«Cómo ser un buen lector», o «Amabilidad para con los autores

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«Cómo ser un buen lector», o «Amabilidad para con los autores»; algo así podría servir de
subtítulo a estos comentarios sobre diversos autores, ya que mi propósito es hablar afectuosamente,
con cariñoso y moroso detalle, de varias obras maestras europeas. Hace cien años, Flaubert, en una
carta a su amante, hacía el siguiente comentario: «qué sabios seríamos si sólo conociéramos bien
cinco o seis libros».
Al leer, debemos fijarnos en los detalles, acariciarlos. Nada tienen de malo las lunáticas
sandeces de la generalización cuando se hacen después de reunir con amor las soleadas
insignificancias del libro. Si uno empieza con una generalización prefabricada, lo que hace es
empezar desde el otro extremo, alejándose del libro antes de haber empezado a comprenderlo. Nada
más molesto e injusto para con el autor que empezar a leer, supongamos, Madame Bovary, con la
idea preconcebida de que es una denuncia de la burguesía. Debemos tener siempre presente que la
obra de arte es, invariablemente, la creación de un mundo nuevo, de manera que la primera tarea
consiste en estudiar ese mundo nuevo con la mayor atención, abordándolo como algo absolutamente
desconocido, sin conexión evidente con los mundos que ya conocemos. Una vez estudiado con
atención este mundo nuevo, entonces y sólo entonces estaremos en condiciones de examinar sus
relaciones con otros mundos, con otras ramas del saber.
Otra cuestión: ¿podemos obtener información de una novela sobre lugares y épocas? ¿Puede
ser alguien tan ingenuo como para creer que esos abultados best-sellers difundidos por los clubs del
libro bajo el enunciado de «novelas históricas» pueden contribuir al enriquecimiento de nuestros
conocimientos sobre el pasado? Pero ¿y las obras maestras? ¿Podemos fiarnos del retrato que hace
Jane Austen de la Inglaterra terrateniente, con sus baronets y sus jardines paisajistas, cuando todo lo
que ella conocía era el salón de un pastor protestante? Y Casa desolada, esa fantástica aventura
amorosa en un Londres fantástico, ¿podemos considerarla un estudio del Londres de hace cien
años? Desde luego que no. Y lo mismo ocurre con las demás novelas de esta serie. La verdad es que
las grandes novelas son grandes cuentos de hadas... y las que vamos a estudiar aquí lo son en grado
sumo.
Vladimir Nabokov, Curso de literatura europea, Círculo de lectores
[Tema] El tema de este texto gira en torno al modo en que debemos acercarnos, como lectores, a
una obra literaria. [Caracterización] Estamos pues, ante un texto humanístico (probablemente el
fragmento de una conferencia) en el que prima un discurso argumentativo, [justificación de la
caracterización del texto y breve comentario de la tesis y el cuerpo argumentativo] ya que Vladimir
Nabokov, famoso escritor y autor del texto, defiende la tesis de que “las grandes novelas son
grandes cuentos de hadas” y así es como debemos acercarnos a ellas, teniendo en cuenta que
suponen la “creación de un mundo nuevo (…), sin conexión evidente con los mundos que ya
conocemos”, como el nuestro. De lo contrario, corremos el peligro, como lectores, de “alejarnos del
libro antes de haber empezado a comprenderlo”. Tales razonamientos se ven reforzados por
argumentos de autoridad (las palabras de Flaubert), ejemplos de obras y autores ilustres (Jane
Austen, Dickens y su Casa desolada) e incluso argumentos que apelan al sentido común (“¿Puede
ser alguien tan ingenuo…?”).
[Rasgos distintivos que van a articular el posterior análisis de los principales elementos lingüísticos]
El carácter humanístico y argumentativo del texto determina sus rasgos más distintivos: la
subjetividad (el autor no esconde su opinión y, consecuentemente, predomina la función expresiva
del lenguaje), la abstracción (como todo texto humanístico, se basa en la especulación y la relación
lógica de ideas), la precisión y claridad (además de la lógica intención persuasiva de Nabokov, no
debemos descartar una intención divulgativa, recordemos que el texto está recogido en un libro
titulado, significativamente, Curso de literatura europea).
Todos estos rasgos distintivos justifican los siguientes elementos lingüísticos:
a) En el nivel morfosintáctico:
- Sustantivos concretos (lector, autores, obras, libros…) y, sobre todo, abstractos
(generalización, insignificancias, idea, información, enriquecimiento, conocimiento…).
Insistimos en que estamos ante un texto humanístico, y como tal, maneja fundamentalmente
ideas y conceptos.
- Adjetivos valorativos (“lunáticas sandeces”, “cariñoso y moroso detalle”, “generalización
prefabricada”, “fantástica aventura”) que dejan bien claro la opinión (subjetiva) del autor.
- Uso del presente con valor atemporal, que pretende establecer ideas de validez universal (“la
obra de arte es (…) la creación de un mundo nuevo”); a menudo este presente va asociado al
verbo ser, que tiene un valor atributivo, para precisar; igualmente relevante es el uso del
gerundio con valor modal (“abordándolo como…”), nada extraño si todo gira en torno al
modo en que debemos acercarnos a la lectura de una obra.
- Podemos encontrar subordinadas de infinitivo con distintos valores: atributivo (“mi
propósito es hablar afectuosamente…”), complemento circunstancial (“Al leer”) o como
parte de algunas perífrasis de obligación (“debemos fijarnos…”) y en primera persona del
plural (el plural de modestia, que, como rasgo persuasivo, intenta atraer al lector al terreno
del autor y su tesis).
b) En el nivel léxico-semántico, encontramos el empleo de figuras literarias como la
personificación (“los detalles, acariciarlos”) o la metáfora (la obra de arte es (…) un mundo
nuevo”), que reflejan la voluntad de estilo, estética, del autor. Además, a nivel de
significado, es destacable que la argumentación de Nabokov y la construcción del texto se
basa en la confrontación de dos modos de acercarse a la obra literaria: por un lado, el del
acercamiento correcto (que implica prestar atención a los detalles, a las “soleadas
insignificancias del libro”, “mundos nuevos”) y el del incorrecto (que implica prestar
atención, antes de tiempo, a las “lunáticas sandeces de la generalización”, que nos lleva a las
“ideas preconcebidas”, “injustas” y “molestas”, que nos alejan del libro y de un correcto
conocimiento del mismo).
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