ASAMBLEA PARLAMENTARIA DE LA OSCE PUNTO ADICIONAL (Comisión III: Derechos Humanos) PROPUESTA DE RESOLUCIÓN SOBRE COMPROMISO DE LA OSCE A FAVOR DE LA LIBERTAD RELIGIOSA Y LA LAICIDAD Autor principal José A. Pérez-Tapias, España 1 PROPUESTA DE RESOLUCIÓN SOBRE COMPROMISO DE LA OSCE A FAVOR DE LA LIBERTAD RELIGIOSA Y LA LAICIDAD 1. Reconociendo que la libertad religiosa es un derecho humano fundamental, esencialmente vinculado al respeto a la dignidad humana; 2. Reafirmando el incuestionable valor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, de 1948, que en su artículo 18 dice que “toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión”, así como que “este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”; 3. Recordando que el derecho a la libertad religiosa, asociado al derecho a la libertad de pensamiento y de conciencia, se halla también estrechamente relacionado con los derechos de libertad de expresión, de reunión y de asociación, reconocidos como derechos humanos en la misma Declaración Universal de Naciones Unidas (artículos 19 y 20); 4. Teniendo presente que el derecho a la libertad religiosa, y los derechos a ella asociados, han sido reconocidos como derechos civiles fundamentales en los textos jurídicos y en las prácticas de los Estados democráticos de derecho que efectivamente puedan ser considerados como tales; 5. Siendo conscientes de que la mayor pluralidad existente en nuestras sociedades, consecuencia en gran parte de la diversidad cultural interna a la mismas acentuada como consecuencia de los movimientos migratorios, requiere profundizar en la libertad religiosa de individuos y comunidades; 6. Preocupados por las situaciones en las que determinadas interpretaciones de las respectivas tradiciones religiosas, desde enfoques fundamentalistas o integristas, dan lugar a tensiones entre confesiones religiosas, a veces solapadas con conflictos étnicos; 7. Compartiendo la convicción de que la laicidad de los Estados, como neutralidad de los mismos ante las confesiones religiosas desde actitudes de respeto hacia lo que significa social y culturalmente el hecho religioso, es condición política y garantía jurídica de convivencia democrática entre personas y comunidades de distintas confesiones religiosas y entre éstas y quienes no tienen adscripción religiosa alguna; 8. Teniendo en común la idea de que las confesiones religiosas han de respetar los derechos humanos de las ciudadanas y ciudadanos, incluidos los de quienes pertenecen a ellas, así como el orden legal democrático bajo el cual se articula su misma presencia en la sociedad y la autonomía de la política como ámbito desde el que se legisla y se gobierna para todos; 9. Sabiendo que el principio de tolerancia que ha de regir la convivencia entre ciudadanas y ciudadanos con distintas creencias pero con iguales derechos, y que el principio de laicidad que ha de regular las relaciones entre Estados y confesiones religiosas desde el respeto y el reconocimiento recíproco de la independencia de cada cual, no excluyen un principio de colaboración que obliga a las administraciones públicas y a las confesiones religiosas a cooperar en todo aquello que exija el bien común; 2 10. Estando interesados en promover el indispensable diálogo interreligioso que, como parte del diálogo intercultural, ha de ser cauce de convergencia entre personas y comunidades diferentes en torno a los valores de la democracia y a los principios de libertad, igualdad y justicia que han de inspirar la vida en común de nuestras sociedades; 11. Subrayando lo enunciado en el documento de Estrategia de la OSCE frente a las amenazas contra la estabilidad y la seguridad en el siglo XXI, de 2003, acerca de que “el respeto a los derechos humanos y de las libertades fundamentales del ciudadano, así como de la democracia y del Estado de derecho, es esencial al concepto global de la seguridad adoptado por la OSCE”, de manera tal que “la violación sistemática de los derechos humanos, particularmente de los derechos de las personas pertenecientes a minorías nacionales, y la violación sistemática de las libertades fundamentales pueden ser un semillero de una amplia gama de amenazas potenciales” (punto 4); 12. Asumiendo, como se indica en ese mismo documento de Estrategia de la OSCE, que “toda práctica que guarde relación con la discriminación o la intolerancia constituye no sólo una amenaza para la seguridad de las personas afectadas, sino que puede dar lugar a conflictos o agresiones de mayor alcance”, por ejemplo, a tensiones étnicas o religiosas (punto 12); 13. Insistiendo, como hace el referido documento, en que “la discriminación y la intolerancia están entre los factores que pueden ser fuentes de conflictos perturbadores de la seguridad y la estabilidad”, y en que “los Estados participantes, los órganos e instituciones de la OSCE, así como su Secretaría y muchas de sus presencias sobre el terreno intervienen en actividades que van dirigidas contra amenazas por supuestos de discriminación o de intolerancia” (puntos 36 y 37); 14. Y haciéndonos cargo de las peticiones formuladas a la OSCE por Estados, partidos políticos, comunidades religiosas, asociaciones civiles, ONGs y autoridades de diferente signo, para que desde la misma avancemos en defensa de la libertad religiosa, haciéndolo a la vez que se profundiza en la laicidad de los Estados como garantía para aquélla; La Asamblea Parlamentaria de la OSCE 15. Reconoce que la libertad religiosa está vinculada a la dignidad humana y requiere, como ésta, ser respetada; 16. Reafirma el incuestionable valor del derecho de libertad religiosa, así como de los derechos de libertad de pensamiento y de conciencia, de libertad de expresión, de reunión y de asociación a ella conectados, reconocidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas de 1948; 17. Tiene presente cómo el derecho a la libertad religiosa y los derechos a ella conectados han sido recogidos en los textos jurídicos y la práctica política de los Estados democráticos de derecho efectivamente reconocibles como tales; 18. Exhorta a profundizar en la libertad religiosa de individuos y comunidades, a la vista de la mayor pluralidad religiosa de nuestras sociedades, incrementada de la mano de la creciente diversidad cultural que en las mismas han provocado en gran parte los movimientos migratorios; 3 19. Llama a erradicar los comportamientos intolerantes y excluyentes que incentivan determinadas interpretaciones fundamentalistas o integristas que dan lugar a tensiones religiosas, que a veces se solapan con conflictos étnicos; 20. Reclama avanzar hacia una consecuente laicidad de los Estados, entendida como neutralidad ante las confesiones religiosas, y siempre con el debido respeto hacia lo que significa social y culturalmente el hecho religioso, habida cuenta de que la laicidad así entendida y practicada es condición política y garantía jurídica de convivencia democrática entre individuos y comunidades, con diferentes pertenencias religiosas o sin adscripción religiosa alguna. 21. Requiere a las confesiones religiosas que profundicen en el respeto a los derechos humanos de las ciudadanas y ciudadanos, incluidos los de sus miembros, que contribuyan a consolidar el acatamiento debido a todo orden legal democrático, así como que respeten la autonomía de la política como ámbito desde el que se legisla y gobierna para todos; 22. Insta a los Estados y a sus respectivos gobiernos a velar en sus sociedades por una convivencia ciudadana a tenor del principio de tolerancia, por un orden político configurado según el principio de laicidad y por unas relaciones entre administraciones públicas y confesiones religiosas inspiradas en el principio de colaboración; 23. Invita a que desde las instituciones políticas y académicas, desde la sociedad civil y las confesiones religiosas, y a tenor de lo reflejado en el documento de la OSCE sobre “Tolerancia y no discriminación: promoción de la comprensión y el respeto mutuo” (30.11.2007), se promueva que los individuos y las comunidades concernidos acometan el necesario diálogo interreligioso para hacer posible, en el marco del diálogo intercultural, la convergencia sobre valores democráticos reconocidos por todos y sobre los principios de libertad, igualdad y justicia que han de orientar la construcción de un orden social que requiere el concurso de todos; 24. Reafirma el concepto global e integral de seguridad que ha ido madurando en el seno de la OSCE, el cual comporta prevenir y abordar en sus causas, con las medidas que institucionalmente sean necesarias, las tensiones religiosas y los conflictos étnicos que tienen su raíz en las diferentes formas de discriminación o de conductas intolerantes que pueden sufrir individuos o colectividades por razón de sus creencias religiosas u otros motivos de conciencia. 4