Correspondencia Neuropatía óptica de Leber, diez años después: síndrome de Harding María López-Fernández a, Antonio Pato-Pato a, Eloísa Santos-Armentia b, Iciar Cimas-Hernando a, Iria Rodríguez-Constenla a, José R. LorenzoGonzález a a Servicio de Neurología. b Servicio de Neurorradiología. Hospital POVISA. Vigo, Pontevedra, España. Correspondencia: Dr. Antonio Pato Pato. Servicio de Neurología. Hospital POVISA. Salamanca, 5. E-36211 Vigo (Pontevedra). E-mail: apatopato@gmail.com Aceptado tras revisión externa: 18.12.13. Cómo citar este artículo: López-Fernández M, Pato-Pato A, Santos-Armentia E, Cimas-Hernando I, RodríguezConstenla I, Lorenzo-González JR. Neuropatía óptica de Leber, diez años después: síndrome de Harding. Rev Neurol 2014; 58: 285-6. Figura. Resonancia magnética cervicodorsal con múltiples lesiones hiperintensas en secuencia de densidad protónica. © 2014 Revista de Neurología La neuropatía óptica de Leber (NOL) es la enfermedad mitocondrial más común debida a mutaciones en el complejo I de la cadena respiratoria mitocondrial. Afecta de modo predominante a varones de entre 18 y 30 años y se caracteriza por una pérdida aguda o subaguda de visión que progresa a atrofia óptica bilateral. La asociación de esta patología con síntomas de tipo esclerosis múltiple (EM) es lo que se conoce como síndrome de Harding, donde los datos de afectación del sistema nervioso central suelen aparecer posteriormente a la afectación visual. Presentamos la evolución durante 10 años de un paciente diagnosticado de NOL [1] que ha presentado síntomas del sistema nervioso central en relación con el síndrome de Harding con buena respuesta a corticoterapia y azatioprina. Varón de 27 años, seguido en consulta de neurología desde hacía 10 años con diagnóstico de NOL. El paciente había sido valorado por pérdida progresiva de la visión en el ojo derecho de tres semanas de evolución, sin dolor a la movilización ocular, que en las semanas siguientes se había continuado con empeoramiento de la visión bilateral. Tras una valoración completa se confirmó el diagnóstico mediante estudio genético y se evidenció la mutación primaria 11778 en el gen ND4 y la mutación secundaria 15257 en MTCYB [1]. Se indicó tratamiento con idebenona y suplementos vitamínicos sin detectarse mejoría en el deterioro visual. Continuó con empeoramiento paulatino de la visión hasta 2008, www.neurologia.com Rev Neurol 2014; 58 (6) cuando los potenciales evocados visuales objetivaron una neuropatía óptica bilateral grave. En el estudio inicial, llamaba la atención la presencia de bandas oligoclonales en el líquido cefalorraquídeo (LCR), además de una resonancia magnética (RM) cerebral con ocho lesiones hiperintensas, menores de 1 cm, en la sustancia blanca periventricular y subcortical, sin realce tras la administración de contraste. En las pruebas de neuroimagen de control posteriores, se objetivó la aparición de nuevas lesiones en diferentes áreas, además de captación de contraste, y se cumplieron entonces los criterios radiológicos de diseminación en espacio y tiempo de la EM, pero no se acompañaron de significación clínica por historia ni en la exploración. En noviembre de 2012, se añadió nueva sintomatología con pérdida de fuerza progresiva en la pierna izquierda, de 10 días de evolución, sin dolor asociado. En la exploración, se objetivó monoparesia (4/5) en el miembro inferior izquierdo, hipoestesia del miembro inferior derecho hasta el paraumbilical derecho, además de Babinski derecho y ataxia de la marcha con imposibilidad para la marcha en tándem. La RM cerebral mostró hiperintensidades de señal en la sustancia blanca supratentorial, con lesiones nuevas en T2 y realce de una lesión en la unión callosomarginal derecha, además de hiperintensidad de señal de ambos nervios ópticos en relación con neuritis óptica. Se completó el estudio con una RM cervicodorsal que demostró dos lesiones con captación de contraste en C3-C4 y C6-C7 (Figura). Se repitió el estudio analítico, que incluyó he­ mograma, velocidad de sedimentación globular, proteína C reactiva, coagulación básica y estudio de trombofilias, glucemia, urea, perfil hepático, tiroideo y renal, iones, proteinograma en sangre y orina, enzima conversora de angiotensina, β2-microglobulina, vitamina B12 y folato, con valores normales. El estudio de autoinmunidad y las serologías de neurotropos fueron negativos. Dada la aparición de síntomas sugestivos de EM y ante los hallazgos de actividad en la resonancia magnética craneal y cervical, se iniciaron megadosis de metilprednisolona intravenosa durante tres días, con lo que el paciente quedó prácticamente asintomático desde el punto de vista sensitivomotor. Tras el alta, continuó con revisiones en la consulta y, al año siguiente, volvió a referir sensación de debilidad en el miembro inferior izquierdo. La RM de control mostró nuevas lesiones, una captante a la altura de C2, otra lesión en D2 y un aumento de tamaño de la situada en C3-C4, sin evidenciarse datos de actividad ni aumento de la carga lesional en el cerebro. Se decidió añadir prednisona y azatioprina, con buena tolerancia y evolución clínica durante seis meses. La coexistencia de datos sugestivos de EM en un paciente con NOL se conoce como síndrome de Harding [2]. Descrito por primera vez en 1992 por Harding et al en una serie de ocho mujeres, hoy en día se desconoce el mecanismo patogénico de esta asociación [3]. En un intento de explicarlo, se ha sugerido que las mutaciones del ADN mitocondrial en los pacientes con NOL podrían afectar al sistema nervioso de varios modos: a través de una base metabólica común (ya que los macrófagos/microglía activada en las lesiones de EM alteran la función mitocondrial, lo que se vería potenciado en presencia de un defecto genético en la mitocondria) o si la propia NOL podría agravar-iniciar por sí misma una respuesta autoinmune en pacientes genéticamente susceptibles [4]. A diferencia de lo que ocurre en la NOL aislada, en la que la distribución por sexos favorece a varones en una proporción de 4 a 1, en el caso del síndrome de Harding se ha visto que es más frecuente en mujeres, con una proporción de 2,1 a 1 [5]. En torno a un 70% de los pacientes con dicha neuropatía asociada a EM presenta bandas oligoclonales en el LCR [5] y, en la RM, se pueden encontrar 285 Correspondencia patrones radiológicos típicos de EM o atípicos [6,7]. Clínicamente, y a diferencia de la EM, la afectación visual en la NOL es grave y bilateral [8], y no responde a corticoterapia. La afectación visual tiende a preceder a la clínica de sistema nervioso central, que suele aparecer aproximadamente cuatro años después del inicio del deterioro visual, aunque podrían precederlo. La clínica neurológica central no visual puede seguir un curso remitente recurrente (el 70% de los casos) o bien progresivo. Se ha estimado que, tras un período de seguimiento de 13 años, un 75% de los pacientes presenta dificultad para caminar no relacionada con el déficit visual, con nece­sidad de emplear silla de ruedas [5,9]. Hasta ahora, se han descrito más de 30 mutaciones causantes de Leber y las tres más frecuentes son la G11778A, G3460A y la T14484C, presentes en más del 90% de las familias afectadas [10]. La mayoría de los pacientes descritos con síndrome de Harding presenta la mutación G11778A, la más frecuente en la NOL, como en nuestro caso, pero también se han descrito pacientes con las otras dos mutaciones indicadas [11]. No hay datos suficientes para recomendar un tratamiento y únicamente se han descrito mejorías visuales anecdóticas con idebenona [12] y mitoxantrona [13]; sin embargo, no se hace referencia a la respuesta al tratamiento de la clínica neurológica no visual. En nuestro paciente, que presentó una monoparesia crural izquierda e hipoestesia en el miembro inferior derecho, recuperó por completo tras pulsos de metilprednisolona intravenosos. Se añadió azatioprina tras objetivarse progresión radiológica de las lesiones y empeoramiento clínico, y permaneció estable desde entonces. No se ha determinado hasta ahora si el uso de fármacos modificadores de la enfermedad empleados como primera línea de tratamiento en la EM sería útil en estos pacientes. Sólo existe un caso publicado en el que una paciente recibió tratamiento con interferón β, pero no se describe su evolución [14]. El hecho de que se hayan recogido respuestas aisladas con mitoxantrona y, en nuestro paciente, con azatioprina, sugiere que el tratamiento de este síndrome con fármacos empleados para la EM podría ser eficaz. Además, la mejoría de la agudeza visual tras el tratamiento inmunosupresor descrita en este tipo de pacientes [12,13] sugeriría una posible doble causa en la afectación del nervio óptico, en la que participarían la propia patología mitocondrial por una parte, típi- 286 ca de la NOL, y por otra parte, la actividad inflamatoria como en la EM. En conclusión, cada vez se recoge más evidencia de que es posible la asociación de síntomas similares a la EM en pacientes que presentan NOL, y que esta asociación no se deba sólo al azar. En un paciente con lesiones desmielinizantes en el que haya una pérdida progresiva de la agudeza visual sin clara respuesta al tratamiento y aunque cumpla criterios de EM, como en nuestro caso, cabría realizar un cribado de una posible NOL, dadas las implicaciones genéticas y terapéuticas que conlleva. Aunque no existe un consenso sobre el tratamiento creemos que, ante la posibilidad de que la afectación de los nervios ópticos esté influida no sólo por la patología mitocondrial, sino también por actividad inflamatoria, se podría iniciar un tratamiento inmunosupresor en un intento de mejorar la patología neurológica no visual y también la agudeza visual. Una opción sería la azatioprina, ya que se puede emplear en pacientes con EM remitente recurrente, es cómoda de administrar y con una buena tolerancia general. Uno de sus principales problemas sería que tarda varios meses en tener efecto y que, entre sus efectos adversos, presenta un riesgo oncogénico, aunque escaso, que se debe considerar a partir de los 10 años de uso. Bibliografía 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. Pato-Pato A, Cimas-Hernando I, Lorenzo-González JR. Neuropatía óptica de Leber: caso clínico. Rev Neurol 2006; 42: 22-4. Parry-Jones AR, Mitchell JD, Gunarwardena WJ, Shaunak S. Leber’s hereditary optic neuropathy associated with multiple sclerosis: Harding’s syndrome. Pract Neurol 2008; 8: 118-21. Harding AE, Sweeney MG, Miller DH, Mumford CJ, Kellar-Wood H, Menard D, et al. Occurrence of a multiple sclerosis-like illness in women who have a Leber’s hereditary optic neuropathy mitochondrial DNA mutation. Brain 1992; 115: 979-89. 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Leber’s hereditary optic neuropathy associated with a multiple-sclerosislike picture in a man. Mult Scler 2011; 17: 763-6. Discinesia paroxística secundaria a hiperglucemia no cetogénica de inicio diabético Josep M. Aragonès, Clara Blanch, Gerard Corominas, Francisco Alonso-Valdés, Sebastià Alfonso Servicio de Neurología. Consorci Hospitalari de Vic. Vic, Barcelona, España. Correspondencia: Dr. Josep M. Aragonès. Servicio de Neurología. Consorci Hospitalari de Vic. Francesc Pla ‘el Vigatà’, s/n. E-08500 Vic (Barcelona). E-mail: jmaragones@chv.cat Aceptado tras revisión externa: 21.01.14. Cómo citar este artículo: Aragonès JM, Blanch C, Corominas G, Alonso-Valdés F, Alfonso S. Discinesia paroxística secundaria a hiperglucemia no cetogénica de inicio diabético. Rev Neurol 2014; 58: 286-7. © 2014 Revista de Neurología La discinesia paroxística es un trastorno del movimiento de aparición súbita y de duración breve. Según los desencadenantes, se clasifican en cinesogénicas y no cinesogénicas. Según su etiología, pueden ser primarias o secundarias. La forma más habitual es la primaria, y la mayoría de los casos son hereditarios. La discinesia paroxística secundaria es menos reconocida aunque, probablemente, sea más común. Las causas más frecuentes son la esclerosis múltiple, el www.neurologia.com Rev Neurol 2014; 58 (6)