La sociedad disciplinar en la era post-industrial Desde la vereda opuesta al DSM y a los obvios intentos de psicopatologizarlo y medicarlo todo, se plantea que éstos no serían más que formas de control y disciplinamiento ejercidas por una institución clave: la escuela, con la apoyatura ideológica de la psiquiatría. Ram Mandil en su artículo Biopolítica del Déficit de Atención postula: «en esta perspectiva podemos considerar el ascenso del Déficit de Atención al nivel de un problema de salud pública como producto de esta biopolítica, en la cual las infracciones tienden a salir del registro de una trasgresión para ser colocadas en el contexto del discurso médico, como un desorden a ser identificado en términos poblacionales y abordado en términos médicos.»1 Marisa Rodulfo lo plantea en términos más claros y explícitos: «tomemos por ejemplo, el caso de ADD/ADHD, es una de las formas bien actuales y es un caso testigo de lo que Robert Castel denominará ‘el orden psiquiátrico’, del cual se han ocupado bastante los medios (no siempre con el fin de denunciar): cuando un niño molesta en la escuela, inmediatamente es clasificado, rotulado, con una nueva forma de rotulación: el ADD. Entonces el niño que supuestamente posee este síndrome al que se le adjudica un origen de características puramente biológicas (transcribo lo que es el discurso imperante), deberá de ser separado (separado, vigilado y castigado, como dice Foucault) de acuerdo con distintas medidas profilácticas. La primera de ellas es la consulta inminente y sin mediación alguna, por pedido de la escuela, generalmente con el psiquiatra o con el neurólogo, quien habitualmente prescribe una medicación.»2 Podemos estar de acuerdo, en líneas generales, pero sin embargo quedan cuestiones importantes a resolver: por qué se querría controlar y para qué. La falta de planteamiento de estas preguntas lleva en muchos casos a posicionamientos simplistas. En un video3 contra la rotulación diagnóstica, patrocinado por CCHER Internacional, Mandil, R., “La biopolítica del déficit de atención” en Gustavo Stiglitz (comp.), El mal real y la construcción social, Grama, Buenos Aires, 2006, p. 93. 2 Rodulfo, M., “Desde la psicopatología de la vida cotidiana a la psicopatologizacón de la vida cotidiana” en León Benasayag y Gabriela Dueñas (Comp.), Invención de enfermedades. Traiciones en la salud y la educación, Buenos Aires, Noveduc, 2011, p. 126. 3 “No pongan etiquetas psiquiátricas a los niños”, en: https://www.youtube.com/watch?v=M9XkgzcTe04 1 1 organización que vela contra el abuso de la psiquiatría y los derechos de los pacientes, aparece una serie de niños y jóvenes con rostros apesadumbrados y etiquetas diagnósticas sobre sus pechos, luego con espíritu insurrecto se las arrancan para dar lugar a sus verdaderas “etiquetas”. Así, el que antes era oposicionista desafiante se muestra como revolucionario, el desorden bipolar como artista, el de personalidad como filósofo. El video termina proponiendo que se deje elegir a los niños sus propias etiquetas. Es que acaso se puede afirmar sin sonrojarse que todo niño con características oposicionistas es un revolucionario, como si el Che Guevara hubiera llegado a combatir en Sierra Maestra a razón de ser un caprichoso; o que un niño con desorden de personalidad es por esa sola razón alguien capaz de develarnos los misterios del ser. Se puede decir que tomamos demasiado literalmente algo que no es más que una metáfora publicitaria, pero aun así permite ejemplificar muy bien lo que es una posición dicotómica, en donde o se participa de la estigmatización diagnóstica que los considera enfermos y discapacitados per se, o se cae en una idealización que los considera una plétora de posibilidades que convendría no contaminar desde el cretinismo adulto. Así, se va del amor al odio en un antagonismo que solo denuncia la imposibilidad de tomar una distancia crítica del objeto. Retomemos el interrogante sobre qué se querría controlar, por qué y para qué. Para ello es necesario repasar las tesis clásicas en torno al poder de Michel Foucault, fuente misma de la cual ha abrevado y lo sigue haciendo toda una línea de pensamiento, aunque por supuesto esto no significa que lo haga de la mejor manera. La teorización en torno al poder que realiza el filósofo francés parte de distinguir tres tipos de poderes: el del soberano, el anátomo-poder y la biopolítica. El primero, históricamente más antiguo, es el poder de la monarquía, que descansa en el poder efectivo de los ejércitos, en la atribución del rey de dar muerte y en el derecho. Es un poder preceptor y predador, porque delimita y censura acciones, reprime a los súbditos y no produce nada sino que se apropia en forma de impuestos de los bienes hechos por otros estamentos sociales. Pero durante los siglos XVII y XVIII a este poder se superpone otro, al cual el primero no pocas veces tiene que acomodarse. De carácter gris, discreto, macilento al decir de Foucault: es la anátomo-política. Ya no se toma al dolor como vehículo para la imposición de la ley o del sistema social, sino que mediante la educación del cuerpo se procede a establecer un vínculo indisociable 2 entre el aumento de su utilidad y su docilidad, permitiendo integrarlo como un eficaz engranaje del sistema económico: «Es el momento histórico de las disciplinas, es el momento en que nace un arte del cuerpo humano que no tiende únicamente al aumento de sus habilidades, ni tampoco a hacer más pesada su sujeción, sino a la formación de un vínculo que, en el mismo mecanismo, lo hace tanto más obediente cuanto más útil y viceversa.»4 ¿Cómo opera esta microfísica del poder para hacer del individuo una máquina dócil y obediente? Resumiremos a continuación los principales puntos que nos plantea Foucault: 1. La organización del espacio: Es el encierro que garantice la monotonía de la disciplina. El internado aparece como el más perfecto régimen de educación; los cuarteles, régimen cerrado que permite asentar el ejército, en su origen una masa vagabunda y violenta; o la fábrica, explícitamente asemejada a un convento o una fortaleza, que proporciona la concentración de las fuerzas de producción, obteniendo las máximas ventajas de esta situación. 2. La creación de un espacio analítico: Tanto en los colegios, las fábricas o los cuarteles; los organismos dejan de ser una masa caótica y descontrolada para convertirse en una organización gracias a un poder que individualiza, que organiza según la célula del convento: cada sujeto tiene un lugar asignado y distribuido. La nueva organización del colegio: «un espacio serial fue una de las grandes transformaciones técnicas de la enseñanza elemental. Permitió sobrepasar el sistema tradicional: un alumno que trabaja unos minutos con una maestra, mientras el grupo confuso de los que esperan permanece ocioso y sin vigilancia. Al asignar lugares individuales, ha hecho posible el control de cada cual y el trabajo simultáneo de todos. Ha organizado una nueva economía del tiempo de aprendizaje. Ha hecho funcionar el espacio de aprendizaje como una máquina de aprender, pero también de vigilar, de jerarquizar, de recompensar.»5 3. La organización del tiempo: Tres grandes procedimientos, surgidos de las comunidades monásticas: establecer ritmos, obligar a ocupaciones determinadas, regular los ciclos de repetición; coincidieron muy pronto en los colegios, los talleres y los hospitales. 4 5 Michel Foucault, Vigilar y castigar – Nacimiento de la prisión, Ed. Siglo XXI. Bs. As., Argentina, 2010, p. 160. Ibíd., p. 170. 3 Se define una especie de esquema anátomo-cronológico del comportamiento. El acto queda descompuesto en sus elementos; la posición del cuerpo, de los miembros, de las articulaciones está definida; a cada movimiento se le asigna una dirección, una amplitud, una duración; su orden de sucesión esta prescripto. El tiempo penetra en los cuerpos, y con él, todos los controles minuciosos del poder. Esto podía verse tanto en el modo en que los niños eran obligados a sentarse en el banco o cómo debían hacer los ejercicios de caligrafía; o en el ejército, donde el aparentemente simple hecho de cargar un arma era descompuesto en una serie minuciosa de microacciones. Surge también la idea de capitalizar el tiempo de los individuos, acumularlo en cada uno de ellos, en sus cuerpos, en sus fuerzas o sus capacidades y de una manera que sea susceptible de utilizar y controlar. Esto era susceptible de lograr a través de cuatro procedimientos, que la organización militar muestra con toda claridad. La división del ciclo vital en segmentos, sucesivos o paralelos, cada uno de los cuales tiene que llegar a un término especificado. La organización de estos trámites de acuerdo con un esquema analítico de sucesión que va de lo más simple posible a lo más complejo. La evaluación de las capacidades obtenidas. Y por último la disposición de series según las características de cada individuo. Esta disposición del tiempo como acumulativo y progresivo construyó una pedagogía analítica y con ésta un programa escolar que descompone hasta sus elementos más íntimos cada una de las materias de enseñanza, jerarquizando en grados absolutamente próximos cada una de las fases del progreso del alumno. Íntimamente vinculado a lo anterior aparece la historia evolutiva, que plantea un tiempo, lineal, acumulativo y que conduce hacia el progreso. Así los animales de la era actual son mejores que los que estuvieron antes, o el paso del politeísmo al monoteísmo y de éste al pensamiento científico representa un principio de la evolución humana, en donde cada elemento de la serie posee el germen de lo que vendrá. No se trata en ningún caso de una contingencia histórica, que como tal podría no haber ocurrido. 4. El ejercicio: Es la técnica por la cual se imponen a los cuerpos tareas a la vez repetitivas y diferentes, pero siempre graduadas. Así, garantiza en la forma de la continuidad y de la coerción, un crecimiento, una observación, una calificación. Es el punto de origen de una pedagogía que, de lo simple a lo complejo, y con la guía autoritaria del maestro, debiera de conducir a la perfección, creando capacidades personales que son útiles comunitariamente. 4 5. Lo militar como ideal de la sociedad: En los grandes Estados del siglo XVIII, el ejército garantiza la paz civil porque es una fuerza amenazante; pero también porque es una técnica y un saber que puede proyectar su esquema sobre el cuerpo social. 6. La vigilancia: Elemento esencial dentro de los mecanismos de anátomopolítica. Ya no se trata del capataz haciendo marchar a los empleados al ritmo del látigo, sino de una arquitectura misma que no deja nada a la sombra, que no deja recodo para la indisciplina escolar, la vagancia en las fábricas o los complots en las cárceles. Es un ojo que hace que nada se desvíe de los ritmos de producción, que hace a la economía del tiempo y a la individuación de los sujetos en el espacio. El panóptico de Bentham es la encarnación misma de este ideal de vigilancia. A partir del siglo XVII surge una nueva forma de poder, que ya no se propone el control del cuerpo como una entidad que particulariza y diferencia sino que es un punto de intersección entre la especie como entidad biológica y el sujeto: es la bio-política que intenta regular la cantidad de hijos, la mortalidad, el nivel de salud o la duración de la vida. Foucault dice «por primera vez, sin duda, la vida se refleja en lo político; el hecho de vivir no es más un fundamento inaccesible que se da de tiempo en tiempo en el azar de la muerte y la necesidad, sino que a partir de ahora será una incumbencia en el campo del saber y de la intervención del poder».6 Así se generan nuevas disciplinas que permiten el control de este tipo de variables, ya sea la demografía o la estadística. El biopoder, que tiene entre otros objetivos mantener en un nivel óptimo los niveles de salud de la población, responde por cierto a claros intereses económicos: «gracias a su potencia disciplinaria, ha fortalecido el crecimiento económico promovido por el capitalismo. Si por una parte el aparato estatal ha mantenido las relaciones de producción básicas, por otra, parece bastante claro, los mecanismos de poder inventados por el biopoder que están presentes en todos los estratos de la sociedad, han actuado en el proceso económico y en el ordenamiento general de la sociedad moderna y contemporánea. Estos mecanismos no solamente han permitido la acumulación del capital, sino que han generado una moral ascética fundada en el trabajo y la maximización de la eficiencia productiva.»7 6 7 Albano, Sergio, Michel Foucault – Glosario de aplicaciones. Ed. Cuadrata. Bs, As., 2004, pag. 60. Ibíd. 5 Esta breve síntesis de los modos de poder descritos por Foucault, nos permite plantear una pregunta soslayada: ¿nos encontramos, todavía, en una sociedad disciplinar? Sólo después de que ésta haya sido respondida podremos decir si el TDAH representa una forma de disciplinamiento. Carlos Gabetta, editorialista del Le Monde Diplomatique (febrero de 2010), en referencia al lazo social y específicamente a la disciplina escolar dice lo siguiente: «la palabra “disciplina” viene de “discípulo”, y es interesante notar cómo, para el progresismo… ya no es una noción que se desprende de la condición de discípulo sino su contrario, una regla que si el discípulo acata, es al precio de su condición. Su más abarcadora condición de ciudadano lo autorizaría a no acatar disciplina alguna, o sea a no ser discípulo. Desde este punto de vista la ciudadanía, que supone la cesión voluntaria de libertad individual ante reglas consensuadas, deviene el derecho a violarlas, a la indisciplina en cualquier circunstancia. Esta confusión, entre otros problemas, hace que los centros de estudios evolucionen hacia la producción de masas de individuos con cierta instrucción, pero casi ningún sentido de la vida. Este desvarío es casi universal. Hace dos años, el Parlamento italiano discutió una ley para prohibir que los estudiantes usaran sus celulares en clase. ¡Discutir! ¿Acaso es posible discutir eso? El simple hecho de que el asunto haya llegado al Parlamento expresa que ni los profesores ni las autoridades de la escuela disponían de autoridad para aplicar una medida de orden tan elemental. Uno de los problemas políticos que enfrentaron los parlamentarios fue la opinión de la mayoría de los padres, opuestos a la prohibición…» Esto de por sí nos plantea la existencia de un rechazo ideológico a la idea misma de disciplina, lo cual también encuentra su reflejo más patético en los diferentes casos de violencia hacia los docentes de parte de padres y alumnos. La sociedad disciplinar coincide con un capitalismo de concentración y de producción que requeriría de gigantescas huestes de trabajadores. Como ejemplo sirve la referencia que hace Foucault, en Historia de la locura, al primer gran encierro que se realiza en Francia en el siglo XVI donde son encarcelados los locos pero también una serie indeterminada de personajes variopintos que iban desde “hijos pródigos”, sodomitas, vagabundos hasta libertinos, entre otros muchos posibles, pero especialmente pobres, que terminan constituyendo mano de obra esclava dentro de los manicomios de la época y que competían en forma desleal con las fábricas del 6 momento. En Inglaterra los psiquiátricos adquieren el nombre de workhouse, literalmente casas de trabajo. Correlativamente se da el ascenso de la ética protestante que alcanza y trastoca el orden moral de la época, sustituyendo a la soberbia, el mayor de los pecados en la Edad Media, por la pereza, que pasa a sustituirla en el pedestal de los vicios. Pero el capitalismo posmoderno de finales del siglo XX se encuentra centrado en el consumo y no ya en la producción; tarea que ha dejado a cargo de los autómatas, entidades que ya no requieren de los arduos sistemas de disciplinamiento de antaño. Ya en 1996, Jeremy Rifkin8 planteó el fin de la era del trabajo, con las consecuentes masas de desocupados que habrían de peregrinar en forma perpetua en busca de empleo. El desempleo con todo lo que ello significa para quien no tiene otro medio de supervivencia que la venta de su fuerza laboral representa una forma de “disciplinamiento” mucho más efectiva y económica que la que soñaron los empresarios industriales de siglos pasados. Como plantea Z. Bauman, la fábrica ha dado lugar a la empresa y en ésta ya no rigen los mismos procesos: «los directivos desterraron el establecimiento de rutinas y llamaron a las fuerzas de la espontaneidad a ocupar la ahora vacante oficina de los supervisores. Se negaron a gestionar. En vez de eso exigieron autogestión a sus empleados, so pena de despido. El derecho de renovar el empleo está sujeto entonces a una competición recurrente. A cada asalto, el más divertido y el más eficiente se gana una renovación del contrato, aunque sin garantía, ni tampoco una mayor probabilidad de salir ileso del siguiente asalto… Esta situación mantiene a los empleados en un movimiento continuo y ocupados en una febril e interminable búsqueda sin fin de la evidencia de que siguen estando dentro…»9 El antiguo panóptico ha dado lugar a nuevas formas de vigilancia, tan totales como aquéllas pero más inmateriales y viscosas: «nunca se le habría ocurrido a Bentham que la tentación y la seducción eran las claves de la eficacia del diseño panóptico para provocar un comportamiento guiado por el deseo. En el modelo panóptico no había zanahorias, sólo palo. Una vigilancia panóptica asume que el camino de la sumisión del recluso pasa por la eliminación de la elección. Nuestra actual vigilancia por parte del mercado asume que la manipulación del gusto (a través de la seducción y no la coerción) es la vía más segura para llevar a los individuos a la 8 Rifkin, J., El fin de la era del trabajo, Paidós, México, 1996. Z., Vigilancia líquida, Buenos Aires, Paidós, 2013, p. 80. 9 Bauman, 7 demanda. La voluntad, ni siquiera entusiasta, y la cooperación de los manipulados es el principal recurso empleado por los sinópticos del marketing.»10 La vigilancia en la sociedad posmoderna ya no tiene por función hacer productivos los cuerpos ociosos como en la sociedad industrial. Porque ahora son esos mismos cuerpos los que buscan y pagan los medios para hacerse productivos y disciplinados so pena de vivir por fuera de la sociedad y de las mieles del consumo. Si los mecanismos de la anátomo-política implicaban la segregación en las cárceles o en los manicomios, esto era posterior, sino temporal al menos lógicamente, a intentar su incorporación en el sistema productivo mediante su disciplinamiento. Hoy la segregación es primero, se trata de mantener fuera: a los indigentes, a los inmigrantes ilegales, a todos aquellos que no mantienen vivo el flujo constante del consumo. A los cuales es innecesario disciplinar ya que no participan de los ejércitos de trabajadores cada vez más pequeños y prescindibles. Si en la prevalencia de la anátomo-política, el ocio y la sexualidad, sobre todo en las formas que escapaban a la genitalidad heterosexual, resultaban disruptivas, hoy son totalmente asimiladas a un sistema donde el hedonismo consumista es la principal forma de sujeción de los que están puertas adentro. Su correlato es la institucionalización del endeudamiento, de la cual las nuevas generaciones participan como ninguna otra de la historia moderna. Ya no se trata de hacer cuerpos dóciles y útiles sino de generar y dirigir deseos. Es lo que Gilles Deleuze plantea como sociedad de control: «Las conquistas de mercado se hacen por temas de control y no ya por formación de disciplina, por fijación de cotizaciones más aun que por baja de costos, por transformación del producto más que por especialización de producción… El marketing es ahora el instrumento del control social y forma la raza impúdica de nuestros amos. El control es a corto plazo y de rotación rápida, pero también continuo e ilimitado, mientras que la disciplina era de larga duración, infinita y discontinua. El hombre ya no es el hombre encerrado, sino el hombre endeudado. Es cierto que el capitalismo ha guardado como constante la extrema miseria de tres cuartas partes de la humanidad: demasiados pobres.”11 Esta revolución dentro del mismo sistema capitalista vuelve perimida la antigua moral ascética de la era victoriana para dar lugar al hedonismo como principio rector de la vida que incluye tanto la adquisición indiscriminada de los tecno-objetos como las 10 Ibíd., p. 140. G., “Posdata sobre las sociedades de control” en Cristian Ferrer (comp.), El lenguaje literario, Nordan, Montevideo, 1991. 11 Deleuze, 8 relaciones, tanto de amistad como de pareja, marcadas por la superficialidad y la perentoriedad. Nos encontramos entonces en la sociedad del control y no en la del disciplinamiento. Por supuesto se sigue ordenando la educación en programas y las aulas en filas al modo panóptico pero esto aparece más como un relicto donde la función del disciplinamiento productivo se pierde paulatinamente. Los sujetos pueden pasar de grado para no confrontarlos con la frustración sin importar la adquisición de conocimientos que pudieran hacer, prácticamente pueden emerger del sistema educativo como analfabetos funcionales sin que eso genere mayor escándalo. Difícilmente se pueda decir que eso corresponda a una sociedad disciplinar. Se habla del fracaso de la educación y eso es achacado a la brecha tecnológica que se ha generado entre los alumnos que manejan sistemas digitales pero en clases que se dictan con tiza y pizarrón, y contenidos que se vuelven obsoletos diariamente. Esto, aunque pueda ser parcialmente cierto también es parcialmente falso. Hay muchos que no pasan de moda, pueden tener reformulaciones pero existen núcleos duros que permanecen estables, desde la despreciada matemática, cada día más indispensable en un mundo digital, hasta la historia, la literatura o la filosofía. Posiblemente no sea esto lo que ponga en jaque a la educación, más allá de la necesidad de discutir y plantear los mejores modos de enseñanza, sino el carácter arcaico de una institución que surgida de una concepción disciplinaria de la sociedad y correlativa al ascenso de los Estados-naciones, se encuentra ahora en un mundo donde priman los mercados, lo que asegura su cohesión por medio de la segregación y la seducción y no por la coacción y el imperativo. A lo cual hay que sumarle que ha perdido el carácter de facilitar la movilidad social que tuvo anteriormente. ¿Qué le queda entonces como función? ¿Es la universalización de las funciones del trabajo social?, como sucedió en la época de los noventa donde fue adoptando cada vez más aspectos ligados a la alimentación, o los cuidados básicos de la salud. ¿Es una mínima introducción a la cultura, conocida como la formación de hábitos?; ¿es postergar o evitar la entrada de los individuos al mundo de la marginalidad?, algo que postula el político cordobés Rodrigo de Loredo en el libro que es su proclama política; ¿mantiene las funciones de guardería tal como Foucault lo planteó en La Mirada Psiquiátrica, permitiendo la salida laboral de los padres? 9 ¿Qué es el TDAH en una sociedad post-disciplinar? En Vigilar y castigar, Foucault plantea que la abolición paulatina de la pena de muerte en los Estados occidentales no se debe a una cuestión humanitaria sino que representa en sí el fracaso de los mecanismos de la anátomo-política. Resabio del poder del soberano, implica que existe un cuerpo que no se puede volver ni útil ni dócil. Tomemos esto como una referencia de lo que sucede con el TDAH. Cuando se afirma que existe un 15% de niños con esta patología, lo que se está planteando es que existe un fragmento importante de la población infantil que no puede ser disciplinada, y eso sin considerar los otros trastornos a los cuales se les podría adjudicar el mismo carácter. Entonces, el TDAH no implica la aplicación de los modos de disciplinamiento; los modos por los cuales un cuerpo se vuelve productivo y obediente. Sino justamente lo contrario: la expresión de su caída, el cese de la voluntad disciplinadora. Por otra parte, como fenómeno tiene su momento de explosión social en la década de los noventa y no en los años anteriores cuando el sistema educativo no tenía ningún prurito en asumir formas claramente militares. Hay que decir también que este trastorno, en tanto se plantea como condición permanente permite incorporar a un sinnúmero de sujetos a ese limbo social que es la discapacidad. El New York Times Magazine del 18 de julio del 2004 publica un artículo llamado “Office Meses” donde habla del caso de una chica que se presentaba en su lugar de trabajo descuidada y desaliñada; era impuntual, llegaba tarde repetidamente y su oficina era un desastre, al igual que su atuendo. Ante un inminente despido, se defiende al confesar que tres años antes había sido diagnosticada como TDAH. «Al confesar su condición, toda amonestación posible o toda acción disciplinaria podía tomar tintes de discriminación, esto, ante un memo por el incumplimiento de una labor asignada, le permitía responder que sufría de una “incapacidad documentada” (documented disability) ante lo cual tenía el derecho de solicitar un “plan de acomodación especial”.»12 Se podría decir que el poder soberano de la medicación permite la aplicación de la anátomo-política, pero el primero es un poder que es efectivo en tanto su agente se encuentre presente. Mientras esté el verdugo con el látigo o el ejército intimidando a la población, desaparecido el mismo no queda efecto sobre el cuerpo. Si la medicación Gustavo Stiglitz (comp.), DDA, ADD, ADHD, como ustedes quieran – El mal real y la construcción social, Bs. As, Ed. Granma, 2006, p. 70. 12 10 debe ser permanente como plantean los laboratorios, es puro poder soberano sin inscripción en el cuerpo de la disciplina. Hay que recordar que en contrapartida, la disciplina queda destinada a sectores de la población que siguen considerando que les esté reservado un lugar dentro del sistema, donde la misma puede ser un valor. Es el traspaso de las clases medias y altas de la educación pública a la privada. Desde su perspectiva, la bio-política se ocupó históricamente de mantener los cuerpos sanos en tanto un cuerpo enfermo no puede ser explotado: «Si por una parte el aparato estatal ha mantenido las relaciones de producción básicas, por la otra, parece bastante claro, los mecanismos de poder inventados por el bio-poder que están presentes en todos los estratos de la sociedad, han actuado en el proceso económico y en el ordenamiento general de la sociedad contemporánea. Estos mecanismos no solamente han permitido la acumulación del capital, sino también han generado una moral ascética fundada en el trabajo y la maximización de la eficiencia productiva.»13 El DSM IV comparte con la tradición psiquiátrica el carácter clasificatorio donde quedan delimitados, como si se tratara de compartimientos estancos, el campo de la salud y el de la enfermedad. Así los muros manicomiales son construidos también con una nosografía donde estos términos aparecen como dicotómicos, que tanto permite encerrar a los “enfermos”, como (y es importante señalarlo) dejar afuera a los sanos. Sin embargo una de las particularidades del DSM IV es que no se observa este objetivo, sino muy por el contrario los intentos de incorporar al campo de lo patológico aspectos absolutamente normales de la vida. Así vemos cómo en su quinta versión se absorbe el estado del duelo dentro de la categoría de depresión, o la flexibilización de los requerimientos para el TDAH, la creación del síndrome pre-menstrual. Desde ese mismo espectro ideológico aparece la frase «para que ser padre sea más fácil: ritalina».14 O sea, ya no se trata de medicar la patología sino la experiencia misma de la vida. El DSM nos propone entrar en un psiquiátrico generalizado, que ya no es el manicomio del siglo XVII o XVIII, donde los enfermos son sometidos a suplicios varios para quebrar su voluntad desquiciada. Es, más bien, un parque de diversiones 13 Albano, S., op. cit., p. 60. de la ciudad de Los Ángeles (EE.UU.). 14 Cartel 11 donde la experiencia de ser padre, mujer o niño o doliente, queda diluida en una felicidad farmacológica.15 ¿Qué es entonces el TDAH? No es la reacción a la anátomo-política sino muy por el contrario la consecuencia de su caída, es el cese de la voluntad disciplinadora. Es la forma en que se puede hacer un cuerpo dócil pero no ya útil si por ello se entiende el desarrollo de algún grado de capacidad productiva. El capitalismo ya no lo necesita para eso, sino por el contrario para usufructuarlo como consumidor. 15 Esto por supuesto en el plano publicitario, luego en el plano de la realidad la medicación dista de ser la panacea prometida, algo de lo cual puede dar cuenta cualquier enfermo psiquiátrico. 12