El Lenguaje estaría compuesto de diferentes estratos de signos lingüísticos fónicos, empezando por el nivel más bajo de identificación y uso de fonemas, los que se van organizando en modelos más complejos llamados morfemas, para luego comprender los lexemas, y a su vez éstos en sememas; y los sememas se entrelazan configurando frases, oraciones, enunciados, mensajes y textos, con infinitos significados. Ya nos hemos referido al concepto de Relación,491reseñando cómo para Platón el mundo inteligible y el mundo sensible se ordenaban a través de la “relación” de imitación. Cómo para Aristóteles la “relación” a su vez se relacionaría con la cantidad, la acción y la pasión, siendo que la cosa designada por el término relativo disfruta de un ser que consiste en su misma relación a la otra cosa; pero que en las relaciones de la cosa cognoscible, pensable y mensurable, la cosa designada por el término relativo no disfruta de ningún ser especial, ya que los actos de la facultad de conocer, de pensar y de medir son los relativos a su objeto y no inversamente. Cómo para los Estoicos no existía ningún cuerpo individual que no estuviera en “relación” con los demás y para Henri Bergson (1859-1941) la ciencia moderna procede por leyes, es decir, por “relaciones”. Ahora necesitamos ver al signo lingüístico, no como puesto ahí, sino en relación con todos los demás signos. Un Significante, o expresión como forma de signo, y un Significado, o contenido de signo, están unidos entre sí de tal modo que el uno significa al otro; y la Significatividad de esta relación no la da de por sí el estatus semiótico del signo (semántica, sintáctica-gramatical, pragmática), sino su estatus relacional. Las potencialidades de significación de una palabra, o semantización de esta palabra, está en su relación con las otras de su misma clase, que es de semejanza o afinidad, de diferenciación y negación, de oposición, de paradigma y de sintagma (grupo de palabras). La Relación de orden de afinidad o semejanza se manifiesta en la sinonimia, la homonimia y la polisemia. Su postulado sería: “Dada una palabra, es posible encontrar en el léxico de la lengua, a que pertenece, otra que esté en cierta relación formalizable de significado con la primera”. La Homonimia se presenta gracias a los parentescos semántico y gramatical, cuyos significados ofrecen alguna conexión, y la polisemia se da cuando un término expresa diferentes y disímiles sentidos. Como el verdadero significado de las palabras es el que en determinados contextos el hablante quiera hacer con ellas, se corre el peligro de que todas las palabras sean potencialmente polisémicas. En los chistes y los tangos, por ejemplo, que ostentan una terminología con aplicaciones bien disímiles, ocurre con frecuencia dicho fenómeno polisémico. La palabra <ninfa>, como mujer joven y como estadio (joven) de la metamorfosis del insecto, es homónima por el parentesco semántico y gramatical; igual sucede con la palabra <canto> como modulación de la voz y como primera persona del verbo cantar, pero la palabra <lana> como piel de la oveja y como dinero, donde no hay ningún parentesco, sería un caso de polisemia. La Relación de orden diferencial y negativa se fundamenta en que una cosa es el significado de un signo y otra su valor. Ferdinand De Saussure denomina a los Signos, “términos de una textura relacional”; en la que los signos (términos) se relacionan con todos los otros signos (términos) de una manera “diferencial y negativa”. Así, se concluiría que todo signo lingüístico tiene un determinado valor en cuanto que se “diferencia” de todos los demás signos del mismo sistema lingüístico. Merced a estas relaciones, un signo lingüístico no es ninguno de los otros signos de la misma lengua. Un término (signo, palabra) se caracteriza, por un lado, por su relación de signo entre significante y significado, y, por el otro, por su valor diferencial de modo que viene a ser sinónima de una larga cadena de términos negativos. Por ejemplo, el significado de la palabra “Hijo” podría empezarse a significar como un ser viviente, del reino animal, de la especie humana, pero serían muchas las palabras que caerían en el rango de los signos lingüísticos de estas definiciones; en cambio, el valor de la palabra “hijo”, si la caracterizamos por su valor diferencial y negativo, vendría a ser una definición sinónima de una larga cadena de términos negativos como “no” padre, “no” madre, “no” hermano, “no” tío, “no” sobrino, incluso las de “no” árbol, “no” avión, “no” casa, etc. 491 Ver capítulo: La Categoría “Ello-Yo-criptoYo” 570 SEÑALES DE HUMO