El conocimiento es un tipo de información que se busca, se atesora

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Características generales del conocimiento:
un decálogo gnoseológico
José Luis Díaz
Facultad de Medicina, UNAM
A pesar de lo diferentes que parecen los diversos tipos de conocimiento, hay elementos
comunes que mantienen la noción general de conocer. El conocimiento es una relación que
se establece entre un sujeto y un objeto por medio de la cual el sujeto desarrolla esquemas
de representación-acción y, en consecuencia, una capacidad adecuada sobre el objeto que, a
su vez, modifica su acción y es modificada por ésta de manera adaptativa. En esa relación
intervienen de manera central un conjunto de datos por los cuales el sujeto considera que su
saber es válido y una creencia, o un conjunto de ellas, que sustentan sus conclusiones como
certeras. La persona adquiere certeza de algo por medios diversos, sean éstos la percepción,
el razonamiento, la imaginación, la confirmación de otros, las fuentes de información
humana, la manipulación de un objeto, la afinación de un movimiento o la vivencia de una
situación. La refutación de un conocimiento es también una experiencia directa. Es decir, el
conocimiento se da siempre en un contexto, en una relación de circunstancias, y es este
contexto la clave para que ocurra.
El conocimiento dista de ser una imagen o representación pasiva de un objeto como lo
sugiere la idea tradicional del conocimiento como el aprehender o capturar un objeto, lo
cual requiere plantear un objeto trascendente y un sujeto igualmente trascendente. Para que
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el conocimiento pueda surgir, la criatura o el sujeto deben comportarse activamente hacia el
objeto y la relación entre ambos consiste en una serie de operaciones gnoseológicas
particulares como percibir, atender valorar, razonar, imaginar o manipular información
referente al objeto. La representación que surge como resultado de la concatenación de
estas operaciones desemboca en una modificación del comportamiento y la acción
producida manifiesta tambien claramente el papel activo del sujeto, ya que el conocimiento
se traduce en un cambio conductual del individuo que refleja el proceso mismo de
adquisición de información que llamamos aprendizaje. De esta manera podemos afirmar
que es sólo en un proceso de interacción entre objeto y sujeto que puede surgir el
conocimiento. De hecho podría decirse que el conocimiento es un esquema dinámico de tal
interacción. En este punto es importante referirse a la plasticidad cerebral, es decir a la
capacidad del encéfalo de modificarse por la experiencia y por el aprendizaje, lo cual, entre
otras cosas, hace obsoleto el debate entre lo innato y lo aprendido pues la plasticidad es una
propiedad innata que opera a lo largo de la vida y permite la reorganización de las
representaciones y el aprendizaje.
La relación entre sujeto y objeto que denominamos conocimiento es una unidad dinámica
con dos polos. Por un lado el objeto determina en buena medida la representación y por
otro están la conciencia y las propiedades mentales que antaño se llamaban razón o
entendimiento y que en una maniobra productiva establecen la representación del objeto. Y
si bien una clave fundamental del conocimiento está en la representación, no son los
procesos mentales particulares ligados a ella lo que mejor definen al conocimiento, sino una
resultante de operaciones mentales, comportamientos particulares e interacciones entre el
organismo y el objeto en los cuales la representación opera, se desenvuelve y se acomoda.
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La epistemología de Francisco Varela (1990), derivada de Merleau-Ponty, llega al punto de
sustituir la representación por la enacción, es decir por una pauta sensorio-motriz de índole
cognoscitiva. Mi noción de representación es más amplia al incluir una noción práctica y
dinámica, pero implica sin duda a la pauta sensorio-motriz como constitutiva de ella.
El objeto, como algo concreto que ocurre en el espacio tiempo en oposición al sujeto como
algo abstracto fuera de estos parámetros son nociones que se disuelven en la práctica y en el
tiempo real. Ambos, sujeto y objeto, pueden tomarse tanto como entidades concretas en el
sentido de cosas, elementos o procesos existentes en el mundo o bien como entidades
abstractas en el sentido de que se trata de términos o conceptos fabricados por el sistema
mente-cerebro. Todo lo que percibimos, pensamos, inferimos, incluido el lenguaje común y
el matemático, es producto de la función cerebral o la función misma que algunos
consideran constituye la mente. Sin embargo, si queremos ser insidiosos, podremos agregar
que también el cerebro es un objeto más de ese mundo de la mente, lo cual dibuja una
paradoja de Hofstadter.
En el marco de estos conceptos generales y de una epistemología enraizada y derivada de la
ciencia cognitiva, será ilustrativo terminar este trabajo especificando las siguientes diez
características del conocimiento.
1) El conocimiento es representativo y simbólico
De acuerdo con la fenomenología y la ciencia cognitiva, la información propia de las
actividades mentales es de tipo representativo, o como se dice actualmente
representacional; es decir que tiene contenido, es acerca de algo, tiene “intencionalidad”.
La epistemología clásica tambien define al conocimiento como una relación que se
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establece entre un sujeto y un objeto por la cual el sujeto recoge información del objeto y
con ella constituye una representación. Una de las tareas más concretas e intrincadas de las
ciencias cognitivas ha sido la de analizar y establecer la naturaleza de las representaciones
mentales y existen posiciones muy encontradas al respecto, desde la negación de la
representación mental hasta su encumbramiento como el distintivo obligatorio de todo lo
mental.
Una hipótesis central de la llamada ciencia cognitiva clásica se basa precisamente en la
noción de representación y puede ser enunciada de la siguiente manera: el sistema mentecerebro es un órgano computacional capaz de incorporar, almacenar, manipular y expresar
información automáticamente en virtud de que realiza transformaciones en la
representación de tal información de acuerdo a una serie finita de reglas sintácticas (el
“mentalés” de Jerry Fodor). El propio Fodor (2003) acepta la limitación de esta teoría pues,
como hemos visto, hay códigos no proposicionales de representación en la emoción, la
imaginación o la solución de problemas espaciales. La representación es plástica y se
manifiesta en el uso y manipulación de los objetos; es una reconstrucción variable en
constante demanda de mayor certidumbre.
2) El conocimiento es constructivo
En relación con el origen del conocimiento los empiristas han planteado que el
conocimiento surge de los sentidos y de la experiencia; los racionalistas del pensamiento y
la razón. Hay dos intentos principales para conciliar estas dos posiciones. Con base en
Aristóteles, Tomás de Aquino propuso que el conocimiento surge de la experiencia
sensorial y del pensamiento al trabajar ambos en conjunto. Por su parte Kant afirma que el
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conocimiento tiene elementos previos a la experiencia en el sentido de que el contenido del
conocimiento procede de la experiencia, pero la forma de la razón (Hessen, 1940). A estas
formas pertenecen las categorías generales de espacio, tiempo, materia o causa propiedades
de alguna manera innatas que diríamos hoy codificadas en el sistema nervioso. Es
importante mencionar que la teoría constructivista de Kant ha recibido cierto respaldo
empírico en los estudios de Jean Piaget (1975) sobre el desarrollo intelectual de los niños
regido por cambios activos e impetuosos de adquisición u homeorresis y periodos
relativamente largos de asimilación y equilibrio u homeostasis. En su importante visión, la
psicogénesis, entendida como las etapas de adquisición de las capacidades intelectuales y
emocionales, emula de manera similar a la forma en que la embriogénesis (las etapas de
transformación del embrión y del feto), remeda a la filogénesis (la evolución de las
especies).
Teóricamente emparentadas con la teoría pigetiana, las teorías microgenéticas de la
cognición se desarrollaron como una rama de las escuelas de psicología de Wurzburg y de
la Gestalt, haciendo énfasis en la Aktualgenese, el desarrollo progresivo del proceso
cognoscitivo. La microgénesis de los procesos mentales constituye un modelo según el cual
el desarrollo del fenómeno mental evoluciona en tiempos muy cortos a través del
desenvolvimiento de etapas prematuras y preconscientes, las que se construyen y emergen
finalmente como conciencia y proceso conductual. Tambien en forma paralela a la
embriogénesis y la filogénesis, los procesos cognitivos que constituyen el conocimiento se
vislumbran como transiciones de unidades estructurales que eventualmente generan formas
nuevas y mapas inéditos.
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El caso especial del conocimiento matemático, que podría aparecer como una forma de
saber especial o aparte tanto por sus premisas como por sus pruebas de validez puede
constituir un ejemplo muy demostrativo de la construcción del conocimiento, en este caso a
partir de elementos empíricos de la información espacial y temporal del mundo,
desarrollados en planos sucesivos de abstracción hasta llegar al conocimiento formal y a
formulaciones tan relevantes como el Teorema de Godell en el sentido que la validez de
ciertos presupuestos matemáticos no es decidible dentro de los parámetros de la propia
formulación. Se trata, según Hofstadter (1979: 19) de una paradoja auto-referente.
3) El conocimiento es relativo y progresivo
Es evidente que ningún organismo reconstruye el mundo de manera absoluta. Según sus
aparatos sensoriales, su historia y su perspectiva tiene un acceso restringido a partes del
entorno y sus objetos. Captamos objetos por la percepción, la imaginación o el
pensamiento, pero sabemos también que éstos son falibles y parciales. Además, lo que
aprehendemos de los objetos son fracciones o aspectos y no esencias o integridades. Todo
conocimiento individual es limitado y esto plantea que no puede haber conocimiento
verdadero en forma absoluta. Aunque escépticos sobre a la posibilidad de conocer entes
metafísicos, los positivistas afirman la verdad de la ciencia en tanto saber intersubjetivo, lo
cual es garantía suficiente de objetividad. Sin embargo, para los relativistas culturales la
validez del conocimiento está necesariamente restringida a una cultura o a una época
histórica.
La relatividad del conocimiento no debe conducir a un escepticismo sombrío en el sentido
de considerar necesariamente incierto al conocimiento, sino sólo de validez condicional y
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circunscrita, pero progresiva. Es necesario tambien plantear que la validez del
conocimiento dependa crucialmente del nivel de habilidad del aparato representativo, es
decir de este instrumento psiconeural que he llamado mente-cerebro. Las diversas
tradiciones de ciencias, artes y sabiduría han desarrollado complejos mecanismos para la
adquisición y depuración de los instrumentos necesarios para establecer un conocimiento
de la mayor fidelidad y fiabilidad posible. El aparato cognoscitivo es limitado y deficiente,
pero tambien es considerablemente perfectible.
4) El conocimiento es metódico y normativo
Los procesos cognitivos obran mediante reglas de adquisición, derivación y aplicación de
información implícitas en los sistemas nerviosos y conductuales que las ejecutan. Esto ha
sido objeto de análisis de las nociones de conocimiento en su sentido de algoritmo o
procedimiento para resolución de problemas. Mucho antes que Bacon o que Descartes
desglosaran el procedimiento adecuado para adquirir conocimiento válido, los seres
humanos y los animales tuvieron que desarrollar procedimientos tácitos, empíricos y
compartidos para enfrentar sus problemas vitales y sobrevivir. El método de conocer es
utilizado en etapas sucesivas desde las especies inferiores hasta el desarrollo tecnológico de
la especie humana. El método no es privativo de la ciencia, es el conjunto de
procedimientos de observación, asimilación y operativos ya bien desarrollados en la especie
humana pero que han sido sistematizados, probados, pulidos y depurados a lo largo de los
últimos cinco siglos en diversos ámbitos de las ciencias.
La adquisición del conocimiento es uno de los aspectos mejor estudiados en la ciencia
cognitiva. La idea de que un sistema experto procede mediante la identificación de
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dominios y detalles técnicos o herramientas para establecer un diagnóstico de la situación
ha sido de consecuencias formidables para la programación y la solución de problemas.
5) El conocimiento es activo y productivo
El organismo reconstruye activamente al mundo y está predestinado con esquemas para
recobrarlo. Una criatura sensible entra en una relación con un objeto en ciertas
circunstancias y construye un esquema plástico de representación-acción del objeto, es
decir un procedimiento para examinarlo y utilizarlo. Este esquema, lejos de ser una imagen
pasiva, como sería una especie de fotografía del objeto almacenada en un sitio cerebral
preciso, implica una reconstrucción del objeto en la que ingresan de manera indisoluble
tanto la situación circunstancial como múltiples módulos cognitivos y el moldeo de su
conducta. A diferencia de la concepción darwiniana clásica, no es simplemente la
sobrevivencia o la muerte de los organismos lo que finalmente expresa si sus
conocimientos son verdaderos o falsos, sino el éxito o el fracaso de los actos asociados con
los conocimientos. La conducta no sólo es la salida de información o el efecto de la
cognición sobre el medio, sino un mecanismo intermediario entre el organismo y su
entorno. Las criaturas enfrentan un mismo nicho ambiental con mecanismos conductuales
muy distintos. El análisis del comportamiento del organismo en referencia a su medio son
claves para evaluar lo que el organismo sabe de ese mundo. Éste sería el postulado de una
ciencia cada vez más robusta como es la etología cognitiva, que pretende inferir la
conciencia y el pensamiento animal mediante el análisis del comportamiento, de la
comunicación y del contexto.
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En este sentido resulta conveniente la noción de conocimiento que propone Nicola
Abbagnano (1963) como la posesión de una técnica para la comprobación, descripción,
cálculo y previsión de un objeto. El énfasis de este autor no sólo implica operaciones
gnoesológicas particulares, sino la disponibilidad de una regla para utilizarlas, lo cual debe
tambien tomarse como una propiedad cognoscitiva ligada a la inteligencia, pues tal sistema
se basa precisamente en un esquema dinámico de operación y requiere de habilidades
particulares para desempeñarse con éxito. En este sentido el conocimiento viene a ser
identificado como una competencia o capacidad para actuar adecuadamente.
6) El conocimiento es aplicado
El conocimiento humano en general y el científico en particular no consiste en la mera
acumulación de representaciones, esquemas y conceptos sobre hechos o procesos del
mundo, sino tambien en la generación de modelos y teorías, sistemas explicativos que
interpretan la realidad y predicen su devenir. En su camino hacia el conocimiento, la
creencia provisional puede tomar características más metódicas al convertirse en una
conjetura, en una especulación que puede ponerse a prueba mediante la observación o el
experimento. Las hipótesis científicas son esencialmente conjeturas particularmente
precisas, verosímiles y contrastables, es decir probables o refutables.
El aspecto pragmático del conocimiento queda plasmado en la producción de artefactos y
finalmente en la generación de tecnología. De esta forma la representación establece con
los artefactos una relación de enriquecimiento recíproco. Por ejemplo, la Revolución
Industrial fue posible cuando la observación y la experimentación afectaron la economía,
como sucedió cuando la electricidad y el magnetismo descubiertos por la ciencia fueron
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controlados y utilizados en dinamos o motores y a la inversa, cuando el análisis científico
del motor engendró a la termodinámica. En la actualidad presenciamos un enriquecimiento
mutuo similar entre la computación y la ciencia cognitiva: las operaciones mentales se
simulan en la computadora y el análisis de la máquina enriquece la epistemología.
7) El conocimiento es adaptativo
La evolución de la vida sobre el planeta es, desde el punto de vista de la adaptación, un
proceso de ganancia de conocimiento y varias teorías sostienen que la cognición debe de
haber sido seleccionada y depurada durante la evolución por su valor adaptativo (Wuketits,
1991). En este sentido está implícito que el conocimiento presupone una figuración del
mundo, la cual permite al organismo actuar sobre el medio de forma eficiente. Para que
esto ocurra debe existir una cierta correspondencia entre los objetos del entorno y las
estructuras cognitivas llamadas representaciones.
El conocer es un objetivo para el que hay disponible una intensa energía seleccionada desde
la necesidad de informarse sobre el mundo a pesar del riesgo. Esta motivación impulsa a la
criatura viva a trazarse un mapa del mundo para adaptarse a él. Desde este punto de vista la
fórmula puede invertirse para afirmar que la función del conocimiento es la adaptación y su
consecuencia la evolución. El deseo de saber y su satisfacción, el conocer, son el teatro de
la vida misma que no sólo ha dado origen a la ciencia sino antes a la filosofía, y aun antes,
al arte y a la técnica.
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8) El conocimiento es difuso y ecológico
El conocimiento es una interacción entre el sujeto y su medio que implica la totalidad del
organismo y no sólo una pequeña y misteriosa parte de su cerebro. Esto no implica que el
cerebro no sea determinante en el conocimiento; sin duda alguna es así y mucho se conoce
sobre la neurología de la percepción, de la memoria o, bastante menos por ahora, de la
imaginación y el significado. Sin embargo, el conocimiento no se puede delimitar a un
estado mental o nervioso concreto, el cual sería un componente necesario pero no
suficiente. Es en el organismo íntegro, con todos sus órganos y flujos de información,
incluidos sus mecanismos conductuales, donde reside el conocimiento.
Aún más, se antoja difícil delimitar al conocimiento al individuo íntegro, ya que mediante
su conducta el conocimiento se imprime en el medio ambiente y lo modifica. De esta suerte
podríamos decir que los ecosistemas, con sus complejos nichos ambientales y la intrincada
red de información en la que están inmersos cumplen con la definición de inteligencia o
aún parecen inteligentes, una sorprendente idea desarrollada, entre otros, por el singular
antropólogo y psiquiatra Gregory Bateson (1980). La urdimbre de los ecosistemas
determina que cada organismo se constituya como un elemento acoplado con otros
mediante cadenas de energía y de señales. La evolución misma no es inteligible si se
considera al organismo circunscrito y aislado. La comunicación que cada organismo
establece con otros y con el medio físico es cambiante y requiere adaptaciones que
conducen a la evolución. Entre todos ellos se establece una red pulsátil de dimensiones
imprecisas que exhiben algunas propiedades que usualmente se adjudican a la vida y la
inteligencia.
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9) El conocimiento es válido y adecuado
La verdad se ha tomado clásicamente como la adecuación entre un conocimiento y su
objeto. Sin embargo este concepto no será muy útil si no ofrecemos una robusta definición
de adecuación, lo cual ha resultado enmarañado. Este requisito de correspondencia puede
tomarse en un continuo que va desde un polo subjetivo si enfatizamos la propiedad mental
hasta un polo objetivo si enfatizamos la naturaleza del objeto. Esta diferencia contrasta a las
dos tendencias de la epistemología, el racionalismo y el empirismo. El problema de la
verdad enlaza a la epistemología con la lógica en el sentido que esta analiza las condiciones
de la verdad en tanto proposición. Algunos autores favorecen la idea pragmática de que la
verdad enuncia sencillamente la validez o la eficacia de los procesos cognoscitivos, la
verdad sería una cualidad por la cual un procedimiento cognoscitivo resulta eficaz, lo cual
es una aproximación de la ciencia cognitiva, como lo ejemplifica la argumentación hecha
por Richard Rorty ( ). El organismo posee una cierta verdad, valga el aparente pleonasmo,
en la medida en que su representación parcial y restringida le es útil para sobrevivir al
contener una dosis necesaria de adecuación. Hay, en todos estos casos, un compromiso de
veracidad. Se dice entonces que el conocimiento es necesariamente verdadero, ya que una
creencia falsa no es conocimiento sino su opuesto: es error o falacia y en el sentido práctico
inferior a la ignorancia pues conduce más frecuentemente al yerro que a la omisión. Desde
luego que el aprender de los errores y saber corregirlos es uno de los recursos más salientes
de la inteligencia y de las fuentes más robustas de conocimiento.
Más allá del problema epistemológico, hoy en día se reconoce que la verdad entendida
como la correspondencia entre la mente y el objeto es elusiva pues aún la descripción más
exhaustiva no puede constituirse en una verdad absoluta. El conocer sería más bien la
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formación de esquemas continuamente perfectibles en la búsqueda de acciones más
eficientes y mejores respuestas a los enigmas.
10) El conocimiento es manifiesto
Aunque en ningún momento podemos defender que el conocimiento es infalible, si se
puede decir que la verdad de un conocimiento adquiere un atributo especial en la
conciencia humana y este atributo es la convicción en la creencia, el saber o el
conocimiento detentados. Tal convicción puede ser subjetiva, es decir la seguridad
propiamente llamada certidumbre que tengamos sobre la verdad de un conocimiento
determinado, o bien objetiva, es decir, la certeza o garantía que podamos ofrecer sobre la
veracidad de ese conocimiento y que propiamente llamamos saber. Las dos se pueden
concebir en relación mas o menos estrecha en un continuo. Sin embargo existe la
posibilidad de una seguridad subjetiva no garantizada por criterios objetivos o
públicamente demostrables. Esto constituye uno de los tantos parteaguas que se han
interpuesto entre las religiones que demandan una certidumbre absoluta sin una prueba
empírica y la ciencia que exige la prueba de certeza aun si esta no se pueda acomodar en
una teoría explicativa adecuada. El que el conocimiento sea esencialmente explícito en la
conciencia implica que puede ser declarado de varias maneras y así volverse manifiesto
tambien en la cultura.
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DATOS DE AUTOR
José Luis Díaz Gómez
Investigador Titular
Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina
Facultad de Medicina
Universidad Nacional Autónoma de México
jldiaz@correo.unam.mx
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