DON VICTOR, UN CURA AL SERVICIO DE SU PUEBLO Este verano se nos ha jubilado Don Víctor, el cura-párroco de la iglesia de Elexalde de Zaratamo. Ahora toca honrarle con un homenaje más que merecido. Es difícil imaginarse la iglesia de Zaratamo -misa del sábado a la tarde, misa pequeña, misa mayor y diversas celebraciones eclesiásticas- sin Don Víctor, pues los últimos cincuenta y tres años ha estado ahí, siempre. Es parte del decorado necesario de esta pequeña porción del planeta. Más de medio siglo conformando la historia viva del pueblo, en el que no ha habido acontecimiento, evento, o similar que no haya contado con su presencia. Don Víctor llega a Zaratamo joven, con la ilusión y la energía de un sacerdote recién ordenado. Don Víctor supone una bocanada de aire fresco, pues rompe muchos estereotipos de una iglesia excesivamente hierática. Don Víctor, fundamentalmente se hace cercano, manteniendo ciertas formas pero sin solemnidades. Esto lo agradecen en especial los jóvenes que se acercan a él, con respeto sí, pero sin temor. Comparte con ellos su espacio de juego y diversión: partidos de pelota en el frontón, de futbol en la plaza, salidas al monte a merendar, excursiones en autobús etc. Pero también quiere para esos mismos jóvenes un futuro más venturoso y en ese empeño se esfuerza en transmitirles los valores de la cultura. Durante la época estival organiza clases para todos los chicos y chicas de pueblo: para los que han tenido dificultades con algunas asignaturas durante el curso escolar y debían presentarse a la convocatoria de septiembre, para los que debían preparar algún ingreso o reválida, o simplemente para combatir la ociosidad - en aquel tiempo el verano suponía tres meses sin escuela- de aquellos que disponían de excesivo tiempo libre, ocupándolo en una actividad formativa. Pero, Don Víctor no solo rompe moldes transmitiendo el valor del estudio en una sociedad con fuerte mentalidad rural en la que se valora mucho el trabajo manual, pero en el que el estudio ocupa un lugar secundario, sino que también actúa en una sociedad en la que los roles están muy definidos. Don Víctor defiende en contra de la mentalidad dominante, que el estudio también es cosa de mujeres, que éstas no debían renunciar a seguir estudiando una vez de finalizados los estudios básicos. La defensa de la igualdad de la mujer en los estudios, era un planteamiento progresista, a todas luces, para aquél tiempo. Tal es así, que le supuso vivir más de una situación de tensión con las maestras de la escuela de los años 60 del siglo pasado, pues chocaban abiertamente con esta mentalidad. También tomó decisiones que no fueron bien aceptadas por las autoridades municipales de aquel tiempo, pues dejó claro que la iglesia era de todos los feligreses por igual y que no había estamentos privilegiados dentro de ella. Hemos definido dos características muy significativas de Don Víctor: el compromiso y la acción. Don Víctor siempre ha tenido muy claro el mensaje de que “la fe sin obras es una fe muerta”. Y aunque nunca ha renunciado al debate y a la discusión de las cuestiones y de los problemas, nunca se ha quedado ahí, siempre se debía de dar el paso de llevarlo a la praxis. Ese ha sido su compromiso. Don Víctor siempre instaba a comprometernos con las causas justas y a actuar. La causa justa de los oprimidos y perseguidos por sus ideas políticas y sociales, la de los que sufren necesidad, la de los que sufren incomprensión y marginación, la causa justa del débil ante el poderoso, la causa justa de la defensa de los valores culturales propios y en especial la del euskera y, también, la defensa de la libertad en su más amplio sentido. Siempre ha tenido claro el papel referente que jugaba como principal representante y cabeza visible de la comunidad cristiana, lo que exigía dar testimonio. Porque, Don Víctor ha sido un cura dedicado a su iglesia, a la que ha amado profundamente y precisamente por eso ha tenido sus desavenencias, porque el amor que le profesa le hace exigirle mayor compromiso con esas causas justas, y a veces se ha sentido decepcionado pues ha entendido que la institución no ha estado a la altura de las circunstancias. Pero estas decepciones nunca le han llevado a dudar de su fe ni del mensaje evangélico al que se debe y al que también debe responde su iglesia. Don Víctor se ha jubilado, si es que un cura de su pueblo se jubila alguna vez, pero, sobre todo, sigue entre nosotros, en su pueblo, al que ha dedicado toda su vida. La Corporación Municipal como representante de los vecinos y vecinas de Zaratamo quiero rendirle en su nombre un sentido homenaje y transmitirle el agradecimiento y el cariño de todos ellos.