Astromineralogía y Mineralogía Espacial: Fundamentos

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MACLA
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2006 S E M I N A R I O S
Astromineralogía y Mineralogía Es p acial: Fundamentos,
p ers p ectivas científicas e im p ortancia de l os mete oritos
JESÚS M ARTÍN EZ-FRÍAS1, ROSARIO L U N A R2 y FERNANDO RULL 1,3
1 Centro de As trobiología, CSICIINTA, asociado al NASA As trobiology Institue, Ctra de Ajalvir, km .
Madrid.
e. e.
2
Departamento de Cristalografía y Mineralogía, Facultad de
3
Cristalografía y Mineralogía y Unidad Asociada CSIC- Universidad de Valladolid,
4, 28850
Torrejón de Ardoz,
Geológicas, Universidad Complutense de Madrid,
4701 1
28040
Madrid
Valladolid
RESUMEN
Se realiza una revisión detallada de los conceptos de astromineralogía y mineralogía esp aci al, concretando sus
ámbitos actuales de aplicación de acuerdo con su evolución histórica y científi ca. Se propone que los minerales
constituyen los «ladrillos clave» de la materia en el universo; unidades básicas que nos ayudan a entender su
funcionamiento a distintas escalas . Se des criben los tipos principales de astrominerales y se evalúa la impor­
tancia de los minerales presentes en los meteoritos para entender los procesos desarrollados en el sistema
solar. Por último, se plantea que la consolidación de la astromineralogía y mineralogía esp acial se produce
mediante la relación de la geología planetaria, la astrofísica y la astroquímica, sin olvidar el importantísimo
papel que juegan las nuevas técnicas espectroscópicas, sobre todo para la realización de análisis de manera
remota e «in situ».
PALABRAS CLAV E :
astromineralogía, mineralogía esp acial, meteoritos, exploración esp acial
I NTRO DUCCI Ó N
Aunque los términos Astromineralogía y Mineralogía
Espacial puedan parecer re dundantes en su significado,
existen razones científicas de peso que, no sólo justifican
esta doble denominación, s ino que abren nuevas perspec­
tivas sobre la esencia misma de lo que se debe o no consi­
derar un mineral . Como s e expondrá más adelante, la di­
ferenciación de ambos término s : a) se corresponde con el
«medio» en que los minerales se originan y distribuyen
en el universo y b) es importante tanto en el ámbito de la
geología planetaria como de la astrofísica y astroquímica.
El esp acio entre las estrella s no está vacío sino que se en­
cuentra p reñado de materia interestelar, con planetas,
cuerpos planetarios de distintas dimensiones, asteroides,
cometas, y p artículas de polvo de distinto tamaño, com­
posición y procedencia. Por ello, los minerales pueden
considerar s e los «ladrillos clave» de la materia en el uni­
verso; uni dades básicas que nos ayudan a entender su
funcionamiento a distintas e s calas . Para alcanzar este ob­
j etivo, el ser humano tiene que explorar el Esp acio, pero
sin olvidar que una parte fundamental de las respuestas
las p o d emo s obtener en nue s tro p r o p i o p l ane t a . L a
mineralogía d e l a Tierra e s crucial para determinar los
p ar ámetros físico - químicos y los contextos geológi cos
«análogos» en los que s e enmarcan los distintos tipos y
combinaciones de p ar agénesis minerales exis tentes en
otros lugares del universo.
EVOLUCI Ó N HIST Ó RICA Y CIENT Í FICA. ADE­
CUACI Ó N A LOS NUEVOS D E SCUBRIMIENTOS
L a mineralogía y l a inve s tigación e s p acial han sido
campos científicos sep arados hasta hace aproximadamen­
te 200 años, cuando Chladni, investigador de la Universi­
dad de Berlín, se atrevió a proponer que los meteoritos no
se generaron en la Tierra, sino que procedían del esp acio
exterior. Ese momento fue clave para la mineralogía, a
pesar de que, como se indica en Martinez -Frias y Barrera
(2000) y Martínez -Frías et al. (2004), s alvo contadas ex­
cep ciones como Olbers en Alemania y Howard en Gran
B retaña, la respuesta de la comunidad científica fue prác­
ticamente unánime en contra de las ideas de Chladni. A
pesar del vigor científico de la época, los expertos llega­
ron a la conclusión de que la caída de los meteoritos sobre
la Tierra era imposible y este comportamiento de no acep­
tación de un fenómeno de origen des conocido como real,
simplemente por no ser entendido, retardó el des arrollo
de la ciencia de los meteoritos en general y de todos sus
a s p e c t o s r e l a c i o n a d o s ( s u m i n e r a l o g í a , p e tr o l ogía,
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FIGURA 1 : lvficrometeorito escoriáceo encontrado e n l a Antártida.
http://remf dartmouth. edulm icrometeoriteslmorescorlindex. html
geoquÍrnica, etc .) en particular. Tuvieron que p a s ar casi 1 0
años, durante l o s que Chladni sufrió e l des crédito y las
burlas de sus colegas, hasta que Biot, un miembro de la
Academia de París, corroboró sus ideas tras estudiar la
caída meteorítica que tuvo lugar el 26 de abril de 1 803,
cerca de la torre del Aguila, en el norte de Francia . Una
vez que su origen fue re conocido, los meteoritos ganaron
rápidamente el interés y la popularidad de los científicos
y, a finales del siglo XIX, ya existían cientos de análisis
d e t a l l a d o s s obre su comp o s i ción mine r a l ó g i c a y
geoquímica en una euforia analítica casi sin precedentes .
N o fue hasta 1 962 que este des arrollo científico tuvo un
reflej o real en las ins tituciones oficiales . E s t e año la
International Mineralogical Association (IMA) constituyó
el Grupo de Trabajo de Mineralogía Cósmica (Engelhardt,
1 963) .
En definitiva, este proceso de transformación que hoy
exp erimenta la mineralogía es p arte de una evolución
concep tual que ya se ha producido en otras áreas del co­
nocimiento . De acuerdo con Martínez -Frías et al. (2004)
varias dis ciplinas científicas fueron capaces, hace tiempo,
de extrapolar sus ámbitos de actuación al espacio exte­
rior. La (astro)física, la (cosmo) química o la misma inge­
niería aeroesp acial fueron la consecuencia conceptual de
una necesidad científic a y tecnológica. El simple resulta­
do del a vance del conocimiento, como un intento más de
entender cómo se enmarcan nuestros modelos terrestres
en un contexto más amplio. P or eso, lo que ayer podría
p arecía algo extraño y novedoso %incluso controvertido
entre los científicos de la época%, actualmente no sólo
está aceptado con total normalidad, sino que constituye
el pilar consolidado de numerosos des cubrimientos re­
cientes sobre el universo. Además, esta evolución de la
mineralogí a no es un proceso restringido exclusivamente
a nuestra época. Hoy s abemos que el concepto de mineral
ha sufrido a lo largo de la historia una serie de cambios y
adaptaciones a los conocimientos de la época, e special­
mente durante el siglo XX. Tal y como indica Lunar (2006),
el conocimiento de la naturaleza cristalina de los minera-
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les y d e a s p e c t o s c r i s t a l o químicos, fí s i c o quími cos y
genéticos, han infl uido en las definiciones que a lo largo
del tiempo se han establecid o . Sin embargo, como sucede
con muchas otr a s definiciones formales en Ciencia, for­
mular una definición exacta no es tarea fácil. Desde una
perspectiva clásic a, los minerales son constituyentes na­
turales y homogéneos de la corteza terrestre . Son sustan­
cias cristalinas, p ero en algunos casos el grado de orden
de la materia mineral puede llegar a ser muy es caso, prác­
t i c ament e e s a m o r f a . Se forman medi ante p r o c e s o s
inorgánicos, p e r o a veces la interacción de animales y
plantas es evidente en muchos de ello s . El mineral debe
resp onder a una composición quími ca defini da que s e
pueda expresar mediante una fórmula, pero s on muy fre­
cuentes las sustituciones de elementos de características
químicas p arecidas, lo que hace variar las proporciones
estequiométricas de una manera significativa, y los lími­
tes admitidos para tales variaciones no están en general
establecidos y a s í, las excep ciones e indeterminaciones
invalidan en rigor cualquier definición. Una de las defini­
ciones más aceptada a pesar de las limitaciones, es la pro­
p ue s t a e n 1 9 2 3 p o r la S o c i e d a d A m e r i c an a d e
Mineralogía. Dice a s í : « Una especie mineral es una sustancia
natural, homogénea, de origen inorgán ico, con composición
química definida o variando entre ciertos límites, y que posee
propiedades físicas características y normalmente una estruc­
tura cris talina» . De las distintas definiciones que se han
establecido, existe acuerdo al menos en que el mineral
debe ser un compuesto natural, homogéneo, cristalino y
con composición química definida, pero no fij a . Reciente­
mente, la C omisión de Nomenclatura Mineral y Nuevos
lVIinerales (CNMMN) de la IMA, a petición de la comuni­
dad mineralógica, ha dado una nueva definición de mine­
ral, comp atible con los recientes avances tecnológicos :
« Una sus tancia m ineral es un sólido natural formado por pro­
cesos geológicos, bien la Tierra o en cuerpos extraterrestres.
Una especie m ineral es una sus tancia mineral con composición
quím ica y propiedades cristalográficas bien definidas, y que
merece un nombre ún ico» (Nickel, 1 995, N ickel y Grice,
1 998) . Pero, tal y como indica Dorschner (2003), sería de­
seable modificar esta definición, s obre todo cuando se
abordan los problemas del p olvo cósmico, extendiendo el
término de « sustancia mineral» y ampliando el concepto
de «procesos geológicos» como «procesos específicos de
formación mineral» . De esta manera se des cribirían más
apropiadamente fases minerales que ap arentemente se
encuentran individualizadas en nubes de polvo cósmico
alrededor de estrellas o en otros contextos similares. E ste
mismo autor sugiere que otra posible ampliación o actua-·
lización de la definición estaría relacionada, con el térmi­
no « cristalino» . En el medio interestelar son muy comu­
nes las sustancia s amorfas y algunos mineralogistas se re­
sisten a aceptar que las sustancias amorfas son auténticas
especies minerale s . Esto sobre todo se debe a la dificultad
para determinar si la sustancia e s un auténtico compuesto
quím i c o o una m e z c l a y a la im p o s i b i l i d a d de
caracterizarla completamente; el término mineraloide se
aplica en ocasiones a dichas sustancia s . Afortunadamente
el a v a n c e de l a s t é cni c a s a n a l í t i c a s , e s p e c i almente
espectros cópicas (IR, Raman, NMR, etc . ) está haciendo
que ello cambie ya que permiten, a menudo de maner a
m u y e fe c t i v a, l a i dentifi c a ción inequívo c a de f a s e s
amorfas . Otro problema relacionado son las denominadas
sustancias metamícticas : aquellas que en algún momento
fueron cristalinas, pero que su cristalinidad se ha destrui­
do por la radiación ionizante . Si realmente se verifica que
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2: Meteorito de tipo condrítico (condrita NWA 2892 (H/
L3) http://www. meteorites. com . au/features/nwa2892images.html
FIGURA
estas sustancias se formaron por procesos geológicos nor­
malmente se aceptan como especies minerales . A ctual­
mente, con el uso de determinadas técnicas, también es
posible «restaurar» la cristalinidad original e identificar
qué eran.
Existen varios modelos que intentar explicar la forma­
ción de granos de polvo en el espacio (Gail, 2003) . Desde
el punto de vista teórico, los cálculos de composiciones
de e quilibrio químico de mezclas s ólido-gas han demos­
trado ser herramient a s muy útiles . Sin embargo, esto
debe entenderse sólo como una primera aproximación
ya que se a sume que la mayor p arte de los sistemas rea­
les no se encuentr an en e s t ado de e quilibrio quími co .
Para el c a s o de sustancias puras, el p roblema de deter­
minar el e quilibrio quími c o entre varias esp ecies en una
mezcla, con una pre sión total p y temperatura T y un
número de moles totales de los elementos, es un p roble­
ma típicamente estándar de termo dinámic a . Para este
p roblema el estado de equilibrio corres ponde al mínimo
de la función de Gibbs G(p, T, n¡) con respecto a las varia­
ciones de las funciones molares ni de todas las especies
gaseosas y s ólidas i que pueden formarse a partir de los
elementos contenidos en el sistema . Con respecto al pro­
ceso de crecimiento de los granos de p olvo, la evapora­
ción y crecimiento de un ens amblaj e de granos de polvo
viene determinado por dos procesos básicamente dife­
rentes (Gail, 2003) : a) los que extraen o añaden material
de la fase gaseosa, desde o a la superficie de un grano y
b) procesos de transporte en la fase gaseosa que, bien
aportan el material neces ario p ar a el crecimiento de las
p artículas, o se llevan el material evaporado de los gra­
nos . Este mi smo autor propone que el proceso más s im­
ple de crecimiento de granos de p olvo en el esp a cio es
aquel donde la composición químic a del condensado e s
l a misma que l a del vap or, como p or ej emplo la conden­
s a ción de átomos de hierro dentro de hierro s ólido o la
de molécul a s de H20 en el hiel o . E s to e s lo que s e deno­
mina crecimiento homomolecular, en contr aste con el
crecimiento heteromolecul ar, donde el vapor tiene una
composici ón química diferente de la del sólido . Se asu­
me que, entre los abundantes minerales cósmicos, sola­
m e n t e el h i e r r o se f o r m a p o r c r e c i mi e n t o
homomole cular. Por el contrario, todos l o s compuestos
s ilicatados y los de aluminio y c al cio se descomponen
durante la evaporación y el crecimiento se produce debi­
do a proces o s heteromoleculare s .
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L a defini ción de as tromin erales s e aplica a a quellos
materiales de origen p r e s o l a r que s e encuentran en
m ateri ales meteorí t i c o s p rimitivos que y a exis tían an­
tes del c o l a p s o de la nebulo s a solar. E s t o s materiales
pue den p r e s ervar g r anos cir cune stel ares, grano s for­
mados en explo siones de sup erno v a s y granos forma­
dos o modifi c ados dentro del medio interestelar (in­
cluyendo g r a n o s que e s t a b an p r e s en t e s en la nub e
molecul a r premolar ) . L o s a s trominerales t ambién pue­
den encont r a r s e en meteoritos quím i c amente p r imiti­
vos (ej . condritas c a rboná c e a s ) , micrometeoritos pola­
res (Fig . 1 ) y p artí cul a s de polvo interplanetario (IDP s)
( B r a dley, 2 0 0 3 ) . E l término m i n eralogía espacial e s mu­
cho más amplio (y t ambién se ha utili z a d o de m anera
m á s ambigua) r e firién d o s e norm a lmente a l a
mine r a l o g í a común d e l o s meteoritos (Figs . 1 , 2 ) , sin
e s t a connota ción temporal p r imigenia y a minerales
i dentifi c a d o s en otros p l anet a s ( ej . hematites y j arosita
de M arte, etc. Fig. 3 ) o minerales lunare s . La colabora­
ción científi c a entre geologí a p lanetaria, astrofí s i c a y
a s t roquím i c a res olverá en el futuro algunos conflictos
termino l ó gi c o s , que en p arte s e deben al des arrollo
aún incip iente de l a miner alogía de l a materia extrate­
rre s tre, aunque l o s avan c e s de l o s d e s cubrimientos
que s e vienen produ ciendo imp l i c a r án neces ariamente
continuas revisi one s y a ctualizac ione s .
L o s a s tromine r a l e s p r e s entes e n I D P s incluyen: a)
m a t e r i a o r g á n i c a , s i endo el c arbono p r e d ominante­
mente amorfo y p ar ci almente grafítico; b) nano-dia­
m ante s : que constituyen el tipo más abundante de gra­
nos presolares en meteoritos condríticos, con un tama­
ño de entre 1 a 10 nm de d i ámetro; c ) otros granos
p r e s ol ar e s p r e s entes en meteoritos muy p rimitivos :
d i am a n t e s , c a rb u r o de s i l i c i o, g r a f i t o , c o r i n dón y
nitruro de s i l i c i o ; d ) s i l i c atos, p rincip almente
F I G U RA 3 : I m agen tomada en Marte (zona d e Meridiani
Planum) por la cámara panorám ica del robot Opportunity
(Mars Explorabon Rover) . Se mues tra un detalle del aflora­
miento denominado «El Capitán» . Obsérvese la laminación pa­
ralela y la existencia de diminutas esferas, principalmente de
hematites. En este afloramiento es donde se descubrió por pri­
mera vez la jaros ita marciana.
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fo r s t e r i t a y ens t a t i t a y s i l i c a t o s vítreos cono c i d o s
como GEMS (glass wi th em bedded m etal a n d sulfides ) , y
e) sulfuros de F e - N i, p rincip almente pirrotina p obre
en Ni, p entlandita, troilita, y e s falerita. Recientemente
s e ha d e s cubierto un s ulfuro de Fe - Ni con es tructura
cúb i c a de tipo e s p inel a, con una comp o s i ción s imilar a
l a s de l a p irrotina y p entlandita, ap arentemente cerca­
na a la p irrotina hex a gona l .
I M P O RTAN CIA M I N E RA L Ó G I CA D E L O S M E ­
TEORITOS
Se l l a m a meteoritos a los fragmentos de asteroides y
p lane t a s que vi aj an p o r el e s p a cio, y cho c an contra l a
superfi c i e de l a T i e r r a o de o t r o cuerp o p l anetar io,
donde s on recogidos (Muñoz E s p a d a s et al. 2005) . Del
tipo de materia extraterrestre que nos llega del e s p a­
cio, los meteoritos sensu s tricto s on, sin duda, los más
imp ortantes y l o s que nos proporcionan una informa­
ción miner alógi c a más representativa, a e s cala e s p a­
cial y temporal, de l o s procesos o curri dos en el s iste­
ma solar (Figs 1 y 2 ) . A fecha de diciembre 1 9 9 9 s e ha
observa do c aer unos 1 . 000 meteoritos (Gra dy, 2000),
aunque e s t o s olo r ep r e s enta una p e queña frac ción de
los obj e t o s que nos lleg an, l a mayoría de los cuales s e
p r e c i p i t a n a los o céanos o en áreas despobla d a s . A l
contrario, s e h a n encontrado m á s de 20 . 0 00 meteori­
tos, mucho s de ellos a p artir de 1 9 69, cuando s e des cu­
brió que é s t o s se a cumul an y conservan en c antidad
en l a s sup erfi cies hel a d a s de la Antárti da, y en des ier­
�
tos como el de Atacama o los del norte de Á fri c a . Sin
emb argo, apenas s e r e cupera un 1 % de las tone l a d a s
de mate ri al extraterr e s tre q u e a l c anzan l a superfi cie
de l a Tierra c a d a dí a .
Ant e s de 1 9 62 s e hab ían reconocido uno s 4 0 minera­
les en meteorito s . En 1 9 72 otros 47 minerales fueron
añad i d o s a los anteriore s . H o y, s abemos que se han
d e s c r i t o unos 3 0 0 m i ne r a l e s , número que c ontinúa
increment ánd o s e de a cuerdo con los nuevos estudi o s .
Aunque no e s el obj etivo de e s t a contribución des cri­
bir y explicar p ormenorizad amente los meteoritos y su
c l a s i fi c a c ión (p ara más información, ver p or ej emplo
Wa s s on, 1 9 7 4, 1 9 8 5 , B u ch w a l d , 1 9 7 5 , D o d d , 1 9 8 1 ,
Kerri dge and Matthews, 1 9 88, P a p ike, 1 9 98, McSween,
1 9 9 9 , G r a d y, 2000, N o rton, 2 0 0 2, Rus s ell and Gra dy,
2002, H utchis on, 2004; Martínez-Frías y Madero 2 0 0 5,
entre o t r o s ) , l a información tip ológica b á s i c a sobre su
clas ifi c a ción eviden c i a su complej i d a d mineralógi c a y
geo quím i c a, inclus o dentro de c a d a categoría y grupo
e s p e cí fi c o s . Por ello, no e s r e a lmente correcto hablar,
de manera general, de mineralogía de meteorito s . Si
nos det enemos, por ej emplo en los lititos, y dentro de
ellos, en l a s condritas, y dentro de ellas, en un deter­
min a d o grup o, veremos que no e s apropiado intent ar
realizar una des crip ción mine r alógi c a de conj unto, sin
e s p e ci f i c a r s i nos referimos a los cóndrulos (Fi g . 4 ) , a
l a s C Als, a la matriz, o a otras inclus iones . Nos centra­
remo s a demás, p o r su extraordinaria abundancia y c a ­
r á cter p rimitivo, en los meteoritos de origen asteroi dal
( > 9 9 , 9 % del total), excluyendo p o r t anto los proce den­
tes de la Luna y Marte.
Sobre l a base de su contenido en dos tipos de mate­
riales, hierro-níquel metálico y s ilicatos, exis ten tres
c a t e go r í a s b á s i c a s d e m e t e o ri t o s : s i d e r i t o s ( I r on s ) ,
p r á ct i c a mente el 1 0 0% met al, s i derolitos (Stony irons ) ,
c a s i iguales propor ciones de metal y sili catos, y lititos
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FIGURA 4 : Detalle a l m icroscopio de polarización d e cóndrulos
in terpene trados (condrita H4 de Cañel las); diámetro del
cóndrulo de mayor tamaño: 400 f-Lm. (Muñoz Espadas, 2003)
o aerolitos (Stony), p rincipalmente s il i c a to s . E s tos úl­
timos, c omp renden a su vez dos s ub grup o s importan­
tes : condritas y a condritas . Las condritas s on, con mu­
cho, las más num e ro s a s y p r ob ablemente t ambién l a s
más import ante s por muchas di s tint a s r a zones (inclu­
so de tipo a s trobiológico) y toman su nombre de l o s
cóndrulos, q u e pueden definir s e c o m o m a s a s c a s i e s ­
fér i c a s de tamaño milimétrico de s il i c a tos, y más rara­
mente metal y/o sulfuros, que s e en cuentran pres en­
tes en l a m ayor p arte de las condrita s . A las condritas
s e l a s ha comp a r a d o con r o c a s s e d iment arias forma­
d a s a p a r t i r d e m a t e r i a l e s nebul a r e s p r imitivos
p r e e x i s tentes; c o n d i s tintos o r í g e n e s , reun i d o s p o r
acre ción e n los a s teroi des . En e l l a s s e encuentr an, ade­
más de l o s cóndrulos (Fi g . 4 ) , las inclus iones de C a, Al
( C A l s ) , a g r e g a d o s ameboi d a l e s d e o l i v ino, granos
inter e s t e l a r e s y p a rtí cul a s o p a c a s de g r ano grue so,
englob a d o s todos ellos en una matriz de grano fino .
E s tos componentes ap are cen en d i s tint a s proporciones
en c a d a tipo de condrita, reflej ando p rob ablemente
sus diferentes ambientes de formación, y la heteroge­
nei d a d de l a nebul o s a s olar primitiva (Muñoz - E s p a ­
das et al . 2005) . Al igual que l o s cóndrulos, también
las CAls s e form aron con anteri o r i d a d a su incorpora­
ción en las condrit a s . Son los materi a l e s m á s antiguos
del Sis tema Sol a r, datado s en uno s 4 . 5 6 0 M . a . por Rb­
S r y P b - P b e n el m e t e o r i t o de A l l e n d e ( C h e n y
Was s erburg, 1 9 8 1 ) . Aunque su forma e s variable, l a
m a yo r í a de l a s C Al s p r e s en t an una e s t ructur a
concéntri c a form ada por c a p a s de diferentes minera­
les refr a ct a r i o s ( ej . : corindón, hiboni t a, p erows kita,
anortita, melilit a y e s p inela) . Sus minerales y textur a s
s e h a n reproducido exp eriment almente, c alentando a
temp e r atur a s de hasta 1 . 700ºC, y enfri ando p o s terior­
mente a un ritmo de una s p o c a s decenas de grados por
hora ( B rearley y Jones, 1 9 9 8 ; M cSwe en, 1 9 9 9 ) .
L a s condritas (Fig. 2) se dividen en cuatro clases con
13 grup os, s egún su comp o s i ción quími c a : condri tas
enstatít i c a s (E: EH y EL), condrit a s c arboná ceas (C : CI,
CM, CO, C V, C R, CK, CH Y C B ) , condritas or dinarias
( O : H, L Y LL) Y condrit a s Rumuruti (R) . E s tas última s
son u n a c l a s e defini d a recientemente, al encontrarse
cinco meteoritos de las mi smas c a r a cterísticas, núme­
ro mínimo ne c e s ario p a r a nomb r a r una nueva c l a s e
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(McSween, 1 99 9 ; B i s choff, 2 0 0 1 a, b) . Una clase adicio­
nal, las condrit a s K a k an g ari (K) no está aún reconoci­
da por t o d o s los autores (Wei sberg et aL , 1 9 96) .
L a s acondritas son lititos s in cóndrulos . El término
s e refiere d e s de a cond r i t a s extrañas, inten s amente
recristali z a d a s y p arci almente fundidas, a rocas ígneas
más nume r o s a s y mezclas me cánicas (brechas) de frag­
mentos í gn e o s deriv a d o s d e ello s . E s t os met eoritos
s on obj e t o s muy d i v e r s o s , que i n c luyen d e s d e
condritas c a s i p rimitivas a rocas monominerales, simi­
lares a las dunitas o p iroxenitas terrestres y que s e a s e ­
mej an a l o s b a s altos en s u textura y mineralogí a . D e
a cuerdo c o n B i s choff ( 2 0 0 1 a y b), l a s a condritas inclu­
yen a) l a s d e n o m i n a d a s a c o n d r i t a s p r i m i t i v a s :
acapul c o i t a s , winonaitas y lodranit a s, b) aunque con s ­
tituyen un grup o indep endiza do, c o n entidad p r o p i a,
los meteoritos SNC a los que se ha a s ignado un origen
m a r c i a n o ( s h e r g o t t i t a s , a n c l i t a s y ch a s s i g n i t a s y
ALH840 0 1 ) , c) aubritas, ureilitas, angritas y l a s H E D
(howarditas, eucritas, diogeni t a s ) y d) también como
un grupo con enti d a d p r o p ia, las lunaitas (meteorito s
lunares) .
L o s s i d e r o l i t o s s e e n cu a d r an normalmente e n
p allasit o s y m e s o s iderito s . L o s p rimeros consis ten d e
c r i s t a l e s o f r a gm e n t o s d e c r i s t a l e s d e o l i v i n o
magn e s iano e n una matriz contínua d e Fe, N i met áli c o .
L o s mes o s i d eritos pueden definir s e como mez clas m e ­
c ánicas, m á s o meno s re c ri s t a l i z a d a s, de s il i c at o s y
metal .
Por último l o s si derito s se consi deran deriva dos de
una gran variedad de cuer p o s p a dre y s e han i dentifi­
c a do uno s 60 grup o s sobre l a base de sus cara cterísti­
c a s geoquímicas, e s timaciones de la p auta de enfria­
miento y e d ades de exp o s i ción. B á s i c amente, s e clasi­
f i c a n en h e x a e d r i t a s , o c t a e d r i t a s y a t a x i t a s
( fund ament a lmente aleaciones d e Fe - Ni, en forma de
kamacita y t aenita.
C O N S I D E RA C I O N E S F IN A L E S
L o s estudios de a s tromine r alogía y mineralogía e s ­
p ac i al e s t á n cons olidándo s e medi ante l a relación de l a
geología p l anetaria, l a a s trofí s i c a y l a astroquími c a,
sin o l vi d a r el imp o r t an t í s imo p ap e l que j uegan l a s
nue va s técnicas e s p e ctro s cópicas, s obre todo p a r a l a
realización de anál i s i s de manera remota e « in s itu» .
E s cierto que muchos conceptos s obre estos temas s e
e s t án a b o r d an d o sin d i s p on e r aún de mo d e l o s
genéticos a p ropiados e n nuestro s i stema sol ar, que ex­
p l i quen c l a r amente el origen y l a e volución de las dis­
tint a s fas e s miner ales en sus distintos contextos . Ade­
más, p or una p arte l a Tie r r a tiene muchas de l a s cl aves
p a r a ent e n d e r los p r o ce s o s d e s a r r o l l a d o s en o t r o s
mundos, p e ro s e h a n des cubierto t ambién nuevos e s ­
cenarios m i n e r alogenéti c o s en nub e s int e r e s t e l a r e s ,
q u e imp l i c an la revis ión d e algunos fund amentos s o ­
bre form a c i ón miner al, b a s a d o s e x clu s i vamente e n
mo delos p l anetarios terre stre s . A l a informa ci ón pro­
cedente de l o s meteorito s , IDPs, e t c . , hay que unir l o s
datos miner al ógi cos obten i d o s g r a c i a s a las misiones
e s p a c i a l e s a l a L un a, M a rte, los s atélites hel a d o s y
otros cuer p o s p l anetario s . Se abre un futuro muy p ro­
metedor p a r a l a mineralogía extraterres tre, con nue­
vas p regunt a s a res olver; todo un des afío científic o y
te cnológi c o que ya e s imp a r able y que tras ciende l a s
fronteras d e l a Tierr a .
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2006 S E M I N A R I O S
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AGRADECIMIE NTOS
D e s e am o s a g r a d e c e r a l a S o c i e d a d E s p a ñ o l a d e
Mineralogía su apoyo institucional p or impulsar e l desa­
rrollo de la astrornineralogía y mineralogía esp acial en
España. Asimismo, deseamos expresar nuestro agradeci­
miento al Museo de las Ciencias de C astilla -L a Mancha,
en particular a su director, Jesús M adero, con cuya ayuda
hemos contado en todo momento. Finalmente, gracias al
Centro de Astrobiología, p or su colaboración en esta ini­
ciativa.
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