Haciendo lo que Él quiere (Parte 2 de 2)

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Haciendo lo que Él quiere (segunda parte) (De la serie “Sexo, Alcohol y Drogas”) En la primera parte hablamos de la importancia de obedecer lo que Dios quiere hacer en nosotros, sin poner resistencia. Ahora hablaremos de cómo amar el acto de obedecer, y cuando me refiero a cómo, no estoy hablando de cuál es la manera para llegar a obedecer, sino a que toda nuestra vida debe estar basada en la obediencia. Si hemos llegado a aceptar a Jesucristo como Señor de nuestra vida es porque fuimos obedientes al llamado que él nos hizo. Vayamos a la Primera Carta a los Corintios capítulo 12 en el versículo 22. Antes de escribirlo, deseo decirles que en este versículo se puede meditar años enteros sin poder llegar a comprender la inteligencia de Dios, es muy profundo y me impactó: “Al contrario, los miembros del cuerpo que parecen más débiles son indispensable,…” Si leemos unos versículos antes, San Pablo se refería al propio cuerpo humano, sin embargo también nosotros como Iglesia de Cristo somos un cuerpo, y a veces creemos que el obedecer es de lo más sencillo que hay, porque leemos la Biblia, porque oramos, y la obediencia puede caer en ser lo más pequeño o lo que se nos hace más fácil de hacer y no tomamos en serio lo que de verdad significa el obedecer. El obedecer en tiempos de Moisés sí que era difícil; imagínate obedecer más de 500 leyes, y si no las obedecías estabas delante de Dios sucio. También creo yo que la obediencia que parece que todos tenemos, es el punto más débil de los cristianos, porque el obedecer es lo que mas nos cuesta hacer, y obedecer al pie de la letra, no a medias, no con peros, no poniendo dudas sobre nuestro camino de obediencia. La obediencia es un miembro indispensable en nuestra vida. El don más importante de Dios es el del amor, y para amar el obedecer, debemos amar a Dios; para obedecer debemos de tener fe y esperar que después de haber obedecido vendrá una recompensa, dice en 1 Corintios 13.13 que la fe, la esperanza y el amor permanecen, y creo yo que sobre esto está basado el cristianismo, en la fe o el creer en Dios como Rey único, la esperanza de una vida eterna en Cristo y el amor que Dios nos tiene como el amor que le tenemos nosotros a Dios; y curiosamente el obedecer de una manera real, involucra estos tres dones de Dios, de tal manera que el obedecer implica una base del buen cristiano, y el no obedecer a Dios es decirle que estamos en contra de Él. ¿Dónde quedo la gracia entonces? Una vez que tú y yo aceptamos a Cristo como Salvador, debemos renunciar al pecado y aborrecer el pecado, debemos buscar el no fallarle a Dios y cuando fallamos debemos arrepentirnos de lo que pecamos, pero el verdadero arrepentimiento es aquel que reconoce que fallo y decide que con la ayuda de Dios no va a volver a cometer el mismo error. La gracia nos permite acercarnos a Dios, pero no se trata de que cada 5 minutos estés pecando y al minuto arrepintiéndote, se trata de vivir lo mas cerca de la obediencia, caminando en comunicación continua con Dios. Debemos de poner la obediencia y el obedecer a Dios en primer lugar de nuestro caminar en Cristo, ya que si no obedecemos, no vamos a poder caminar con Cristo. Para poder llevar a cabo lo que Dios nos ha mandado necesitamos aprender la obediencia. Es muy difícil a veces entender y obedecer lo que Dios quiere que hagamos, pero cuando lo obedecemos de todo corazón, sin importarnos el famoso “que dirán” nos encontraremos con todas las bendiciones de Dios. Por eso es necesario estudiar la Biblia, porque ahí encontraremos la guía para obedecer a Dios, y sabremos lo que Dios quiere que nosotros hagamos. Para todo lo que voy a escribir sobre el sexo, el alcohol y las drogas, es necesario que hayamos aprendido el obedecer a Dios; en estos ámbitos de nuestra vida y sobre todo cuando estamos chavos debemos aceptar y obedecer el consejo de Dios, porque ese es el consejo que nos guiará a la verdad, y la verdad nos hará libres, además que nos hará tomar las mejores decisiones sobre nuestra vida. Espera los siguientes temas. Dios te bendice J. Antonio Hernández G. 
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