EN SOLEDAD… CON OTROS… UN ESTILO DE SER Y DE VIVIR MIRADA A LA VIDA Hay un hecho innegable: siempre necesitamos de los demás. Los demás hacen posible que seamos personas. Por eso, tenemos mucho que agradecer a los demás. Necesitamos optar por vivir con los demás y con todo lo que conlleva. De ahí nace una riqueza inmensa, tanto para nosotros mismos como para los demás. - Miremos a nuestro entorno: ahí descubrimos que vivimos como amontonados, a pesar de las posibilidades que tenemos. Pero, con todo, entre nosotros se da mucha soledad. Podemos estar unos junto a otros, pero… ¡unidos!, ya es otra cuestión. El sentirnos superiores a los demás, lo llevamos en las mismas extrañas de nuestro ser. - Para vivir en relación gozosa, para participar activamente en una colaboración en favor de los demás, es necesario todo un estilo y una actitud de vida. Toda relación personal es necesaria cuidarla con mimo y esmero especial. CUENTO - PARÁBOLA EL GRAN ÁRBOL En el centro de un gran bosque había un gran árbol, un magnífico árbol para los que lo veían. A su sombra se sentaban a descansar los caminantes y en sus ramas los pájaros construían sus nidos. Pero un día las ramas dijeron: - «¿Veis lo importantes que somos? Causamos la admiración de todos los que nos ven y los pájaros están muy contentos de vivir con nosotras... Además, ¡qué colorido tan maravilloso tienen nuestras hojas! ¿Qué tenemos nosotras que ver con ese sucio y gordo tronco, tan feo y horrible, y cuánto menos con esas apestantes raíces que están todo el día bajo tierra?». Y decidieron que desde aquel día vivirían solas sin necesitar de nadie. El tronco por su lado dijo: - «¿Qué sería del árbol sin mí? Soy quien sustenta a las ramas y doy vigor a todo el árbol. Si yo no estuviese aquí las ramas no tendrían fundamento ni savia que les diese colorido y vida... Soy, ciertamente, el más fuerte e importante». - «Nosotras sí que somos bien importantes, -dijeron las raíces-. El árbol no podría subsistir sin nosotras que absorbemos de la tierra la sustancia con la que producimos el alimento que sustenta al tronco y a las hojas. Por eso, no tenemos nada que ver con ese tronco tan antipático y gordo, y menos con esas ramas tan creídas. Desde hoy nos alimentaremos nosotras solas y no daremos nuestra savia a nadie». Y así hicieron. El gran árbol comenzó a secarse. Las hojas se cayeron y el tronco se quedó sin una gota de savia. Las raíces estaban más tristes que nunca. Los pájaros abandonaron los nidos construidos en las ramas y la gente, que pasaba por el bosque, ya no se sentaba a su sombra... Todo el bosque estaba muy triste porque el gran árbol se estaba muriendo. Pero poco a poco las raíces, las ramas y el tronco se dieron cuenta de que no podían vivir separados, que estaban hechos unos para otros y que la importancia no era de cada uno, sino del árbol que todos formaban... Así que las raíces dejaron de guardarse la savia sólo para ellas y se la dieron al tronco. Éste, al principio, se negaba a participar, pero al fin también colaboró. Las ramas se alegraron al recibir la primera gota de savia y pidieron perdón al tronco y a las raíces por haberlos despreciado. Todo volvió a ser como antes. Los pájaros siguieron anidando en las ramas y la gente descansaba a su sombra bajo, como en los viejos tiempos, El árbol ya está de nuevo feliz y el bosque se alegra con él. REFLEXIONES PARA LA VIDA - Hay un hecho que es claro, aunque no fácil de aceptar: aceptarse uno mismo en su justa medida, no hay que darlo como un supuesto; al contrario, requiere de mucho equilibrio, conocimiento de uno mismo y una sabiduría especial. Es, pues, una TAREA constante y muy a tener en cuenta. ¿Qué te parece?: ¿Es fácil conocerse uno mismo? ¿Dónde y cómo se conoce uno mismo? ¿Qué supone para uno mismo? - Cuando los aires de grandeza nos dominan, entonces no es fácil asumir las cosas, las situaciones en su justa medida, ni siquiera verlas con claridad, ni respecto de uno mismo ni en relación a los demás. ¿Por qué tendremos una forma de ver distinta cuando se refiere a nosotros mismos, o cuando miramos a los demás? Si dedicáramos la mitad de tiempo que empleamos en mirar (¿juzgar?) a los demás, en mirarnos a nosotros mismos… ¿qué ocurriría? ¿Qué te parece?: ¿Qué es más fácil: conocerse a uno mismo o conocer a los demás? - Cuando cada uno de nosotros somos lo que tenemos que ser, aceptándonos a nosotros mismos, entonces… en nuestro entorno, TODO se vuelve distinto, más pleno y gozoso. Al contrario, la soledad crea una atmósfera complicada de distanciamiento y de falta de ilusión; esto es, de muerte. Tenemos muchos “medios” para vivir mejor, pero en tantas ocasiones, resulta al revés: el gozo de la relación y su acción positiva se aleja de nuestras vidas. ¿Qué te parece?: ¿No sería nuestra vida familiar, la del entorno, de nuestro grupo y parroquia mucho más gozosa y positiva si asumiéramos una actitud de participación y de colaboración? ¿Por qué no lo intentamos y empezamos ya? A LA LUZ DE LA PALABRA 1 Coríntios 12, 4-6. 14-23 «Los dones que recibimos son diversos, pero el que los concede es un mismo Espíritu. Hay diversas maneras de servir, pero todas lo son por encargo de un mismo Señor. Y hay diversos poderes para actuar, pero es un mismo Dios el que lo realiza todo en todos. Dios da a cada uno alguna prueba de la presencia del Espíritu, para provecho de todos. El cuerpo humano, aunque está formado por muchas partes, es un solo cuerpo. Así también Cristo. De la misma manera, todos nosotros, judíos o no judíos, esclavos o libres, fuimos bautizados para formar un solo cuerpo por medio de un solo Espíritu; y a todos se nos dio a beber de ese mismo Espíritu. Un cuerpo no se compone de una sola parte, sino de muchas. Si el pie dijera: “Como no soy mano, no soy del cuerpo”, no por eso dejaría de ser del cuerpo. Y si dijese la oreja: “Como no soy ojo, no soy del cuerpo”, no por eso dejaría de ser del cuerpo. Si todo el cuerpo fuera ojo no podríamos oír, y si todo el cuerpo fuera oído no podríamos oler. Pero Dios ha puesto cada parte del cuerpo en el sitio que mejor le pareció. Si todo fuera una sola parte, no habría cuerpo; pero lo cierto es que las partes son muchas, aunque el cuerpo solo es uno. El ojo no puede decirle a la mano: “No te necesito”, ni la cabeza puede decir a los pies: “No os necesito”. Al contrario, las partes del cuerpo que parecen más débiles son las que más se necesitan, y las partes del cuerpo que menos estimamos son las que vestimos con más cuidado. Y las que consideramos menos presentables son las que tratamos con mayor recato. Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno de vosotros es una parte de él, con su propia función». MOMENTO PARA EL COMPROMISO 1. Nuestro cuerpo y nuestro ser está enriquecido con una serie de miembros y de dones; incluso los más sencillos tienen una función vital y significativa. Se necesitan unos miembros a otros para llevar a cabo las funciones, y se apoyan mutuamente en los momentos de dificultad y de necesidad. Todos aportan el bien común. ¡Tanto más sano cuanto más se apoyan unos a otros! ¿Qué te parece?: ¿Existe esa colaboración en nuestra vida familiar, en nuestra Comunidad Cristiana? ¿Cómo te ves a ti mismo/a? 2. El cuerpo necesita de cada miembro y es que cada uno tiene su misión específica. Ni el más pequeño de los miembros ni el mayor de ellos puede decir: “Yo no te necesito”, ni tampoco, “A mí nadie me necesita”. ¿Qué te parece?: ¿Te sientes “pequeño/a” en tu familia, en tu entorno, en tu Comunidad Cristiana? ¿No crees que muchos esperan de ti esa respuesta positiva y constructiva? 3. Para que la relación y coordinación entre los diversos miembros del cuerpo sea buena y positiva, necesita de un espíritu sano y equilibrado. Eso de UNIDAD a ese todo que es nuestro cuerpo. Si falla el espíritu positivo, todo va al garete. Le faltará vida a esa persona, la alegría del compartir y ser parte de un todo maravilloso. ¿Qué te parece?: ¿Cómo podríamos trabajar esa unidad, ese ALIENTO COMÚN en favor del todo, de nuestra familia, de nuestro entorno, de nuestra Comunidad?