GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER VIDA Dos constantes dominan la breve vida del más excelso lírico español del siglo xix: la pobreza y el sufrimiento. Nació en Sevilla (1836) y quedó pronto huérfano. Quiso ser pintor -como su padre y su hermano Valeriano-, y por fin, se consagró a las letras. A los dieciocho años se instala en Madrid, y pasa increíbles penurias escribiendo artículos y obras de teatro intrascendentes. A los veintiún años contrae la tuberculosis. Amó con pasión a Elisa Guillén, que lo abandonó sumiéndolo en la desesperación. Se casa con Casta Esteban, tiene con ella dos hijos, y mantiene el hogar ejerciendo el periodismo. En política adopta una actitud conservadora. Su esposa le es infiel, y el matrimonio se separa. Arrastra una vida bohemia y viste con desaseo. Se reconcilió con Casta, poco antes de morir (Madrid, 1870) a los treinta y cuatro años. ROMÁNTICO REZAGADO Bécquer escribe en pleno auge del Realismo. La poesía, al gusto burgués de la Restauración borbónica, es prosaica y falsamente trascendente. Muy poco dada al intimismo lírico, y sí a los tópicos sentimentales y pseudofilosóficos. Pero él, y unos pocos poetas, eluden esa actitud. Tampoco les gusta la poesía del primer Romanticismo, la de Espronceda, tan exaltada y gesticulante. Prefieren un lirismo intimista, sencillo de forma y parco de ornamento, para que resalte más el sentir profundo del poeta. De ese clima romántico tardío (versión germánica del Romanticismo), se nutrirán Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro. OBRAS EN PROSA Su inmensa importancia como lírico no debe hacernos olvidar que Bécquer fue un extraordinario prosista; frente a la funcionalidad de la prosa realista, él dota a la suya de admirable calidad poética. Destaquemos dos obras: Leyendas. Son veintiocho relatos- con claros rasgos románticos: el amor imposible (El rayo de luna), lo misterioso y sobrenatural (Maese Pérez el organista, El Miserere); lo exótico (El caudillo de las manos rojas), lo costumbrista (La venta de los gatos), etc. Cartas desde mi celda, crónicas compuestas durante una estancia de reposo en el monasterio de Veruela. Cartas literarias a una mujer contienen las ideas que conforman la visión de Bécquer sobre la poesía. LAS RIMAS Son ochenta y cuatro poemas breves, asonantados en general, y metros variados, en los que se funda la importancia de Bécquer en nuestra literatura. Las Rimas fueron apareciendo en diversas revistas y fueron publicadas, con este título, en un libro que en 1871 editó un grupo de amigos. La obra se puede dividir en tres partes: Rimas metapoéticas (poemas 1-11), reflexiona sobre la poesía, trata de estímulos que lo inducen a escribir versos. Lo misterioso y desconocido, la mujer y el amor es la raíz de su poesía. Rimas de amor (poemas 12-51), encontramos una contemplación confiada de la belleza femenina y del amor y una visión amarga y doliente, con tonos que van de la melancolía hasta la ira y la desesperación. No es raro que sean las más numerosas: el fracaso de sus amores con Elisa Guillén, que lo abandonó por otros hombres, no lo olvidó nunca. Rimas existenciales (52-76), aparece la incertidumbre ante el futuro, el miedo a la soledad y la muerte, acrecentado en sus últimos años. IDEAS POÉTICAS El propio Bécquer expuso sus ideas poéticas (en una reseña de La soledad, de su amigo Augusto Ferrán), que resumimos así: - Hay una poesía pomposa, que seduce "con su armonía y su hermosura". Pero hay otra, breve y seca, "que brota del alma como una chispa eléctrica", desnuda de artificio, que roza el alma del lector y despierta su fantasía. La primera es la poesía de todo el mundo, agrada al oído, produce satisfacción y se desvanece. La segunda es "la poesía de los poetas": se produce como el acorde de un arpa, que queda vibrando y no acaba: al concluir su lectura, "se inclina la frente cargada de pensamientos sin nombre”. Ésta fue la elegida por Bécquer. Frente a la poesía grandilocuente del primer Romanticismo, Bécquer crea una poesía sencilla, depurada de todo retoricismo vano. Sus temas preferidos son el amor, la mujer y la poesía, pero también aparecen otros como el desengaño, la tristeza, la angustia y la muerte. SU TRASCENDENCIA Con una obra poética muy breve, Bécquer es uno de nuestros más excelsos líricos. Pocos de sus contemporáneos lo estimaban: Núñez de Arce, poeta admirado entonces, llamó a las Rimas "suspirillos germánicos". El reconocimiento pleno de su arte y su influjo se producen con poetas que nacen poco después de morir él (Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez) y más tarde (Salinas, Cernuda, etc.). Hoy la crítica lo sitúa como cabeza de la lírica contemporánea. Y ello por la pureza que, con medios formales muy simples, acierta a expresar emociones hondamente sentidas; esas -exhalaciones del yo en que la poesía consiste. Hay que remontarse a los grandes escritores del XVI y del XVII para encontrar parangón a Bécquer, cuya obra sigue contando con un número elevado de lectores.