La sociedad machista como “parte de la religión” La imagen estereotipada de la Sociedad Machista (SM), en la que el varón es el más fuerte y tiene el control sobre todas las decisiones nos remite, inevitablemente, a esa freudiana relación de ambivalencia – admiración y temor- del hijo hacia el padre, y que está implícita en las religiones: “cuando el adolescente nota que le está deparado seguir siendo siempre un niño, que nunca podrá prescindir de la protección frente a hiperpoderes ajenos, presta a estos los rasgos de la figura paterna, se crea los dioses ante los cuales se atemoriza”1. La sociedad funciona emblemáticamente como un reaseguro de protección ante la impotencia y el desvalimiento humanos, frente a esos hiperpoderes que amenazan su existencia. En suma, los mismos términos en que funcionan las religiones: amar al Padre todopoderoso, “sentimientos de veneración y de temor, de normas morales de conducta, y prácticas para darle culto”. Continúa diciendo Freud: “en épocas pasadas las representaciones religiosas ejercieron el más intenso influjo sobre la humanidad, (pero hoy) no ejerce el mismo influjo que antes sobre los hombres”. El hombre actual ha modificado sus actitudes y creencias respecto del mundo que lo rodea, y ha dejado de ser férreamente dogmático. Analógicamente, la SM –aquí y ahora, al menos- ha perdido parte de su aura dominante, autoritaria, paternal y estructurada. Intentaré hilvanar esta argumentación, tomando y combinando distintos enfoques y puntos de vista. Pos-modernismo: crisis del modelo tradicional de SM La cultura autoritaria, masculina y etnocéntrica está ligada a la Modernidad, cuyos cimientos han sido removidos y debilitados en los últimos años. La crisis de los modelos explicativos, de lo absoluto, de los mitos de orden y progreso y de la revolución están relacionados con el agotamiento de la modernidad, y con la emergencia de la 1 SIGMUND FREUD, El porvenir de una ilusión, pluralidad, de las reivindicaciones de las nuevas subjetividades y la revalorización de subculturas marginales; en suma, todo lo que “refuerza la tesis de que hay una creciente conciencia del OTRO”. El autor cita el papel del feminismo “como un contralenguaje que se opone al patriarcalismo binario de la Modernidad”. A su vez, Laura Kipnis sitúa el discurso feminista como “paradigmático del posmodernismo en su reivindicación del Otro, en el cual la posición de la mujer es estructural y políticamente inscrita”. Esa crítica feminista pos-modernista está inserta en el marco de una descolonización, de una atomización del “dogma modernista” e influye, con todo, en el desempeño de prácticas cotidianas y discursivas. Pero el feminismo, ¿se apropia del discurso machista y lo reelabora para transformarlo en herramienta de confrontación? Bajtin refleja la importancia de las influencias extratextuales en las primeras etapas del desarrollo del ser humano: “Estas influencias están revestidas de palabras (que) pertenecen a otras personas (...) Después, estas “palabras ajenas” se reelaboran dialógicamente en “palabras propias-ajenas” con la ayuda de otras “palabras ajenas” (escuchadas anteriormente), y luego en palabras propias, que ya poseen un carácter creativo”. Estas palabras ajenas asimiladas y “renovadas creativamente en nuevos contextos” fueron (son) verdaderas trincheras –como en la “Guerra de posiciones” de Gramsci- en la lucha de la mujer por ocupar un lugar distinto en la sociedad. Sin embargo, si bien es un discurso destinado a reivindicar al Otro en tanto diferente, colonizado, ¿es socialmente representativo? ¿o se trata más bien de un mecanismo ilusorio? “Lo característico de la ilusión –dice Freud2- es que siempre deriva de deseos humanos (...) Llamamos ilusión a una creencia cuando en su motivación esfuerza sobre todo el cumplimiento de deseo; y en esto prescindimos de su nexo con la realidad efectiva, tal como la ilusión misma renuncia a sus testimonios”. Las gramáticas normativas “son las formas lingüísticas aprobadas socialmente para nombrar y explicar el orden de las cosas y de las relaciones sociales”3. El conocido ejemplo que utiliza Gramsci 2 3 íbid. PAOLI, La perspectiva lingüística en Gramsci, Buenos Aires, La Red de Jonás. refuerza la argumentación: “Para hablar de una mujer casada con el Sr. González, decimos la ‘Señora de González’. ¿Por qué usar la preposición de y no la preposición con? (...) Esto supone un orden social que alimenta el lenguaje, que lo ordena”4. ¿Acaso el insulto hijo de puta –tomado en el sentido literal- no implica un acto condenatorio tan sólo para la mujer por su condición de pecadora, en tanto no se hace alusión –al menos directamente- a la culpabilidad masculina? ¿Pedir la mano para desposar a una mujer no implica un acto de acción activa por el lado del varón, y de pasividad y sumisión de la mujer, más allá de que esa costumbre simbólica –aquí y ahora- sólo sea una representación anacrónica? “Las formas de dominio y dirección suponen gramáticas normativas integradas a ellas”5. La analogía con nuestro tema aquí es paradigmática. ¿Es natural, señor Timoneda? “Este es el inventario banal de un día normal de un personaje normal. La vida, dicen. Pero ¡atención!, si el señor Timoneda es un personaje “normal”, “medio”, y éste es un día normal, es porque estamos en una sociedad capitalista de predominio masculino, urbana, en etapa que llaman de sociedad de consumo, y dependiente culturalmente de unos medios de comunicación de masas subordinados al imperialismo. El personaje “norma”, si la sociedad fuera otra, no tendría que ser necesariamente un varón, cabeza de familia, asalariado, con una mujer que cocina y cuida de la ropa, y con un televisor que pasa telefilmes norteamericanos”6. El texto es una crítica al modelo estereotipado de la sociedad burguesa occidental. En su ensayo, Marques hace uso de la ironía, y la emprende contra aquellos que consideran a este modelo como algo lógico y natural, desconociendo las diferencias, la pluralidad y el papel del Otro, incluso dentro mismo de dicha sociedad. ¡Lo que sí es natural es que el machismo esté incorporado al estereotipo de sociedad que vivimos...!. Es evidente que irrumpió una crisis que ha hecho estallar los moldes clásicos de la SM: hay una nueva cultura de masas que 4 íbid. íbid. 6 JOSEP VICENT MARQUES, Para una sociología de la vida cotidiana, 5 atraviesa los órdenes sociales, urgencias económicas, división social y sexual del trabajo (la mujer debió salir de su hogar en busca de sustento o, cuanto menos, colaboración económica al grupo familiar), dogmas y prejuicios derribados –o modificados- y crisis de identidad política. “El Bloque Histórico de esta sociedad –en palabras de Gramsci- ha entrado en crisis. La crisis consiste precisamente en que muere lo viejo sin que pueda nacer lo nuevo”7. El incremento del protagonismo de la mujer en todos los ámbitos sociales ha hecho tambalear el sistema hegemónico masculino. “Esta crisis de hegemonía es la característica esencial de la crisis orgánica (...): la clase dominante deja de tener la dirección de las clases subordinadas”. Gramsci cita dos casos de crisis orgánica: una se produce porque la clase dirigente (el varón en la SM) “fracasó en alguna gran empresa política para lo cual demandó o impuso por la fuerza el consenso de las grandes masas” (tendencia del modelo masculino de la SM a ser dominante y reclamar obediencia); “o bien porque vastas masas pasaron de golpe de la pasividad política a una cierta actividad y plantearon reivindicaciones que su caótico conjunto constituyen una revolución” (hay una politización de la mujer, en el sentido más cabal del término). No estoy seguro de que la mujer pretenda desmontar la estructura de la SM. De hecho, ha reclamado en los últimos años una mayor participación activa en todos los órdenes sociales; y, en efecto, ha ganado amplios espacios que eran de propiedad exclusiva de los hombres: un lugar en la política, en la dirección y administración de empresas, un lugar en los medios de comunicación a partir de su inteligencia y capacidad y no ya de su categoría de objeto para satisfacer expectativas masculinas. A partir de aquí, ha visto en su independencia personal -otra de las modalidades de status con que la sociedad actual premia la eficiencia y el manejo de la competitividaduna respuesta a las viejas estructuras y postulados que planteaban a la mujer como mero brazo dependiente del hombre. “El programa que nos impone el principio de placer, el de ser felices, es irrealizable; empero, no es lícito resignar los empeños por acercarse de algún modo a su cumplimiento. Para esto pueden emprenderse muy diversos 7 ANTONIO GRAMSCI, caminos, anteponer el contenido positivo de la meta, la ganancia de placer, o su contenido negativo, la evitación de displacer”8. Estimo que la mujer, en el seno de sus relaciones con el hombre, se plantea la búsqueda de seguridad –y no solamente la seguridad económica- para llevar a cabo sus propósitos de realización en tanto mujer. El sentido común –esa “sedimentación de diversas concepciones del mundo, de tendencias filosóficas y tradiciones que han llegado fragmentadas y dispersas a la conciencia de un pueblo”, al decir de Gramsci- me dice que la mujer, aquí y ahora, respeta ciertos códigos de la SM y comparte ciertas representaciones de su estructura. No existe tal intento de romper una hegemonía e instaurar otra: en el mejor de los casos, existen discursos que conllevan tal afirmación. “Es que están de por medio los desacuerdos entre el pensar y el obrar de los seres humanos, así como el acuerdo múltiple de sus mociones de deseo”9. A manera de despedida freudiana Incluiré otra identificación, destinada esta vez a argumentar contra el discurso de ruptura de estructuras feminista: en el pasado, la mujer vivió en un estado de tiranía bajo el gobierno del hombre (“en la familia primordial, sólo el jefe gozaba de la libertad pulsional”). Pero el avance, la independencia y la conquista de la mujer a expensas del hombre trae aparejado otro estado –aunque diferente- de inseguridad y angustia (¡y esto lo deben saber muy bien las militantes feministas, tan celosas de su libertad social y sexual, y tan esclarecidas freudianas!) Dijo el padre del psicoanálisis: “Hemos tomado noticia de dos diversos orígenes del sentimiento de culpa: la angustia frente a la autoridad y, más tarde, la angustia frente al superyó. La primera compele a renunciar a satisfacciones pulsionales; la segunda esfuerza, además, a la punición, puesto que no se puede ocultar ante el superyó la persistencia de los deseos prohibidos”10. Gabriel Cocimano - 1994 8 SIGMUND FREUD, El malestar en la cultura, íbid. 10 Íbid. 9