EL NIVEL DECRECIENTE DE ARGENTINA EN EL MUNDO

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INSTITUTO DE ESTUDIOS ESTRATÉGICOS DE BUENOS AIRES
UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO
FACULTAD DE CIENCIA POLÍTICA Y RELACIONES INTERNACIONALES
POLÍTICA INTERNACIONAL ARGENTINA
Ensayo sobre el nivel decreciente de Argentina en el mundo
“ARGENTINA CUESTA ABAJO”
Profesor: Roberto Miranda
Alumna: Laura García Albesa
EL NIVEL DECRECIENTE DE ARGENTINA EN EL MUNDO
Consideraciones Preliminares
Hoy en día ya nadie discute que la Argentina es un país en crisis. Ahora bien, las
implicancias de dicho fenómeno sí son objeto de acalorados debates, que sin duda rebasan
el ámbito académico propiamente dicho, para insertarse en las diferentes esferas de nuestra
vida cotidiana.
Si queremos analizar lo que tal noción implica para nuestro país como pieza de un tablero
de juego internacional, resulta inevitable sentirse protagonistas de un proceso de
declinación que, en palabras de Paradiso, ha desplazado a la Argentina desde los primeros
escalones de la jerarquía internacional, para lanzarla a los suburbios del Tercer Mundo1.
Dicho acontecer, que puede casi ser visualizado, cuando no sentido en lo más profundo, ha
tenido lugar en un lapso quizá demasiado largo para nuestro entender, a menudo
cortoplacista, pero sin duda demasiado corto para quienes escriben nuestra historia.
Este proceso, cuyo punto de partida podríamos situar a principios del siglo que apenas
finaliza, muestra a la Argentina como un país próspero y en franca ascendencia, como el
tan mentado “granero del mundo”, es tan sólo el inicio de una trayectoria que hoy, lejos de
terminar, sitúa a este mismo país en una situación de marginalidad y descrédito, con su
futuro seriamente comprometido y sin un derrotero cierto adonde encaminarse.
Cómo hemos arribado a esta situación es una discusión que plantea variados matices y
múltiples respuestas. Este ensayo pretende centrarse en el área específica de la política
exterior, para describir sus orientaciones durante un período determinado y, a posteriori, a
modo de conclusión, determinar el grado de responsabilidad que pudo haber tenido en la
profundización de esa crisis en la que se entrelazan, sin duda, factores económicos,
históricos, políticos, culturales, sociales e institucionales.
1
Paradiso,J. Debates y trayectorias de la política exterior argentina, Introducción, GEL, Bs. As., 1993;
pag.13.
El período a abarcar por el presente trabajo se inicia con la reinstauración democrática en
1983 y comprende los tres primeros gobiernos constitucionales: la administración del
Doctor Alfonsín y los dos gobiernos consecutivos bajo la administración del Doctor
Menem. Se intentará analizar las políticas exteriores instrumentadas por ambos, sus
continuidades y discontinuidades y el modo en que dichos lineamientos y su correlato a
nivel interno (variable indudablemente preponderante en el análisis) resultaron o no
propicios al proceso de decadencia de la posición relativa de Argentina en el sistema
internacional. Este análisis, que no pretende ser exhaustivo, se centrará en algunos hechos o
factores de relevancia, como por ejemplo el patrón de relacionamiento con los Estados
Unidos, en tanto potencia hegemónica a nivel mundial, sin desmerecer otros tantos
elementos de no menor importancia que en esta oportunidad serán dejados de lado.
En principio se hace menester intentar una definición del concepto de política exterior,
siguiendo los lineamientos a tal fin pergeñados por Fígari. Dicho autor plantea que una
nación, inserta en un contexto internacional determinado y dentro de los límites impuestos
por tal, tiene la necesidad de realizarse junto con otras naciones. Esa necesidad de
exteriorizar sus objetivos y aspiraciones, sus ideas y sus intereses en relación con el mundo,
es lo que denominamos política exterior. La política exterior sería entonces visualizada
como el reflejo de la vida interna de una nación2.
Es en virtud de tal definición, creo posible afirmar que la política exterior de nuestra
nación ha carecido de un eje estructurante que la dotara de consistencia, se ha visto
absolutamente condicionada por la falta de un proyecto de crecimiento interno que
priorizara en forma constante y, fundamentalmente a largo plazo, los intereses nacionales.
Ello no implica, ni mucho menos, acusar de erraticidad o incoherencia a la política
exterior en sí misma, ya que si bien presenta síntomas de “incongruencia epidérmica”, en
palabras de Puig, este mismo autor ha identificado a partir de un análisis más sistematizado
de los problemas constantes en la articulación de la política exterior argentina.
También puede citarse como ejemplo en este sentido, la perspectiva estructural, que
considera a la realidad como una totalidad, es decir según una visión globalizadora y trata
de discernir todas las variables, tanto aceleradoras como reductoras que derivan del
régimen internacional imperante. Según dicha perspectiva, conforme Dallanegra Pedraza,
en la Argentina los “impactos” provenientes del contexto internacional, en el siglo XIX,
promovieron un modelo de país (el proyecto nacional decimonónico) que significaba el
acoplamiento a la estructura imperial basada en el librecambio y la división internacional
del trabajo. En conexión con este modelo, surgieron las grandes tendencias de nuestra
política exterior. Hoy, se troca Gran Bretaña por Estados Unidos, pero las “tendencias
profundas” de la política exterior se mantienen constantes.
Administración del Doctor Alfonsín. Desafíos y Primera Etapa.
De los objetivos grandilocuentes a la inviabilidad factual.
Si, como afirmara en el acápite anterior, la política exterior de la Argentina se constituye
ineludiblemente en la proyección de su política interna en el mundo, esto implica de algún
modo que en el período inmediatamente anterior al gobierno radical, nuestro país (el que
2
Fígari, G. M. Pasado, presente y futuro de la política exterior argentina, Parte I La percepción teórica de la
política exterior, Cap. I “Los fundamentos epistemológicos: La Nación y el mundo”, Edit. Biblos, Bs. As.,
1993, pags. 43,44.
contaba con una sociedad fracturada, con gran exclusión social y política, donde un sector ,
el sector anti-peronista y militar, en el caso bajo estudio, detentaba el monopolio de la
fuerza), no era cualitativamente diferente al resto de los países subdesarrollados de América
Latina, Asia y África. Dicha situación, inmersa en un contexto de Guerra Fría, nos condujo
al aislamiento. El gobierno argentino de la época percibió al mundo externo como una
amenaza. Todo lo que venía de afuera en materia política, era peligroso. Una clara
expresión de ello lo constituyó la campaña que se hacía para recomponer la imagen
argentina en el exterior. Como si hubiese alguna posibilidad de reconstruir la imagen sin
reconstruir la realidad3.
Esto condujo al período de la más grande inestabilidad política en nuestra historia, lo que
entrañó subsecuentemente la pérdida de predictibilidad de la política externa e interna del
país.
Tras dicha situación, suficientemente compleja, existe una definición primordial que
asume el gobierno entrante y que constituye nada menos que la construcción de la
democracia y la potencialización de la misma hacia una futura consolidación.
Dicha definición implica un plan correlativo a nivel de política externa. Al tiempo que
esta conceptualización de inserción internacional que la administración radical tenía en
mente al asumir el poder, no era novedoso. Por el contrario, encontraba fuertes puntos de
contacto con el que había sido el discurso de su partido en materia externa durante los años
setenta y era compartido, en sus lineamientos más amplios, por el conjunto de la sociedad
en 1983.
Habiendo definido de este modo el objetivo fundamental (y tanto más general cuanto más
amplio su cometido) aplicable a ambos planos, interno y externo de la realidad política, es
posible reafirmar que ello se plasmó en el nivel de la política externa. Es decir, la
administración radical partió del reconocimiento de ser un país independiente, consciente
de las debilidades heredadas, pero con un deseo tangible de construir su propia fortaleza, su
autonomía y su capacidad de decisión libre en el concierto mundial. Dicho corte encuentra
su justificación en un hecho profundamente sustancial: el poder político logró concentrar y
sobre todo controlar la producción y administración de la política externa; dejó de
compartir con otras fuerzas o actores la responsabilidad de decidir los diseños y las
opciones internacionales del país4.
Este, si se quiere enorme desafío, se expresó en tres objetivos concretamente
delimitados:
1. El incremento de la independencia política y económica del país, lo cual
a su vez implica promover el desarrollo, involucrando asimismo el tema
de la deuda externa y la crisis económica.
2. La búsqueda permanente de la paz y el resguardo de los derechos
fundamentales, no sólo porque se trata de bienes absolutamente
deseables para la humanidad, sino más bien porque países como el
nuestro que deben concentrar sus energías en el desarrollo, exigen y
precisan la paz para poder crecer y el respeto a la persona humana para
poder crecer libres.
UBA, Disertación del Canciller Dante Caputo, “Treinta meses de política exterior argentina en democracia”,
Bs. As., 4 de junio de 1986.
4
Miranda, R., “Los bordes del pragmatismo: la política exterior de Menem”, en Revista de Relaciones
Internacionales, Nº7, 1994.
3
3.
Impulsar la integración latinoamericana fortaleciendo de este modo la
capacidad regional, política y económica.
En cuanto al orden externo, los factores a destacar son los siguientes: la última fase de la
agudización del conflicto Este-Oeste, la crisis de la deuda latinoamericana, la crítica
situación en América Central y la existencia de dictaduras, en distinto grado de apertura en
los países del Cono Sur.
Respecto al orden interno, plano sobre el que retornaré luego, basta mencionar en
principio la fragilidad e inseguridades propias de una democracia incipiente, agravadas
ambas características por serios problemas económicos y por una fuerte demanda social en
pro de las libertades públicas y los Derechos Humanos.
Es en esta coyuntura de creciente complejidad que llegan al Palacio San Martín los
encargados de conducir la política exterior argentina, lo cual en dicho período no implicó
nada menos que reinsertar a la Argentina en la comunidad internacional y en base a lo cual
se elaboraron los objetivos expuestos ut supra.
Estos objetivos respondieron, sin embargo, al siguiente esquema conceptual en palabras
del entonces Canciller Dante Caputo:
“Hemos encarado la política exterior de nuestro país a partir de una concepción de lo que
somos nosotros mismos y para hacer una definición muy breve, pero que creo, sintetiza
nuestras ideas... Argentina es un país occidental, no alineado y en vías de desarrollo. Estos
son los tres elementos básicos de nuestra realidad nacional a partir de lo cual construimos
nuestra vinculación con el mundo”5.
Mediante tal definición lo que se buscaba era priorizar la desconexión entre el contexto
interno y el contexto internacional, considerado éste altamente pernicioso para los intereses
de nuestro país; a partir de lo cual, poder encontrar soluciones en uno y otro plano. Ello
implicó, como condición sine qua non, articular una política exterior coherente, racional,
previsible y redefinir las orientaciones de la política económica, apartándose de modelos
impuestos por la fuerza y de resultados tan comprometedores6.
En cuanto a los fundamentos y objetivos, se hace preciso volver a los enunciados
anteriormente mencionados para agregar que es en virtud de los mismos que se plantea la
política de apertura denominada de los “veinte frentes”. Dicha política implicaba que el
Presidente Raúl Alfonsín, al igual que su Ministro de Relaciones Exteriores, se
encontraba convencido de que sólo con hechos y predicando con el ejemplo, se podría
revertir la mala imagen de Argentina en el mundo, que se había formado durante la época
del gobierno militar. Esta política no suponía nada menos que adoptar un alto perfil,
dirigiéndose a los actores y países considerados afines a nuestro país, en términos de
similitud de situaciones o por comunidad de valores. Tal política, en primer lugar, cabe
destacar se puso en práctica de dos maneras diferentes aunque complementarias7.
Por un lado, se priorizó la creación de entrelazamientos internos-externos que actuasen
como disuasores frente a los sectores antidemocráticos internos y por otro lado, como
contrapartida de lo anterior, la política externa procuró una posición defensiva que
neutralizara o atemperara las consecuencias negativas de factores políticos y económicos
externos sobre el proceso de transición y restauración de la democracia.
5
Caputo, D.,op. cit.
Paradiso, J., op. cit., cap.VII “Los debates durante la etapa democrática”, pag, 183.
7
Russell, R. , Los ejes estructurante de la política exterior argentina, en América Latina Internacional, otoñoinvierno 1994, vol.1, N°2.
6
Cuando en referencia a distintas acciones llevadas a cabo por la política alfonsinista en
cualquiera de sus planos se habla de un posicionamiento ideológico o “principista”, es
evidente que dicha faceta existe y que fue de hecho uno de los factores a tener en cuenta en
la elaboración de la política externa llevada a cabo por la presidencia radical.
Dichos lineamientos, también denominados “ecos kraussistas” (en alusión a Krause,
filósofo de quien adopta algunas pautas de índole ética el ideario radical), permitieron
satisfacer distintas premisas. Por un lado, suponen un factor de continuidad con la política
exterior tradicional sostenida a través de los distintos gobiernos radicales y, vinculándose
especialmente con la tradición yrigoyenista, conllevó una concepción ética de la política
que se plasmó especialmente en el plano de las relaciones internacionales. En el caso del
gobierno del Dr. Alfonsin, ello contribuyó a conformar la imagen de una dirigencia
racional y prudente. Esto coadyuvó a su prestigio exterior, otorgándole credibilidad a su
intención de encarar en forma pacífica la controversia de Malvinas, e iniciativas paralelas,
como las vinculadas al desarme y a la integración latinoamericana. Por otro lado, es
innegable que el principismo no dejó de resultar un enfoque oportuno para enmendar
algunas huellas internas y externas de la experiencia militar, minimizando los riesgos de
eventuales críticas que pudieran ser capitalizadas por la oposición, a la vez que se
constituyó en una muestra de la vocación democrática y participativa con que encaró este
gobierno la restauración de la vida constitucional.
Algunos analistas de la política exterior de este período sostienen, sin embargo, una
opinión diametralmente opuesta a la expuesta recientemente. Para Escudé, la
administración alfonsinista optó por un “moralismo confrontacionista” que, según dicho
autor, no habría reportado beneficios para nuestro país, ya que estuvo centrado en
cuestiones en las cuales los intereses materiales vitales para la Nación no estaban en juego
y en donde, además, no se tenía el poder suficiente y necesario para influir. Agrega Escudé
que, posicionarse como una potencia moral o escudada en principios, no es una posibilidad
clara, debido a que esta categoría es desconocida en la ciencia política y en la diplomacia8.
Dallanegra Pedraza, en cambio, aceptando la existencia de una “ética como moral",
diferencia a la misma de la “ética política” . En el primer caso, las conductas de los
gobiernos deben ajustarse a determinadas pautas de moral. Por supuesto, estima el autor,
"todos" los gobiernos deberían ajustarse a estas pautas sino, algunos de ellos que cumplen
caerían en ingenuidad. En el segundo caso, las acciones deben llevarse a cabo teniendo en
consideración fundamentalmente las "consecuencias" positivas o negativas que pueden
producir. Aclara el autor que adoptar este tipo de lineamientos no debe, en modo alguno
implicar caer en el extremo de la "imprudencia" política, que también trae perjuicios a la
Nación, esta vez no por desinterés, sino por incapacidad de alcanzar objetivos que son
irreales9.
Por lo que respecta al patrón de relacionamiento adoptado por este gobierno vis a vis los
Estados Unidos, cabe destacar que desde el mismo inicio de su mandato la política
pergeñada por el Dr. Alfonsín se propuso alcanzar y desarrollar con este país una “relación
madura”, que consistió fundamentalmente en una diferenciación de niveles: un nivel donde
predominaron las “convergencias esenciales”, en el cual se situaba los aspectos que hacían
al vínculo de las relaciones bilaterales y que implicaba las visiones coincidentes, los
principios y los valores compartidos: la democracia, el pluralismo, la dignidad del hombre ,
8
9
Miranda, R., op., cit., pag. 104 y ss.
Dallanegra Pedraza, L., Política exterior argentina, “Debates”, vol. III, N°7, Abril/2002.
los derechos humanos y la libertad y, un segundo nivel, donde primaban los “disensos
metodológicos”, que daban sustento teórico a una política de apertura de un espacio
legítimo para las discrepancias políticas y económicas entre los dos países10.
Mediante este esquema conceptual el gobierno radical enfatizó, por un lado, la división
existente entre los intereses y valores del mundo occidental y los que conformaban la
identidad nacional de los Estados Unidos mientras que, por otro lado, le permitió reafirmar
la idea de institucionalizar una cierta autonomía.
Rasgos de ambas premisas conllevan iniciativas tales como el protagonismo en No
Alineados, la participación en el Consenso de Cartagena, la Iniciativa sobre Desarme, la
Integración Latinoamericana, el Apoyo a Contadora, etc, que si bien manifestaron distintos
niveles de importancia , no produjeron mas que una tensión constante, evidenciada en los
distintos acápites que conformaban la agenda política bilateral. Esto no implica que
Washington haya mirado con agrado o aprobado de alguna manera esta tendencia
autonomista que asumía la política exterior argentina, sino justamente todo lo contrario.
Se inició como consecuencia de ello una fuerte ofensiva que, bajo el título sugestivo de
“realpolitik”, se orientó a recomponer y fortalecer la dominación norteamericana en la
región, considerando a su vez que Argentina debía tomar nota de realidades básicas de la
política de poder y del orden mundial, actuando consecuentemente con dicha apreciación.
Segunda Etapa. El Giro Realista.
Una confrontación entre la agenda proyectada y las alternativas posibles.
Quizá en parte como respuesta a dicha inferencia, esgrimida por el actor sin duda con
mayor relevancia en el sistema, quizá en virtud de fuertes condicionantes internos
(fundamentalmente de índole económica) e indudablemente por no haber arribado a los
resultados esperados las políticas autonómicas implementadas por el gobierno radical es
que, entre mediados de 1984 y mediados de 1985 se gestó un proceso de cambio, que se
reflejó sobre la inserción externa del Estado. Tal proceso adoptó la denominación de “giro
realista”, asumida por la misma Cancillería. Como hechos paradigmáticos pueden
señalarse: los viajes del presidente a los Estados Unidos en septiembre de 1984 y marzo de
1985 y en el plano interno la renuncia del ministro Grinspun y su reemplazo por Juan
Sourrouille, al frente del Ministerio de Economía, en febrero de 1985.
Luego de este giro se hizo evidente, inclusive a partir de declaraciones del propio
Canciller Dante Caputo, que las tendencias a la hora de priorizar patrones de
relacionamiento habían variado y el cambio indicaba que Estados Unidos había ganado
posiciones, en perjuicio de América Latina y Europa Occidental.
Entre otras acciones, el Presidente Alfonsín abandona la distinción entre deuda externa
legítima e ilegítima y produce un giro en su discurso al asegurar que era propósito de su
Gobierno “trabajar, producir, exportar y pagar lo que debemos”11, mostrándose asimismo
proclive a buscar una instancia de diálogo y no de confrontación entre los países
industrializados y América Latina para resolver los problemas financieros de la región
(cabe reconocer el fracaso de las iniciativas de tratamiento multilateral de la problemática
de la deuda). En el orden interno, la prioridad también adopta un tinte económico;
10
11
Russell, R.,s op. cit.,pag. 9 y ss.
Fígari, G. M., De Alfonsín a Menem. Política Exterior y Globalización., cap.III, pag. 146.
estableciéndose como objetivos la expansión de las exportaciones, la lucha
antiinflacionaria, el impulso a la actividad privada y la reducción del déficit fiscal.
El giro realista marcó un punto de inflexión en la agenda externa del país, ya que desde
entonces Argentina se comportó como un miembro responsable de la comunidad
occidental, alineándose con Estados Unidos en los grandes temas. Como contraparte,
Estados Unidos se convirtió en apoyo financiero para la Argentina ante los organismos
internacionales de crédito, erigiéndose también en una especie de ancla estabilizadora del
sistema en los momentos de fragilidad institucional. En lo interno y en el ámbito
económico, implicó la aceptación de que no había alternativa al ajuste interno y al
comportamiento externo ortodoxo.
Administración del Dr. Menem.
Mentalidad dependiente y pragmatismo absoluto.
Cuando el Dr. Carlos Menem asumió la presidencia de la Nación en julio de 1989,
mediante una traumática transmisión del mando, la coyuntura no se presentaba demasiado
favorable para nuestro país. Por un lado, una situación interna caótica, con una grave crisis
económica y la presencia acuciante de la hiperinflación, que colocaba al país al borde del
estallido social. A ello se sumaba la histórica desconfianza de los Estados Unidos hacia los
gobiernos peronistas, lo que hizo renacer la imagen internacional de una Argentina poco
confiable o al menos imprevisible12.En este marco no debe sorprender que el gobierno
menemista, precedido por mensajes contradictorios y ambiguos sobre la orientación que
impondría a su política exterior, priorizara una visión economicista de la política exterior,
buscando condiciones favorables de negociación mediante la utilización de una lógica de
costo-beneficio. La premisa para la administración incipiente era indudablemente
reconectar al país con el mundo. En consonancia con dicha perspectiva, el Canciller
designado fue Domingo Cavallo, hombre claramente ligado al ámbito económico y sin
ninguna experiencia en el ámbito diplomático, constituyendo éste un claro indicio del
nuevo perfil.
El giro que el gobierno menemista imprimió a la política exterior argentina va a
caracterizar a la misma por un mayor acercamiento con los Estados Unidos, una alineación
a ultranza casi podría decirse. Para algunos autores, esto constituyó una profundización del
giro realista ensayado por la administración precedente. Sin embargo, y a diferencia de lo
que en esta segunda etapa se buscaba, el gobierno peronista intentó en la medida de lo
posible anular todo disenso entre Bs. As y Washington, siendo el objetivo principal evitar
cualquier situación de enfrentamiento.
Esta búsqueda de concurrencia casi total con la potencia hegemónica se llevó a cabo en
diferentes áreas provocando consecuentemente una subordinación política a los intereses
norteamericanos que implicó para la Argentina la disminución, cuando no eliminación
total de los márgenes de autonomía que tan celosamente había intentado preservar la
administración anterior.
Dicho alineamiento va a retomar algunas premisas del realismo periférico, teoría
pergeñada por Escudé, quien fuera señalado por algunos como el teórico del menemismo.
Esta teoría opta por evitar la confrontación en los temas políticos, reservando la posibilidad
12
Busso, A., A ocho años del alineamiento: un análisis de la política exterior argentina hacia los EE.UU.,
Documentos C.E.R.I.R., Rosario, diciembre de 1997, Pag. 9.
de disenso para los temas de agenda económica, es decir desjerarquiza las cuestiones
político-estratégicas en pro del bienestar económico de la población13.
La nueva gestión diplomática continuó visualizando a la Argentina como un país
occidental, en consonancia con lo planteado por la anterior administración radical mas,
lejos de constituirse en elemento de continuidad, el “occidentalismo” adquirió nuevas y
profundas connotaciones políticas y económicas. Es decir, se transformó en basamento del
estrecho alineamiento practicado vis a vis los Estados Unidos. Esta inserción, a todas luces
dependiente, derivó prontamente en el anuncio por parte del Canciller Di Tella (sucesor de
Cavallo), del establecimiento de las tan mentadas “relaciones carnales” con dicha
potencia.
Todo ello redundó en diversas acciones, en las que es posible vislumbrar claramente la
discontinuidad respecto de la administración anterior. Ejemplo de ello resulta la política de
relativa indiferencia del gobierno del Dr. Menem respecto de Europa y Asia,
particularmente Japón; el aislamiento e inclusive surgimiento de divergencias en relación
con la región latinoamericana y el Tercer Mundo, ya que la vinculación latinoamericana de
la administración menemista está dada con Chile, más bien por el tema del conflicto en
Hielos Continentales y con Brasil, por el MERCOSUR, pensando más en un área de
negocios que en una alianza para mejorar la inserción del país y de la región en el mundo.
Otros hechos relevantes y definitorios de la visión que alentó la política exterior del
gobierno peronista, fueron:
 el apoyo a la Iniciativa para las Américas;
 el desmantelamiento del Misil Cóndor II;
 el envío de naves al Golfo sin previa autorización del Congreso;
 la condena al Régimen Castrista de Cuba;
 la participación activa en la intervención a Haití y
 el abandono del Movimiento de No Alineados, entre otros.
Es quizá al enumerar estos hechos donde resulta evidente la mutación en los parámetros
ordenadores a partir de los cuales se diseñaron las políticas exteriores de las
administraciones bajo estudio, lo que me permite afirmar la existencia preponderante de
factores de discontinuidad frente a los elementos de continuidad.
A lo expuesto recientemente cabe agregar algunos aspectos positivos, como es sin duda el
reinicio de negociaciones con Gran Bretaña por el tema de Malvinas o la importancia que
asumió en esta etapa el proceso del MERCOSUR, de la mano del establecimiento de una
relación triangular (que en su momento implicó una consolidación de vínculos con Brasil).
Más, es menester afirmar que dichos fenómenos pierden relevancia en el proceso de
asimilación dependiente que en mi opinión se gestó durante la década del ´90.
Consideraciones finales
Un derrotero incierto para la política exterior argentina
Una inserción a nivel internacional que aspire a ser exitosa, conlleva sin duda la
necesidad de plantear una política de Estado a largo plazo, a la vez que dotada de
coherencia, atributos estos que no se han evidenciado en el transcurrir de las presidencias
analizadas. Este factor, que podríamos denominar “Discontinuidad”, se hace presente no
13
Busso, A., op. cit., pag. 10.
sólo al estudiar las distintas administraciones, sino que al interior de un período abarcado
por un mismo gobierno, es posible constatar cambios de direccionalidad en los ejes
estructurantes de la política exterior.
En mi opinión, resulta factible dividir responsabilidades o atribuirlas de modo
diferenciado. En el caso concreto del Gobierno del Doctor Alfonsín creo que se manifestó
claramente la intención de establecer una política externa a largo plazo, priorizando la
racionalidad y la madurez en los diferentes frentes estipulados en la agenda. Estimo
importante hacer hincapié en la firme voluntad de autonomía que primó en los lineamientos
claves. Asimismo es preciso reconocer que los objetivos planteados, cargados de
connotaciones de índole idealista, en escasa consonancia con la realidad, resultaron
demasiado optimistas para un contexto sumamente complejo que permitía márgenes de
maniobra bastante acotados. Esto se tradujo en la inviabilidad de ejecutar las políticas
diseñadas. Esta situación se fue tornando más evidente a medida que el ambiente interno se
complicaba con situaciones de crisis institucionales y, fundamentalmente, con una situación
económica cada vez más caótica que culminó en la redefinición de la agenda externa,
echando por tierra las premisas esgrimidas desde un principio.
Pese a considerar que fueron los condicionantes preponderantemente internos, sin
descartar los externos, los que inviabilizaron el proyecto de política exterior pergeñado por
la administración radical, es indudable que ello influyó en la participación argentina en el
sistema internacional. Al carecer de continuidad y sobre todo de previsibilidad, las
conclusiones a extraer por el país será la imposibilidad de minimizar las influencias
externas negativas (outputs), como asimismo potenciar las oportunidades de inserción
genuina; máxime en un contexto, tanto interno como externo, que no es precisamente el
más favorable. Dicha situación resultó además altamente perjudicial para la imagen de
nuestro país en un momento en el cual pretendía justamente recomponer su prestigio, ya
puesto en duda en el pasado reciente.
En lo que respecta a la administración del Doctor Menem, encuentro que la misma
realizó un análisis equivocado al ponderar en forma incorrecta variables que, lejos de
priorizar la valoración de los “intereses nacionales”, mostraron la tendencia contraria. En
este sentido, el papel del Estado se redujo paulatinamente acorde a un proceso de
desnacionalización que, intuyo, resultó muy poco beneficioso a la Argentina. Ambos
procesos, la Reforma Estructural del Estado y la Política de Privatizaciones, aunados a un
endeudamiento externo cada vez mayor, provocaron un recorte de autonomía (ya en si
misma limitada) que terminó generando, como correlato a nivel político interno, una cultura
dependiente ampliamente difundida. Siguiendo este razonamiento, no son pocos los que
creyeron en la inevitabilidad del alineamiento a ultranza con los Estados Unidos, así como
de la política de cesión absoluta que emprendió la administración justicialista.
No sólo es posible observar las discontinuidades mencionadas en la relación vis a vis la
potencia hegemónica sino, como mencionara en el acápite anterior, el relacionamiento con
los países de la región también varió sustancialmente, sumiéndose la Argentina en un
proceso de distanciamiento o inclusive aislamiento, que rompió con patrones básicos para
la administración anterior. Y en relación a ello creo que se pueden resaltar dos casos
interesantes: Argentina votó en Naciones Unidas contra Cuba en Derechos Humanos a
partir de marzo de 1991, cambiando su posición tradicional, alineándose con Estados
Unidos, frente a la postura de la mayoría de los países latinoamericanos que se abstuvieron
o votaron en contra y el otro caso, lo constituye la relación con Brasil, relación que se
presentaba como una oportunidad promisoria para nuestro país, que pudo haber extraído
enormes ventajas de dicho vínculo más, lejos de ello, ni siquiera priorizó en forma
adecuada el proceso de integración que tiene como protagonistas a ambos países. Hoy, este
“descuido” ha convertido a Brasil en una amenaza potencial de no mediar en un futuro la
coordinación de políticas macroeconómicas.
Durante toda la década del ´90 Argentina ha ejercido una política de prestigio ficticia,
expresada a menudo en un exceso de protagonismo que supo traducirse en no pocas
oportunidades en una política concesiva, ejemplos de la cual fueron los ya mencionados
acontecimientos acaecidos durante la presidencia menemista (en referencia al retiro de No
Alineados, envío de tropas al Golfo, participación en la crisis haitiana, etc). Ello es
consecuencia de la ausencia de un proyecto nacional e internacional genuino, ya que un
país con tal carencia, se halla en el trance de aceptar que actores más poderosos le
impongan pautas ajenas.
En el caso de nuestro país, es posible observar efectos concretos de la aplicación de este
tipo de políticas: Argentina, el “socio confiable” de los Estados Unidos, se encuentra lejos
de ser considerado como tal por dicha potencia, siendo más probablemente visualizado
como un país exportador neto de capitales (en los últimos veinte años, 1 de cada $3 fueron
destinados al pago de la deuda externa), lo que implica la imposibilidad de volcar la mayor
parte de los recursos generados en el país al sector productivo provocando, en una especie
de círculo vicioso, un recorte cada vez mayor en la autonomía.
Por último, es preciso aclarar que estas son algunas de las variables incidentales en un
proceso de larga data, en el que culminó el nivel decreciente de nuestro país en el sistema
internacional, constituyendo un factor preponderante de tal declinación la esterilidad de los
improvisados proyectos pergeñados por los distintos gobiernos, en la segunda mitad del
siglo XX.
Laura García Albesa
Bibliografía Consultada
 Busso, A., A ocho años del alineamiento: un análisis de la política exterior argentina
hacia los Estados Unidos., C.E.R.I.R., Serie Doc. De trabajo N° 10, Rosario, 1997.
 Dallanegra Pedraza, L., Política exterior argentina, en “Debates”, Vol. III, N° 7,
Abril/2002.
 Fígari, G.M., De Alfonsín a Menem. Política exterior y Globalización.
 Fígari, G.M., Pasado, presente y futuro de la política exterior argentina., Ed. Biblos,
Bs.As., 1993.
 Miranda, R., Los bordes del pragmatismo: la política exterior de Menem., en
Revista de Relaciones Internacionales, N° 7, 1994.
 Paradiso, J., Debates y trayectoria de la política exterior argentina., GEL, Bs.As.,
1993.
 Russell, R., Los ejes estructurantes de la política exterior argentina., en América
Latina Internacional, Otoño-Invierno 1994, Vol. 1, N° 2.
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