“LA ULTIMA DEL CHAPARRO” Estoy casi seguro, que en cada tiempo y lugar de la tierra, ha habido y aun los seguirán habiendo un gran número de personas extravagantes, locos mansos y “cándidos”. A esta última categoría perteneció nuestro personaje que allá por el año 1966 cuando cursaba la transición y tan solo tenía seis años de edad, fue mi profesor de mis primeras letras por eso entonces mi señor padre que trabajaba en la Empresa de Servicios Eléctricos Nacionales (SEN) hoy ENOSA, en el cargo de Técnico Electricista fue reasignado a trabajar a un pequeño pueblo de la Ciudad de Tumbes llamado "Cañaveral", ante esta inesperada situación, mi amada madre, una mujer virtuosa por excelencia, se vio en la imperiosa necesidad de estar a su lado, como ella decía:¡ Al lado del muerto el llanto!; esta valida expresión la llevo a celebrar sus bodas de Oro, al construir de la manera más solida una familia unida y feliz. Volvamos a nuestro personaje. Cuenta la historia que se le puso en su bautizo el nombre de Wilfredo, era este un hombre de tez blanca, bajo de estatura y de pocas palabras; pero con una extraordinaria sensibilidad humana y complaciente, a tal punto que todos sus amigos y "amigotes" se olvidaron de su nombre y no dudaron que en toda la ciudad se le conociera como "CHAPARRO", apodo que diariamente era escuchado tanto en las reuniones de altos funcionarios de la administración pública o privada o en cotidianas conversaciones familiares al escucharlos decir: ¡oye fulano, ven para contarte la última de CHAPARRO! Bueno, pues, continuemos con mi relato. Les cuento que cuando estaba finalizando el año escolar mi profesor Wilfredo preocupado por que un grupo de cinco niños, de quienes aun recuerdo su nombre: Unilver, Antonio, Juan, Enrique y Lorenzo no habían adquirido las capacidades básicas suficientes para resolver operaciones de suma y resta, por lo que decidió darles una última oportunidad, aplicándoles una prueba que consistió en plantearles problemas de sus diarios quehaceres, que cada uno realizaba en sus casas, como por ejemplo el de hacer compras en el mercado o en las ventas que hacían al recorrer las calles pregonando sus productos, para esto a unos los saco a la pizarra y a otros le hacia la pregunta de manera oral, recuerdo que a mi buen amigo Lorenzo, el cual era muy vivaz, pero tímido al mismo tiempo; quizás su timidez la pueda justificar por qué casi por costumbre llegaba tarde al colegio y en otras no asistía, las excusas no le faltaban, pues, muy temprano tenía que dejarle dando de comer a sus animales, llevarle a la chacra el desayuno o el almuerzo a su papa y en otras se quedaba ayudándole a limpiar o regar los cultivos, pero aun los sábados y domingos los dedicaba para vender sus “bolos” o “ marcianos”, así que el profesor conocedor de su situación , le pregunta : - Lorenzo, me cuentan tus amiguitos que tu vendes bolos o marcianos, ¿eso es verdad? - Así es, mi profe – contesto Lorenzo. - Bien, entonces que te parece, si te hago tres preguntas, para que de esta manera puedas aprobar tu año escolar y te puedas ir feliz a tu casa. Mi amigo, con su rostro lleno de emoción y sintiéndose ya un ganador, acepta la propuesta del profesor” CHAPARRO”, entonces comencemos le dice el profesor: - Primera pregunta: si te compro, cinco marcianos y te pago con un billete de diez soles, ¿cuánto de vuelto me darías?, mi amigo, rio con una risa de confianza y le responde. - Nueve cincuenta, mi profe. - Bien, bien agrego el profesor que al mismo tiempo le acariciaba su cabecita. - Segunda pregunta. Si vuelvo a comprarte cinco marcianos y te pago con un billete de veinte soles ¿cuánto de vuelto me darías? Mi pequeño amigo que era un “AS” en las ventas, le responde: - Diecinueve cincuenta, mi profe. - Muy bien, muy bien, mi buen alumno, le dice el profesor; ahora si se va la tercera y última pregunta. - Si te compro, trece marcianos y te pago con un billete de cien soles,¿ cuánto de vuelto me darías? Todos los que estábamos presentes, hicimos un breve pero prolongado y angustioso silencio de temor, al pensar si nuestro amigo no podía responder la pregunta. Finalmente, nuestro amigo, quien se había quedado mirando fijamente a los ojos del profesor, rompe su silencio y le responde. -¡NO TENGO SENCILLO, MI PROFE! Todos, incluyendo nuestro querido profesor “CHAPARRO”, luego de mostrarnos una mirada de asombro lanzamos una fuerte carcajada. Nuestro profesor que era un hombre, como ya dijimos al comienzo de la historia sincero y complaciente lo abrazo fuertemente, le dio un fuerte apretón de manos y le dijo: - Esta usted, aprobado y puede irse feliz a su casa. Todos, salimos en medio de un griterío y de risas, gritando: ¡VIVA NUESTRO AMIGO LORENZO!, ¡VIVA, VIVA, VIVA!, respondían los otros, yo que lo llevaba abrazado me sentía muy emocionado y en mi interior le daba gracias a DIOS, por haberle ayudado a mi amigo Lorenzo en tan sabia y sorprendente respuesta. Finalizo mi historia, dándoles testimonio que en la actualidad los cinco amigos y Yo somos profesores, y damos lo mejor de nuestras capacidades al servicio de la educación de niños, jóvenes y adultos de nuestra región. Deseo pedirles a mis amigos miembros del jurado que fallaran en la presente y graciosa anécdota, nacida de mi experiencia y escrita con palabras expresadas por mi corazón, que si es merecedora de un rosario de aplausos, no duden en dárselos y si le ha hecho sonreír, pónganse de pie y alaben el ingenio de su creador que es un distinguido “MAESTRO TUMBESINO” . Seudónimo: HUELLAS DE MI MAESTRO