LLUÍS DOMENECH I MONTANER. "En busca de una arquitectura nacional". Nació en Barcelona el 27 de diciembre de 1849 y murió, también en Barcelona, el 27 de diciembre de 1923. Estudió en Madrid, en la Escuela de Arquitectura, por aquel entonces con profesores que gustaban del historicismo. Recibió su título en 1873, momento en el cual regresa a Barcelona, para incorporarse en 1875 a la Escuela de Arquitectura como profesor. Aunque más tarde será director de dicha escuela (1900−1920), no fue éste el único cargo importante que ostentó Domenech i Montaner, sino que, como arquitecto vinculado a la cosa pública, fue tambien académico de la Real Academia de Ciencias Naturales y Artes de Barcelona, 1888; presidente de la Lliga de Catalunya,1888; Presidente de la Primera Asamblea de la Unió Catalanista, 1892; presidente de los Juegos Florales de Barcelona, 1895; presidente del Ateneu Barcelonés, 1898; diputado a Cortes por Barcelona, 1901; Académico de la Académia Provincial de Belles Arts de Sant Jordi, 1901; académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, 1903. Lluís Domenech i Montaner fue tanto arquitecto como político, diseñador, arqueólogo y un reputado historiador del arte, teniendo,además, unos grandes conocimientos de heráldica. Todo esto se reflejará en su arquitectura, no tanto al principio, ya que, como sucede a tantos arquitectos que desean un nuevo estilo del cambio de siglo, sus comienzos serán titubeantes. Su primer proyecto, fue el no realizado Edificio de Instituciones Provinciales de Instrucción Pública (1877), aún ciertamente eclecticista, si bien se percibe la nitidez de elementos de composición que Domenech i Montaner alteraría en un acto de ruptura y creación que caracterizará su estilo. En el artículo "En busca de una arquitectura nacional", aparecido en La Renaixensa, en 1878 Domenech comienza señalando las diferencias que hay en España. Diferencias que afectan tanto a la topografía como al clima, a la historia y a la lengua, ... Apela Domenech al pasado glorioso de España, que marca tanto las diferencias como las similitudes. El arquitecto opina, o más bien exhorta a adoptar una nueva forma de arquitectura, estudiando todas y cada una de las épocas pasadasporque ayudarán a crear la arquitetura futura. Hace hincapié Domenech en que la arquitectura debe ser nacionalista, y ahí Domenech nos demuestra que esa a favor del auge del nacionalismo que a mediados del Siglo XX recorre Cataluña y el País Vasco. A pesar de todo afirma el genial arquitecto que lo sabio es tomar de cada arquitectura lo mejor, pues la variedad será la que conduzca a esa nueva forma de arquitectura mejorada. Aunque parezca por sus palabras una proclama en favor del eclecticismo, lo cierto es que Domenech i Montaner superaba con fuerza las ideas de un eclecticismo tradicional, puesto que transformaba los elementos que un arquitecto eclecticista tomaría sin más, con el fin de mejorar, de superar. También toma Domenech i Montaner los avances tecnológicos de principios de siglo y los combina con las formas tradicionales. De hecho, sus edificios estaban construídos con la mejor tecnología de la época, muy por encima de los arquitectos tradicionales. Así lo dice en su artículo y así lo demuestra en sus obras, como por ejemplo en la Editorial Montaner y Simón, 1879−1885, en el combinaba el uso del ladrillo con el manejo prodigioso de las estructuras. En la fecha en que fue publicado el artículo, todavía Domenech tenía un lastre ecléctico, aunque muy peculiar en su aplicación, que fue superando en sus diversas obras. Hoy se considera como protomodernistas el 1 cafe−restaurante construído para la Exposición de Barcelona de 1888, la Casa Thomas, 1895−1898 o incluso su Monte de Piedad y Caja de Ahorros (1905−1907). Sería la Casa Lleó Morera (situada en la famosa manzana de la discordia, en el Paseo de Gracia de Barcelona, junto a la Casa Batlló de Gaudí y la Casa Amtller de Puig i Cadafall) la que marcaría la transición hacia el modernismo integral junto con el Gran Hotel de Palma, de 1901−1903. Este hotel, el primero concebido en Palma para su uso específico como tal, altera el arco riguroso que aún pervivía en el Monte de Piedad y Caja de Ahorros y manifiesta unas variaciones en el alzado que Domenech mantendrá durante toda su trayectoria. Alguno de estos detalles, como el agujerear con profusión la planta baja, o el valorar la esquina mediante miradores circulares superpuestos que culminaran en un torreón, imponiendo una línea de fuerza vertical. El modernismo integral de Domenech i Montaner se hace visible en el Hospital de la Santa Creu y en el genial Palau de la Música Catalana. Como vemos, Domenech aún tarda unos años, desde la publicación de este artículo, en conseguir plenamente lo que pretendía en su proclama. Ha tomado los elementos mejores de cada estilo para juntarlos en sus obras. Pero ya no es simplemente unirlos, sino que Domenech los transformó, los moldeo, para construír esa nueva arquitectura que superaría todo lo hecho hasta entonces, incluído el eclecticismo del que él partiría. El Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, construído entre 1901 y 1930 (no llegó a verlo terminado), ocupa una extensión similar a nueve manzanas del Ensanche. Realizado en tres fases, es una reinterpretación, por parte del arquitecto del Plan Cerdá, articulado en torno a una diagonal que garantiza las mismas horas de sol para todos los pabellones. Este diseño de hospital coincide con los descubrimientos sobre bacterias del siglo pasado, pero Domenech antepone la arquitectura a un diseño mucho más aséptico. Por otra parte, Domenech une todos estos edificios a través de intercomunicaciones subterráneas y evita que los pabellones tengan una altura de más de dos pisos. En conjunto, esta obra sería el ideal de ciudad jardín, con integración de todas las artes, aunando esculturas de Eusebi Arnau, Francesc Modolell y Pau Gargallo, trencadis de Maragliano, etc. Todo esto se aprecia perfectamente en el pabellón principal de administración, con un alzado tardogótico superado, alterando arcos, pilastras y soportes. No podemos olvidarnos de las fantásticas vidrieras, luego simplificadas, diseñadas por el pintor Francesc Labarta, autor también del diseño de los mosaicos y azulejos que pinta Maragliano. 1 2