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TEMA 4: LA PLENITUD DE LA REVELACIÓN1
Un día, en Cesarea de Filipo, Jesús tuvo un diálogo con sus discípulos:
“¿Quién dice la gente que soy yo?” Ellos le respondieron: “Unos que Juan el Bautista; otros que
Elías; otros que un profeta de los antiguos había resucitado” Jesús dijo: “Y vosotros, ¿quién decís que
soy yo? Pedro le contestó: El Cristo de Dios…” (Lc. 9, 19-20)
“Cristo” quiere decir “ungido”, que, en hebreo, se dice “Mesías”. EL Israel se ungía en la cabeza
con aceite a los reyes, profetas y sacerdotes. Era el signo de que Dios les había elegido para realizar una
misión en medio de su pueblo.
Los judíos – en tiempo de Jesús- pensaban que el Mesías sería un libertador político que salvaría a
Israel del yugo romano, pero Jesús dejó siempre claro que Él no era un líder humano. ¿Quién es
Jesucristo?
Si hoy Cristo nos preguntará: “¿quién dice la gente que soy Yo?”, nos encontraríamos muchas
respuestas y muy variadas. 2000 años después sigue despertando pasión entre sus seguidores y entre sus
enemigos: no deja indiferente a nadie.
1. LA ANTIGUA Y LA NUEVA ALIANZA
La misión de Jesús, aquello para lo que Dios se hace hombre, es la Salvación del género humano: la
Redención. Pero el modo en el que lo hizo solo puede entenderse a la luz del Antiguo Testamento, la
Antigua Alianza.
La Alianza de Dios con el pueblo de Israel era una preparación y una figura de la Nueva y definitiva
Alianza de Dios con toda la humanidad que Jesucristo venía a realizar.
ANTIGUA ALIANZA
NUEVA ALIANZA
Moisés libera a los israelitas de la esclavitud de Egipto
Jesús libera al género humano de la esclavitud del pecado
Los conduce a la tierra prometida a través de las aguas del
Los conduce a la condición de hijos de Dios a través de las
mar Rojo
aguas del Bautismo
La Alianza se sella con la sangre de animales sacrificados
La Alianza se sella con la Sangre de Cristo derramada en
la Cruz (es el Cordero de Dios)
1
Apuntes elaborados a partir de los libros de texto de religión católica de la editorial Casals en sus distintas ediciones. Esta
redistribución de temas y contenidos se hace para facilitar el trabajo en el aula y optimizar los recursos. Se ha usado también
el Catecismo YouCat.
Israel es el Pueblo de Dios, formado por las enseñanzas de
La Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, formado por las
Moisés y los profetas
enseñanzas de Jesús y los Apóstoles
Cena pascual: sacrificio de un cordero para conmemorar la
Eucaristía: renovación del sacrificio de Jesús en la cruz que
Antigua Alianza
actualiza la Nueva Alianza
2. JESUCRISTO, PLENITUD DE LA REVELACIÓN
“En múltiples ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por
los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo” (Hb1, 1-2)
Todas las huellas de Dios en el hombre están en referencia a quien es la imagen o plena
manifestación de Dios: Jesús. Él es la plenitud de la revelación, ya que todas y cada una de las etapas
de la historia de Israel culminan en la persona de Jesucristo. En Él se nos revela plenamente todo lo
que Dios quiere manifestarnos sobre sí mismo y sobre el hombre.
Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre por nosotros. Él nos reconcilia con Dios, es nuestro
Salvador, el mediador entre Dios y los hombres. Con sus palabras, con sus obras, con su conducta nos
muestra quién es Dios. El camino que tenemos para llegar a Dios es Jesucristo. Conocer lo que Jesús dijo
e hizo es conocer a Dios y conocer también al hombre. Jesús es la Luz del mundo. Él nos revela a Dios y
nos descubre el sentido que tiene la vida del hombre
En el Credo confesamos nuestra fe en Jesucristo: “Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de
todos los siglos. Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, Engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre por quien todo fue hecho; Que por nosotros los hombres y por nuestra
salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo
hombre…”
1.1 Jesucristo, Hijo único de Dios
San Juan en el prólogo de su Evangelio escribe para dar testimonio de lo que ha visto y oído. “En
el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios” (Jn. 1, 1-2).
Así pues nos dice tres cosas de Jesús:

Existe desde siempre, es decir, es anterior a todas las cosas creadas, es eterno, no tiene
limitaciones.

Tiene origen divino, pertenece al mundo de Dios. Por eso dirá que conoce al Padre, porque Jesús
tiene su origen en la intimidad de Dios. Por eso la revelación de Jesús es directa, sin los
intermediarios que hacían falta en el Antiguo Testamento.

Es Dios. Juan confiesa que Jesús y el Padre son uno.
Esta última afirmación de Juan está presente en los cuatro Evangelios. Jesucristo es Dios y así lo dice
el Padre en el momento del Bautismo en el Jordán y en la transfiguración: “Este es mi Hijo amado en
quien me complazco…” (Mt.3, 17)
1.2. Engendrado, no creado
Jesús es Dios mismo hecho carne. Esto nadie lo podía imaginar en Israel y también fue difícil de
entender en los primeros siglos de la Iglesia. Algunas herejías negaron que Jesús es al mismo tiempo Dios
y hombre:

En el siglo IV, Arrio afirmaba que el Hijo era inferior al Padre, que no era Dios y que por eso pudo hacerse hombre.
La Iglesia, en el primer Concilio de Nicea, en el año 325, condenó a Arrio y confesó que Jesucristo es el Hijo de Dios
“engendrado, no creado”.

En el siglo V, Nestorio, veía en Cristo dos personas, una humana y otra divina. De ahí se deducía que María sólo era
madre de Cristo-hombre y no de Cristo- Dios. En el 431 el Concilio de Éfeso proclamó que en Cristo hay una sola
Persona, la divina, la Segunda de la Santísima Trinidad, y que María, por tanto, es verdaderamente Madre de Dios.
La Iglesia nos enseña que en Dios hay tres Personas Divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, de la
misma naturaleza, porque los tres son Dios. Es lo que conocemos como el misterio de la Santísima
Trinidad, tres Personas distintas y un solo Dios verdadero.
Jesucristo es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad que se hizo hombre. Es una sola
persona. Cada persona tiene naturaleza humana, sin embargo Cristo tiene dos naturalezas: una Divina
porque es Dios y otra humana porque es hombre.
1.3 Que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo
Dios, como es Omnipotente podía haber salvado a los hombres de muchas maneras, pero eligió
hacerse hombre. De esta manera:

Nos manifiesta hasta qué punto nos ama. Todo Dios da la vida por su criatura. Él mismo dijo
que “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos…”

Nos muestra la malicia del pecado. Podemos comprender hasta qué punto es malo para el
hombre vivir apartado de Dios si Él hace tanto para atraernos de nuevo.

Nos da ejemplo de vida. Al hacerse hombre como nosotros, en todo igual a nosotros menos en el
pecado, Jesucristo nos enseña cómo debemos vivir en la tierra.

Nos da la salvación. Esta es la razón principal por la que Dios envió a su Hijo al mundo: para que
éste no perezca, sino que se salve por Él ( Cf. Jn. 3,17)
La fe en Jesucristo es para todos los hombres una Buena Noticia: “en tiempos del rey Herodes y del
Emperador César Augusto, Dios cumplió las promesas hechas a Abraham y a su descendencia, enviando
a su Hijo” los hombres podemos vivir con Dios ya que Dios es uno de los nuestros. (Compendio C.E.C.
79)
1.4 Por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen
Encarnación significa hacerse carne. Los cristianos llamamos Misterio de la Encarnación al
acto por el cual el Hijo de Dios se hizo hombre en el seno de la Virgen María, por obra del Espíritu
Santo. Para cumplir sus promesas Dios había elegido a los antiguos patriarcas y profetas como Abraham ,
Moisés o David. También en el momento culminante de la historia de la salvación elige a alguien, que en
este caso es María, una joven sencilla de Nazaret. El Evangelio de S. Lucas nos narra el acontecimiento:
Lc. 1, 26 – 38
1.5 Y se hizo hombre
Jesús nació en un tiempo concreto de la historia: durante el reinado de César Augusto en Roma. Y
lo hizo, además en un lugar y unas circunstancias concretas: en Belén de Judá y en un establo de
animales, “porque no había sitio para ellos en la posada”. Al lugar al que había nacido acudieron los
pastores de los campos que había alrededor. Le encontraron envuelto en pañales y acostado en un pesebre
de animales. Como todos los niños judíos, a los ocho días, se sometió al ritual de la circuncisión y se le
impuso un nombre: Jesús.
Después, unos magos que venían de lejos guiados por una estrella le ofrecieron sus dones. Ellos
pudieron conocer las intenciones del rey Herodes de matar al Niño y por eso la Sagrada Familia tuvo que
huir a Egipto.
Muerto ya Herodes Jesús, María y José regresaron a Nazaret. Allí transcurrió la vida oculta de
Jesús, una vida de familia y trabajo. Probablemente en aquellos años no sucedió nada
extraordinario y los parientes y vecinos se acostumbraron a ver a Jesús como uno más. De estos
años podemos sacar grandes ejemplos de vida de obediencia a los padres y de trabajo bien hecho.
Después, a los 30 años Jesús inició su vida pública. Fue Bautizado en el Jordán por Juan el
Bautista y comenzó a predicar el Reino de Dios invitando a la conversión. Hizo milagros que probaban
que Él era el Mesías, el Hijo de Dios. En varias ocasiones anunció su muerte que tuvo lugar en el
Calvario donde fue crucificado. Fue sepultado, pero al tercer día resucitó de entre los muertos.
3. LOS APÓSTOLES, TESTIGOS DE CRISTO
Después del Bautismo de Jesús en el Jordán, algunos discípulos de Juan comenzaron a seguirlo. Y
llegó un día, a orillas del lago Tiberiades, que Jesús llamó por primera vez a algunos de ellos para que lo
siguieran de un modo total y definitivo. Jesús escogió a Doce apóstoles: “Simón, a quien puso el
nombre de Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago y Juan, Felipe y Bartolomé; Mateo y Tomás,
Santiago el de Alfeo y Simón llamado el Celotes; Judas de Santiago y Judas Iscariote, que fue el
traidor” (Lc 6, 13-15)
Después de la Resurrección, Jesús siguió instruyendo a los Apóstoles durante cuarenta días, hasta
que volvió junto al Padre. Ante de despedirse les dijo: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a
venir sobre vosotros y seréis mis testigos” (Hch 1, 8)
En efecto, a los diez días, en la fiesta de Pentecostés, los Apóstoles recibieron la luz del
Espíritu Santo y comprendieron definitivamente que Jesús era el Hijo de Dios que había venido a
salvar a todos. Ese mismo día, anunciaron a Jesús como el Mesías y fueron bautizados tres mil nuevos
creyentes. Además, pasados unos años, algunos también pusieron por escrito esa misma enseñanza,
inspirados por el Espíritu Santo.
La “transmisión del mensaje de Cristo llevada a cabo desde los comienzos del cristianismo, por
la predicación, el testimonio, las instituciones, el culto y los escritos inspirados”, se llama Tradición
Apostólica. Así pues, por medio de esta Tradición llega hasta nosotros la Revelación divina: Dios se ha
revelado por medio de hechos y palabras cuya noticia resuena hasta nuestros días.
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