Gipuzkoa Euskadi España/Mundo ANTONIO MENDIZABAL, PSIQUIATRA "Todo drogadicto necesita amor y trabajo para superar su situación" Su incursión en la psiquiatría arranca a mediados de los 60. Los pacientes procedían de las clases pudientes guipuzcoanas, hasta que su carrera experimentó un giro de 160 grados tras conocer a un heroinómano de Zumarraga. Desde entonces, ha atendido a más de 6.200 pacientes J.N. DONOSTIA. Mendizabal recibe a este periódico en el salón de su domicilio de la calle Urbieta de Donostia sentado al piano, en el que interpreta con virtuosismo Sherzo 2º de Chopin. Es suficiente el primer golpe de vista para comprobar que no se trata de un psiquiatra al uso. "La obra es dificilísima, imaginad esta melodía en un gran teatro", sugiere el facultativo, concentrado sin dejar de aporrear las teclas. Sorprende que un hombre como usted comenzara a interesarse por los heroinómanos. Todo comenzó con un chico de Zumarraga que, en la década de los 80, había oído hablar de mí en la prisión de Martutene. Hasta entonces me había dedicado a atender a personas más bien pudientes, pero como me preocupé por su situación, la gente se empezó a animar y acabó llegando tras él una oleada de heroinómanos. El psiquiatra Antonio Mendizabal.FOTO: IKER AZURMENDI ¿Esta situación no le llegó a desbordar? No, pero no fue fácil. Primero vinieron todos los drogadictos de Zumarraga y después del resto de pueblos de Gipuzkoa. Mi consulta se convirtió en un centro de tratamiento de droga desmedido, y mi vida en una especie de novela: más de 2.000 personas llegaron a concentrarse frente al portal de casa, se organizaron manifestaciones en mi contra, realizaron pintadas deshonrosas en las paredes del Buen Pastor... ¿Por qué? Porque era el primero en tratarlos, y nadie entendía que se tuviera que dar medicación a un heroinómano. Hasta entonces se tendía a pensar que no era un asunto de enfermos, sobre todo desde Proyecto Hombre, que no admitía de ningún modo que se les medicara. Aquello me produjo gravísimos problemas, y además se me acusó de alargar los tratamientos para forrarme, algo que me dejó estupefacto porque de ningún modo era así. ¿Se convirtió en el primer facultativo en medicar a heroinómanos en todo el Estado? Sí, y se llegó a dictar mi procesamiento por ello, por administrar un tratamiento a estas personas. Conseguí que el juicio finalmente no se celebrara porque supe convencerles con mi argumentación. ¿Qué cuadro presentaban aquellos pacientes de los años 80? Insomnio resistente a toda medicación, sudoración profusa, dolores músculo-articulares, una desgana y angustia insoportables y depresión. Usted, evidentemente, vio en todo ello la necesidad de iniciar un tratamiento farmacológico cuanto antes. Sin duda. Estas personas, además, tenían muchas diarreas y vómitos, lo que hacía necesaria una medicación para frenar todos esos síntomas. ¿Y comenzó con la metadona? En realidad, el primer paciente al que traté con medicación antidepresiva me dijo: 'yo con eso no hago nada. ¿Por qué no me receta Tilitrate ? Otros pacientes comenzaron a hacer solicitudes del mismo tiempo, tanto, que comenzaron a llamarme El tili . ¿Qué es eso de 'Tilitrate'? Un analgésico para el dolor de muelas. El paciente me decía que cada vez que hacía una farmacia , se iba directo a por el tili y se lo llevaba todo. Al parecer, al paciente le iba bien, aunque el problema es que su efecto pasaba muy rápido. ¿Qué le aconsejó usted a aquel paciente? Tenía 33 años y nunca se había emparejado ni había trabajado. Para suspender la medicación me di cuenta de que era preciso que su vida estuviera ocupada. Como la pareja sentimental no se improvisa de un momento a otro, siempre le insistía en que para suspender la medicación tenía que empezar a vivir de otra forma, vamos, que trabajara. ¿Y qué le respondió? Que no tenía trabajo, aunque tampoco se movía para buscarlo. Después de muchas discusiones, me lo confesó con cierta autosuficiencia, con una frase que fue de lo más elocuente: "Todavía está por nacer la persona que me vaya a meter en la rueda de esta puta sociedad". Eso fue lo que me contestó. Un argumento contundente... Sin duda, éste no se iba a arreglar con pastillas. Fue lo primero que pensé. La verdad es que las pastillas no le hacen a uno trabajador. Y fue a partir de ese momento cuando me di cuenta de que había dos cosas que necesitaban estas personas para superar su situación: amor y trabajo. Caí en la cuenta entonces de que de cien drogadictos, tuvieran la edad que tuvieran, la mitad no había trabajado ni se había emparejado nunca. De los otros cincuenta, 25 siempre habían trabajado y no tenían nada de suerte en amores. Los otros 25 siempre estaban emparejados pero no tenían trabajo. Éste es el resumen de la verdadera problemática. En realidad, la vida del hombre normal se basa en la teoría de los tres ochos: ocho horas se duerme, otras tantas se trabaja y ocho más se dedican al ocio. Desgraciado el que no lo cumpla. Haznos tu página de inicio | Visite también www.noticiasdealava.com | www.noticiasdenavarra.com © NOTICIAS DE GIPUZKOA Avda. Tolosa 23 · 20018 Donostia · GIPUZKOA · Tel 943 319 200 · Fax Administración 943 223 900 · Fax Redacción 943 223 902 Enlaces patrocinados: Inmobiliarias | Disfraces | Agencias de publicidad | Tiendas de electrónica | Cirugía estética | Inmobiliarias | Asesorías | Peluquerías | Muebles | Clínicas | Seguridad | Mudanzas | Viajes | Hostales | Taxis | Hogar | Hoteles | Cerrajeros | Farmacias | Rótulos | Armarios | Trabajo |