Tom Ford y el Talento con mayúsculas Juan Carlos Cubeiro, director de eurotalent El triunfador de los Óscar fue (más allá de El señor de los anillos)... Tom Ford, en su última aparición como director creativo de Gucci e Yves Saint Laurent. Charlize Theron (premiada como mejor actriz principal) y Susan Sarandon (pareja de Tim Robbins, mejor actor de reparto) lucieron sus diseños, en una ceremonia en la que se habló más de vestidos que de cine. Cuando la sociedad norteamericana vive el “fundamentalismo del pudor”, la propuesta de Tom Ford fue dejar la espalda al descubierto para no enseñar el torso. Apenas una semana antes, quien ha sido considerado el mayor creador de imagen en la moda durante una década se despedía de sus admiradores en la pasarela de Milán. La empresa matriz de Gucci, Pinault-Printemps-Redout, había decidido prescindir de él. Entre los planes de futuro inmediato de Tom Ford (un tejano nacido en 1962 que ha trabajado 14 años para Gucci) pueden estar escribir un libro, hacer películas en Hollywood o dirigir, junto al que fuera Consejero Delegado de Gucci, Domenico de Sole, otra casa de alta costura. Tom Ford ejemplifica el Talento con mayúsculas, el que es capaz de crear tendencia y aportar valor estratosférico (cuando él llegó a Gucci, la compañía estaba prácticamente en bancarrota; en 1999 ya valía 4.300 millones de dólares). En cada sector altamente competitivo o creativo, como la moda, el diseño, el I&D o la consultoría, este tipo de Talento puede contarse con los dedos de una mano. Son “mirlos blancos” que dominan su oficio con maestría; la diferencia entre alguien competente (capaz, voluntarioso, dedicado) y un auténtico maestro es que éste controla conscientemente el proceso creativo. Tom Ford, Ferrán Adriá, Steve Jobs o John Lassiter (de Pixar, galardonada por “Buscando a Nemo” como mejor película de animación) son personas capaces de retar el status quo, de innovar a lo grande y de implantar su estilo propio, hasta cambiar las reglas del juego. La tecnología liberadora (que acorta drásticamente el abismo entre lo que se imagina y lo que se puede conseguir) le está otorgando al Talento con mayúsculas una nueva consideración, alcanzando aquel ideal del mayo francés: “La imaginación al poder”. Sin embargo, las empresas convencionales se aferran al pasado y tratan de justificar que el Talento no tiene tanta importancia, que más allá del discurso las personas son intercambiables (al fin y a la postre, cuentan lo mismo para los libros de contabilidad) y que conviene acabar con los “maestros” porque pueden ser peligrosos para la eficiencia y la marca. En no pocas ocasiones, los celos profesionales y la envidia también se interponen entre el Talento y la organización tradicional. Entonces surgen separaciones como la de Tom Ford y Gucci o la de Pixar y Disney. Los activos del pasado frente a los activos del futuro, las oportunidades que crea –y seguirá creando- el maestro. La lógica a favor del Talento con mayúsculas es aplastante: en un mundo acelerado y globalizado, “el cliente es el rey” más que nunca. Un cliente exigente, necesitado de novedades, con un exagerado volumen de información, que emite su veredicto día a día. Sólo la innovación puede satisfacerle. Es la innovación de personas con las 3 C (como exponía otro Talento con mayúsculas, Scott McNeally, fundador y Presidente de Sun Microsystems, en la comida del pasado martes organizada por la APD): con Coraje, Controvertido... y Correcto. “Don’t imitate, innovate”. Como dicen Ridderstrale y Nordstrom, los padres de “Funky Business” (otros Talentos con mayúsculas): “Un talento único te entrega un pasaporte global”. Ni aristócratas, ni burócratas: cosmócratas. Ese tipo de Talento es la nueva élite de los negocios. Estos dos suecos citan en su nuevo libro, “Capitalismo de Karaoke” a Herman Melville”: “Es mejor fracasar siendo original que tener éxito a partir de la imitación”. Reducir la incertidumbre clonando lo que hacen otros (cantando como Frank Sinatra) puede parecer lo más eficiente, pero te asegura la desaparición a medio plazo. Volviendo a este par de talentosos suecos: “En este mundo de karaoke, la identidad no está en la producción sino en el consumo”. Y citan al responsable de marketing del Real Madrid, José Ángel Sánchez: “Ahora, la gente se hace de un equipo (de fútbol) por sus estrellas”. Pasaron los tiempos en los que uno era del conjunto de su ciudad. Más de 50 millones de personas en el mundo son fans del Manchester United y la mayoría no saben que Manchester es una ciudad de Inglaterra (de hecho, millones en Asia se están pasando al equipo blanco desde que fichó a Beckham). El dinero está fluyendo desde los inversores de capital a los poseedores de capital intelectual (lo dicen Riddrestrale y Nordstrom). Y añaden que “hoy, el recurso más escaso no es la inversión sino la imaginación”. Aquel que sepa atraer el Talento con mayúsculas (con gente como Richard Branson, Kylie Minogue o Anna Kournikova no funciona el ordeno y mando) y hacerlo funcionar juntos (las estrellas se reúnen en constelaciones) cuenta con la madre de las ventajas competitivas. Quienes están sufriendo hemorragias de Talento tienen las horas contadas. Afortunadamente, algunas organizaciones ya son conscientes de ello (por ejemplo, Zidane y Ronaldo han renovado hasta 2007-2008 y se mantendrán como “embajadores de la marca” tras su jubilación como futbolistas). El resto comprobará que la obsesión por la eficiencia, la estandarización, la robotización y la obediencia les llevará al desastre. Como repetía el general Patton. “Si dos están pensando lo mismo, es que uno no está pensando”. Publicado en Cinco Días, 8 de marzo de 2004