Las ranas de Galvani, la pila de Volta y el sueño del doctor

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Las ranas de Galvani, la pila de Volta
y el sueño del doctor Frankenstein
Gian Pietro Miscione
Fotografía: http://wellcomeimages.org/indexplus/obf_images/bf/4b/8bf50003812fe3c3e30e9b3260bc.jpg
Las ranas de Galvani, la pila de Volta
y el sueño del doctor Frankenstein
Es una noche oscura y tempestuosa. Los dos habían ido a la
cama hacía poco, pero un trueno más violento que lo otros los
despierta. “¡Apúrate! ¡Vamos, vamos!”, grita él, saltando fuera
de las sábanas. Ella, más despacio, se pone una bata y sigue al
marido. La tormenta se avecina. Mientras camina hacia la terraza, donde su marido ya está arreglando todo, se detiene un
momento para cerrar una ventana que golpea. Y justo en ese
momento, un enorme relámpago sobre San Luca ilumina toda
la ciudad. Se echa hacia atrás y cierra los postigos, temblando
por el frío y el miedo.
Cuando llega, todo está listo. Del poste de metal unido al techo cuelga un largo hilo de pocos metros
que llega hasta un tablón colocado en el centro de la terraza, donde el extremo está atado a… dos
patas de una rana. La mujer se sienta junto al marido, a la espera… Entonces el viento se hace más
y más fuerte y empiezan a caer algunas gotas de agua: la tormenta está casi sobre sus cabezas. Él
se levanta para comprobar de nuevo que todo está en orden, y mientras regresa al pequeño porche,
ocurre lo que están esperando: un violentísimo rayo cae del cielo y golpea el poste de metal del techo;
el alambre se sacude y la descarga eléctrica pasa a través de él hasta llegar a las patas de la rana,
que empiezan a moverse y contraerse, igual que cuando una rana salta. El marido sale bajo la lluvia
y mira atentamente, y luego comienza a saltar de alegría y abraza a su esposa: “¿Lo viste? ¿Lo viste?
¿Viste cómo se movían?”. Las gotas de la tormenta se deslizan sobre ellos, mezclándose con las
lágrimas. Están empapados, pero felices, superfelices: ¡el experimento fue todo un éxito!
La historia que acabamos de describir ocurrió sin duda, más o menos en estos términos, en Bolonia
el 16 de abril 1786, y los protagonistas fueron Luigi Galvani y su esposa Lucia Galeazzi.
En ese momento Galvani tenía 49 años y llevaba nueve como profesor de anatomía en la Universidad
de Bolonia —para ser precisos, en la Academia de Ciencias—, donde reemplazó a su suegro. La de
Bolonia era una de las universidades más prestigiosas del mundo, aunque un poco en declive, y por
lo tanto, Galvani era un profesor con una excelente posición académica. Sobre todo era un médico,
un anatomista que desde hacía unos años había empezado a interesarse en un fenómeno hasta
entonces casi totalmente rodeado de misterio: la electricidad.
En aquellos años, la electricidad era una manifestación mágica con la que se entretenía a nobles y
gobernantes durante cenas y fiestas. Desde la época de los griegos se sabía que si se frota un material
como el ámbar, este es capaz de atraer objetos ligeros, como el pelo. La misma palabra electricidad
deriva de electrón, que en griego significa ámbar. Pero desde entonces, durante varios siglos el cono-
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Gian Pietro Miscione
Ph. D, profesor asistente del
Departamento de Química de la
Universidad de los Andes
gp.miscione57@uniandes.edu.co
Figura 1. La instalación utilizada por Galvani en uno de sus experimentos
Fuente: http://it.wikipedia.org/wiki/Galvanismo
cimiento sobre la electricidad no había progresado casi nada, un
problema que también se observaba en la mayoría de las ciencias.
Una primera racionalización importante fue obra de Benjamín
Franklin, personaje polifacético y genial: científico y padre fundador de los Estados Unidos de América. Franklin estaba convencido de que la razón era capaz de explicar y reproducir todos los
fenómenos físicos, especialmente los que hasta entonces, como
la electricidad, habían sido una fuente de misterio y superstición,
y por lo tanto, de subordinación de la burguesía estadounidense
a la nobleza y al Ancien Régime europeo. De hecho, Franklin fue
el primero en concebir, en 1747, la posibilidad de que existieran
cargas negativas y positivas que se atraían unas a otras y que
tendían a anularse entre sí.
Poco después, Galvani, en Bolonia, comenzó a realizar experimentos para determinar qué relaciones existen entre la electricidad y la fisiología o, más ampliamente, entre la electricidad y la
vida. Desde hacía doscientos años, Bolonia era parte del Estado
Pontificio, y la Universidad, a pesar de que gozaba de cierta libertad, no podía escapar al control de la Iglesia.
A este respecto es ilustrativa la histórica y maravillosa sala de
anatomía de la Universidad. En la parte superior del salón, muy
cerca del techo, se puede ver una pequeña ventana cerrada por
una persiana. Detrás de ella, cuando se realizaban disecciones
de cadáveres, se situaba un clérigo que tenía la tarea específica
de espiar a los científicos —que sabían de su presencia—, para
averiguar lo que iban descubriendo en el interior del cuerpo humano. En particular le interesaba saber si llegaban a identificar
lo que era el alma. En definitiva, había libertad científica, sí, pero
siempre bajo el control de la Iglesia. Galvani era muy religioso, y
el conflicto interno entre su fe y su espíritu científico probablemente jugó un papel determinante en la historia que estamos
contando.
Ver que las patas de una rana muerta se contraían por efecto
del paso de corriente eléctrica era una visión impresionante para
Galvani y para cualquier científico de la época. Se trataba de
una prueba contundente de la existencia de una relación estrecha entre vida y electricidad. Sin embargo, esta relación no era
absolutamente clara. El científico boloñés propuso la siguiente
explicación: en las patas de la rana, y por extensión, en cualquier
Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias 57
Figura 2. La estatua de Galvani en la plaza de Bolonia que lleva su nombre. En la página del libro que sostiene se pueden observar las patas de una rana.
Fuente: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Luigi_Galvani’s_monument_in_Bologna_2.JPG
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ser vivo, se encuentra una “electricidad animal”, un líquido vital
que se activa cuando es estimulado por una descarga eléctrica
externa —en el experimento descrito más arriba, por un rayo—.
En aquella época no era nada claro qué es la vida (incluso hoy
en día). Muchos creían que hay un “aliento vital” que anima a los
seres vivos, cuyo funcionamiento se consideraba diferente al de
la materia inanimada.
Galvani fue un personaje científicamente controvertido y probablemente atormentado, al igual que todos los personajes que
viven en un periodo de transición. De hecho, la historia que estamos contando tuvo lugar en uno de los periodos de mayor
transformación de la historia europea. La Revolución francesa
estaba a punto de estallar (en 1789) y su “viento de libertad”,
racionalismo y derrocamiento de los dogmas religiosos llegaría
pronto también a Italia y Bolonia. Así que si bien es cierto que
Galvani creía en una electricidad originada en los animales, independiente de cualquier intervención externa, y que, por tanto,
se debía a Dios, “el creador del cielo y de la tierra”, y no podía
ser reproducida por el hombre, por ejemplo, mediante aparatos
en un laboratorio, también es cierto que fue un científico interdisciplinario, como tienen que serlo hoy en día los científicos
modernos, y fue el primero en integrar la física y la electricidad
en la fisiología, fundando así, de hecho, la electrofisiología.
Galvani publicó los resultados de sus experimentos sensacionales en 1791, un año después de la muerte de su esposa, en los
que señaló que las patas de rana se contraen incluso sin el estímulo de la electricidad externa, solo poniendo en contacto, con
una especie de pinzas de metal, el nervio y el músculo (donde
Galvani creía que se acumulaba la “electricidad animal”).
En ese momento entró en juego otro de los protagonistas de esta
historia: Alessandro Volta. Volta era ocho años más joven que
Galvani y enseñaba física en la Universidad de Pavía, entonces
bajo dominio austriaco. Igual que Galvani, era un investigador
experto y brillante constructor de instrumentos científicos. Pero
Figura 3. Uniendo los nervios y músculos de las patas de una rana muerta con un arco metálico, se observan contracciones de las patas
Fuente: http://en.wikipedia.org/wiki/File:Galvani-frogs-legs-electricity.jpg?previous=yes
Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias 59
mientras el boloñés publicaba sus obras en latín, era introvertido
y raras veces salía de Bolonia, Volta escribía en inglés y francés,
viajaba con frecuencia y había construido una densa y fructífera
red de relaciones con científicos europeos. Incluso en la ciencia,
estas cosas tienen una gran importancia. Si Galvani hoy con
dificultad usaría el e-mail y preferiría el teléfono, Volta se sentiría
cómodo con Skype, herramientas de file sharing y escribiría artículos en colaboración con científicos de todo el mundo, con los
que charlaría en videoconferencias.
Inicialmente Volta estaba fascinado con los descubrimientos de
Galvani, pero luego, en 1792, ofreció una explicación alternativa
y opuesta. Si para Galvani la electricidad es inherente al cuerpo
de las ranas y solo puede estimularse desde el exterior, para
Volta es cierto lo contrario: la electricidad no es “animal”, sino
electricidad normal generada por el contacto de dos metales
diferentes que conectan los nervios y músculos. Volta estaba
convencido de que son los metales los que producen energía,
mientras que las patas de la rana son solo detectores, y no generadores de electricidad. Las dos interpretaciones no solo eran
opuestas, sino que se revelarían irreconciliables en los años siguientes, dando lugar a una de las más famosas disputas científicas de todos los tiempos. Científicos de todo el mundo repetían
los experimentos de Galvani (¡pobres ranas!) para ponerse ya
fuera en el bando de él, o en el de Volta.
no solo contrastaba con sus ideas científicas, sino que era, ante
todo, una sacrílega falta de respeto hacia su fe.
Las contradicciones, que son la sal de la vida, también lo son de
esta historia. De hecho, a pesar de sus creencias, Galvani demostró
ser una vez más un científico moderno, ya que, mediante la publicación de los resultados de sus experimentos, ilustró, siempre de
forma muy clara y escrupulosa, las metodologías y técnicas con las
que fueron ejecutados, para que sus colegas pudieran reproducirlos, y esta es una característica clave que define a la ciencia actual.
En 1797, Galvani respondió nuevamente. Preparando cuidadosamente los nervios de las piernas de ranas, observó contracciones aun cuando no hubiera contacto entre los dos cuerpos
diferentes, en un experimento considerado el fundamento de la
electrofisiología. Pero Volta no estaba convencido. En una memoria, Galvani expresó su frustración por no lograr convencer al
adversario: “Él quiere que esta electricidad sea común a todos
los cuerpos; en cambio, yo, la considero particular y propia del
animal: él pone la causa del desequilibrio en los artificios que
se emplean, y en particular en la diferencia de los metales; yo,
en la máquina animal: él afirma que esta causa sea accidental
y extrínseca; yo, natural e interna: en total, él atribuye todo a los
metales, nada al animal; yo, todo a este, y nada a ellos”.
Con perfecto espíritu científico, Galvani respondió a las críticas
con nuevos experimentos que demostraron que las contracciones se producían también cuando los nervios y los músculos
se ponían en contacto con un solo metal, e incluso, más tarde,
en 1794, sin metales, por ejemplo, utilizando piezas de tejido
animal.
Volta parecía derrotado, pero desde Pavía replicó otra vez, afirmando que, de hecho, no es necesaria la presencia de dos
metales, sino que también se pueden utilizar dos conductores
cualesquiera, preferentemente húmedos. “Es la diversidad de
los conductores que es necesaria”, escribió ahora Volta, independientemente de si son metales o de otra cosa. Volta parecía
de verdad muy molesto y creído. Es cierto que logró reinterpretar
todos los resultados de Galvani, pero no fue capaz de refutarlos
con datos y nuevas propuestas: las suyas parecían todas objeciones ad hoc para hacerle la vida difícil a Galvani.
La controversia no fue meramente científica: de fondo había una
cuestión filosófico-religiosa. Según Galvani, la electricidad está
“dentro de las ranas”, y allí la habría puesto Dios. Los hombres
no podrían crearla, porque eso significaría cruzar una frontera
y entrometerse en la jurisdicción del Creador. En cambio, Volta,
aunque era religioso, estaba convencido de que los descubrimientos de Galvani debían explicarse como fenómenos físicos
reproducibles en un laboratorio sin las ranas, y por lo tanto, sin
Dios, solo gracias a herramientas construidas por el hombre.
Volta era racionalista, como Franklin. Para Galvani, este enfoque
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Figura 4. Luigi Galvani (Bolonia, 9 de septiembre de 1737 - Bolonia, 4 de diciembre de 1798)
Fuente: http://en.wikipedia.org/wiki/File:Luigi_Galvani,_oil-painting.jpg?previous=yes
Pero nuevos y diferentes acontecimientos marcarían el siguiente desarrollo de la controversia, no todos relacionados con la
ciencia. El 18 de junio de 1796, después de haber conquistado
Lombardía, las tropas francesas lideradas por Napoleón entraron en Bolonia y declararon la caída del Estado pontificio. Los
franceses encarnaban la modernidad que sacudiría —aunque
solo por unos pocos años— toda la sociedad del norte de Italia,
incluidas las universidades. En 1798, la República Cisalpina, el
Estado napoleónico que incluía a Lombardía y Emilia, y por lo
tanto a Pavía y Bolonia, exigió de los profesores universitarios
un juramento de lealtad. Galvani se negó y perdió su plaza; en
cambio, Volta juró y abrazó las ideas de Napoleón a tal punto,
que sería despedido cuando los franceses fueran expulsados de
Pavía, en 1799, por el ejército austríaco.
Por lo tanto, a pesar de la gran importancia de su último experimento, que probaba la existencia de una electricidad intrínseca
al animal, no causada por la simple diferencia entre los diferentes cuerpos, Galvani y sus interpretaciones cayeron en desgracia, arrastrados por los acontecimientos políticos. Pero este solo
sería el primer golpe para el “galvanismo”. El 4 de diciembre
de 1798 Galvani murió, y luego, en 1799, Volta perfeccionó su
increíble y famosísima invención: la pila.
Subrayar la importancia de la pila en la historia y en el presente
de la humanidad es superfluo. Empezando por el celular, todos
los días estamos rodeados de herramientas que utilizan pilas.
En dos palabras, la pila es un dispositivo que, gracias a una
reacción química que tiene lugar en su interior, produce una corriente eléctrica. La de Volta fue la primera en la historia.
Al parecer, el ganador de la batalla era Volta, quien —lo que no
resulta sorprendente— se refirió a su invención como a un “órgano eléctrico artificial”, para destacar la evidencia de que no es
necesaria la presencia del animal, como creía Galvani, sino que
la electricidad puede ser generada por medio de un instrumento construido por el hombre. Cuando Volta presentó su invento,
el eco del acontecimiento fue enorme y él se convirtió en una
auténtica celebridad mundial. En 1801 Napoleón lo llamó a su
corte para ver por sí mismo esa maravilla, y lo llenó de honores.
No cabe duda alguna de que hay que reconocerle mérito eterno
a Volta por haberle dado a la humanidad una herramienta tan
útil. Sin embargo, hay que destacar varios aspectos contradictorios, para no enfocar mal el tema. En aquella época —y aún
ahora—, el triunfo de Volta se interpretó como una prueba inequívoca de su teoría según la cual el contacto de diferentes
metales es capaz de generar energía y, por lo tanto, como una
refutación de la teoría de su oponente, Galvani. Pero la verdad
es más matizada y compleja.
Volta estaba convencido de poder generar electricidad acercando dos metales diferentes. Sin embargo, si bien es cierto que la
pila (la de Volta y las actuales) funciona debido a la presencia de
dos metales diferentes, ellos no deben estar en contacto, sino
separados por una solución salina que permite el paso de iones
Figura 5. El rostro de Volta en el viejo billete de 10.000 liras italianas. También aparece la primera pila construida por el científico
Fuete: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Lire_10000_(Alessandro_Volta).JPG
Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias 61
(átomos cargados). Y de hecho, eso fue lo que hizo Volta: puso
entre un metal y el otro (zinc y cobre) un disco de papel empapado en una solución salina. Además, paradójicamente, a pesar
de que Volta fuera el oponente más vigoroso de la “electricidad
animal”, para la construcción de su pila se inspiró justo en un
animal: la raya eléctrica. De hecho, la pila se llama así debido a
que, originalmente, estaba constituida por una serie de discos
de metal “apilados” el uno encima del otro, exactamente como
se observa en el órgano eléctrico de la raya eléctrica. Es también
probable que la misma intuición esencial del uso de discos de
papel interpuestos entre los metales haya sido copiada de la
raya eléctrica.
Además, Volta nunca entendió las auténticas razones que subyacen al funcionamiento de la pila, y rechazó la correcta interpretación química según la cual la corriente eléctrica se genera
porque una especie química cede electrones a otra. A pesar de
que pareció el claro ganador de la disputa con Galvani, Volta
quedó atrapado en ella, demasiado preocupado en negar la
electricidad animal, en lugar de centrarse en la explicación del
funcionamiento de su invento. Y paradójicamente, el sensacional
éxito de la pila oscureció, al menos en parte, su persona y sus
teorías científicas, que resultaron ser parcialmente incorrectas.
Entonces, ¿quién tenía razón? En primer lugar, hay que señalar
que, en aquella época, ni Galvani, ni Volta ni nadie tenía realmente idea de lo que fuera la electricidad, que se consideraba como
el flujo de “algo” que se mueve de un punto a otro, así como
lo hace el agua. Por ello no sorprende que el término corriente
eléctrica haga referencia a la conducta de un río. Hoy sabemos
que la electricidad, en pocas palabras, puede ser vista como el
efecto del comportamiento de los electrones —partículas cargadas negativamente que se encuentran en los átomos—, que
tienden a moverse de una zona donde hay más, hacia otra donde hay menos. Este desequilibrio de electrones, y por lo tanto de
carga eléctrica, se denomina diferencia de potencial eléctrico.
Pero la existencia del electrón se daría a conocer solo un siglo
después de Galvani y Volta. La fisiología —el funcionamiento de
los organismos vivos— era todavía muy misteriosa, y la química
evolucionaría de una forma considerable solo más tarde, y —en
parte— gracias a la pila de Volta, que permitió aislar elementos
químicos como el hidrógeno y el oxígeno al romper la molécula
de agua.
Por lo tanto, en cierta medida tenían razón los dos. Las patas
de ranas se mueven, en realidad, por efecto de una electricidad
“animal”, y, en particular, por una diferencia de potencial que
se crea entre el interior y el exterior de las membranas celulares, y que es la base de la transmisión de señales nerviosas.
Así, Galvani tenía razón cuando creía que hay una electricidad
inherente a todos los seres vivos. Sin embargo, el conocimiento
y las posibilidades técnicas de la época le impidieron identificar
las razones, los mecanismos y los lugares donde se genera. En
particular, en los experimentos con ranas, las contracciones se
62 Hipótesis, Apuntes científicos uniandinos, núm. 18, 2015
Figura 6. La pila de Volta: una serie de discos de metal apilados uno en cima del otro y separados por discos de papel o fieltro mojados con una solución salina
Fuente: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Pila_di_Volta_01.jpg
producen debido a una diferencia de potencial generada por el
contacto entre la parte de tejido intacto y la parte lesionada. Este
estímulo pone en movimiento la electricidad interna, almacenada en condiciones de desequilibrio en el tejido. Habría que esperar 150 años después de la muerte de Galvani para llegar a una
comprensión completa de estos fenómenos. A su vez, Volta tenía
razón porque intuyó que el uso de los metales podía conducir a
la generación de electricidad artificial. Y, sobre todo, tuvo razón
cuando creó una herramienta extraordinaria, como la pila, cuyo
funcionamiento, sin embargo, nunca entendió bien. Por lo tanto,
podemos declarar un empate.
Todos los estudiantes de química o física conocen los nombres
de Galvani y Volta; pero su disputa no influyó solo a la ciencia.
Cuando una persona realmente deja su huella en el mundo, en
los idiomas surgen términos derivados de su nombre, un ho-
nor que se concede solo a unos pocos. Si de Volta desciende
el nombre del instrumento para medir diferencias de potencial
(voltímetro), la palabra voltaje (sinónimo impropio de tensión
eléctrica), y también la unidad de medida del potencial eléctrico (el Volt), de Galvani derivaron términos cuyo espectro tal vez
sea mayor: el galvanómetro (instrumento para medir la corriente
eléctrica), el galvanismo (contracción de un músculo estimulado
por una corriente eléctrica, término curiosamente acuñado por
Volta) y, sobre todo —el honor más grande—, un verbo que se
sale del contexto de la ciencia: galvanizar (que existe en muchos
idiomas, incluso en inglés: to galvanize), que significa impulsar,
excitar, energizar, en un sentido figurado. Existe incluso una
canción interpretada por los Chemical Brothers, titulada precisamente Galvanize. Hasta ahora, ningún grupo de música electrónica de renombre mundial ha compuesto una canción de alguna
manera conectada al nombre de Alessandro Volta.
Figura 7. Giovanni Aldini (Bolonia, 10 de abril de 1762 - Milán, 17 de enero de 1834)
Fuente: http://it.wikipedia.org/wiki/Giovanni_Aldini
Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias 63
Figura 8. Un cuerpo “galvanizado”
Fuente: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:A_Galvanised_Corpse.jpg
De todas formas, esta historia no termina con la invención de la
pila: en aquellos años, no toda la comunidad científica se olvidó
de Galvani y sus estudios. El más famoso y decidido partidario
de las teorías del galvanismo fue el sobrino de Galvani: Giovanni
Aldini. Aldini había colaborado con su tío, y tras su muerte continuó sus estudios. Sin embargo, probablemente estaba harto de
las ranas, así que decidió probar los efectos de la electricidad en
un tipo diferente de organismo.
Aldini, de hecho, empezó a hacer pasar la electricidad a través
de cadáveres humanos o partes de ellos, por ejemplo, la cabeza,
con lo que obtuvo el increíble efecto de mover esos cuerpos,
de producir en ellos convulsiones y aterradores movimientos de
brazos y piernas. Durante los experimentos de Aldini, los brazos
de los cadáveres electrificados eran capaces de levantar pesos
de varios kilos. No está claro si él realmente creía que era posible resucitar esos cuerpos, o si su intención era solo impresionar
a la audiencia. El hecho es que, además de ser un científico,
Aldini fue un verdadero showman, y viajó por toda Europa mostrando sus experimentos particulares, que causaban enorme
curiosidad y sensación, y que le permitieron recaudar dinero que
luego donaría a la Academia de Ciencias de Bolonia.
64 Hipótesis, Apuntes científicos uniandinos, núm. 18, 2015
Pero Aldini quería más. Quería llevar a cabo un experimento aún
más ambicioso, y por eso tuvo que irse a Londres. El punto es
que los cuerpos que utilizaba en sus demonstraciones eran de
condenados a muerte, que, en casi toda Europa, eran decapitados. En la capital británica, los condenados eran ahorcados, de
modo que allí Aldini podría conseguir cuerpos intactos. Su performance más famosa se llevó a cabo el 18 de enero de 1803
en el Royal College of Surgeons (Colegio Real de Cirujanos), en
Londres. Un tal George Forster acababa de ser ahorcado por el
asesinato de su esposa e hijo. El cuerpo fue llevado a Aldini, que
le aplicó una corriente eléctrica producida por una batería; la
mandíbula del muerto empezó a temblar, los ojos se abrían y se
cerraban, fijándose en la audiencia, y el rostro del cadáver era
sacudido por espasmos horribles.
Y luego, el gran final: Aldini introdujo un polo de la pila en una
oreja, y el otro en el ano. El cuerpo entero comenzó a moverse de
una manera anómala, con convulsiones horrorosas; la espalda
se dobló, las piernas se torcieron, un brazo se levantó apretando
un puño, los pulmones se hincharon y la cabeza se movía hacia
atrás y adelante. Una sensación entre terror e incredulidad sacudió a la audiencia de eminentes cirujanos británicos. En frente
Además, el libro de Shelley planteó por primera vez cuestiones
todavía relevantes hoy en día: ¿la ciencia debe tener límites?
¿Cuál es la relación entre la ciencia y la moral, o entre la ciencia
y la religión? Clonar seres humanos o construir robots inteligentes son perspectivas cada día más concretas, y para nada
es claro cómo las enfrentaremos. Al final todo se reduce a la
pregunta más importante de todas, ¿qué es la vida?, y a la fantasía que nos ha acompañado desde el principio de los tiempos:
derrotar a la muerte. Renacer, traer de vuelta a la vida lo que
está muerto es el más grande y absoluto misterio y la aspiración
más profunda de los seres humanos. Y, tal vez por primera vez
en la historia, esta ambición se presentó, ya no como un sueño
imposible, sino como una posibilidad real, esa noche de tormenta en Bolonia, cuando Luigi Galvani y su esposa, en su terraza,
vieron danzar las paticas de una rana. •
REFERENCIAS
Figura 9. Versión cinematográfica de la “criatura” creada por el Dr. Frankenstein, protagonista
de la homónima novela, publicada en 1818 y modificada por la autora, Mary Shelley, para la
segunda edición de 1831
Fuente: http://en.wikipedia.org/wiki/Frankenstein#/media/File:Frankenstein%27s_monster_(Boris_Karloff).jpg
de ellos algo extraordinario estaba sucediendo, algo que nunca
nadie había visto antes. Y nadie, realmente nadie, podía evitar
pensar algo absolutamente terrible y asombroso: parecía que
el profesor Aldini estaba volviendo a traer a la vida ese cadáver.
En toda Europa, y especialmente en Londres, Aldini se convirtió en una celebridad. Muchos leyeron su estudio “An account
of the late improvements in Galvanism”, publicado en 1807 en
Londres, y asistieron a sus espectáculos. Es probable que Mary
Shelley, esposa del famoso poeta romántico de la época, Percy
Shelley, haya oído de los experimentos, en los cuales basó su libro Frankenstein o el moderno Prometeo, publicado en 1818. La
historia relata cómo un tal doctor Victor Frankenstein genera un
ser vivo a partir de materia inanimada, gracias a descargas eléctricas. Es, por lo tanto, muy verosímil que la historia narrada en
el libro se haya inspirado en los eventos descritos anteriormente,
y la figura del Dr. Frankenstein, justamente, en Giovanni Aldini.
Es interesante notar que, en ese momento, las novelas de ficción, como Frankenstein, se consideraban de “baja cultura”,
leídas sobre todo por mujeres. La ciencia, en cambio, era objeto exclusivo de élites. Las clases menos educadas y menos
adineradas tenían muy poco acceso a la información científica o
a noticias de ciencia. Un libro como Frankenstein contribuyó de
alguna manera a popularizar la ciencia, aunque con una visión
muy novelística y, por supuesto, de ciencia ficción.
[1] Piccolino M, Bresaola M. Rane, torpedini e scintille: Galvani,
Volta e l’elettricità animale. Torino: Bollati Boringhieri; 2003.
[2] Il dibattito Volta-Galvani; http://ppp.unipv.it/VoltaGalvani/Pagine/PrincipRif.htm
[3] Piccolino M. Galvani, Volta e l’elettricità animale, due secoli
dopo l’invenzione della pila; http://ulisse.sissa.it/Members/
petrera/galvani.pdf
[4] Blondel C, Wolff B. Electricité animale ou électricité métallique? La controverse Galvani-Volta et l’invention de la pile;
http://www.ampere.cnrs.fr/parcourspedagogique/zoom/galvanivolta/controverse/index.php
[5] Galvani L. De viribus electricitatis in motu musculari commentarius, in De Bononiensi Scientiarum et Artium Instituto atque
Academia Commentarii, vol. VII, Bologna: Laelii a Vulpe; 1791.
[6] Galvani L. Memorie ed esperimenti inediti, Bologna: Cappelli;
1937.
[7] http://alessandrovolta.it
[8] Pera M. The ambiguous frog: The Galvani-Volta Controversy on
Animal Electricity. Princeton: Princeton University Press; 2014
[9] http://it.wikipedia.org/wiki/Luigi_Galvani
[10] http://it.wikipedia.org/wiki/Alessandro_Volta
[11] www.unibo.it/it/links/vita-e-opere-di-luigi-galvani
[12] Johnson G. The 10 most beautiful experiments. New York: Alfred A. Knopf; 2008.
[13] Tega W. Duecento anni ma non li dimostra Attualità di Luigi
Galvani; http://www.bo.infn.it/galvani/200anni.pdf
[14] Bicentennial of the death of Luigi Galvani. Celebrazioni del bicentenario della morte di Luigi Galvani; http://www.bo.infn.it/
galvani/
[15] L’eredita` di Galvani e Volta nella scienza contemporanea;
http://www.bo.infn.it/galvani/cultura-estero/latin-america/
pannelli/pannelli.html
Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias 65
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