COOPERACION INTERREGIONAL PARA EL DESARROLLO SOSTENIBLE: DESAFIOS DE AMERICA LATINA Y EL CARIBE José Antonio Ocampo, Secretario Ejecutivo Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, conocida comúnmente como “Cumbre de Río”, fue sin duda un hito histórico en el proceso de definición de una agenda global de desarrollo sostenible, por haber materializado un consenso político del más alto nivel. Con ella se inicia la transición hacia un nuevo régimen internacional sobre medio ambiente, representado por una nueva generación de convenios y un programa de acción global. En la conferencia se adoptaron nuevos principios con el propósito de dotar a la cooperación internacional de bases más equitativas. Se podría decir que la Conferencia marcó un punto de inflexión en las negociaciones sobre una nueva generación de acuerdos multilaterales, con un importante componente ambiental pero basados en una visión más amplia del desarrollo, en la que se reconoce la importancia de conciliar producción económica y comercio internacional con uso sostenible de los recursos naturales y protección del medio ambiente. Muchos de ellos y sus protocolos son acuerdos que incorporan mecanismos financieros innovadores e instrumentos destinados a facilitar el acceso a nuevas tecnologías a los países en desarrollo. Una evaluación general de la década permite hacer un balance positivo del entorno internacional en relación con el desarrollo sostenible y no cabe duda que al cabo de diez años de la celebración de la Conferencia, los principios y acuerdos adoptados en esa oportunidad siguen manteniendo plena vigencia. El concepto de desarrollo sostenible se ha convertido en el marco de referencia de la agenda internacional, no sólo en materia ambiental sino también en el tratamiento por parte de la comunidad internacional de otros temas, como la superación de la pobreza, la equidad de género, la población y los asentamientos humanos. Se han incorporado nuevos actores no estatales, y se ha reforzado la participación del sector privado y la sociedad civil en la búsqueda de soluciones a los desafíos ambientales del desarrollo sostenible. Sin embargo, a pesar de que la comunidad internacional asumió con entusiasmo el compromiso de aplicar los principios y acuerdos mencionados, en el transcurso de los años noventa fue disminuyendo el ímpetu inicial. La Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, que se celebrará en Johannesburgo en agosto del 2002, deberá ofrecer nuevas oportunidades de reafirmar los compromisos políticos, dar mayor cohesión a la agenda global, reforzar su instrumentación y establecer vínculos operativos con las agendas regionales y nacionales. Desafíos del desarrollo sostenible a nivel regional La incorporación plena y efectiva de la agenda de Río sigue siendo una tarea pendiente en América Latina y el Caribe, ya que aún no se ha logrado superar el enfoque fragmentado del desarrollo sostenible. Queda mucho por avanzar en la aplicación de políticas coherentes en los ámbitos de las finanzas, el comercio, las inversiones, la tecnología y la sostenibilidad ambiental. En todo caso, gracias a los procesos que puso en marcha la Cumbre de Río, a lo largo de los últimos diez años hemos aprendido que el deterioro ambiental sufrido por países latinoamericanos y caribeños que se encuentran en etapas intermedias e incluso iniciales de desarrollo indican que la sostenibilidad no es un lujo cuyo logro pueda posponerse. Hemos aprendido también que este objetivo supone mucho más que la protección de la riqueza de la dotación de recursos naturales con la que contamos. Es, en esencia, un llamado a movilizar inversiones hacia sectores productivos dinámicos, en los que se utilicen tecnologías y métodos de producción limpios y en los que la competitividad sea producto de la acumulación de capital en un sentido amplio: humano, social, físico y natural. Y es también un llamado a sustituir la agenda reactiva e incluso negativa ante las demandas globales, que sigue prevaleciendo en este campo en la mayoría de los países de nuestra región, por una agenda proactiva y positiva. El complemento natural de este esfuerzo debería ser una mayor afluencia de recursos de cooperación internacional desde los países industrializados, que permitan cumplir con los compromisos asumidos para el cumplimiento de la agenda global, que financien parte de las actividades que se llevan a cabo en los países en desarrollo, de acuerdo con el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas. En ambos campos, los resultados conseguidos son parciales y, en materia de recursos de cooperación, francamente insuficientes. Los principales escollos para la materialización de actividades concretas en ese marco de sostenibilidad se relacionan con aspectos institucionales y financieros. Los mecanismos institucionales requieren de un fortalecimiento sustancial, especialmente para lograr la integración de políticas públicas y la consolidación de marcos regulatorios claros y consistentes, y un gasto público estable que logre importantes sinergias con el financiamiento internacional y la inversión privada. Por otra parte, persisten algunas tendencias preocupantes, que consisten en permitir que el interés por los problemas ambientales a escala global dé lugar a la introducción de nuevas “condicionalidades” a la cooperación, así como a reemplazar la ayuda al desarrollo sólo por el comercio. No son pocos los países de la región en los que algunos sectores sociales siguen considerando los principios de protección ambiental y desarrollo sostenible como una restricción que limita el desarrollo económico. Por otra parte, el grueso de las políticas ambientales explícitas vigentes, así como los instrumentos de regulación directa e indirecta utilizados en la región, son de carácter reactivo. Las políticas preventivas y de fomento tendientes a incrementar la calidad ambiental vinculada a la competitividad productiva han recibido una atención mucho menor. Asimismo, la capacidad de las instituciones ambientales para alcanzar las metas trazadas en términos de políticas transectoriales y subregionales eficaces, así como para fundamentar la posición negociadora de los países en el plano internacional, continúa siendo incipiente. Las consecuencias de esta fragilidad institucional son particularmente graves cuando se vincula el impacto ambiental a la estructura exportadora y las estrategias económicas nacionales y subregionales. Los ejemplos más notorios son algunos nuevos temas de creciente importancia en el debate internacional -entre otros, el cambio climático, la bioseguridad y el comercio de organismos genéticamente modificados-, ya que los países de la región se enfrentan a agentes transnacionales muy bien organizados para defender sus intereses. Nuestra región se encuentra ante el doble reto de integrarse dinámicamente al mundo globalizado y superar al tiempo la brecha de la equidad, la exclusión y el deterioro ambiental acorde a una visión moderna compartida por todos los actores de la sociedad. 2 La contribución de la CEPAL La contribución de la CEPAL ha consistido precisamente en vincular los diferentes ámbitos de las políticas públicas, sobre todo las políticas económicas vigentes en nuestra región, con el desafío de lograr un crecimiento estable, equitativo y ambientalmente sostenible. En este contexto, seguiremos colaborando con los países para enfrentar estos desafíos, sobre todo en las áreas identificadas como prioritarias por los gobiernos, de las que destaco cinco: 1. La evaluación de la sostenibilidad del desarrollo con una visión que integre los indicadores económicos con los sociales y ambientales y que permita medir avances e identificar áreas que requieren atención prioritaria, sobre todo a la luz de los compromisos adquiridos en la Declaración del Milenio. Lo anterior exige la modernización de los sistemas nacionales de información, mediante la institucionalización de los procesos de recopilación, análisis y difusión de estadísticas ambientales, que den cuenta, oportuna y adecuadamente, de las brechas de sostenibilidad en todos los ámbitos relevantes para el desarrollo económico y social. Esto significa que, además de las tradicionales estadísticas sobre factores macro y microeconómicos, pobreza, empleo, educación y salud, es necesario ir avanzando en la construcción de indicadores ambientales, basados en información sistemática sobre las distintas esferas de interés. 2. La integración de las políticas económicas con las ambientales. Esto involucra, en primer lugar, el análisis de los vínculos entre comercio y medio ambiente, tomando en consideración las tendencias productivas de la región que apuntan hacia un esquema exportador basado en prácticas de extracción de recursos naturales y de mayor impacto ambiental. A la CEPAL le interesa la posibilidad de analizar la relación entre comercio y medio ambiente con criterios positivos, sobre todo en el contexto de las negociaciones comerciales en las que participan nuestros países, tanto a nivel global como regional y subregional. En segundo lugar, también le interesa el financiamiento del desarrollo sostenible, a partir de mecanismos e instrumentos que permitan aumentar los niveles de inversión y gasto en materia ambiental, tanto público como privado, y su vinculación con las políticas generales de financiamiento para el desarrollo. Por último, la CEPAL está interesada en apoyar a los países en la modernización de sus instituciones, los procesos de formulación del presupuesto y monitoreo de su ejecución, el diseño de nuevas formas de financiamiento, la aplicación de instrumentos económicos de gestión ambiental, así como a facilitar un diálogo más fructífero entre estas instituciones y los sectores económicos, sobre todo los encargados de la política fiscal. 3. La búsqueda de nuevas oportunidades productivas basadas en los recursos naturales y servicios ambientales que ofrece la región. En esta área, la eficiencia energética es, sin lugar a dudas, uno de los aspectos más importantes de la agenda para promover el empleo de fuentes de energía renovables y tecnologías convencionales limpias y eficientes. El Protocolo de Kyoto es el instrumento multilateral por excelencia que puede dar impulso a esta estrategia. Este mecanismo posibilita, por primera vez, la materialización de un mercado de servicios ambientales globales. Adicionalmente se debe promover el diseño de productos ecológicos, el etiquetado ecológico y otras prácticas de información transparente, verificables y no discriminatorias orientadas a los consumidores, velando que no sean utilizadas como barreras comerciales encubiertas. 4. Promover la gestión sostenible de los ecosistemas y la diversidad biológica, mediante la provisión de apoyo a los países en la búsqueda de mecanismos innovadores que permitan financiar las actividades de conservación y restauración de los ecosistemas y el reconocimiento de los servicios ambientales globales que prestan los ecosistemas naturales 3 prioritarios, tanto marinos como terrestres. Esto incluye lograr vínculos más plenos entre la biodiversidad, la biotecnología y el desarrollo sostenible, a partir de mecanismos equitativos de transferencia de tecnología que permitan a los países en desarrollo, particularmente a los megadiversos, participar ampliamente en este mercado emergente. 5. La gestión del medio ambiente urbano con miras al desarrollo sostenible, mediante el análisis de instrumentos y experiencias positivas, que permitirían mejorar la calidad de los asentamientos humanos tanto en la esfera ambiental como social y económica. En este ámbito destacan la gestión de los recursos de agua dulce y la reducción de la pobreza urbana. Proceso preparatorio de la Cumbre Mundial de Desarrollo Sostenible La CEPAL, en conjunto con la Oficina Regional para América Latina y el Caribe del Programa de Naciones para el Medio Ambiente, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la Secretaría organizaron en conjunto las actividades preparatorias de la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible en nuestra región. Si bien es tradición que los países de América Latina y el Caribe celebren conferencias regionales en anticipación de las cumbres mundiales, ésta es la primera vez que realizaron consultas previas para formular propuestas que reflejen las singularidades de cuatro subregiones; las consultas culminaron en la Conferencia Regional preparatoria de la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, realizada en Río de Janeiro, Brasil, los días 23 y 24 de octubre de 2001. Para facilitar los debates, la CEPAL y el PNUMA prepararon un documento de evaluación de los desafíos y oportunidades de la sostenibilidad del desarrollo en América Latina y el Caribe, que fue positivamente acogido por los países participantes. Asimismo, la CEPAL y el PNUD prepararon un documento sobre financiamiento para el desarrollo sostenible, que fue ampliamente analizado por las autoridades económicas y ambientales presentes en la reunión. Estos debates sirvieron de base para el realizado posteriormente en Monterrey, con ocasión de la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, celebrada en marzo del 2002, y cuya principal características fue el haber convocado a representantes del sector público y privado para que propusieran enfoques innovadores de financiamiento e inversión con fines de desarrollo sostenible. El consenso logrado por los países de la región en la Conferencia Regional preparatoria quedó plasmado en la Plataforma de Acción de Río de Janeiro hacia Johannesburgo 2002, desarrollada en mayor detalle en el Foro de Ministros de Medio Ambiente de América Latina y el Caribe, con el apoyo de la CEPAL, el PNUMA y el PNUD en mayo del 2002, y que dio lugar a la Iniciativa Latinoamericana y Caribeña para el Desarrollo Sostenible. La importancia de la cooperación interregional Esta nueva era ambiental e institucional plantea imperativos adicionales y distintos de cooperación internacional para el desarrollo sostenible tanto a nivel global como regional. En este contexto, la dimensión regional ofrece un espacio privilegiado para lograr la instrumentación del Programa 21 y los acuerdos que se logren en Johannesburgo a partir de enfoques más integrados de los aspectos económicos, sociales y ambientales sobre la base de las especificidades que cada región presenta. Lo regional permite articular las realidades nacionales con las prioridades globales, contribuyendo además a la construcción de consensos a partir de problemas compartidos tanto por la proximidad geográfica como por la similitud de las tradiciones institucionales. Además, facilitará el intercambio de experiencias e información y el 4 examen de pares mediante la aplicación de enfoques multisectoriales que permitan la conformación de redes de expertos, gobiernos y organizaciones no gubernamentales, con el fin de compartir buenas prácticas, exitosas y creativas, puntos fuertes y débiles de las políticas y sistemas de gestión. Ante la urgente necesidad de reforzar la capacidad colectiva del sistema de Naciones Unidas para responder a los retos del desarrollo sostenible, el ámbito regional se destaca como un espacio singular de cooperación que permitirá mayor coherencia entre los organismos intergubernamentales tanto regionales como subregionales y limitar superposiciones a través de acuerdos de coordinación y mecanismos de programación conjunta que superen el enfoque fragmentado del desarrollo y que establezcan conexiones más estrechas con las organizaciones subregionales y nacionales así como con aquellas multilaterales de financiamiento. En el caso del desarrollo sostenible se han dado intentos graduales por aplicar una visión de este tipo, entre otras cosas en el manejo de ecosistemas comunes a varios países (el amazónico, el andino y el corredor mesoamericano) y de cuencas hidrográficas compartidas. La estructura actual de la institucionalidad ambiental en las diferentes regiones deberá ser objeto de un proceso de reforma, que comience por fortalecer el papel de las Comisiones Regionales como entidades vinculadas estrechamente a diversos mecanismos intergubernamentales de integración y/o cooperación regional y subregional. En este contexto, sería posible fortalecer considerablemente la cooperación interregional como una de las dimensiones más prometedoras que pueden emerger de la CMDS en Johannesburgo. Las cinco Comisiones Regionales así lo han reconocido y, para ello, han establecido un mecanismo continuo de diálogo y colaboración a lo largo de este proceso preparatorio. Desde la perspectiva de CEPAL, las áreas prioritarias de cooperación interregional, podrían ser: comercio y medio ambiente, política fiscal y medio ambiente, financiamiento para el desarrollo sostenible, energía y biodiversidad. 5