“La Democracia siempre tendrá Embajadores y Ministros, la pregunta es si tendrá diplomáticos” Jules Cambon, diplomático francés 1925. En la historia moderna y contemporánea, importantes e influyentes voces han destacado la relevancia de la diplomacia profesional o diplomacia de carrera en la defensa y promoción del interés nacional, asociándola estrechamente a nociones elementales como la defensa de la soberanía, la continuidad de políticas de Estado, la preservación de memoria institucional, la promoción de estrategias de inserción internacional de largo plazo, entre otras. Desde las recomendaciones que hace 300 años François de Callières - quien fuera consejero de Luis XIV - le formulara al sucesor Duque de Orleans, futuro Rey de Francia, así como la visión perspicáz de José María da Silva Paranhos Junior, Barón de Rio Branco a principios del siglo pasado y hasta la convicción de George Kennan, probablemente el diplomático norteamericano más influyente en la segunda mitad del Siglo XX, coinciden en las ventajas para sus respectivos Estados de fortalecer su diplomacia profesional. Curiosamente, esta perspectiva defendida por influyentes actores pertenecientes a importantes potencias mundiales y regionales, resulta aún más válida y vigente para el caso de los Estados pequeños y medianos que tienen en el ejercicio de la diplomacia un instrumento clave para defender sus intereses en la comunidad de Naciones y más aún en un mundo globalizado y con una agenda multilateral sumamente vasta. Naturalmente, el caso de Uruguay se inscribe de lleno en esta lógica. “En cualquier caso, se observará que los intereses públicos estarán mejor servidos por la nominación de un diplomático profesional, que por experiencia haya adquirido una elevada aptitud para el peculiar oficio de la diplomacia” François de Calliéres Los Estados pequeños y medianos y en particular los que no tienen en su caja de herramientas para su relacionamiento externo elementos de “hard power” (poder militar, económico), necesitan más que las grandes potencias de una diplomacia profesional sólida basada en un Servicio Exterior competente capaz de cumplir funciones que van mucho más allá de la representación. Sin embargo, la construcción de un Servicio Exterior con estas características no es tarea sencilla ni se logra de la noche a la mañana. Por el contrario, requiere de un esfuerzo continuado de mediano y largo plazo que promueva la adquisición de los ingredientes indispensables para tal fin, tales como: una especial valoración del mérito; una formación académica y práctica permanente, incluyendo la amplitud de conocimientos que la agenda internacional conlleva; dominio de idiomas, herramienta indispensable para interactuar a nivel internacional; así como potenciar las características personales que son inherentes a esta tarea, como por ejemplo, la adaptabilidad y flexibilidad a funciones y contextos diversos. El Servicio Exterior del Uruguay ha venido transitando un largo y exigente camino en un proceso de profesionalización creciente y contínuo iniciado hace décadas con el concurso de ingreso y profundizado desde hace casi 18 años cuando se implantó el concurso de ascenso como la única via para avanzar en la carrera diplomática desde la categoría inicial de Tercer Secretario hasta Ministro Consejero, abarcando así los cinco primeros grados (de un total de siete) del escalafón diplomático. En la actualidad, casi la totalidad de sus integrantes (97%) son profesionales universitarios, expuestos a una actualización permanente en función de las variadas tareas que deben desempeñar tanto en el exterior como en Montevideo, la preparación de exhaustivos concursos de ascenso y cursos de actualización en el Instituto Artigas del Servicio Exterior. Esta dinámica interna sumada a la evolución del contexto internacional, ha llevado a que se produjera un sensible cambio de perfil del diplomatico uruguayo, el cual se ha tenido que adaptar a la nueva agenda internacional y al renovado rol de las Cancillerias que implica un fuerte componente de coordinador dentro de la estructura del Estado y ante otros actores no estatales con intereses o agendas en el ámbito externo, trabajando estrechamente con expertos y jerarcas de las áreas más diversas como defensa, ganadería-agricultura, industria, medio-ambiente, desarrollo social, salud, etc. "Un diplomático no sirve a un régimen y sí a su país" Barón de Rio Branco Ciertamente, la labor del diplomático es cada vez más dinámica y competitiva requiriendo una importante capacidad de adaptación rápida a nuevas circunstancias y temas pero a la vez manteniendo la capacidad de brindar una perspectiva comprensiva tanto de las relaciones bilaterales como de las multilaterales y regionales. La Asociación de Funcionarios del Servicio Exterior del Uruguay, entidad que nuclea al 90% de los diplomáticos de carrera del país, considera que la defensa del profesionalismo del Servicio Exterior y la promoción de una carrera basada en el mérito son aspectos esenciales para que esta herramienta clave que el Estado posee para su inserción externa funcione de la mejor manera posible.