EL MODERNISMO Se podría definir el Modernismo literario como un movimiento de ruptura con la estética vigente, que se inicia hacia 1880 y cuyo desarrollo fundamental alcanza hasta la Primera Guerra Mundial. Tal ruptura enlaza con la crisis espiritual de final de siglo y, en ciertos aspectos su peso se percibe en movimientos o corrientes posteriores. El espíritu modernista: sus raíces históricas y sociales En las raíces del Modernismo hay un profundo desacuerdo con la sociedad burguesa, contra un industrialismo que lesionaba al hombre. Se produce así la conocida crisis de la conciencia burguesa, de la que deriva la actitud modernista de la que hablaba Juan Ramón Jiménez, como la rebeldía política del cubano José Martí o la de ciertos jóvenes del 98 o, por otro lado y quizás con más seguidores, la manifestación de su disconformidad a través de un aislamiento aristocrático y de un refinamiento estético, acompañado en muchas ocasiones por actitudes inconformistas como la bohemia, el dandysmo y ciertas conductas asociales o amorales. El propio Rubén Darío decía Yo detesto la vida y el tiempo en que me tocó nacer. Todas estas manifestaciones se han juzgado de maneras diferentes. Para unos se trata de escapismo, de elitismo, de subjetivismo estéril. Otros señalan su sentido iconoclasta frente al materialismo burgués y recuerdan que Darío definió al Modernismo como la expresión de la libertad y hasta como anarquismo en el arte. En todo caso, fue un ataque indirecto contra la sociedad, al presentarse como una rebeldía de soñadores. Génesis del Modernismo. Influencias. La renovación poética es cada vez más visible a partir de 1880, aunque más en Hispanoamérica que en España. En Hispanoamérica se rechaza en estos momentos la tradición española y su poesía (exceptuando a Bécquer) y se vuelven los ojos hacia otras literaturas. Por este motivo, las influencias modernistas que llegarán a España, lo harán, sobre todo, a través de Hispanoamérica. La influencia francesa merece especial atención. Junto a la huella de los grandes románticos (Víctor Hugo) destacan dos corrientes: el Parnasianismo y el Simbolismo. El Parnasianismo debe su nombre al título de una revista: Le Parnase Contemporain (1866). Su maestro es Theophile Gautier y su divisa era el arte por el arte. Así, se instaura el gusto por la perfección formal, el ideal de una poesía serena y equilibrada y el gusto por las líneas puras y escultóricas. La máxima figura de este movimiento es Leconte de Lisle (1818-1894), en cuya obra aparecen los temas del gusto modernista, como los mitos griegos, los exóticos ambientes orientales, lo medieval…, además de la perfección formal. El Simbolismo es una escuela constituida hacia 1866 (fecha del Manifeste Symboliste). Se trata de una corriente de idealismo poético que arranca con Baudelaire y se desarrolla con Verlaine, Rimbaud y Mallarmé. Los simbolistas se alejan del academicismo de los parnasianos: no se contentan con la belleza externa y la perfección formal (aunque no las rechazan), sino que pretenden ir más allá de lo sensible, pues para ellos la realidad encierra significaciones profundas o afinidades con los estados de ánimo. La misión del poeta es descubrirlas y transmitirlas al lector. Para ello se servirán de símbolos. Recordemos que un símbolo es una imagen física que sugiere algo no perceptible físicamente (el ocaso puede sugerir decadencia o muerte, el camino la vida, el sauce la tristeza…). El Simbolismo, por tanto, es un arte que se propone sugerir todo cuanto esté oculto en el fondo del alma o de las cosas. Para ello se servirán de un lenguaje fluido, musical (Verlaine decía: ¡La música por encima de todo! El Modernismo hispánico es, en buena medida, una síntesis de Parnasianismo y Simbolismo. De los primeros se toma el gusto por la perfección formal, los temas exóticos y los valores sensoriales. De los simbolistas, el arte de sugerir y la búsqueda de efectos rítmicos dentro de una variada musicalidad.1 Sin embargo, si bien el influjo francés deriva del rechazo de la inmediata tradición española, la excepción será Bécquer. Recordemos que Bécquer fue, entre nosotros, un precursor del Cabe señalar también la influenza de los norteamericanos Edgar Allan Poe o Walt Whitman, del inglés Oscar Wilde o del italiano D’Annunzio. 1 1 simbolismo y que de él arranca una vena intimista y sentimental que reconocerán los poetas modernistas desde Darío a Juan Ramón Jiménez, pasando por Machado. Por tanto, Bécquer es un puente entre el Romanticismo y la poesía contemporánea. Lo asombroso del Modernismo es que funde armónicamente estas tres raíces literarias (la extranjerizante, la americana y la hispánica) en una nueva estética. Los temas. La temática del Romanticismo apunta en dos direcciones: la exterioridad sensible (imágenes legendarias, paganas, exóticas…) o la intimidad del poeta. A partir de este segundo aspecto, del intimismo, del yo del poeta, se puede explicar la unidad de toda la temática modernista. La desazón romántica. Son notables las afinidades entre el talante romántico y modernista: malestar, desarraigo, soledad… Una nueva crisis espiritual exalta otra vez las pasiones y lo irracional por encima de la razón, lo que da lugar a la entrada del misterio, los sueños, lo fantástico, etc. La melancolía y la angustia son los sentimientos centrales, a causa de su insatisfacción por el mundo en el que viven (el otoño, la noche, el crepúsculo…). El escapismo. El modernista, como el romántico, huye del mundo por los caminos del ensueño, rechazando así lo que les rodea. Pero ahora la evasión tiene la exquisita elegancia de los parnasianos. Hay una evasión en el tiempo (pasado medieval, renacentista, dieciochesco…) y en el espacio (el exotismo, la fascinación por Oriente), a la que se une el gusto por la sensualidad pagana de la mitología clásica. El cosmopolitismo. Es un aspecto más de la necesidad de evasión, del anhelo de buscar lo distinto, lo aristocrático. El cosmopolitismo desembocó, sobre todo, en la devoción por París, que inspiró a tantos modernistas con su Montmartre, sus cafés, sus bohemios, sus dandys, sus “dames galantes”. Amor y erotismo. Destaca el contraste reiterado entre un amor delicado y un intenso erotismo. Así, por un lado se ve la idealización de la mujer, aunque ese ideal irá casi siempre acompañado de languidez y melancolía: se trata de un nuevo cultivo del tema del amor imposible. Frente a ello habrá un erotismo desenfrenado en las descripciones unidas frecuentemente a lo pagano, lo exótico o lo parisino. Los temas americanos. Se trata de una manifestación más de la evasión hacia el pasado y sus mitos. Lo hispánico a causa de un sentimiento de solidaridad entre los pueblos hispánicos frente a la pujanza de USA. La estética Las ansias de armonía, de perfección, de belleza son las raíces de la estética modernista. Por eso domina fuertemente el esteticismo y la concepción desinteresada del arte, como en el ideal parnasiano, especialmente en su primera etapa (hacia 1896). A ello se une la búsqueda de valores sensoriales: es una literatura de los sentidos (Salinas). Todo es fuente de goce para el oído, la vista, el tacto…. La expresión de estos valores sensoriales será posible gracias a un magnífico dominio del idioma. Renovación del lenguaje. El Modernismo supone un gran enriquecimiento estilístico, tanto en la brillantez y en los grandes efectos como en la expresión de lo íntimo. Los efectos plásticos son riquísimos y se consiguen todo tipo de tonalidades, desde las más brillantes (amor lleno de púrpuras y oros) hasta los matices más tenues (diosa blanca, rosa y rubia hermana). Lo mismo sucede con los efectos sonoros. Los modernistas se van a servir de todos aquellos recursos estilísticos que se caractericen por su valor ornamental o por su poder sugeridor: Abundan los recursos fónicos respondiendo así al ideal de musicalidad. Así vemos simbolismos fonéticos (las trompas guerreras resuenan), la armonía imitativa (está mudo el teclado de su clave sonoro) o la simple aliteración (con el ala aleve del leve abanico) 2 - El léxico se enriquece con cultismos o voces exóticas y con adjetivación ornamental. La importancia de lo sensorial se manifiesta en el usa de la sinestesia, como furias escarlatas y rojos destinos, verso azul, esperanza olorosa, risa de oro, sones alados, blanco horror, sol sonoro, arpegios áureos… Riqueza de imágenes, a veces novísimas: “Nada más triste que un titán que llora, hombre-montaña encadenado a un lirio” o “Y la carne que tienta con sus frescos racimos” La métrica. El gusto por la musicalidad conduce a la experimentación métrica: se prolongan las aportaciones de los románticos, se incorporan formas procedentes de Francia, se resucitan versos y estrofas antiguas…, pero todo ello desde una visión personalísima. El verso preferido es el alejandrino, enriquecido con nuevos esquemas acentuales. Con él se combinan versos trimembres2. También al influjo francés se debe el cultivo del dodecasílabo (6+6: Era un aire suave de pausados giros) y de eneasílabos, apenas usados antes en castellano (Juventud, divino tesoro). Junto a ellos persistirán metros consagrados como el endecasílabo y el octosílabo. Son importantes las innovaciones en las estrofas, muchas importadas o inventadas. Por ejemplo, encontraremos sonetos en alejandrinos o en trisílabos. La métrica se complica con múltiples artificios complementarios, como rimas agudas o esdrújulas, internas, armonías vocálicas, paralelismos y simetrías… Evolución del Modernismo. Su desarrollo en España. Aunque en España hay precursores de estas tendencias, como Ricardo Gil, Manuel Reina o Salvador Rueda, la venida a España de Rubén Darío en 1892 y su vuelta en 1899 son hitos decisivos en la renovación de la lírica peninsular y se puede decir que a él se debe el triunfo del Modernismo. El Modernismo español se caracteriza por una menor brillantez externa y un predominio del intimismo, es decir, por un menor predominio de los alardes formales, es decir, menos parnasianismo y más simbolismo, junto con la huella de Bécquer. Como figuras características de nuestro Modernismo cabe señalar a Manuel Machado, además de Marquina o Villaespesa, aunque sobre todos destacan Valle-Inclán (máximo representante de la prosa modernista en su primera época), Antonio Machado (que arranca de un Modernismo intimista y simbolista) y Juan Ramón Jiménez (de comienzos modernistas hasta 1916). Importancia del Modernismo. Se ha dicho que es imposible comprender la literatura hispánica moderna sin tener en cuenta los descubrimientos de los modernistas. La poesía en español después del Modernismo salió absolutamente distinta de lo que había sido antes. El trabajo que estos autores realizaron en el campo del lenguaje resultó decisivo para la renovación de la palabra poética. El Modernismo queda hoy como ejemplo de inquietudes estéticas y de libertad creadora. 2 Recordemos que lo que tenían los alejandrinos tradicionales es una cesura en el centro; ahora habrá tres pausas. 3