Lo que nos moviliza, ¿nos une? El dilema de lo colectivo en la cooperación1 Lic. Lisandro Blas, 9 de Julio, 20/5/2015 Introducción: Existe siempre la idea de poder “minimizar” la idea de la Cooperación Público – Privada, entendiendo que esto puede darse “por arte de magia”. Abordarlo de este modo, seguramente nos hará incurrir en múltiples errores, sobre todo viste de desde el “ex post” de la acción. En más que contadas veces, la idea de poder avanzar con cuestiones en las cuales están involucrados otros actores (sean éstos públicos o privados) no es una empresa sencilla. Es más, suele ser una tarea por lo menos engorrosa. La acción colectiva o cualquier situación que requiere 2 cooperación o coordinación de dos o más individuos para lo consecución de un objetivo común torna a diferentes actores (sean éstos Público o Privados) ante un entorno estratégico de toma de decisiones, las cuales “deberían” ser tomadas siguiendo ciertos patrones de comportamiento. Para entenderlo, vamos a tratar de focalizarnos en dos temas puntuales (uno, consecutivo del otro): 1) La formación del capital social como requerimiento básico para la acción colectiva, 2) la acción colectiva en sí misma. Sobre todo, porque la manera más sensata de analizar las Políticas Públicas o cualquier tipo de acción colectiva reside en entender la lógica de los actores que participan de ella, o por lo menos intentarla abordar desde un punto de vista metodológico riguroso para poder dejar enmarcada la cooperación entre actores dentro de un ámbito propicio para posteriores acciones a emprender. La generación de Capital Social como condición preexistente para la cooperación El concepto de capital social tiene varias vertientes, acepciones y postulados.Alexis de Tocquevile, en “Democracia en América” hablaba de la relación existente entre las asociaciones y la vida civil en Estados Unidos, que generaba nodos de confianza entre los ciudadanos, combatiendo el individualismo. Curiosamente, existen dudas entre los propios autores fundacionales, como Robert Putnam, sobre la posibilidad práctica de construir capital social en grupos que carecen de él. Por ejemplo, Putnam concluye que ‘en la construcción de instituciones, el tiempo se mide en décadas’, y que la creación de normas de cooperación y de participación cívica ‘probablemente sea aún más lenta’. Esta visión 1 Trabajo escrito por el Lic. Lisandro Blas para ser expuesto en el miércoles 20 de mayo dentro del marco de la jornada organizada por la Fundación PEL y el Ministerio de Asuntos Agrarios. 2 Véase que no se habla de “Bien Común”, siendo este un término bastante complejo de analizar. pesimista refleja la creencia en mecanismos de retroalimentación que reforzarían constantemente las normas y comportamientos existentes, llevando a todo sistema sociocultural a un equilibrio social positivo, de acumulación de capital social, o a uno negativo, el de una sociedad ‘acívica’. A partir de ello, entendemos por Capital Social el conjunto de normas, instituciones y organizaciones que promueven la confianza y la cooperación entre las personas, en las comunidades y en la sociedad en su conjunto. En aquellas formulaciones del paradigma del capital social que se concentran en sus manifestaciones colectivas, se plantea que las relaciones estables de confianza y cooperación pueden reducir los costos de transacción, producir bienes públicos y facilitar la constitución de actores sociales o incluso de sociedades civiles saludables (Durston,1999). Poder entender al Capital Social como ese conjunto de normas, instituciones y organizaciones, podríamos llegar a “llenar” ese “gap” existente a la hora de poder plantear proyectos que involucren dos o más acciones. No es fácil poder arribar a la acción colectiva sin esos lazos de confianza, sin ese “basamento” sobre el cual descansar a la hora de poder planificar acciones conjuntas en pos de un objetivo común. Acción colectiva Por otro lado, y quizá desde otro punto de vista a analizar, se proyectan algunas cuestiones que tienen que ver con la acción colectiva. O sea, cómo hacemos que ciertos actores con los mismos intereses comunes lleguen a concretar éstos en acciones específicas que los satisfagan. Para ello, es interesante poder adentrarnos en la “Lógica de la acción colectiva”. Para lo cual, tendríamos que comenzar con algunas nociones como “instituciones”, “Actores” e “intereses” en este marco de acción colectiva. De este modo, podremos arribar a un análisis de la “cooperación” (resultado mismo de la acción colectiva) como un todo embebido en dicho marco. Para comprender / explicar “que pasó”( y, qué pasará) es necesario comprende / explicar por qué los actores hicieron lo que hicieron. Puede afirmarse que las variables político-institucionales dan cuenta del marco de distribución de poder y reglas de juego en que tiene lugar la disputa entre los actores que inciden (o pretenden incidir) sobre las políticas u acción específica. Las instituciones podremos definirlas como ese conjunto de reglas que estructuran los incentivos formales o informales. A partir de ello, los distintos actores (sujetos individuales o colectivos que intervienen en el proceso de la acción colectiva) pujan de acuerdo a ciertos intereses que poseen, teniendo éstos diferentes recursos o capacidades a la hora de actuar. Desde esta lógica, la acción colectiva varía de acuerdo a poder alcanzar diferentes objetivos (algunos comunes): La cooperación o no de los actores para poder alcanzarlos dependerá de entender cuáles son los intereses de dichos actores, cuáles son los incentivos a la hora de actuar, etc. La teoría de los juegos nos ofrece diferentes “modelos” como “el dilema del prisionero” o “El juego de la gallina” que nos permite poder (obviamente desde una visión reducida, como cualquier modelo puede darnos) entender cierta lógica de acción, y entenderla nos podría llevar a comprender por qué ciertos actores actúan como actúan (cooperando o no); siendo la cooperación Público – Privada uno de ese “tipo” de cooperación que no escapa a la lógica que tratamos de abordar. En el caso específicamente de lo “Público” (como actor), podríamos agregarle ciertas nociones históricas. O sea, pensar la acción estatal como parte de un proceso social tejido alrededor del surgimiento, desarrollo, y resolución de cuestiones que una sociedad (y ese Estado) consideran cruciales para la reproducción del orden social que se va conformando, constituye una concepción más sensible a las alternativas de la historia que materializan sus protagonistas. El ámbito donde se institucionaliza el Estado es una arena de negociación y conflicto, donde se dirimen cuestiones que integran la agenda de problemas socialmente vigentes. De este modo, el Estado “va resolviendo problemas”, priorizando uno sobre otro y a partir de ello se va conformando como tal. El Estado “apropia interese civiles y comunes” en objetos de su actividad, pero revestidos de la legitimidad que le otorga la sociedad civil. A partir de ello, “se apropia de recursos” para llevar esto adelante. O sea, que va creciendo a través del involucramiento de sus instituciones en áreas “problematizadas”, respaldadas por los mismos recursos de dominación, que expresan grados de coerción o consenso. Por este mismo motivo es Articulador de relaciones sociales y garante de un orden social que su actividad misma tiende a reproducir. Conclusiones Tanto la idea de capital social como “confianza y reciprocidad” como la acción colectiva nos dan un marco para poder analizar la cooperación (no sólo) Público – Privada desde un modo más metodológico. Entender cómo funcionan los actores dentro de un marco institucional, con ciertas reglas e incentivos nos dan la pauta para entender dicha acción colectiva.