Dentro de la literatura dominan, durante la primera mitad del siglo, los investigadores que siguen las reglas del "formalismo" y luego los que siguen las reglas del "estructuralismo". Los formalistas (movimiento literario en Rusia desde 1915 hasta los años treinta) decidieron estudiar las "formas" literarias como lo fundamental en la crítica literaria. Para los formalistas, la obra literaria es importante por la organización de palabras e imágenes que pueden ser estudiadas casi como ciencia. En los Estados Unidos, como también en Iberoamérica, el formalismo se conoce como la "Nueva Crítica" (New Criticism). La técnica más importante de este grupo es la lectura cuidadosa y la atención prestada a la forma y no al contenido de una obra. A ellos no les importa, en absoluto, el contexto del autor, del texto o del lector de una obra. Hasta mediados del siglo, se practicaban en el mundo académico Europeo y en el de las Américas las reglas de la nueva crítica y su versión francesa —explicación de texto. Aunque en Iberoamérica la nueva crítica mantuvo su importancia hasta finales de los años setenta (y en algunos sitios todavía existen grupos que la emplean activamente), en los Estados Unidos, este tipo de crítica se cambió en los años cincuenta por la crítica de los "arquetipos" asociada con la propuesta del psicólogo Carl Jung. Los arquetipos son imágenes culturales que dentro de esta teoría, desarrollada por Northrop Frye en Anatomy of Criticism (1957), dan estructura a la obra. En todas las culturas, y en el caso de Frye, la occidental, hay una serie de mitos que establecen la estructura estética de la cultura. Con la mezcla de la psicología de Jung y la crítica literaria, vinieron los "psicoanalistas literarios" y, por otro lado, también aparecieron los que atacaron este tipo de teoría. En los años sesenta, otras teorías empezaron a entrar en el debate académico: la "estructuralista" y también la "semiótica". Como una evolución natural del formalismo, el "estructuralismo" trata de examinar y de explicar las condiciones que dan significado al lenguaje en general y a las palabras en particular. Es decir, el sistema lingüístico y sus estructuras van a contribuir a la visión total de la cultura dentro del texto. El estructuralismo se desarrolló principalmente a partir de las investigaciones de dos franceses — Ferdinand de Saussure y Claude Lévi-Strauss. Saussure, desde la filología, trató de definir la semiología como "la ciencia que estudia los signos de una sociedad". En lugar de dedicarse, como lo hacían los filólogos clásicos, al desarrollo histórico del lenguaje, Saussure estudió los elementos del lenguaje que producen los signos aceptados por un grupo social. Saussure define el signo semiótico como arbitrario. Lévi-Strauss emplea la semiótica en sus estudios antropológicos. Los académicos en el ámbito de las humanidades tratan de emplear los métodos científicos de estos dos investigadores y proponen el estructuralismo como teoría literaria. Lo que ocurre cada vez con mayor frecuencia es que la crítica literaria empieza a pasar al campo interdisciplinario; se empieza a articular desde una combinación de perspectivas filosóficas, históricas, lingüísticas, psicológicas y antropológicas, por sólo mencionar los campos más fundamentales. Mientras el estructuralismo presenta algunos puntos teóricos interesantes, hay otro "mito" de la crítica literaria que entra en la polémica. Me refiero a la "autoridad" del autor o de la autora. Durante el siglo XIX, la crítica literaria siempre trató de llegar a la "intención del autor" como meta fundamental del análisis literario o de la crítica de arte. Es decir, el autor trató de crear un mensaje dentro de la obra y el objetivo del análisis era llegar al autor por la obra. No se separaba el autor del texto. En el debate de la primera mitad del siglo XX, por el contrario, no importa la intención del autor, puesto que ahora lo más importante en la obra son la estructura, los mitos en ella analizados, y los signos culturales que se descubren dentro de ella. En 1968, el francés Roland Barthes revolucionó el mundo teórico con su ensayo "La muerte del autor". En este ensayo, Barthes concluye que lo que importa primordialmente no es el autor, sino el lenguaje que él comunica y que cuando un texto literario o una obra de arte "circula 1 en una comunidad" ya no pertenece al autor sino al "lector". Barthes va todavía más allá y habla de la "multiplicidad de significados" dentro del texto. Esta multiplicidad proviene de los lectores y no del autor. Se empieza a hablar de la "recepción" del texto (Reception Theory) como punto esencial en el análisis literario. Durante los últimos años de la década de los sesenta y hasta muy recientemente, el estructuralismo y las teorías derivadas de él dominaron el debate literario en los Estados Unidos y en América Latina. Pero este debate no hubiera tenido lugar sin los que lo criticaron y lo rechazaron. Algunos críticos decían que el estructuralismo era "antihumanístico". Dentro de este pensamiento debemos mencionar a Louis Althusser, filósofo de la izquierda que trató de redefinir el estructuralismo dentro de una lectura "marxista". Hay que mencionar que al final de la década de los sesenta, mucha de la crítica literaria y social sigue el pensamiento marxista, a la vez que trata de rechazar el pensamiento formalista. Se empieza a hablar en algunos sitios de "el culto a todo lo que es francés". Lo irónico es que fue precisamente un francés quien empezó una crítica decisiva a Lévi-Strauss. Este filósofo, Jaques Derrida, critica el estructuralismo como una falta de capacidad de ver que la "estructura" es también un concepto que se debe investigar conscientemente. En De la grammatologie, Derrida critica la posibilidad de estudiar estructuras sin una toma de conciencia previa de que formamos parte de la estructura cultural a la que pertenecemos. Para Derrida, todas las palabras pueden ser símbolos metafóricos, signos metafóricos, y el significado mismo de una metáfora. Por eso, como filósofo, Derrida crea neologismos para explicar sus ideas. El neologismo différence es una mezcla los dos significados de diferir: diferenciarse y posponer; es decir, el significado de una palabra no tiene sentido fuera de un contexto, de un tiempo y de un espacio. Existe, pues, la diferencia entre un significado en una de las condiciones y otra. Existe también el "posponer" del acto de significar hasta otro contexto. Es decir, a medida que el lector capta el significado de la palabra, ésta ya pertenece a otro contexto y por lo tanto ya ha cambiado, de manera que nunca se puede fijar, desde el punto de vista de la palabra, un significado. Lo que tenemos es una cadena interminable de significados. Para Derrida, pues, lo importante es "deconstruir" el texto, la frase, las palabras y tratar de llegar a un significado que explique el texto dentro de las reglas de un contexto; se trata en Derrida de un contexto determinado por el propio lector y su espacio en el tiempo. Es decir, no hay un significado verdadero; no hay una verdad, un centro fijo. Lo que hay es un centro que cambia —se pospone— según la situación del lector, de la lectura o del texto. Derrida investiga las ideas del estructuralismo y propone las idea de las "oposiciones". Todo "es y no es" lo que significa, porque lo que "es" se relaciona con un punto de vista, una serie de elementos históricos, un tiempo, etc. —un contexto. Con las ideas de Derrida, llegamos ya al que se llama el "postestructuralismo". Derrida empieza a "problematizar" las ideas "normales" de la jerarquía filosófica de los opuestos. Por ejemplo, siempre se aceptó la idea de las oposiciones blanco/negro, salud/enfermedad, hombre/mujer, filosofía/literatura, en las cuales la primera palabra es "superior" y la segunda "inferior" filosóficamente. Derrida sugiere pensarlas "en el orden opuesto". Se empieza con esto a hablar de los códigos sociales imbuidos en la manera de hablar ("speech acts"). Este pensamiento se radicaliza más con otro filósofo francés, Michel Foucault, quien trata de re-definir el lenguaje dentro de un sistema en el cual aquél se destruye a sí mismo y con esto se genera otro lenguaje y otro y otro ad infinitum. Con la diferencia del centro de una estructura —cualquiera que sea— se puede ahora cuestionar todas las estructuras y toda "autoridad". Conviene, no obstante, tener presente que las ideas postestructuralistas, este juego teórico de nuestros días, empezó durante un período de rechazo de la autoridad en casi todas las partes del mundo. Es decir, lo que confrontamos ahora es el legado de los años sesenta y setenta. Si puede re-pensarse todo lo que se acepta como "verdad", entonces se empieza a re-pensar la estructura cultural y política en la literatura, en la historia, en el lenguaje, en el arte y en las humanidades. 2 Cabe señalar que dentro del posmodernismo ya empezamos a hablar de un "poscolonialismo" crítico, pero éste, salvo rarísimas excepciones, se dedica a un discurso sobre las colonias inglesas — predominantemente la India— y de literaturas francófonas del Caribe francés. Son pocos los críticos hispanohablantes que han desarrollado las teorías poscoloniales en términos latinoamericanos. La ruptura que vemos dentro del debate postestructural nos lleva a la época que llamamos también "posmoderna" o de la "posmodernidad". Ahora se empieza a cuestionar y a problematizar la esencia de nuestra civilización. Borges ya nos había guiado hacia el debate posmoderno en sus cuentos y sus poesías. Las teorías discutidas en los campos académicos son, entre otras, el "feminismo" (francés y norteamericano), especialmente en las ideas de Hélène Cixous, Barbara Johnson, Julia Kristeva, Elaine Showalter; el "marxismo" de Louis Althusser, Terry Eagleton, Fredric Jameson, John Ellis, Rosalind Coward; el "retoricismo" de Stanley Fish, el "psicoanálisis" de Jacques Lacan; la "dialógica" de Mijail Bajtin —todos los métodos y teorías nos llevan a una visión de la celebrada "diversidad cultural" y del "multiculturalismo". References: Barthes. Roland. 1975. The pleasure of the text. Trad. Richard Miller. New York: Hill and Wang. Beverley, John. 1993. Against Literature. Minneapolis: The University of Minnesota Press. Davis, Robert Con and Laurie Finke, eds. 1989. Literary Criticism and Theory: The Greeks to the Present. New York and London: Longman. Derrida, Jaques. 1967. De la Grammatologie. Paris: Minuit. Frye, Northrop. 1957. Anatomy of Criticism: Four Essays. Princeton: Princeton University Press. Graff, Gerald. 1992. Beyond the Culture Wars: How Teaching the Conflicts Can Revitalize American Education. New York: Norton. Hermans, Hubert J. M., and Harry J. G. Kempen. 1993. The Dialogical Self: meaning as Movement. San Diego, California: Academic Press. Richter, David H. 1994. Falling into theory: conflicting views on reading literature. Boston: Bedford Books of St. Martin’s Press. Searle, John R. 1969. Speech Acts: An Essay in the Philosophy of Language. London: Cambridge. Webster, Roger. 1990. Studying Literary Theory: An Introduction. New York: Routledge. 3