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Adaptar
los bienes
comunes
Kelly Levin
Directora de investigaciones del
Informe sobre los Recursos Mundiales
2010–2011
Manish Bapna
Presidente interino del
Instituto de Recursos Mundiales
Hace relativamente poco que las
preocupaciones ambientales empezaron
a centrarse en los bienes comunes de
la humanidad, recursos compartidos
que no son propiedad de nadie, pero de
los cuales depende toda forma de vida.
Inicialmente, la atención se centraba
más que nada en los impactos locales:
los contaminantes tradicionales, como la
lluvia ácida y las aguas residuales, la basura
que obstruía los ríos o los plaguicidas.
Esos eran problemas graves y tangibles.
Los ríos se prendían fuego y el smog era
tan denso que se perdía visibilidad en las
ciudades. En ese contexto los problemas
de los bienes comunes iban en aumento,
pero solo hacia fines del siglo XX, cuando
las amenazas ambientales se extendieron
a todo el planeta, los gobiernos cayeron
en la cuenta de que el mundo se había
transformado rápidamente. Pocos decenios más tarde, las fuerzas mundiales del
consumo, la producción y la población
han dejado una marca profunda, y en
algunos casos indeleble, en los recursos
compartidos del planeta.
© Luo Hong
No existe una amenaza mayor al bienestar
de los bienes comunes que el cambio
climático debido a actividades humanas.
Desde que en la era industrial se
empezaron a liberar combustibles fósiles
a gran escala, las temperaturas mundiales
promedio de la superficie aumentaron
en 0,8ºC, lo que ya está provocando
cambios significativos en los sistemas
físicos, hidrológicos y ecológicos.
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Peor aún, el cambio climático a nivel
mundial no se produce de forma
aislada, sino que se ve exacerbado
por otros problemas de los bienes
comunes. Según los registros del Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre
el Cambio Climático, la reducción de
la cantidad de krill a causa del cambio
climático, por ejemplo, provocó el
agotamiento de numerosas especies
de peces, lo que a su vez afectó la
salud de los ecosistemas marinos,
el abastecimiento de alimentos y
los medios de subsistencia en todo
el mundo. La península Antártica
se ha calentado considerablemente
en los últimos decenios, lo que hizo
retroceder 87% de los bordes de los
glaciares, con graves consecuencias
para la vida en ese continente único
en su especie. Es muy probable que el
calentamiento mundial de 2ºC a 3ºC
por encima de las temperaturas de la
era preindustrial anuncie cambios de
gran envergadura en los ecosistemas
terrestres y marinos; también es
probable que incrementen el peligro
de extinción de 20% a 30% de
las especies.
“Es muy probable que el
calentamiento mundial
de 2ºC a 3ºC por encima de
las temperaturas de la era
preindustrial anuncie cambios
de gran envergadura en los
ecosistemas terrestres y marinos;
también es probable
que incrementen
el peligro de extinción de
20% a 30% de las especies”
Esas amenazan ponen de relieve
la necesidad urgente de reducir
drásticamente las emisiones de gases
de efecto invernadero. Asimismo,
hacen imperativa la adaptación, dados
los impactos inevitables que tendrán
los gases de efecto invernadero ya
emitidos y el calentamiento que se
producirá en consecuencia, debido a
la capacidad de transporte de calor de
los océanos del mundo.
En los últimos dos años, en el Informe
sobre
los
Recursos
Mundiales
2010�2011, elaborado en colaboración
entre el Banco Mundial, el Instituto
de Recursos Mundiales, el PNUD y
el PNUMA, han participado líderes
gubernamentales y profesionales de
África, América Latina y Asia para
aprender sobre las iniciativas actuales
de adaptación y sacar partido de ellas. El
informe centra su atención en la manera
en que los encargados de formular
políticas y planificar a nivel nacional
pueden adoptar mejores decisiones
ante un clima cambiante: asignar
mayor prioridad a la preservación de
los bienes comunes de la humanidad,
elaborar recomendaciones para lograr
el compromiso del público, recolectar y
suministrar información, herramientas
de planificación, formulación de
políticas y diseño institucional, y
recursos. También se presentan casos
prometedores de gobiernos que están
incorporando los riesgos del cambio
climático en sus prácticas, que podrían
constituir modelos para incrementar la
adaptación en el mundo en desarrollo.
Entre ellos se incluye:
© Paul Nicklen/Corbis
PNUMA
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Sudáfrica, uno de los 17 países
megadiversos del mundo, alberga
casi 10% de las especies conocidas
de aves, peces y plantas del
mundo y casi 15% de las especies
costeras y marinas. Por el cambio
climático, se corre el peligro de
que se exacerben las amenazas a la
diversidad biológica derivadas del
crecimiento urbano e industrial, ya
que es probable que se produzcan más
sequías e inundaciones, reducción
del nivel de los ríos e incendios
más frecuentes de los bosques.
Por lo tanto, en Sudáfrica se está
empleando una estrategia innovadora
encaminada a conservar intactos
suficientes hábitats naturales para
proteger las especies amenazadas
y preservar los corredores de vida
silvestre. Se han elaborado planes de
diversidad biológica y trazado mapas de
las características y especies naturales
de zonas enteras y del uso de tierras
y recursos. Se han incorporado en los
planes “principios de diseño” relativos
al cambio climático y se asignó
prioridad a zonas de conectividad y
refugio para incrementar la capacidad
de recuperación de las especies. Las
autoridades locales los emplean para
formular planes municipales que
los ayudan a decidir en qué esferas
dar prioridad a la conservación y
en cuáles promover el desarrollo.
VIET NAM
Sudáfrica
NAMIBIA
© Brytta/iStockphoto
© Luo Hong
© Trinh Le Nguyen/Shutterstock
En Namibia los agricultores están
en lucha permanente con el desierto:
las regiones más secas registran
en promedio no más de 20 mm de
precipitaciones por año. Como es
probable que en el futuro, debido
al cambio climático, las estaciones
lluviosas sean aún más cortas, el
gobierno de Namibia ha establecido
foros para la gestión integrada de los
recursos donde los agricultores y los
prestadores de servicios de divulgación
intercambian información sobre
formas de evitar la que la tierra se
vuelva infértil. Los agricultores hacen
seguimiento de las precipitaciones
locales, la disponibilidad de forraje y
la condición del ganado, mientras que
los funcionarios ofrecen orientación
sobre gestión agrícola sostenible y
buenas prácticas de sanidad animal.
Asimismo, las comunidades agrícolas
han establecido el pastoreo en rotación
y dejan descansar las tierras de
pastoreo en peligro de degradación
y –si se les informa que se avecina
un período de sequía– venden
ganado, evitan el pastoreo excesivo y
depositan los ingresos. Esos canales
de información bidireccionales entre
funcionarios públicos y agricultores
contribuyen a mejorar la capacidad
de las comunidades de soportar
las sequías y la degradación de las
tierras, y pueden reproducirse tanto
dentro como fuera de Namibia.
Por estar situado en los trópicos,
Viet Nam es un país sumamente
vulnerable a los impactos del
cambio climático, en especial,
al aumento del nivel del mar.
Por lo tanto, el gobierno ha
institucionalizado la restauración
de manglares a gran escala
–con la financiación de donantes
entre los cuales se encuentran
el Banco Mundial y la Cruz
Roja–; así, desde 2001, se han
incorporado a la costa del
país 15.000 hectáreas de bosques
con fines de protección.
Sin embargo, los resultados
varían mucho entre el norte y
el sur del país. En el norte,
las plantaciones tienen protección
oficial, con lo que se niega el
derecho de uso a los habitantes
del lugar y se generan conflictos
y resentimientos. En el sur,
la restauración se ha combinado
con esfuerzos para mitigar la
pobreza y diversificar los medios
de subsistencia, con lo que
se obtuvo el apoyo de las
comunidades locales. La
experiencia indica que, si se
incorpora la adaptación en un
proceso de planificación integral
para el desarrollo, es mucho más
probable que los resultados a
largo plazo sean satisfactorios.
La versión completa de estos casos de estudio y otras investigaciones están disponibles en www.worldresourcesreport.org
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