www.iffd.org Temperamento y carácter de los hijos Introducción El temperamento es el conjunto de rasgos naturales con los que un ser humano interactúa con el entorno desde su nacimiento. Es hereditario y, en un principio, no le influyen factores externos. El término proviene del latín temperamentum, que significa ‘medida, combinación proporcionada de los elementos de un todo’, porque los rasgos temperamentales pueden ser considerados como características inherentes, de origen constitucional, que conforman la base de la personalidad y que marcan todas las direcciones del desarrollo. Ya desde los primeros meses observamos que hay algunos bebés más inquietos que otros, o que responden con mayor o menor rapidez a los estímulos. Se nace con un temperamento y es difícil cambiarlo a largo de la vida. De ahí la frase popular de «genio y figura hasta la sepultura». Sin embargo, podemos ayudar a nuestros hijos a equilibrar sus deficiencias. El temperamento es la base sobre la que se construye el carácter, que es el modo de ser individual que da especificidad al individuo; es la forma que tiene de ser y enfrentarse a la vida un ser personal. El carácter es el conjunto de reacciones y hábitos de comportamiento que se han adquirido a lo largo de nuestro crecimiento personal por las diversas influencias sociales, culturales y, principalmente, educativas. No obstante, la caracterología será objeto de estudio en programas posteriores. Desarrollo del temperamento infantil Hipócrates y Galeno, considerados los padres de la Medicina, distinguían en la antigua Grecia cuatro tipos de temperamentos, considerados como emanaciones del alma a través de la interrelación de los diferentes humores del cuerpo. Estos cuatro tipos son: sanguíneos, aquellas personas con un humor muy variable; melancólicos, personas tristes y soñadoras; coléricos, personas cuyo humor se caracteriza por una voluntad fuerte y unos sentimientos impulsivos, en las que predomina la bilis amarilla y blanca, y flemáticos, personas lentas y apáticas, a veces con mucha sangre fría. Autores posteriores incluyeron otros aspectos para definir los distintos temperamentos: Heymans propuso tres dimensiones del temperamento: actividad, emoción y predominio de las funciones primarias o secundarias. Pavlov propuso unas diferencias vinculadas a cualidades del sistema nervioso: había sistemas nerviosos fuertes y otros débiles, que dejaban de responder al aumentar la intensidad del estímulo. Kretschmer diferenció entre leptosomático, atlético y pícnico. Thomas y Chess identificaron nueve rasgos de comportamiento: nivel de actividad, ritmicidad, aproximación-evitación, cualidad del humor (positivo/negativo), intensidad del humor, tendencia a distraerse, amplitud y persistencia de la atención, umbral sensorial y adaptabilidad, y, a partir de estos elementos, identificaron el temperamento fácil, difícil y lento en entrar en calor. © IFFD 2012 Primeras Conversaciones Sesión 02 Nota técnica Página: 1 of 8 www.iffd.org Y así muchos autores más1. Basándose en todos esos estudios se puede decir que el temperamento está constituido por disposiciones básicas inherentes a la persona, que son relativamente consistentes y que modulan la actividad, la reactividad, la capacidad de emocionarse y la sociabilidad. Sus principales elementos están ya presentes en la primera fase de la vida, por lo que tienen más probabilidad de estar fuertemente influidos por los factores biológicos. A medida que el ser humano se desarrolla, la expresión de ese temperamento, que es lo que se viene a llamar carácter de la persona, está cada vez más influenciada por la experiencia y el contexto. Los diferentes temperamentos primarios Rudolf Steiner retomó la teoría clásica de Hipócrates de los cuatro tipos de temperamento (melancólico, sanguíneo, colérico y flemático). Estas categorías constituyen únicamente un punto de partida. Cada hijo es individual e irrepetible y no se ajustará nunca a una única categoría, sino que tendrá rasgos de varias. Estos cuatro tipos de temperamento son la base de la que parten Heymans y Wiersma, de la escuela holandesa, y Renè Lessenne con Le Gall en Francia, para configurar los nueve tipos de carácter que estudiaremos en diferentes programas. A continuación hacemos una breve descripción de los cuatro temperamentos básicos, adaptados al final de esta primera infancia. Sanguíneo El niño sanguíneo es de constitución esbelta, de movimiento ágil y rápido. Su rostro es muy expresivo, su mirada viva, alegre y nerviosa. Su estado natural es el movimiento: todo reclama su atención, es inquieto e incansable, por lo que no necesita dormir mucho. Tiene buen apetito pero queda rápidamente satisfecho y enseguida pasa a realizar otra actividad. Es un niño simpático y generalmente está de buen humor. Si se lastima, se consuela rápidamente y deja de llorar. Le interesa todo y le encanta investigar, por lo que sus padres no pueden perderle mucho de vista. Es algo indisciplinado y las prohibiciones tienen para él un atractivo especial, por lo que espera la distracción del adulto para probarlas. No le gustan los espacios cerrados y necesita la libertad del aire libre, llenar el día de acción. Su atención es corta y pasa de una actividad a otra con facilidad; cualquier ruido y movimiento le distraen. 1 Buss y Plomin ; Goldsmith y Campos; Rothbart y Mauro, etc.Al final, la mayoría de los investigadores están de acuerdo en las siguientes características del temperamento: 1. Se reflejan tendencias conductuales (disposición, rasgo, factor, dimensión, etc.). 2. Se refiere a diferencias específicas y no a características generales, agrupando muchos fenómenos. 3. Es relativamente estable y coherente. 4. Tiene una base biológica, pero la organización de los ambientes puede influir en la expresión y función del temperamento. 5. Se refiere a características formales de la conducta. 6. El vínculo entre temperamento y conducta se vuelve más complejo cuando el niño madura. © IFFD 2012 Primeras Conversaciones Sesión 02 Nota técnica Página: 2 of 8 www.iffd.org Tiene dificultad para terminar lo que empieza, pues enseguida todo le aburre. Trabaja con rapidez, sin prestar mucha atención a los detalles. No soporta tampoco estar sentado mucho tiempo. Es muy sociable y le gusta estar rodeado de gente. Se relaciona bien con niños de otras edades; intercambia cosas y juguetes con ellos. Es muy hablador. Le encanta invitar o ser invitado por sus amigos; detesta la soledad. Tiene gran capacidad para divertirse y contagia su espíritu alegre y divertido a los demás. Colérico El niño colérico es un niño fuerte y dinámico. Su mirada es segura, intensa y directa. Camina con decisión y tiene perfecto control de su cuerpo. Tiene mucha energía, por lo que no necesita dormir mucho, tiene buen apetito, sin llegar a ser glotón. Es un niño impulsivo, le gustan los retos y es competitivo, por lo que disfruta midiéndose con otros, y se esfuerza por ser el mejor. Este niño nos muestra su cariño con golpes y empujones, ya que es brusco y no mide su fuerza. Sabe lo que quiere, es perseverante y no desiste hasta que lo ha logrado. En el juego le gusta ganar y discute si no lo consigue. Puede ser muy testarudo en su forma de vestir, en las comidas y en el orden de sus cosas. Se enoja con facilidad cuando las cosas no salen como él espera. Cuando le regañamos nos reta con la mirada mientras aprieta con fuerza los dientes. Cuando alguien le contradice o no le da lo que quiere, se enfurece y amenaza con golpes o gritos. La naturaleza emocional del colérico es la parte menos desarrollada de su temperamento. No es sensible a los sentimientos de los demás: cuando quiere un juguete simplemente lo arrebata y pega al que se ponga en su camino. Por su voluntad, fuerza y determinación atrae a otros niños, que lo ven como su líder y lo obedecen tanto para bien como para mal. Decide los juegos y tiende a ser dominante y autoritario. Es extrovertido, pero mucho menos intenso que el sanguíneo. El niño colérico es trabajador. No es que tenga grandes o mejores aptitudes que otros, pero su tenacidad lo lleva a lograr sus metas y a destacar. Si se propone algo, enfoca toda su atención y nada lo distrae de su objetivo. Cuando hace sus tareas no le interesan los detalles ni que todo este bien hecho: se siente autosuficiente. Le encantan los cuentos de hazañas y de personajes heroicos y se identifica con ellos. Al colérico le gusta estar en movimiento: para él la vida es actividad. No necesita que se le estimule especialmente. Melancólico El niño melancólico es un niño más bien débil y sensible. Su mirada es sencilla y tímida: transmite tranquilidad. Por lo general es un niño feliz y soñador, aunque en otros momentos en los que se cierra en sí mismo está triste y deprimido. Se encuentra a gusto cerca de sus padres, porque le satisface sentirse protegido por ellos. © IFFD 2012 Primeras Conversaciones Sesión 02 Nota técnica Página: 3 of 8 www.iffd.org El melancólico es un niño talentoso y perfeccionista. Disfruta escuchando música y le atraen los juegos de sobremesa, los puzles y las construcciones. Se lo pasa bien mirando cuentos y aprendiendo a leer. Es ordenado y cuida mucho de sus cosas. Tiende a ser sumamente metódico y persistente en el cumplimiento de la actividad que ha iniciado, teniendo una gran capacidad de sacrificio. Es más bien lento, reflexivo y cauto en sus decisiones. Por naturaleza tiende a ser introvertido, a tener pocos amigos, pero muy fieles. Es tímido y le afecta que se le queden mirando o se burlen de él; sufre fácilmente en su interior y de forma prolongada. Le cuesta iniciar nuevas amistades y aventuras que no conoce, prefiere la comodidad del “status quo”; tiene una marcada inclinación a la pasividad. El melancólico es, en este sentido, un tanto pesimista, pues siempre considera las cosas en su aspecto más adverso. Es quejoso, le cuesta superar las dificultades y se lamenta continuamente. Flemático El niño flemático es muy calmado, casi nunca se agita ni se enoja. Tiene una conducta muy estable, sin altibajos, lo que en algunos casos puede confundirse con apatía, pues resulta difícil leer sus sentimientos a través de su invariable expresión facial y corporal. Es perezosillo y le cuesta madrugar, siendo el último en llegar a todo. Nada le importa: la vida es una alegre y agradable experiencia, sin demasiadas emociones. Es callado y obediente a las indicaciones de sus padres, aunque algo negligente en el cumplimiento de sus pequeñas responsabilidades; todo le parece siempre bien. No se irrita fácilmente ante los gritos o enfados de sus padres, ni le importa mucho perder en el juego o las competiciones. Los pequeños fracasos no le afectan, permanece tranquilo y discreto. No tiene mucha energía, ni se propone grandes metas o retos exigentes. Prefiere optar por la pasividad. Trabaja con cuidado, teniendo en cuenta todos los detalles, pero siempre despacio y con tendencia al descanso. Es ordenado y guarda muy bien las cosas en su lugar. Tiene mucha paciencia y es muy observador. Se relaciona bien con otros niños, es simpático y sabe pasárselo bien, siempre que no sea el protagonista. Le gusta jugar con otros niños, comparte sus juguetes con ellos, es muy desprendido, aunque prefiere quedarse solo sin que le molesten y disfrutar de unos cuentos o una película de dibujos animados. Su actitud es siempre positiva, mientras se mantenga en la rutina habitual. En caso contrario muestra una débil oposición y pereza ante lo nuevo. Educación del carácter El niño a partir de los cuatro años se muestra más receptivo a todo lo que le rodea. La comunicación oral experimenta en él un notable avance: habla bien y le gusta dialogar. Va adquiriendo hábitos de autonomía y siendo muy capaz de valerse por sí mismo: se está empezando a formar su carácter y su personalidad. Empieza a ser el resultado de la buena o mala educación recibida. © IFFD 2012 Primeras Conversaciones Sesión 02 Nota técnica Página: 4 of 8 www.iffd.org Como ya nos entiende bastante bien hay que empezar a corregir las deficiencias de su temperamento y los rasgos negativos adquiridos en sus primeros años, como el no saludar, ser terco, usar el llanto como chantaje, etc. A estas edades, los resultados suelen ser positivos si damos una información clara y en el momento oportuno y apoyamos luego lo mandado con cariño, con una exigencia serena, perseverante, amorosa y alegre, en un ambiente de orden. Todos los temperamentos están de una manera u otra presentes en nuestro hijo, pero normalmente es uno de ellos el que predomina. No hay temperamentos “buenos” o “malos”, todos tienen aspectos positivos y otros negativos susceptibles de mejorar. Y aunque no podemos tratar de cambiarlos, pues iríamos en contra de su tendencia natural, causando frustraciones, si conocemos el temperamento de nuestro hijo llegaremos a comprenderle mejor, a tratarle con más justicia y a educarle con más paciencia. Los padres podemos ayudar a desarrollar rasgos de otros temperamentos para lograr equilibrar las carencias del suyo. Ahora daremos algunas pautas educativas para aplicar en casa, en función del temperamento que sea dominante. Sanguíneo Los padres del niño sanguíneo deben procurar no sobreestimularlo con demasiadas actividades, permitiéndole un desahogo saludable a su sanguineidad mediante algunas actividades, pero procurando que no sean muchas. De lo contrario, se puede convertir en un niño nervioso e hiperactivo. Deben ayudarle a terminar el juego o actividad que haya comenzado, permitiéndole un respiro si ha perdido el interés, para reanudarlos más tarde, ya que su tiempo de atención es corto. Muchos padres recurren a la televisión, consolas y otros tipos de aparatos tecnológicos para ocupar al niño y disfrutar de cierta tranquilidad, pero este tipo de juegos y los programas de la televisión, con sus continuos movimientos rápidos, ruidos y colores brillantes, siguen estimulando el cerebro del niño, que se torna irritable y nervioso, además de no controlar el contenido de la programación. El resultado puede ser hiperactividad y nerviosismo, que se traduce en falta de sueño y en miedos nocturnos. Además de limitar las horas frente a la pantalla, es preferible visualizar algún DVD conocido y repetir la misma parte en días sucesivos, pues esto relaja al niño y le ayuda a potenciar su memoria. También es conveniente establecer una rutina a última hora del día, mediante la realización de actividades sucesivas que proporcionen un ambiente tranquilo, que relaje al niño y le ayude a conciliar el sueño, como baño, cena, lavarse los dientes, rezar, leer un cuento en la cama, comentar los sucesos agradables del día, etc. La rutina crea una disciplina que da estabilidad al niño sanguíneo; por el contrario, los gritos de los padres para acostarle excitan al niño y le impiden coger el sueño. El niño sanguíneo, que vive en movimiento constante, necesita desarrollar el autocontrol de su cuerpo. Hay que ayudarle a permanecer sentado a la hora de comer, a aprender a escuchar a los demás, a no correr como un loco atropellando a la gente, etc. Los padres deberán combinar esta exigencia con otros momentos en que pueda dar rienda suelta a sus impulsos. © IFFD 2012 Primeras Conversaciones Sesión 02 Nota técnica Página: 5 of 8 www.iffd.org Los niños que no logran este autocontrol se convierten en personas caprichosas y egoístas, que ignoran a los demás. El niño sanguíneo todo lo quiere al momento y se agobia si tiene que esperar. Los padres tienen la tentación de darle al instante lo que pide, para quitárselo de encima, pero hay que resistir: no hacerle caso cuando interrumpe, hacerle esperar su turno, dejar pasar un tiempo antes de concederle lo que pide, etc. De esta forma irá aprendiendo a controlarse y a tener en consideración a los demás. La voluntad débil y falta de disciplina requieren el esfuerzo y la constancia de los padres al exigirle con cariño el cumplimiento de lo que se hayan propuesto: acabarse el plato de comida, recoger y dejar ordenado un juego antes de pasar al siguiente, dejar doblada la ropa para el día siguiente, guardar los zapatos en el armario, etc. Al ser el sanguíneo tremendamente inquieto y desorganizado, la regulación de los horarios y la adquisición del hábito del orden le darán estabilidad, ya que, en realidad, es un niño muy inseguro. Un hábito bueno se adquiere por la repetición de actos buenos relacionados con ese hábito; los hijos no suelen hacer actos buenos por azar, hay que enseñarles, motivarles y ayudarles a hacerlos, para que luego los hagan ellos solos, porque les da la gana. A un niño educado en el orden, lo más probable es que de mayor le guste ser ordenado. Generalmente el niño sanguíneo no teme al daño personal y a menudo se arriesga a realizar acciones desmedidas para su edad. Los padres deben ayudarle a reflexionar sobre las consecuencias de sus actos y a no dejarse llevar por sus sentimientos y emociones. Colérico El niño colérico necesita sentir la firmeza de unos padres que no sucumben ante sus caprichos o rabietas. Hay que pedirle las cosas “por las buenas”, pues rápidamente se pone a la defensiva cuando le gritamos. Necesita padres serenos, que puedan mantenerse ecuánimes y tranquilos frente a sus ataques de rabia. Cuando el niño se haya calmado, será el momento de hablar de lo ocurrido. Hay que enseñar al niño a controlar su ira, pues, si comprueba que los demás se asustan ante sus estallidos de enojo, puede valerse de ellos como arma para salirse con la suya. Los padres deben ser firmes y justos para ganarse el respeto y tener autoridad. Deben ponerle pocos límites, pero éstos deberán ser justos y cumplirse siempre. De no ser así, el niño colérico les hará la vida imposible. De todos los temperamentos, el colérico es el que evidencia menos afecto y sensibilidad por las necesidades de los demás. Los padres deberán ayudarle a ser generoso compartiendo sus juguetes, la comida que le gusta, etc., y hacerle reflexionar ante su egoísmo o desconsideración por las personas que le rodean. También tendrán que ayudarle a suavizar su terquedad, a saber perder en el juego, a alegrarse por los pequeños éxitos de los demás, a ceder, a no ser siempre el primero, etc. Es importante encauzar su energía desbordante en actividades físicas que lo desgasten hasta agotarlo: dejarles espacio para que se desprendan de su ilimitada energía y realicen todos los ejercicios que necesitan para alcanzar el control de su sistema muscular y adquirir destreza en su utilización. Los niños tienen que saltar, correr y gritar. Además, las habilidades motrices constituyen la piedra angular de posteriores logros intelectuales, como la lectura y la escritura. © IFFD 2012 Primeras Conversaciones Sesión 02 Nota técnica Página: 6 of 8 www.iffd.org Los padres deberán darle responsabilidades que le hagan sentirse importante y le ayuden a canalizar sus habilidades de liderazgo en un sentido positivo. Es importante que los padres se anticipen y trabajen en la adquisición de hábitos buenos en su hijo. Si adquiere con anterioridad un hábito malo, luego será más difícil cambiarlo. El mal crea hábitos y costumbres de los que luego cuesta desprenderse; es mejor “prevenir que curar”. De todas formas, si hay que curar, es más fácil potenciar un punto fuerte que corregir uno débil, por lo que se podrá corregir un defecto potenciando la virtud contraria. Melancólico El niño melancólico se siente muy a gusto protegido por sus padres. Esta sobreprotección puede convertirle en una persona débil y egocéntrica, susceptible y quisquillosa. El niño debe realizar por sus propios medios todo lo que sea capaz de hacer: comer, vestirse, cargar su mochila, lavarse, etc. Lo contrario nos llevaría a un niño mimado, consentido e inseguro. La sobreprotección puede provocarle falta de iniciativa en la toma de decisiones, lo que le hará ser muy pesimista y estar disconforme con todo. Los padres deben animarle a realizar nuevas actividades y descubrir horizontes que le ayuden a perder el miedo a lo desconocido; en definitiva, deben darle más autonomía para que adquiera confianza en sí mismo y sea el niño quien pida ayuda cuando la necesite. Esta apertura también le ayudará a desarrollar su enorme creatividad. El melancólico necesita superar su egocentrismo relacionándose con hermanos u otros niños con los que pueda compartir juguetes, distracciones, etc. La relación con los demás le ayudará a fortalecer su carácter tan sensible y a aprender de los otros temperamentos. Invitar amigos a jugar y pasar el día en casa puede serle de gran ayuda. Los padres deben también animarlo a realizar actividades físicas, base de su desarrollo neurológico. Aprender a superar las dificultades, levantarse de las caídas sin quejarse, esforzarse por superar sus metas, aunque sean bajas, etc., será de gran ayuda para fortalecer su débil carácter. La alegría de unos padres que le felicitan por los pequeños éxitos alcanzados, reconocen las acciones bien hechas y potencian sus puntos fuertes constituye un gran refuerzo para fomentar su autoestima. Estamos educando en positivo cuando dedicamos más tiempo a potenciar disposiciones positivas que cuando estamos centrados en corregir sus defectos. Su tendencia al mal humor y desaliento por las pequeñas contrariedades no ha de ser aceptada por los padres. Éstos deben hacer un esfuerzo por comprenderlo sin burlarse de él, haciéndole ver otros aspectos positivos que no ha tenido en cuenta. El niño melancólico necesita del aliento continuo y del buen ejemplo de sus padres, quienes, actuando así, se ganarán su confianza. Han de cuidar con especial atención el castigo, actuando con gran prudencia y justicia, pues los desaciertos pueden provocar un prolongado enojo y una pérdida de confianza. © IFFD 2012 Primeras Conversaciones Sesión 02 Nota técnica Página: 7 of 8 www.iffd.org Flemático Aparentemente, el niño flemático no supone ninguna preocupación para los padres, por ser un niño feliz y muy obediente. Pero, como veremos, es sumamente difícil educarlo, por su tendencia natural a la pasividad. Sin enfrentamiento, sin negarse a nada, el niño se las arregla para eludir cualquier tipo de responsabilidad. Es necesario explicarle todo al detalle y repetirlo muchas veces hasta que lo haya comprendido bien. Esta falta de empuje puede convertirle en una persona dubitativa, indecisa y temerosa. Los padres deben dejarle más iniciativa en los juegos, en el vestir, el comer, etc., para que el niño vaya tomando sus pequeñas decisiones. Los padres deben procurar educar su voluntad de forma eficaz: 1º. Asegurándose que el niño recibe la información necesaria para que saque de sí mismo un estímulo lo más positivo posible en su próxima actividad. 2º. Procurando que se den las condiciones adecuadas para una buena asimilación de la información: alegría y tranquilidad por parte del niño, delicadeza y cariño por parte de los padres, y confianza entre padres e hijos. 3º. Motivando adecuadamente al niño para pueda hacer suya la información recibida y actuar. Ha de conocer los motivos por los que sus actos deben estar bien hechos y las consecuencias de hacerlos bien; solamente en este caso existe mejora personal. Si actúa bajo la amenaza de un castigo o por conseguir un premio, la mejora es a corto plazo: no ha sido bien asumida. La lentitud y aparente inmovilidad del flemático pueden convertirle en un niño ocioso y aburrido. Los padres deben procurar relacionarlo con hermanos u otros niños para evitar que se encierre en sí mismo, ayudándole a hablar y a expresar sus sentimientos. Hablar en familia es uno de los medios educativos más enriquecedores de los que disponen los padres. A partir de los 4 años, los hijos se pueden integrar en la conversación familiar con padres y hermanos. En estas charlas familiares se refuerza la comunicación entre padres e hijos. Además deberán animarle a realizar actividades deportivas y lúdicas, que le ayuden a sacar un mayor provecho de sus potencialidades. Proponerle pequeñas metas alcanzables, alabarle los éxitos, enriquecerle con nuevas actividades que le estimulen el desarrollo sensorial e intelectual, etc., le ayudarán a abrirse al mundo que le rodea y a perder su miedo innato. © IFFD 2012 Primeras Conversaciones Sesión 02 Nota técnica Página: 8 of 8