Discurso del doctor Juan Carlos Adriazola Silva, Director de la Casa Museo Gran Almirante Grau de Piura, al inaugurar la primera reunión de trabajo de la “Cruzada de Valores: ¡Miguel Grau, persona honesta! (…) ¿Y tú?” Piura, 28 de abril de 2014 ------------------------------------------------------------------------------------------------ Señores autoridades políticas, judiciales, militares, eclesiásticas y académicas que honran esta Casa de la Piuranidad con su presencia. Señoras y señores: La vida de los pueblos sin valores, vale decir sin cultura de valores, son pueblos bárbaros e incivilizados. Quienes hoy han venido representando a las principales instituciones públicas y privadas de la región, convocados por una iniciativa de la Defensoría del Pueblo y de la Casa Museo Gran Almirante Grau, con su presencia real y efectiva esta mañana lo que quieren es dar a la comunidad un mensaje sincero de que no todo en nuestra vida está perdido, sino que hay en el camino una luz de esperanza para el cambio social, para la mejora de la persona humana y de las instituciones que desean que sus miembros alcancen un pleno desarrollo. A inicios del presente año recibí la gentil visita del doctor César Orrego Azula, Jefe de la Oficina Defensorial de Piura, quien con gran entusiasmo me propuso abrazar un proyecto ambicioso, pero al mismo tiempo atrayente en sus fines y objetivos, que llevara a nuestra institución a una alianza estratégica con su representada, con miras a una gran cruzada de valores, en la que la figura convocante, central o paradigmática sería “El Peruano del Milenio”, don Miguel Grau Seminario. Sin lugar a dudas aceptamos inmediatamente el reto. Pues quien mejor que él, según palabras de José Agustín de la Puente y Candamo, que practicó un sinnúmero de valores y virtudes, que lo llevaron a sostener una vida permanente de coherencia entre su pensamiento y acción. De casi los 200 valores que un ser humano podría llegar a practicar a lo largo de su vida, los biógrafos de don Miguel Grau llegan a la conclusión que alcanzó a practicar unos 160 valores, esto es, el 80% del total que existen, cantidad altamente significativa, que nos lleva, además, a una reflexión profunda de que cuando el hombre quiere perfeccionarse, puede lograr esa meta ambiciosa si se la propone de veras. Pero cuando la soberbia, el egoísmo y la estupidez ganan su espíritu, queda estancado entonces en su imperfectibilidad, que lo ciega, lo obnubila, lo enloquece. Cuanta falta hace en las personas y en la instituciones, valores como: el respeto, la amabilidad, el altruismo, la amistad, la autencidad, el autocontrol, la austeridad, la autoestima, la bondad, el bien común, la caballerosidad, la caridad, la comprensión, el compartir, la coherencia, la congruencia, la confianza, la cordialidad, el criterio, el diálogo, la delicadeza, la dignidad, la disciplina, el espíritu de servicio, el equilibrio, la espiritualidad, la fe, la fortaleza, la generosidad, la gratitud, la heroicidad, la honradez, la laboriosidad, la libertad, la limpieza, la obediencia, el orden, la paciencia, la perseverancia, la responsabilidad, la sobriedad, la sencillez, la serenidad, el silencio, la solidaridad, la sinceridad, la templanza, la ternura, la tolerancia, el trabajo, la trascendencia, la valentía, entre otros. Los valores son principios que nos permiten orientar nuestro comportamiento en función de realizarnos como personas. Son creencias fundamentales que nos ayudan a preferir, apreciar y elegir unas cosas en lugar de otras, o un comportamiento en lugar de otro. Nos proporcionan una pauta para formular metas y propósitos, personales o colectivos. Reflejan nuestros intereses, sentimientos y convicciones más importantes. También son fuente de satisfacción y plenitud. Las características de los valores son esencialmente tres: 1) tienen fundamento objetivo en la verdad; 2) son permanentes y no cambian con el tiempo, esto es, son absolutos e inmutables, y 3) los valores no son todos iguales, hay en ellos una jerarquía. Así tenemos en orden ascendente: los valores utilitarios, los valores económicos, los valores vitales y, en la cúspide de la escala, los valores espirituales. Los valores se refieren a necesidades humanas y representan ideales, sueños y aspiraciones, con una importancia independiente de las circunstancias. Por ejemplo, aunque seamos injustos en nuestras acciones, la justicia sigue teniendo valor. Lo mismo ocurre con el bienestar, el bien común o la felicidad. Los valores valen por sí mismos. Son importantes por lo que son, lo que significan, y lo que representan, y no por lo que se opine de ellos. Valores, actitudes y conductas están estrechamente relacionados. Cuando hablamos de actitud nos referimos a la disposición de actuar en cualquier momento, de acuerdo con nuestras creencias, sentimientos y valores. Los valores se traducen en pensamientos, conceptos o ideas, pero lo que más apreciamos es el comportamiento, lo que hacen las personas. Una persona valiosa es alguien que vive de acuerdo con los valores en los que cree. Ella vale lo que valen sus valores y la manera cómo los vive. Pero los valores también son la base para vivir en comunidad y relacionarnos con las demás personas. Permiten regular nuestra conducta para el bienestar colectivo y una convivencia pacífica y armoniosa. No practicar valores, desconocerlos, ignorarlos, despreciarlos, lleva inevitablemente al desorden social, al caos, a la corrupción, a las malas prácticas, a la desconfianza, a la deslegitimación de las instituciones; y, en términos políticos, a la destrucción del sistema democrático y la libertad. En definitiva, a la pérdida del hombre mismo. Por todo lo expresado, señores autoridades, amigos, os animo a unirse a este proyecto, en el que todos necesitamos de todos, desde los más pequeños hasta los más grandes. Uno solo logrará poco, muchos cambiarán al mundo. Que este sea también nuestro reto a partir de hoy, por eso os doy a cada uno de ustedes la más cordial bienvenida a esta exposición y primera reunión de trabajo en la cruzada de valores denominada “¡Miguel Grau, persona honesta! (…) ¿Y tú?”, que se lanza simbólicamente desde la casa en donde el 27 de julio de 1834, viera la luz el más insigne hijo de Piura, y el más preclaro defensor de la patria. Y estando ustedes frente al busto de don Miguel Grau, solo me restaría de decirles: ¡Piuranos, seguid su ejemplo!, él y la nación espera mucho de nosotros. Muchas gracias.