MILAGRO A MEDIAS NAUFRAGIO EN BALERMA Este relato no ha encontrado más fuentes documentales que la memoria de viejos pescadores que escucharon este episodio de boca de sus padres y allegados y me lo hicieron llegar. Nos sitúa en el mes de octubre de 1.902. Ocurrió frente a las costas de Balerma. Fue en las primeras semanas de octubre, cuando ya el otoño se dejaba sentir y las fuertes tormentas e imprevisibles riadas se sucedían con desgraciada frecuencia. Un año antes la provincia almeriense se vio azotada por una intensa tormenta durante la madrugada del uno de octubre que causó enormes destrozos en varios municipios y causó la muerte de al menos cuatro personas relacionadas directa e indirectamente con las fuertes lluvias. Para Francisco Quero, conocido cariñosamente en Balerma como “Frasquito”, el día en cuestión no presagiaba durante las primeras horas de la mañana que la mar se pusiera brava. Desde la playa con esfuerzo, ayudado por otro pescador y un joven de apenas 15 años lograba echar su pequeño velero a remo a la mar. Poco antes, había colocado cuidadosamente en la cubierta las artes preparadas para comenzar la faena. Soplaba un ligero viento y tras remar unos escasos cincuenta metros mar adentro el velero cogió pronto su ritmo. “Frasquito” no tiene una “marca” fija donde echar las rede porque además el viento empieza a cambiar y a ponerse variable. Ya a casi media milla de la costa pone proa hacia un punto cercano a Guardias Viejas, un caladero fácil y que conoce perfectamente. A media tarde y con escasa suerte en las redes, el tiempo sorpresivamente empieza a empeorar. El viento sopla de levante y las olas comienzan a zarandear la pequeña embarcación. Se encuentran a unas cuatro millas de la costa aproximadamente. Viendo el cariz que toma la cosa, “Frasquito” sube el ancla y cambia el rumbo tratando de enfilar el litoral mas cercano buscando refugio. La mar ya está arbolada . Los golpes de mar se suceden y el pesquero con una profunda brecha en la línea de flotación del casco amenaza con hundirse al producirse una vía de agua. A su lado, el niño de 15 años que le acompaña asiste aterrorizado a la desigual lucha con el temporal. El muchacho tiene miedo y “Frasquito” lo consuela animándole. Le nombra a la Virgen del Carmen. Le dice que está de su lado y no les va a pasar nada. Las horas pasan y la noche se echa encima mientras las luces desde tierra están cada vez más lejos. Se hace noche cerrada y el barco empieza a hundirse. Como pueden se aferran a la tapadera del “asartel” de la embarcación cuando la embarcación desaparece de su vista. “Frasquito” y el muchacho están abrazados y a la deriva aunque ya la tormenta empieza a dar señales de amainar. Crece la esperanza, aunque cada vez las fuerzas son menores. Mientras tanto en el pueblo la gente empieza a intranquilizarse. El “Frasquito” no ha vuelto y hay muy mala mar dice los pescadores. Las familias están ya bastantes preocupadas. A la mañana siguiente se da aviso a las autoridades de Marina, nada se sabe de los náufragos. Todos empiezan a pensar que la tragedia se ha consumado y han muerto ahogados. Los ánimos van decreciendo y se empieza a llorar a los ausentes. El párroco ya conoce el caso y prepara los actos religiosos. En esos años, principio del siglo XX, la seguridad en el mar era un bien escaso. Desgraciadamente muchas personas han muerto en la mar traicionadas por su propia intuición al desatarse súbitamente un temporal. Mientras tanto en la mar la lucha continuaba. Pese a que el temporal había amainado bastante, aún quedaba resaca. Francisco Quero, un hombre joven y extraordinariamente corpulento logra mantenerse a flote con el chaval abrazado a su cuerpo. Así en esta posición, sacando fuerzas de flaqueza estuvo “Frasquito” en medio de la mar durante tres días. Con la máxima atención y sin desfallecer evitando que el sueño hiciera mella, aunque ya estaba prácticamente extenuado y el riesgo de irse al fondo del mar era inminente. Cuando ya había agotado el repertorio de rezos y las fuerzas empezaban a abandonarle, divisa a lo lejos como un vapor navega rumbo a donde se encuentran. El mercante ha captado los mensajes de socorro propagados días antes por la radio morse de la Comandancia de Marina y el capitán intuye que pueden ser los náufragos buscados. “Frasquito” ve como empieza a acabarse la pesadilla. Como puede, hace señales con un solo brazo pero ya la tripulación del buque los ha visto y se disponen a rescatarlos. A una distancia prudente les arrojan un cabo para poder izarlos a bordo. El niño, casi extenuado, al intentar alcanzarlo se suelta de su protector y queda a merced de las olas. La corriente lo arrastra de inmediato y en apenas dos minutos desaparece tragado por el mar. Francisco Quero sube desolado al barco. Cuesta trabajo consolarlo. Mientras tanto en Balerma ya se han celebrado los funerales por el alma de los dos pescadores muertos. Las familias recibe el pésame de sus vecinos. Todo el pueblo está consternado por lo ocurrido. A los veinte días de producirse el naufragio, la familia Quero recibe en su domicilio la visita de un marinero enviado por la Comandancia Militar de Marina. Lleva un mensaje de esperanza. Francisco Quero está vivo. La familia no se lo creé. Todos hablan de un milagro. El marinero les explica que un buque mercante los recogió continuando con su rumbo y hasta tres semanas mas tarde no llego a su destino, el puerto de Valencia. Desde allí fue donde se comunicó la novedad a las autoridades marítimas de Almería. Lo que siguió después fue todo un mosaico de contrastes. La alegría de una familia y el dolor de la otra se entremezclaron fuertemente. Se contaba entonces que la familia Quero mantuvo durante años el mismo luto riguroso en señal de duelo que la familia del joven grumete ahogado. No obstante en el pueblo, la aparición de “Frasquito” fue motivo para un día especial de fiesta. Para dar las gracias a la virgen del Carmen, se sacó la imagen en procesión arropada por todo el pueblo que salió a la calle vitoreándola y aclamándola por el milagro. Para muchos vecinos fue eso, un milagro, para la familia del muchacho muerto, no.