LOS PAZOS DE ULLOA DE EMILIA PARDO BAZÁN Capítulos 1−5

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LOS PAZOS DE ULLOA DE EMILIA PARDO BAZÁN
Capítulos 1−5
El capellán cabalgaba raudo sobre un caballo que, lejos de obedecerle, trotaba a paso ligero, haciendo sufrir a
su pobre jinete, que lucía una colorada cara.
Como el hombre iba un poco desorientado, paro varias veces a preguntar el camino hacia los Pazos de Ulloa,
y si bien todos eran capaces de señalarle la dirección, ninguno lo era de calcularle el tiempo.
Un tanto enfurruñado, se dirigió hacía donde le indicaron, con la suerte de encontrarse con el marqués y su
mano derecha, Primitivo, que volvían de una jornada de caza. Juntos, se dirigieron al castillo, donde les
esperaba en la cocina la sirvienta Sabel, hija de Primitivo, y un muchachito llamado Perucho, que parecía ser
su hijo. Después de la cena bebieron unas copas, y el capellán observó horrorizado como emborracharon a
Perucho hasta que cayó desmayado. Más tarde, Sabel acompañó al capellán a sus aposentos, de donde no salió
hasta la mañana siguiente. Cuando despertó Julián, fue al huerto con el marqués, donde este lo puso al día de
los archivos de la hacienda. Lo llevó a una sala llena de libros de cuentas, que Julián prometió ordenar, sin la
ayuda de nadie. Más cuanto más esfuerzo le ponía, más se derrumbaban todo y se desordenaban los papeles.
En sus ratos libres recorrió la casa y se dio cuenta de que todos los hilos no eran movidos por el marqués
como él creía, sino por Primitivo, que no le quitaba el ojo de encima. Al final, se fue retirando cada vez más a
sus aposentos, limpiándolos y ordenando los libros él solo, ya que no quería ver a Sabel, por acercársele esta
con sensuales insinuaciones. Para matar el aburrimiento, volvió a enfrascarse en las páginas místicas.
Capítulos 5−10
Julián había hecho muy buenas migas con Don Eugenio, el párroco de Naya, así que cuando este lo invitó a
pasar el día en Naya para las fiestas del patrón, aceptó encantado.
Cuando llegó, se encontró a todos los invitados en medio de un gran baile, y agotado, se fue a descansar. A la
mañana siguiente ayudó en la iglesia en los preparativos de la misa próxima, y todo este misticismo devolvió
a Julián tierna piedad y devoción, aunque no le duraron mucho. Después de misa vio a Sabel bailando con un
mozo al aire libre, y la vista le aguó la fiesta.
Era esa hora de comer, y entrando en el salón se encontró con una cocinera bigotuda, que les sirvió nada
menos que veintiséis platos, todos consistentes en jugosas carnes y estofados. En la sobremesa, Julián se sintió
desfallecer, pues por encima de las pícaras aunque ya normales disputas, se dejaron oír comentarios sobre él y
Sabel. Furioso, se retiró de la mesa, junto con al Arcipreste de Naya, que lo llevó a los jardines y lo reprendió
ligeramente por su falta de humor. Le explicó que no eran rumores ciertos, y que qué tonto que era si se
dejaba alterar por ellos. En esa conversación se enteró de que Perucho era hijo de Sabel y el marqués, y eso la
noticia lo llenó de preocupación.
Al llegar a los Pazos encontró al marqués pegando con la culata de la escopeta a Sabel, por no tenerle
preparada la cena, y al niño a un lado, que sin querer también había recibido. Fue Julián quien lo detuvo y lo
llevó al patio, dejando a la malherida Sabel cocinando. Allí lo reprendió por sus actos, y le pidió que lo
acompañara a casa del Señor de la Large, y encontrara esposa digna de él, a lo que el marqués accedió.
Al llegar a la casa del Señor de la Large, fueron recibidos por las hijas de este. Ellas lo condijeron hasta su
padre, que les obligó a presentarse como Dios manda y a abrazar a su primo. En la cena, Don Pedro iba
mirando a sus primas, una a una, valorándolas, y se sintió muy atraído por Rita, la mayor, quien era bella,
graciosa y confiada.
1
En una de sus escapadas al patio, Nucha mostró a su primo una foto de su hermano Gabriel, su niño, que
estaba de servicio, y finalmente entre todas decidieron enseñar al primo la ciudad. En sus paseos, el marqués
se dio cuenta del amor de Manolita hacia el señorito de la Formoseda, el de Carmen hacía un universitario
desprestigiado y sobretodo el de Rita hacia cualquiera que mostrara interés, lo que le desagradó mucho.
En la intimidad, le contó esto a Julián, quien le desaconsejó que se casara con Rita, y le insinuó que eligiera a
Marcelina, aunque no añadió más, así que el marqués decidió buscar información en un casino, donde un
hombre le dio a entender lo mismo que el capellán. Pensando que le querían dar gato por liebre con Rita, se
fue un tanto preocupado.
Capítulos 11−15
Don Manuel se preguntaba cuándo se decidiría Pedro a pedirle la mano de Rita, pero este aún no lo hacía. En
el salón, las chicas lo llamaron para que las ayudara con un montón de cosas que habían encontrado en el
desván. Allí empezaron a jugar, pues las chicas lo querían vestir con trajes viejos, y al no querer el primo, este
las empezó a perseguir por toda la casa, entre gritos y risas. Pensando que Rita se había escondido en una
habitación, entró y a oscuras cogió un cuerpo de mujer, más era Nucha, que se asustó enormemente. Tras
disculparse se fue Don Pedro, un tanto avergonzado, aunque este incidente le dio en que pensar, y tras
informarse en el casino, averiguó que Nucha tendría la fortuna de su tía Marcelina en herencia, además de ser
una señorita muy respetable. Así fue que un día se presentó ante su tío, más le pidió la mano de Nucha, y no la
de Rita, lo que sorprendió al Señor de la Large. Tras muchas objeciones, les dio su bendición, más toda la casa
se revolucionó: Rita lloraba amargamente e insultaba a Nucha por haberle robado el novio, y dolida se fue a
vivir una temporada con su tía Marcelina.
La boda tuvo lugar en el mes de Agosto. No faltó la comida, ni los regalos ni los invitados. Gabriel, el
hermano preferido de Nucha, le regaló una sortija, que se fue a unir a la que le pusieron en la Iglesia. Se
casaron al anochecer, y después de la ceremonia se celebró una fiesta, un tanto íntima. Seria i solícita, la novia
no paró de atender a los invitados ni un segundo, hasta que su padre la llevó a la cama nupcial, dejándola con
un beso y sus felicitaciones, y allí la fue a encontrar Don Pedro.
Al otro día el marqués fue a hablar con Julián, pues quería que lo dispusiera todo en los Pazos para cuando el
y su esposa llegaran. Le advirtió del carácter de Primitivo, y Julián marchó, contento por el nuevo enlace. Más
al llegar se encontró con un Primitivo servil y sumiso, que estuvo de acuerdo con los cambios que se
propusieron y lo arregló todo para que cuando llegara la señora Marcelina lo encontrara todo se su agrado.
A Sabel la encontró como de costumbre, en la cocina, aunque sin ninguna compañía, y pensar en su partida le
llevó a dar gracias a Dios. Y es que se quería casar con el gaitero de Naya, y como es costumbre, tendría que
marchar con él a su nueva casa en breve. Pasaron los días tranquilos, y si bien es cierto que Sabel no
marchaba ya marcharía.
En ciudad, Pedro echaba de menos los Pazos. Le fastidiaba la vida que llevaba y a menudo se peleaba con su
suegro, que quería adocenarlo e instalarlo en Santiago. Así es que, cansado de pelas, marchó a los Pazos con
Nucha. Pararon a medio camino, al ver a Primitivo que había venido a recibirlos, con una yegua para el señor
y una burra terca para su esposa. Esta le dijo a su marido que no le importaba llevar una mala burra, pero que
en su estado no podía, y Pedro, al entender que estaba embarazada, le llevó una burra dócil y apacible. Al
llegar, a Pedro le molestó la presencia de Sabel, más se pasó los días cuidando a Nucha con dulce amor, dando
paseos y viendo como la imagen de tan dulce niña se llenaba de vida. El único incidente importante fue
cuando Nucha descubrió a Perucho, pero lo tomó por ahijado de su marido, así que aunque el peligro estaba
ahí, aún no era importante.
Capítulos 16−20
2
Por entonces se dedicó el matrimonio Moscoso a pagar visitas a la aristocracia circunvecina, en los que Nucha
se divirtió muchísimo y conoció a los personajes más importantes de los alrededores. El parto se veía cercano,
pues Nucha cosía prendas diminutas para el bebé. Un día apareció Don Pedro contentísimo, y le anunció a
Julián que se iba a por el médico, pues su mujer ya estaba preparada. El párroco, al sentirse un tanto inútil, se
dejó llevar a un rezo constante, sin dormir ni casi comer, solo esperando que el dolor de la chiquilla cesase al
fin. Pero el bebé no llegaba, y dio tiempo de que llegara el médico, e incluso una mujer para criar el infante
antes de que naciera, y cuando al fin lo hizo, la madre se dejó caer, extenuada y con cara enfermiza. Se le cayó
al marqués el alma a los pies al ver que no era un heredero lo que su mujer le traía, sino una hija.
Tras el parto, Nucha quedó muy débil. Cuando Julián se atrevió a visitarla, ella, muy pálida, le enseño a la
niña, orgullosa. Pero en la señora se observaba también mucha tristeza, que solo menguaba cuando cuidaba a
su retoño. Nucha era muy reacia a dejarla con el ama, y se apegaba enormemente a ella, vistiéndola con amor
y esmero. Mientras tanto el capellán le cogió afecto a la criatura, pero descubrió que Sabel volvía a ser la
sultana de los Pazos, pues la descubrió una mañana saliendo de la habitación de Don Pedro. Indignada, pensó
en marcharse, pero su amor a las señoritas se lo impidió. Una noche la despertaron los gritos de Nucha, y
corrió hacia los alaridos, llegando a verla en un rincón y a Don Pedro con un arma en la mano. Pensó lo peor,
pero resultó que tan solo estaban matando una araña que asustó a la chiquilla. A la mañana siguiente
Marcelina se disculpó por el susto, pero le contó a Julián que sin saber porqué, todo le daba mucho miedo.
Como para apalear el temor, los dos se dirigieron al desván, buscando un arcón para poner la ropa blanca, y
ella se portó valientemente, hasta llegar a su habitación, donde se acaloró por el miedo pasado, y por los
truenos que caían.
Capítulos 21−25
Poco después se celebró en los Pazos una gran cacería, y los hombres se reunieron la noche anterior, para
beber, comer y contar historias inverosímiles antes de partir. Al final, obligaron a Julián a acudir, todo y que
este no quería dejar solas a las señoritas de Moscoso. Mucho se rieron de él en los días de caza, pues ni con el
mejor equipo logró su reposada persona matar ningún rapaz. A su regreso, se dio cuenta de que Perucho le
había cogido muchísimo cariño a la criatura, y que Nucha consentía que estuvieran juntos, pues así la niña no
lloraba. Al ver a Perucho, la nené se deshacía en risas, y le manoseaba la cara, tirándole del pelo encantada.
En una de estas los sorprendió Julián bañándose juntos, y Nucha comentó que parecían hermanos. A Julián se
le transformó la cara, y ella lo comprendió todo, pues hecho al niño a empellones y llamó al ama para que se
encargara de la chiquilla, para poder hablar seriamente con Julián. Él intentó desmentirlo todo, pero no surtió
efecto. Encolerizada, le suplicó que hablara con su marido para que los echara, pues no los quería allí. Afuera,
Perucho lloraba amargamente, y en silencio, pues no comprendía que había hecho mal, cuál había sido su
error para que le quitaran a la niña y, de repente, lo trataran tan mal.
Mientras tanto, se estaba librando una batalla política. Habían llegado las elecciones, y se disputaban el
mando dos bandos bien diferenciados. Uno era el de Barbacana, que tenía un gran apoyo por parte de muchos
hombres y eclesiásticos, pues defendía una monarquía absoluta. El otro era el de Trampeta, que aunque tenía
las de perder, contaba con grandes ayudas económicas, y defendía una monarquía democrática, libre y abierta.
En los Pazos hubo gran revuelo; el marqués apoyaba el conservadurismo de Barbacana, y Primitivo tenía
sospechosas reuniones en rincones escondidos del castillo.
Trampeta se encolerizó al ver metida a la persona del marqués de Ulloa en todo esto.
Mientras tanto, en el castillo se arregló la Iglesia, y Julián y Nucha pasaron largas horas entre santos. En una
de estas encontró el capellán a Nucha algo rara, y le horrorizo descubrir marcas de golpes en sus muñecas. Se
acercó y le tomó las manos, recordando la paliza a Sabel, cuando entraron los más distinguidos curas, con el
señor, haciendo una visita, y los sorprendieron, malinterpretando la escena.
3
Con todo lo de las elecciones, se rumorearon cosas muy feas sobre los Pazos. Trampeta descubrió que
Primitivo le robaba dinero a su amo, y luego se lo prestaba, con intereses, y así financiaba la política, y el
Arcipreste de Naya se indignaba ante los comentarios de Sabel, Perucho y Don Pedro, y los ahora añadidos
sobre Julián y Marcelina.
Capítulos 26−30
Julián notaba las malas miradas de los eclesiásticos, pero le dolía más ver a la señora afligida. Más de una vez
había querido escribir a su padre, para que se la llevara de allí, y confiaba en que el marqués se marchara, para
ganar votos, y se la llevara consigo, haber si se arreglaban un poco, pero le dolía el pensar en separarse de la
niña.
Más nada de eso sucedió. Las elecciones fueron amañadas, y ganó Trampeta, que salió ruidosamente a
celebrarlo, delante de la casa de Barbacana, rodeado de borrachos. Esto molestó a su ex adversario, y sus
hombres los sacaron a garrotazos de la calle, pero la batalla ya había sido perdida.
La que más sufrió con las elecciones fue Nucha, que cayó muy enferma. Llamaron al médico, que dijo que
podría ser grave, y Julián se volvió a sentir inútil, pues solo podía ofrecerle la confesión, que ella no le daba, y
que por otra parte tampoco él quería, pues de bien seguro se turbaría enormemente. En una de las misas
Nucha se armó de valor y echando a Perucho de la capilla le rogó que la ayudara a huir con la niña a casa de
su padre, y que se fuera con ella; que le pedía todo aquello porqué su angelito corría riesgo, pues molestaba al
bastardo en la sucesión del poder. Él aceptó, y se pusieron a tramar un plan que los ayudara a escapar.
Mientras tanto, el rapaz, que tenía órdenes de avisar a su abuelo le dijo que se habían quedado solos en la
capilla, y este partió al bosque en busca de su amo. Como que al niño le habían prometido dos cuartos por la
información, fue a reclamarlos, y su abuelo le prometió otros dos si le contaba lo que le había dicho al
marqués. Fue corriendo y se lo contó, y cuando este partió se dirigió poco a poco a casa, pero en el camino
vio, escondido, algo horrible: la muerte de Primitivo en manos de un hombre, a disparo de trabuco. Asustado,
corrió hasta el castillo, y al llegar encontró a Don Pedro, muy enfadado, en la capilla, gritando a Nucha y a
Julián. El chiquillo comprendió que ahora llegaba el momento en el que su amo perdía los estribos y pegaba a
la mujer, y asustado por la niña se la llevó a un pajar, y allí, bien escondidos, se quedaron ambos dormidos.
Mientras tanto, Julián abandonó los Pazos velozmente.
El eclesiástico fue desterrado durante diez años a un pueblecito humilde, de gente sencilla, donde le
anunciaron la muerte de su señora Nucha. Más tarde, lo devolvieron a los Pazos, creyendo que ya había
terminado su castigo. A su regreso encontró un pequeño mausoleo donde descansaban los restos de Nucha, y
lloró amargamente. Para su sorpresa, vio a un Perucho adolescente, bien vestido, y acompañado de una niña
de unos diez años, que se parecía enormemente a su madre Marcelina, aunque iba tristemente vestida con
harapos
Personajes
Personajes principales
Don Pedro
Es el dueño de los Pazos, principal personaje de la obra. Se hace llamar marqués, aunque nadie le haya
otorgado tal título. Tiene un hijo ilegítimo con Sabel, la cocinera del castillo, al que no da educación ninguna.
Más tarde se convirtió en el marido de la señorita Marcelina. Es un hombre rudo y de malas maneras, que
acostumbra a maltratar a las mujeres que tiene alrededor cuando le hacen enfadar, y dispone de los inquilinos
de sus tierras como él quiere, sin dar voz ni voto a nadie más.
Nucha
4
Es el nombre por el cual se conoce a Marcelina, hija del Señor de la Lage. Marcelina es dada en matrimonio a
Don Pedro, con quien tiene una hija. Tras el parto queda gravemente enferma, y muy apegada a la chiquilla.
Es una mujer de fe, muy tranquila y sumisa, que aguanta lo que se le venga encima con tal de ser una buena
mujer, madre y esposa; y nunca se queja de nada de lo que le sucede, de sus penas y temores, exceptuando
momentos de decaimiento en los que se apoya el padre Julián.
Julián
Julián es el antiguo párroco de la casa de la Lage, enviado a los Pazos para poner orden y volver al
cristianismo a los señores que lo habitan. Aguantando todas las malas conductas que allí se dan, aguanta
pensando en Nucha, a quien ama con un amor inocente y puro, queriéndola no para él sino para el bien de la
dama. Es un hombre bueno y sereno, muy devoto, que intenta por todos los medios el buen final de la familia,
y de la comunidad en general.
Primitivo
Es el hombre de llaves del marqués de Ulloa. Mueve todos los hilos de los Pazos, llevando no solo las cuentas
administrativas sino todo aquello que sucede, entra o sale. A escondidas de su amo, le roba dinero para sus
propios beneficios, haciendo de ellos la que el piense que es la mejor inversión. Es el padre de Sabel y abuelo
de Perucho. Tiene mal carácter, y es muy astuto, a pesar de ser casi analfabeto. Planea quedarse con las
posesiones de Don Pedro, situando a su nieto en cabeza de la herencia familiar. No demuestra amor hacia
ninguno de ellos, y se muestra como una persona fría y calculadora.
Sabel
Sabel es la cocinera de los Pazos, madre de Perucho e hija de Primitivo. Se rumorea que tiene un próximo
enlace con un gaitero de Naya, pero es la amante del marqués, como bien todos saben. Muchas veces ha sido
apalizada por su amo, en uno de sus arranques de celos, y es una mujer muy calculadora, que se quiere hacer
con el corazón de Don Pedro para poder así tomar parte de las ganancias y herencia de los Pazos.
Perucho
Perucho es el nieto de Primitivo, hijo de Sabel. Es un precioso niño, que siempre anda muy sucio, con la cara
tiznada y el pelo revuelto. Tiene algo de ladrón, pues siempre roba huevos para venderlos, o comida para si
mismo; aprovechando siempre las oportunidades que se le brindan, y realizando todo tipo de encargos por dos
cuartos, aunque algunos encargos no sean muy nobles. Pese a todo, es un niño muy dulce, que demuestra su
amor en la relación que tiene con la hija de Nucha. Tan solo es un niño incomprendido, que no ha recibido la
educación adecuada, y por lo tanto tan solo hace lo que ve.
Personajes secundarios
La ama
La ama es la mujer encargada de cuidar a la hija de Nucha. Es una mujer grande y rechoncha, una auténtica
vaca humana. No tiene mucho tacto y se limita a cumplir lo que le piden. Muchas veces hecha a Perucho de
las habitaciones, o le da pequeños palos, para que la deje sola con el bebé.
Señor de la Lage
Es el tío de Don Pedro, padre de Nucha. Es un hombre muy hecho a la ciudad, que se preocupa por su familia
y mira que no les falte de nada. También es un tanto tozudo, comportamiento que se deja ver en sus
discusiones con su sobrino en la casa, y aborrece la rudeza de los hombres del campo.
5
Hermanos de Nucha
Nucha tiene tres hermanas y un hermano. Las tres chicas son: Rita, la mayor, una chica de fácil sonrisa a la
que le gusta que la miren; Carmen, un tanto callada y enamorada de un universitario; y finalmente Manolita,
enamorada del señorito de la Formoseda.
También tiene un hermano, su favorito y el menor de todos, llamado Gabriel, que esta cumpliendo el servicio.
El clero de los Pazos
Los eclesiásticos de los alrededores, como el arcipreste de Naya, son muy manipuladores, y han dejado, a
veces, de ejercer sus obligaciones, substituyéndolas por jornadas de caza, bailes y comidas fastuosas, donde
además, hablan de política y rumores poco honrosos de las mejores casas. Todo y eso, son indulgentes con el
único buen párroco, Julián.
Lugares
En el relato, los personajes están continuamente cambiando de lugar donde s produce la acción. Algunos son:
• Camino real de Santiago a Orense: Es el camino que lleva Julián cuando se dirige a los Pazos de
Ulloa.
• Pinar: Camino de los Pazos, cruza un camino bastante frondoso, ya que se pasa por un pinar.
• Cebre: Es de donde viene Julián recomendado del señor de la Lage.
• Pazos de Ulloa: Es el pueblo donde se dirige Julián para encontrarse con el marqués, en donde el cual
tiene su residencia habitual. El valle tiene una suave pendiente, extendiéndose ante los Pazos, y en
donde se encuentran cultivos de maíz, viñas y castañares.
• Casa del marqués: durante el relato van apareciendo diferentes lugares de la casa, donde se ve lo
antiguo y descuidado que está todo.
• Bodega: Se encuentra en el sótano del piso, es de bóveda de piedra.
• Huerta
• Salón: Con destartalado moblaje, sin cristales en las vidrieras, pintura descolorida, húmedo todo.
• Cocina: En ella, se ve una mesa de roble desgastado por el uso, y un mantel manchado de vino y
grasa.
• Archivo de la casa: Es una habitación en la que se encuentran todos los papeles de la economía de la
casa, y en la que todo esta desordenado.
• Castrodorna: Es el pueblo donde el marqués va a buscar al médico.
• Soto de Rendas: Es un arbolado que se encuentra entre los Pazos y Cebre.
• Casino de Cebre: Es el lugar donde el marqués pasa grandes ratos por no encontrar otra cosa que
hacer durante su estancia en la casa de su tío. Tiene el mueblaje maltratado.
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• Villamorta: En él se celebra una feria y las señoritas de Molende se encuentran
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