El arquitecto de dos mundos. Lina Bo Bardi, una italiana

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Avella
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de
Letras
N° 44: 79-85, 2009
El arquitecto de dos mundos. issn
Lina 0716-0798
Bo Bardi…
El arquitecto de dos mundos. Lina Bo Bardi, una
italiana constructora de Brasil
The Architect of Two Worlds. Lina Bo Bardi, an Italian Constructor
of Brazil
Aniello Angelo Avella
Università degli Studi di Roma tor Vergata, Italia
nelloavella@alice.it
Italiana de nacimiento (Roma, 1914), Lina Bo Bardi llega a Brasil en 1946 y comienza a
apasionarse por la naturaleza tropical y por el pueblo brasileño, “que no está contaminado
por la soberbia y el dinero”, como acostumbraba a decir. Este mismo deslumbramiento
es el que deja ver al describir su llegada, por mar, a Río de Janeiro, junto a su marido
Pietro Maria Bardi: “Me sentí en un país inimaginable, donde todo es posible”. En la
tierra que Stefan Zweig había definido como “Ein Land der Zukunft”1, Lina encuentra
la libertad de creación y la posibilidad de construir un mundo nuevo para un pueblo
nuevo y termina por nacionalizarse brasileña (muere en São Paulo en 1992).
Hija de una tradición muy antigua, ella devora y es devorada por la cultura popular.
En este banquete antropofágico la arquitectura convive y se mezcla con el diseño, la
museología, la educación y la realización teatral y cinematográfica. En su actuación
ella revela una actitud que puede ser comparada con los representantes del neorrealismo italiano, dirigida hacia los valores éticos y sociales del arte. Es precisamente
en el contexto de esos ámbitos que la figura de Lina representa, en cada una de sus
intervenciones, los profundos lazos entre Brasil e Italia, con especial importancia
para los numerosos intelectuales de origen italiano que estimularon la escena cultural
brasileña a lo largo del siglo XX.
Palabras clave: historia de la cultura brasileña, arte, inmigración.
Born in Rome in 1914, Lina Bo Bardi arrived in Brazil in 1946 and fell in love with
the tropical nature and the people, whom she described as still not contaminated by
arrogance and money. The same fascination is experienced in the words she wrote,
remembering her arrival in Rio de Janeiro together with her husband: “I felt as if I
were in an unimaginable country, where everything was possible”. In the land that
Stefan Zweig had defined as “Ein Land der Zukunft”, Bo Bardi found the freedom to
create and the possibility of building a new world for a new people. Eventually she
became a naturalised Brazilian, and died in São Paulo in 1992.
The product of a very old tradition, she devoured and was devoured by a particular
culture. In this anthropophagic banquet, the architect was associated with design,
museology, teaching, theatre and cinema. Her work reveals an attitude similar to that
of the representatives of Italian neo-realism, focused on the ethical and social values
of art. And it is precisely in the context of the old and deep ties between Brazil and
Italy that Lina will be presented in my intervention, with a special emphasis on the
many Italian or Italian-descendant intellectuals who stimulated Brazilian cultural life
throughout the 20th century.
Keywords: History of Brazilian Culture, Art, Immigration.
Fecha de recepción: 10 de noviembre de 2008
Fecha de aprobación: 11 de marzo de 2009
1  “La
tierra del futuro”.
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1
En primer lugar me gustaría aclarar que mi especialidad no es la arquitectura,
mas sí la literatura de habla portuguesa y en general la historia de la cultura
de Portugal y Brasil. Por tanto, mi texto sobre Lina Bo Bardi se caracterizará
por una especial atención por las formas de pensamiento subyacentes a su
producción artística, ubicándolas en el contexto de las relaciones entre el
viejo y el nuevo mundo, específicamente, entre Brasil e Italia. Desde el título
de este texto se evoca también a una de las grandes figuras que hicieron
historia en la tradición de las relaciones italobrasileñas: Giuseppe Garibaldi,
el revolucionario italiano, que después de haber sido condenado a muerte
en su país por sus ideas patrióticas republicanas se embarcó hacia América
del Sur, pasando por Argentina, Uruguay y Brasil, donde se destacó por su
decisiva acción junto a las tropas republicanas de Rio Grande do Sul y especialmente contra el gobierno central del Imperio brasileño en la llamada
Guerra dos Farrapos (1835-1845). Al regresar a Italia, en 1848, llevaba a
Anita, una mujer brasileña que había conocido en Laguna y que fue su fiel
y valiente compañera en la lucha por la unificación e independencia de la
península. La heroína brasileña falleció debido a la malaria en agosto de
1849, en una región pantanosa cercana a la ciudad de Ravena, cuando ella
y Giuseppe estaban siendo perseguidos por la policía austriaca. Garibaldi,
cuyas hazañas eran celebradas por numerosos escritores de la época, entre
los cuales el más célebre fue Alejandro Dumas padre, quedó mitificado como
el héroe de dos mundos.
Nos hemos demorado un poco a propósito de Giuseppe y Anita Garibaldi,
solo para destacar un elemento que nos ayudará a comprender mejor los
tránsitos entre la cultura italiana y brasileña, dentro de los cuales Lina Bo
Bardi (así como su marido, Pietro Maria Bardi) se inserta en forma destacada. Este elemento es la profunda relación que une a los dos pueblos desde
los tiempos de la colonia.
No es el caso aquí retornar a la historia de la participación de los capitales italianos (especialmente florentinos y genoveses) en la expedición de
Pedro Álvares Cabral, que descubrió oficialmente Brasil en el año 1500, ni
de recordar que Américo Vespucio y sus famosas cartas contribuyeron a
construir la imagen edénica de la tierra recién encontrada. Hombres como
el genovés Filippo Adorno en São Vicente, en el actual estado de São Paulo,
o el florentino Filippo Cavalcanti en Pernambuco, luego adquirieron en la
fase inicial de la colonización singular importancia. Aún en el siglo XIX los
Cavalcanti de Pernambuco serán los grandes magnates de la industria del
azúcar y, en los días actuales, constituyen una de las familias más antiguas
e importantes de Brasil.
Ya el jesuita de origen italiano João Antônio Andreoni (Giannantonio Andreoni),
nacido en la ciudad de Lucca, Toscana, en 1650, publicó en Lisboa el libro
Cultura e opulência do Brasil por suas drogas e minas (1711), obra considerada
expresión de la llamada literatura ufanista (de ufanarse, jactarse) por exaltar
las grandezas, bellezas y riquezas de las tierras brasileñas. Algunos años más
tarde, en 1753, el arquitecto Antonio Giuseppe Landi, de Boloña, desembarcó
en Belém, donde construyó el más grande edificio civil del período colonial:
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el Palacio de los Gobernadores. Son también de su autoría proyectos como
el hospital militar y la más importante iglesia de la capital de Pará.
Los italianos Andreoni y Landi, con sus contribuciones en diferentes campos
de actuación, pueden ser considerados constructores/pioneros de una forma-Brasil, que en el siglo XVIII comenzó a tomar relevancia cada vez más
evidente frente a las actitudes hegemónicas de la metrópoli portuguesa.
También en el siglo XVIII, el italiano Pietro Metastasio –con certeza el poeta
más famoso de la época de toda Europa (fue el poeta oficial de la Casa
Imperial de Austria)– ejerció profunda influencia sobre los intelectuales que,
en Brasil, se reunían en varias academias, cuya visión estética se fundaba
en los principios de la llamada Arcadia Romana, que era un grupo inspirado
y patrocinado por la brillante Cristina, reina de Suecia entre 1632 y 1654,
año en que abdicó y se mudó a Roma. En esta ciudad ella reinó en el campo
de la cultura y fundó la Academia Real (1674), surgiendo, inmediatamente después, la Arcadia. En Brasil, los seguidores de Arcadia comenzaron a
pregonar los principios de libertad y de independencia, independencia que
Brasil logrará en 1822.
El momento decisivo en las relaciones entre Brasil e Italia (estoy usando aquí
una conocida expresión de un importante historiador de la cultura brasileña,
el paulista Antônio Candido de Mello e Souza) fue el Segundo Imperio, con
el casamiento de Pedro II y Teresa Cristina de Bourbon, hermana del rey de
Nápoles (1843). Numerosos artesanos de alta calidad y conocidos artistas
italianos llegaron a Brasil con el séquito de Teresa Cristina que, entre otros
intereses, le apasionaba la arqueología. Gracias a ella, Brasil hoy posee una
muy importante colección de arte etrusco y de Pompeya.
Pedro II fue un hombre de amplios horizontes culturales, amigo y admirador
de importantes intelectuales europeos, entre los cuales se encuentran los
franceses Pasteur y Gobineau, los italianos Alessandro Manzoni, poeta, romancista, gran figura del romanticismo literario, y la famosa actriz Adelaide
Ristori. A su lado la emperatriz napolitana contribuyó de forma decisiva para
que las numerosas y diversas influencias italianas comenzasen a consolidarse
y a sistematizarse dentro de la cultura brasileña. Así, cuando se da el fenómeno de emigración de Italia hacia Brasil a fines del siglo XIX e inicios del
XX, estimada en cerca de cinco millones de personas atraídas por la economía
del café, la ciudad de São Paulo –capital de la región cafetera– naturalmente
pasó a ser el mayor foco de la llamada Hesperia de los Trópicos (Hesperia
era el nombre de Italia en la antigüedad), la más importante en términos
demográficos, industriales, políticos y culturales.
Francesco Matarazzo y su familia fueron los pioneros de la gran industria
paulista que fomentó las artes. Antonio Piccarollo, un intelectual italiano que
llegó a Brasil en 1904, redactó y publicó en 1908 el Manifesto para el Centro
Socialista Paulista; los anarquistas italianos tuvieron una gran influencia en
la formación de los sindicatos. Figuras relevantes del movimiento, que tuvo
como consecuencia la famosa Semana de Arte Moderna, realizada en São
Paulo en 1922, son de origen italiano (Menotti del Picchia, Anita Malfatti,
Cândido Portinari, Brecheret, entre otros).
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En los años veinte, São Paulo fue sin duda una ciudad eminentemente italiana
(Hesperia nostra). En los barrios de Bom Retiro, Brás, Bela Vista se hablaba
ítalo-paulista, un curioso patois2, cuya memoria quedó reflejada en el divertido libro de Juó Bananeri (pseudónimo de Alexandre Marcondes), La divina
increnca (1924), título que evoca de forma burlona la inmortal obra de Dante
Alighieri. Antônio de Alcântara Machado, uno de los mayores representantes
del movimiento modernista, publicó en 1928 el libro de cuentos Brás, bexiga
e Barra Funda, magnífico retrato de la vida de los italianos en São Paulo. Las
dos visitas a Brasil del fundador del futurismo, Filippo Tommaso Marinetti, a
Rio y São Paulo en 1926 y 1936 respectivamente, provocaron una importante
influencia tanto en el medio intelectual como en el popular.
La intensidad de las relaciones italobrasileñas fue reforzada en la década
del treinta por las simpatías recíprocas del Estado novo de Getúlio Vargas
y el régimen de Mussolini. Un síntoma, dentro de los muchos posibles, es
la presencia en la Universidad de São Paulo de uno de los mayores poetas
italianos del siglo pasado, Giuseppe Ungaretti. Él fue profesor de literatura
italiana desde 1936 a 1942, año en que fue obligado a regresar a Italia debido
al conflicto mundial. Ungaretti siempre tuvo un especial cariño por Brasil.
Después de la ruptura del período bélico, los antiguos lazos de amistad se
retomaron, las relaciones bilaterales se normalizaron y la emigración de Italia
hacia Brasil recomenzó. En ese contexto los intelectuales tuvieron un papel
fundamental: la llegada de Lina Bo Bardi y su marido es parte del renovado
y recíproco interés del que ha provisto, al otro lado del Atlántico, la inauguración de la cátedra de Estudios Brasileños en la Universidad de Roma (1953),
confiada al director del Museo Paulista, Sérgio Buarque de Hollanda, y después
al poeta Murilo Mendes, oriundo de Minas Gerais. Giuseppe Ungaretti, por
segunda vez, en 1954 estuvo en São Paulo y realizó una memorable conferencia en el Instituto Cultural Ítalo-Brasileiro, presentando sus traducciones
de poesía de Mário de Andrade. Ungaretti, nuestro poeta que cantó el Tietê,
el río de São Paulo, fue un admirador del Nuevo Cine Brasileño, movimiento
que experimenta una gran influencia del neorrealismo italiano. Es sabido
que Lina Bo Bardi apoyó a los autores del Nuevo Cine, llegando a ser muy
amiga de Glauber Rocha.
2
Volviendo a la arquitectura, cuando se empezó la construcción industrial, a
finales del siglo XIX, el estilo predominante en São Paulo era el neorrenacentista, por influencia de los arquitectos y maestros de obras emigrantes
italianos que habían llegado a Brasil. También eran italianos Felisberto Ranzini
y Alfredo Borioni, los dibujantes que mejor sabían interpretar, a inicios del
siglo XX, el llamado estilo nacionalista neocolonial, es decir, la búsqueda de
una identidad nacional brasileña en las tradiciones lusitanas, según la visión
del ingeniero portugués Ricardo Severo. Como es sabido, él no tenía la capacidad de dibujar y así los dos dibujantes consiguieron matizar la italianidad
a las obras realizadas por Ricardo Severo.
2  Habla
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sin norma de escritura.
Aniello Angelo Avella
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El arquitecto Giuseppe Sacchetti construye en 1907 el Castelinho en el barrio
de Bela Vista y en 1911, el viaducto Santa Ifigênia en el centro fue dibujado
por los italianos Giulio Michetti y Giuseppe Chiappari. En ese mismo periodo,
en Río de Janeiro actuaba con éxito el arquitecto Antonio Virzi, oriundo de
Sicilia. Otros italianos importantes de aquella época en Río fueron los decoradores Antonio Borsoi y sobre todo Eliseu Visconti, considerado un verdadero
pionero del diseño en Brasil.
En São Paulo, el año de 1929, fue inaugurado el primer rascacielos de Brasil,
mandado a construir por Giuseppe Martinelli, un italiano que hace fortuna en
su nueva patria. En el año anterior, 1928, había sido abierto el Escritório Rino
Levi Arquitetos Associados (ERLAA). Rino Levi, nacido en São Paulo, de padres
italianos, estudió primero en Milán, en la Academia de Brera, después en la
Escola Superior de Arquitetura, donde obtuvo el diploma en 1926, teniendo
como profesores a Giovannoni, Foschini y el famoso Piacentini.
No tengo la osadía de hacer un análisis estilístico del trabajo de Rino Levi,
pero todos saben que sus construcciones se caracterizan por una forma
racional, por su claridad y sencillez de volúmenes. Él llevó a cabo una gran
lucha en favor de la arquitectura moderna, desarrollando una obra paralela
a la de su compañero de estudios en Roma, el ruso Gregori Warchavchik,
quien también marcó la historia de la arquitectura en Brasil.
Es interesante observar que Lina (diminutivo de Achillina), nacida en Roma
en 1914, se formó en 1940 en la misma facultad de Arquitectura en la que
habían estudiado Rino Levi y Gregori Warchavchik. La facultad estaba dirigida por Marcello Piacentini, quien privilegiaba una visión tradicional, una
tendencia histórico-clásica. En desacuerdo con esa tendencia valorizada por
el fascismo, que en palabras de Lina da cuenta de una nostalgia estilísticoáulica, se traslada a Milán, donde trabaja con el arquitecto Gió Ponti, líder del
movimiento por la valorización de la artesanía italiana, director de la Trienal
de Milán y de la revista Domus. En poco tiempo ella pasa a dirigir la revista
y a actuar políticamente, integrando la resistencia a la ocupación alemana
durante la Segunda Guerra Mundial, al mismo tiempo que colabora con el
Partido Comunista Italiano, que era clandestino. Estando en Milán, funda al
lado del crítico Bruno Zevi, la revista A-Cultura della vita.
Terminada la guerra se casa en 1946 con el crítico e historiador de arte Pietro
Maria Bardi, con quien viaja a Brasil. Desde que desembarca se enamora de
la naturaleza tropical. En su Curriculum literário escribe: “Llegada a Rio en
octubre. Deslumbramiento. Para los que llegábamos a Río por mar, el edificio
del Ministerio de Educación (obra de Lúcio Costa) avanzaba como una gran
nave blanca y azul contra el cielo. Me sentí en el país de lo inimaginable,
donde todo era posible”.
3
Lina Bo Bardi vive y actúa en este clima de intenso fervor, manifestando
siempre una actitud ética inspirada en los principios de igualdad y justicia
social: el arte es, para ella, una forma de resistencia frente a cualquier tipo
de opresión, la búsqueda de la completa libertad de creación. En Brasil ella
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percibe que existe la posibilidad de construir un mundo nuevo para un pueblo
nuevo: ya no solo “Ein Land der Zukunft”, según la famosa expresión de
Stefan Zweig, sino un país donde todo es posible. Y de hecho, a diferencia
del intelectual austriaco, que se suicidó en Petrópolis junto a su mujer, ella
elige la vida comprometida y se nacionaliza brasileña. “Cuando la gente nace
–escribe Lina– no escoge nada, nace por casualidad. Yo no nací aquí, escogí
este lugar para vivir. Por eso, el Brasil es doblemente mi patria, es la patria
que elegí…”. En esta, su nueva patria, lo que más la seduce, más allá de la
naturaleza tropical, es el pueblo “que no está contaminado por la soberbia
y por el dinero”.
Cuando se traslada para Salvador en 1958, invitada por el gobernante Juracy
Magalhães a dirigir el Museu de Arte Moderna da Bahia (MAM/BA), ella se
relaciona creativamente con una serie de importantes artistas de vanguardia, como el fotógrafo y etnólogo francés Pierre Verger y el cineasta Glauber
Rocha, uno de los mayores realizadores del Cinema Novo. En ese mismo año
de 1958, Roberto Rossellini viaja por primera vez a Brasil (vuelve nuevamente
en 1960, en 1965 y en 1968), y después de visitar Río y São Paulo, él hace
un viaje por el nordeste, con el objetivo de estudiar la posibilidad de hacer
una adaptación cinematográfica del libro de Josué de Castro, Geografia da
fome. El hombre principal del neorrealismo había quedado impresionado
con la descripción del problema de la miseria. En Bahía, Rossellini conoce a
través del pintor Di Cavalcanti, su guía, al joven Glauber Rocha, quien más
tarde, debido al exilio por el golpe militar de 1964, se hospedaría en su casa
en Italia. El documental nunca fue realizado, pero Rossellini dejó un legado
profundo en la formación de Glauber Rocha. En esta ocasión el realizador
italiano quedó tan impresionado por Brasil, que dijo: “un país bello […] Adivino
toda una multitud inquieta, toda una concepción social en formación. Porque
aquí aún se encuentra el espíritu heroico de la vida”.
Este era el clima cultural de Bahía, donde Lina Bo Bardi trabajó hasta el
golpe militar, que la obligó a volver a São Paulo. El legado de la temporada
nordestina dejó incorporada para siempre en su producción artística la forma
de una radical experiencia de simplificación del lenguaje. La arquitectura
pobre, como ella acostumbraba a decir, es un modo de devorar la cultura
popular y conjugarla con las soluciones más osadas de la vanguardia. La
aristocracia del pueblo, expresión típica de la lengua de Lina, que recuerda
el espíritu heroico apuntado por Rossellini, es un concepto cuyo origen está
en el pensamiento de Antonio Gramsci, el teórico del socialismo y fundador
del Partido Comunista Italiano, que muere por consecuencia de un largo y
duro presidio, impuesto por el régimen fascista (1937).
Lina, que se definía comunista, siempre citaba a Gramsci con gran admiración.
Según el pensador italiano, la afirmación de un nuevo bloque social, es decir
de una nueva sociedad verdaderamente libre, solo era posible a través de la
conquista de la hegemonía por una clase dirigente capaz de interpretar las
necesidades de la gran mayoría de la población y no solo de los intereses de
las viejas elites que sustentan el poder. Este proceso se realiza primero en
el nivel de la sobreestructura política e ideológica, por medio de la acción de
los intelectuales orgánicos y una visión nacional-popular de la cultura y las
artes. En este sentido, algunos trabajos de Lina Bo Bardi son emblemáticos,
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como por ejemplo, los soportes museográficos de la exposición A Mão do
Povo Brasileiro (1969), hechos sobre tablas de pino de segunda selección;
o el edificio de Sesc Pompéia3 (1977), adaptación de una antigua fábrica
de tambores.
El comunismo de Lina, en suma, no significa adhesión a un determinado
modelo de organización de Estado, sino una lucha contra toda y cualquier forma
de opresión. Es el comunismo de diversos intelectuales como Diego Rivera,
Klaus Mann, José Carlos Mariátegui, Pier Paolo Pasolini y Óscar Niemeyer y,
en determinado momento, el de Jorge Amado. A este gran escritor bahiano
debemos este bello recuerdo del arquiteto dos dois mundos:
Razones de bahiano me hacen dedicar algunas líneas a la figura inolvidable de Lina, porque ella estaba ligada, de forma definitiva, a
Bahía. Fundó y fue la primera directora del Museu de Arte Moderna
da Bahia e influenció de manera indiscutible la creación artística en
nuestro estado. Mejor que yo, los que pueden dar testimonio de ello
son los pintores y escultores, los grabadores y los dibujantes. Lina fue
una suerte de figura tutelar de las artes bahianas. La dictadura militar,
reaccionaria y oscurantista, la obligó a irse de Bahía.
En el banquete antropofágico vivenciado por Lina Bo Bardi, hija de una tradición muy antigua, ella devora y es devorada por la cultura popular. Allí la
arquitectura convive y se mezcla con el diseño, la museología, la educación
y la realización teatral y cinematográfica. Su patria de origen le realizó un
justo homenaje al organizar la gran exposición Lina Bo Bardi Architetto,
realizada para la Bienal de Venecia en 2004. El público italiano y europeo
tuvo así la oportunidad de conocer más de cerca la obra de uno de los más
importantes puentes (usando un término particular de la arquitectura)
entre los dos mundos. Una obra que bien podría haber inspirado el lema del
XXIII Congreso Mundial de la Unión Mundial de Arquitectos (Transmitting
Architecture), realizado en Turín desde el 29 de junio al 3 de julio de 2008:
“La Arquitectura es para todos. Cultura, democracia, esperanza”.
3  Sede
social, cultural y deportiva de la asociación de comerciantes del barrio de Pompéia,
São Paulo.
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