10 comunicación sábado 25 de abril de 2015 www.ministeriodelacultura.gob.ve Caroreño que ahora tendría 88 años Se eternizó como periodista y escritor de sabiduría innata Héctor Mujica fue el primero en presidir el Colegio Nacional de Periodistas Oscar Guaramato, Vicente Gerbasi, Héctor Mujica, Humberto Bartoli A ngel Méndez, actual gerente de YVKE Mundial, lo recuerda como uno de los grandes periodistas que hemos tenido en este país. Un hombre sabio, de mundo, dispuesto siempre a enseñar. -¿Te llegó a regañar alguna vez? -Jamás. Héctor Mujica no regañaba, corregía y de la mejor manera posible. Sus clases siempre resultaban interesantes. Tenía una sabiduría innata. Quizás por la experiencia acumulada, Héctor tenía una respuesta para todo. Compartimos el mismo gusto por la música y alguna vez hablamos en profundidad sobre Daniel Santos. Muy exigente Edgar Rivero, hoy en Lara, habla de su identificación con el fallecido profesor de las cátedras de Periodismo Informativo y de Sociología de la Comunicación: “Héctor fue mi primo, excelente y carismático profesor, muy exigente. Sus exámenes finales eran orales, por orden alfabético y duraban hasta tres días y al tercer día, a las dos de la tarde, después de tanta tensión, llegó mi turno. Él acababa de recibir el vespertino El Mundo y me preguntó: ‘¿Cuánto bateó César Tovar?’, obvio, no sabía. Solo había estudiado los temas de la materia. Me raspó y yo le inquirí por qué me preguntaba eso, que no correspondía al contenido de la materia. Y él respondió: ‘un periodista debe saber de todo”. Perseguido, apresado y torturado María Fernanda Mujica (M.F.), la primera de sus hijas, también es periodista, nos dice que su padre tuvo tres hogares. “Se casó a los 21 años con una linda joven de Sarría, con la que se marchó a París, a estudiar un postgrado de Psicología en La Sorbona. Allí nació su primer y único hijo, Michel”. Regresó a Venezuela con su esposa e hijo y siguió con su oficio de escritor, periodista, profesor universitario y militante político. Luego, en la parroquia La Candelaria, en 1954, y en pleno apogeo de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, nació María Fernanda. Más tarde sale rumbo a Chile, después de haber sido perseguido, apresado y torturado. Héctor Mujica estudia periodismo, trabaja en la prensa chilena, y allí forma parte de un grupo de venezolanos -sus amigos de toda la vida- como Débora Gabaldón, Pedro Esteban Mejía, Roxana Medina, Raúl Agudo Freites, Clarisa Sanoja, los Mayobre, Raúl Ramos Héctor y Neruda en Caracas comunicación www.ministeriodelacultura.gob.ve Giménez, Federico Álvarez y Olga Dragnic. Ellos, en su mayoría, eran también exiliados de la dictadura. Paralelamente, escribe literatura y publica cuentos. Comparte la colega que su papá se dedicó a la escuela de Periodismo de la Universidad Central de Venezuela, de la que fue director elegido tres veces. Dictó Sociología de la Comunicación, entre otras materias, a numerosas promociones de periodistas. Ejerció a la par de la docencia, la militancia política en el Partido Comunista de Venezuela (PCV) y el periodismo como columnista en El Nacional, Últimas Noticias, 2001 y por supuesto Tribuna Popular. Fue diputado por el PCV, también fue el candidato de Unión Para Avanzar (UPA), por la izquierda unida, en los años 70. Después de la campaña escribe Experiencias de un candidato. En el primer gobierno de Rafael Caldera –precisa- “es artífice, junto a otros, de la pacificación del país”. Cuando cae Pérez Jiménez y regresa con su familia a Caracas. Una de las primeras cosas que hace es recorrer el país con Enriqueta y los niños en un pequeño “escarabajo” Wolskvagen. Dice M.F. que en 1967, Héctor viaja a Roma con su segunda esposa, Julia Añez, con quien tuvo a Claudia Valentina, nacida en Italia y a Andreína que nació en Caracas. La primera es abogada constitucionalista y penalista y Andreína, periodista y fotógrafa. Michel es sociólogo, graduado en la Universidad de Lovaina, Bélgica. Es profesor universitario y actualmente embajador. No soportaba la intolerancia, la incultura, el servilismo “El Inquieto Anacobero” La vida de Héctor estuvo llena de grandes amigos de todos los ámbitos: Fernando Rubén Coronil (padrino de M.F.), Lya Imber, Sofía Imber, Rafael José Neri, Rubén Chaparro, Chepino y Ligia Gerbasi (en esa casa dejaron a sus hijos pequeños cuando tuvo que llevar a su esposa Enriqueta a Moscú por motivos de salud), Hilda Vera, Renny Ottolina. Y por supuesto quería mucho a su padre Pastor Oropeza, sus hermanos Oropeza y Mujica, a Gustavo Machado, Pompeyo Márquez, Eduardo Machado y Eduardo Gallegos Mancera, entre otros. Acota M.F. que eran tantos los amigos que tenía en Venezuela y en el mundo, que si viajaba a Roma paseaba con el poeta Rafael Alberti, y en Caracas compartía con Miguel Otero Silva, Óscar Guaramato, Juan Liscano, y otros grandes escritores. Por su escritura cuando joven, fue apreciado por Rafael Pocaterra. Se arrepintió de no haberse dedicado más a la literatura que a la política. Renunció en la época de Gorbachov al PCV. No soportaba la intolerancia, la incultura, el servilismo, el populismo. Nos refiere M.F. que, a mediados de los años 80, Héctor se casa con Marina Barreto Milliani y viajan a Praga para, al retorno, irse a vivir a Mérida (de donde es ella). Allí hace vida intelectual, escribe, mantiene una columna en el diario El Globo. Héctor fue operado de la columna vertebral tres veces en Caracas y, lastimosamente, nunca los dolores desaparecieron de sus huesos. “Héctor -recuerda su hija mayorfue siempre un gran lector. Tenía en la biblioteca de su casa, en Los Palos Grandes, el mejor espacio para leer, escribir y trabajar. Allí concurrían -entre otros- sus amigos Jesús Sanoja, Rafael Haliwa, el dependiente de la farmacia vecina, a jugar dominó. También la visitaban políticos conocidos del país y del exterior, y allí entrevistó diariamente, por mucho tiempo, a Daniel Santos para poder escribir El Inquieto Anacobero. Lastimosamente, no cobró un centavo por la venta del libro porque murió el editor del mismo, Julio González, y como nunca firmaba contratos, la esposa no le canceló sus derechos de autor”. Pedro Estacio / Caracas Fotos: Cortesía de María Fernanda Mujica Al Country Club como al barrio Amó a sus esposas, a sus cuatro hijos, a los hijos de Marina y a sus nietos. Para María Fernanda Mujica, los recuerdos de su padre la enriquecen espiritualmente y así recuerda que a Héctor le encantaba viajar, comer bien, beber whisky y vinos, los que sabía catar. Hablaba francés, italiano, leía bien inglés y hablaba un poco ruso. Era bienvenido en una casa del Country Club como en un barrio del país. Fue hombre muy pulcro y ordenado. Le gustaba vestir bien y ponerse colonia Jean Marie Farine. Nunca fue un hombre de odios y divisiones. “Lo que más amó fue su vida académica, su periodismo, la literatura y el progreso. También disfrutaba a montón de series americanas policiales y se burlaba porque los rusos las imitaban muy mal”, dijo. Héctor Mujica, Orl Ugueto y Radamés Larrazábal sábado 25 de abril de 2015 11 PEDAGOGÍA DEL ALBA Simón Rodríguez y Estados Unidos Alí Ramón Rojas Olaya gerentegeneralfcalba@gmail.com Para Simón Rodríguez, Libertador Político de América, el siglo XVIII fue el de la nobleza y el XIX el de la codicia. Lo dice con base: vivió 30 años en uno y 54 en el otro. Conoció la sociedad esclavista de Estados Unidos y la Europa de la Revolución Industrial. Tiene base para dictaminar dos sentencias: “la sabiduría de la Europa y la prosperidad de los Estados Unidos son dos enemigos de la libertad de pensar en América” y “la enfermedad del siglo es una sed insaciable de riqueza”. Simón Rodríguez en su libro de profuso, reflexivo, propositivo y visionario título “Sociedades Americanas en 1828. Cómo serán y cómo podrían ser en los siglos venideros: En esto han de pensar los Americanos, no en pelear unos con otros”, dedica un capítulo a Estados Unidos. “Los consideramos como el país clásico de la libertad: nos parece que podemos adoptar sus instituciones, sólo porque son liberales. Lo son en efecto, pero ¿el suelo? ¿su extensión? ¿sus divisiones? ¿su situación? ¿los hombres? ¿sus ideas? ¿sus costumbres? ¿las razas? ¿las clases? ¿las creencias? ¿las necesidades? ¿la industria? ¿la riqueza? ¿dónde están?”. Sobre la sociedad esclavista dice: “los angloamericanos han dejado, en su nuevo edificio, un trozo del viejo— sin duda para contrastar— sin duda para presentar la rareza de un hombre mostrando con una mano, a los reyes el gorro de la libertad, y con la otra, levantando un garrote sobre un negro, que tienen arrodillado a sus pies”. Reflexiona Rodríguez “Aun conviniendo los hijos de los españoles con los de los ingleses, en la idea madre de ser necesarios los esclavos para cultivar la tierra, y en las ideas hijas sobre cuáles deben ser los medios de animar al trabajo, todavía difieren en algo. Los angloamericanos tienen a sus esclavos a distancia— los suramericanos se rozan con ellos, y con ellas se casan”. Hecho este estudio comparado nos pregunta ¿Dónde iremos a buscar modelos? Su respuesta es concluyente “La América Española es original. Originales han de ser sus instituciones y su gobierno. Y originales los medios de fundar uno y otro. O inventamos o erramos”.