas) y hasta pudiera ser útil para terapias contra la depresión o
para problemas de pareja.
“Yo creo que una persona quiere enamorarse de manera natural y no quiere amar de
forma abstracta, hay muchos aspectos de contextualización en el mecanismo cerebral del
amor. Si estás listo para enamorarte y encuentras a alguien con una personalidad que
encaja en la tuya, el tiempo que pasas con esa persona… eso no creo que pueda
reproducirse mediante una poción”, apunta Fisher.
“No sería una sorpresa –coincide Aron– si se reprodujera en laboratorio la experiencia
química que supone el amor en el cerebro, pero es que el amor no es sólo ese
mecanismo químico, hay otros aspectos asociados: la relación con otra persona, lo que
compartes con ella, es difícil de reproducir. Entre los últimos estudios, hemos visto que el
amor se autoalimenta, que en relaciones duraderas, la asociación con la pareja, lo que
comparte, hacer cosas excitantes juntos… aumenta el amor, lo que se evidencia en
cambios de actividad cerebral. Esto sería muy complejo de reproducir sólo con fármacos”.
Aunque en los últimos años haya desvelado muchos aspectos, la biología no explica
científicamente todo sobre el amor. Hay que recurrir, además, a la sociopsicología, y
faltan estudios con más población y más diversidad de parejas. Los resultados nunca
dejan de sorprender. Una muestra: un estudio realizado en el 2008 con parejas
estadounidenses de 18 a 46 años indicó que las actitudes de un integrante de la pareja
hacia el otro tienden a parecerse, pero también que todavía se nutren de estereotipos.
Así, ellos exageraron y ellas subestimaron el temor de sus parejas al abandono, y lo
mismo se constató al preguntar a los hombres por el deseo sexual de sus mujeres (era
mayor de lo que ellos creían) y a ellas por el deseo de independencia de sus hombres
(era menor de lo que las mujeres decían).
FUENTE: aine.idoneos.com/index.php/.../La_naturaleza_biológica_del_amor
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